Por más veces que vaya por las minas de San Quintín, no dejan de asombrarme, siempre hago algún nuevo descubrimiento o un rincón inesperado, ¡Qué pena las veces que he ido sin la cámara! Veces que he ido por allí de paso al río Tirteafuera o expresamente a ellas.
Estas minas están cerca de Cabezarados, aunque pertenecen al Villamayor de Calatrava. Son una muestra bien clara de en lo que ha quedado la minería de Ciudad Real, perseguida por el “mal fario” de estos malos tiempos para la minería de ciertos productos que han caído en desgracia, por contaminantes.
Vista aérea de las minas
Antes no, ahora sí. El mercurio de Almadén, el carbón de Puertollano, el plomo del valle de Alcudio y zonas cercanas; y no se que ha pasado con otros que parece que ya han quedado esquilmados o que han sido sustituídos por elementos sintéticos, los pequeños yacimientos de cobre de Sierra Morena o el manganeso del campo volcánico de Calatrava.
A medio camino entre una explotación minera del vulcanismo o un sanatorio, estaban los numerosos baños de aguas termales, establecimientos numerosos, pero todos desaparecidos hasta los cimientos en apenas unas décadas.
En muchos países es común el turismo en las grandes instalaciones minero-industriales abandonadas, al igual que la restauración de minas y galerías para los aficionados a la mineralogía. O simplemente por un respeto al pasado de generaciones de trabajadores se han conservado museizadas.
Pero aquí tenemos una de las minas más antiguas del mundo, con más historia que muchos países, impecablemente museízada y casi nadie se acerca hasta ellas para disfrutar con la visita, con la historia con una de las joyas de la corona de este país, que como decía un amigo mío, saludos Jose, todo el mundo tendría que verlas, como poco una vez en su vida.
Las mayores minas de Ciudad Real (San Quintín, Diógenes, Riofrío, etc.), no eran lugares de trabajo, eran lugares en los que se vivía. Eran pueblos, que ahora son inimaginables, con su iglesia, sus tiendas, sus cementerio, sus destacamento de Guardia Civil, sus enfermerías.
Lugares donde se ganaba el dinero y también se gastaba. Por otra parte también había multitud de minas de muy pequeña escala, casi familiares, donde se intentaba con un trabajo extra, a parte del ingrato de esos campos, salir de pobre buscando un filón interesante.
Las minas de San Quintín, dadas sus dimensiones, pues son muchas concesiones y unas cuantas explotaciones reunidas, tienen tanta historia, dicen que desde los romanos y con toda seguridad al menos desde el S. XVI, con el nombre de El Viejo, vienen funcionando y modificando el paisaje, aunque su mayor desarrollo se prudujo en torno a 1900, en que se aplicaron los métodos industriales y se llevó uno de los primeros ferrocarriles provinciales para sacar sus productos.
Los, en un principio abundantes de plomo, plata y zinc, fueron mermando hasta que nuevas técnicas extractivas hicieron que se volvieran a re-explotar, dejando de nuevo cientos de toneladas de estériles a la intemperie.
Lo que queda de la explotación minera es de una peculiar belleza “geológica”, de unos tonos y colores muy diferentes a los de las tierras que la rodean; incluso aparecen nuevos ecosistemas, nuevas geoformas dominantes, amén de otros problemas no menos despreciables como la contaminación por metales pesados. De hecho existen buenos trabajos universitarios sobre la geoquímica o la restauración de estas instalaciones mineras abandonadas.
Hace unos meses saltó la noticia de que se estaba estudiando la reapertura como explotación minera de San Quintín, al parecer la subida de precios del zinc y de la plata, así como la explotación a cielo abierto con maquinaria podría hacer de nuevo rentable la extracción del mineral, ya bastante esquilmado pero más rentable que antaño.
La gran duna tiene por delante una formación a medio camino entre un humedal, con sus carrizos y juncos, y un arenal, con una especial biodiversidad aunque con una flora marcada por los contaminantes peligrosos.
Las pocas especies que prosperan en estos arenales, son gramíneas tipo Piptapterum milliaceum, Scrophularia canina, Rumex scutatus y R. bucephalophorus y carrizos, retamas y juncos. Como cosas poco comunes aparecen en este humedal de finos y arcillas aparecen Centaurium pulchellum y Linum tenue.
Pero realmente la riqueza de San Quintín es su historia y lo que queda de cientos o miles de vida que fraguaron aquí sus ilusiones y quehaceres, de personas que amontonaron aquí esos materiales que hicieron esas construcciones. í esos materiales que hicieron esas construcciones.
Restos de las casas de la Peña del Rayo
Ya poco queda de sus casas, distribuidas en varios cuarteles diferentes (Musa, Peña del Rayo, Navaceniza, etc.), pero de tan malas calidades que apenas quedan los cimientos.
Bajo un vendaval del oeste o envueltas en niebla esta zona minera es de una belleza fuera de lo común, en primavera, lástima de fotos, muchas partes del suelo aparecen escándalosamente recubiertas por la roja belleza explosiva de la Spergularia rubra y por otra espectacutar también al ser masiva, el Rumex bucephalophorus. Pero cualquier época del año es buena para dar un paseo por ellas, con suerte de no coincidir con ningún amante de los ruidosos motores del motocross.