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La Garganta de la Hoz

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Hace poco que hice una entrada parecida, sobre otra Hoz en el río Montoro, la de Valdoro en el cordal meridional del valle de Alcudia. Hace años estuve en esta garganta de la Hoz y como de costumbre, me faltó tiempo para recorrerla y conocerla mejor. Esta vez he tenido más tiempo y he aprovechado el lamentable año hidrológico que llevamos para poder vadearlo con más libertad y no estar tan limitado por la fuerte corriente que suele llevar el río en este tramo, aunque no venía tan bajo como yo preveía.

En algunos puntos las pozas hacían imposible continuar por el fondo del valle

Se podría decir que por aquí se va la mayor corriente de agua de la Mancha a Andalucía, en el que bien puede ser (con permiso del Guadalimar), el mayor afluente del Guadalquivir por su derecha, dada las amplias cuencas del sur de Ciudad Real que aquí confluyen, como puedan ser la del Fresnedas que viene de El Viso, el Ojailén que viene de Puertollano o el Montoro, río largo y salvaje, sin pueblos. 


      El maremagnum de montañas que forma Sierra Morena está lleno de arroyos que solo cuando confluyen, empiezan a tener un nombre y aquí topamos con el problema de las toponimias, cada pueblo da por suya cada hoz y este nombre se repite en cada una de ellas, sin adjetivos, como si fuese la única, la “O”. Cuando el Fresnedas se une al Ojailén, la no muy larga unión se denomina Fresnedas, (Ojailén para otros) y forma la hoz del Fresnedas; cuando éste se une con el Montoro, es el Jándula (Montoro para otros) y forma la hoz del Montoro o del Chorrillo, por el pico Chorrillo de 1062m. y la casa a sus pies frente a la junta. Luego llega por fín, la última hoz de esta serie es la Garganta de la Hoz o la hoz del Jándula.

Al fondo la hoz del Fresnedas y en primer término, ya salvada, la del Chorrillo o Montoro

      Al tramo resultante, más que Jándula, le llaman Riofrío o nava de Riofrío, antigua gran zona minera (Pontones, Casarejo, Pueblonuevo, etc.), hoy desmantelada, cuyo poblado principal se atraviesa antes de llegar a la Hoz. Para mí, el verdadero Riofrío sería el que desemboca justo antes de la Garganta de la Hoz, el Robledillo que sí es un río salvaje de verdad, el que recoge el agua de las umbrías más altas de sierra Madrona, la más continua y alta de las de Sierra Morena, de entre el dédalo de cordales que son estas sierras, con su Cuarto de Aulagas, Corral de Borros 1311m. (21 menos que el Bañuela que es la cota más alta de todo este sistema montañoso), Castillones, Torrecilla, Rebollera, etc. Algún día dedicaré una entrada a los numerosos y maravillosos “riofríos“ de toda esta región nada manchega del sur y oeste de Ciudad Real.

Paquetes de cuarcitas y detalle

      En estos magníficos relieves apalachenses, con sus típicos mares de cumbres de alturas similares, vienen definidos, con su alta resistencia a la erosión, por sus largas hiladas de la cuarcita armoricana, llevan una dirección típicamente E-W y los ríos casi siempre se adaptan a esta dirección, adaptación que resulta fácil, al aparecer en estos surcos, (sinclinales de Puertollano y de Solana del Pino, y anticlinal desventrado del valle de Alcudia) de materiales mucho más blandos, tales como las pizarras, también con grauvacas en el interior del valle de Alcudia.

Solanilla del Tamaral con los peñones del Manzanillo de fondo
Desembocadura del Robledillo labrada sobre las blandas pizarras colonizadas por pequeños alisos y adelfas

      Pero a veces, probablemente porque antes de quedar al descubierto esta estructura geológica de estratos duros y blandos en una penillanura inicial, ya habría una red fluvial principal anterior a la aparición o levantamiento de esas sierras con una dirección transversal a estos relieves que probablemente aprovecharía una gran fractura norte-sur que es la que alinea estas tres hoces. Es lo que se llama sobreimposición fluvial, el río ya existía antes y fue serrando unas estructuras que se iban levantando lentamente cuando África comenzó a alzar la península al empujarla contra Europa.

Nava de Riofrío, la Hoz y a la izquierda el posible recorrido del río a la caída de ese cerro rodeándolo

      A pesar de todo es complejo reconocer exactamente qué fenómenos han causado esta impresionante hoz, pues se puede reconocer con sorpresa que la serreta cuarcítica de la Hoz, baja su altura hasta cotas cercanas al nivel del río, poco más de un kilómetro más al este, lugar por donde el río podía haber discurrido haciendo un meandro alrededor de esta sierra, sin haberla incidido tan trabajosamente. Lo que sí que está claro es que todos esos ríos (Fresnedas, Ojailén y Montoro), pertenecieron a la cuenca del Guadiana y en algún momento geológico fueron capturados por el Guadalquivir gracias a la fuerte acción remontante de sus emisarios, favorecida por el gran desnivel con el nivel de base del Guadalquivir. El tajo del río sobre la roca deja unos cortados con una media de altura de unos 250m, aunque desde las cimas se salta desde los 785m. al oeste y de los 665 del este, hasta los 365m. del cauce.


      Si asombrosa es la geología de este rincón, probablemente el lugar más montañoso de la provincia de Ciudad Real, lo es más la bravura de su salvaje naturaleza. A pesar de existir dos pedanías en la vecindad del río, hacia el oeste Solanilla del Tamaral (29 hab.) y al este El Hoyo (238 hab.), ambas pedanías del municipio de Mestanza (477 hab.), estamos en una de las regiones más despobladas de España, sin apenas carreteras o caminos, estos lares son un culo de saco en comunicaciones, se sale por donde se ha entrado, es decir de nuevo por Mestanza.

Pico y casa de El Chorrillo frente a la junta del Montoro y Fresnedas

      No deja de asombrarme la potencia del cauce que debe tener periódicamente este río para mover los enormes bloques de cuarcita por los que voy saltando, su redondeamiento no deja lugar a dudas, además hasta una buena altura, los fondos y pies de ladera están literalmente pulidos y la ausencia de vegetación es manifiesta. También inmediatamente por encima de esta línea, a varios metros sobre el cauce, es fácil encontrar acumulaciones de troncos y piedras diseminadas sobre esa línea. Este caudal también crea cada cierto trecho buenas pozas tras algún umbral rocoso; lástima que el Ojailén venga desde Puertollano.


      La naturaleza se muestra en una gama y variedad, envidiable, pocos rincones en España pueden presumir de estar tan poco transformados, para lo bueno y para lo malo. El monte se conserva en su ser, pues apenas hay repoblaciones forestales, (a kilómetros hacia el oeste algunos pinares resineros y al sur, en Andalucía, de piñoneros), pero el grueso de la vegetación es genuino monte mediterráneo en toda su gama de quercíneas y arbustedas siempre verdes. La gran variedad topográfica hace que exista toda la gama desde los robledales de altura, los quejigares de pie de ladera, los encinares por todas partes, los alcornocales en las solanas más húmedas y enebrales y acebuchares en las áreas más rocosas o en estos cascajares fluviales.

Talud rodeada de la variada vegetación mediterránea
Siempre verdes: mirto, agracejo, lentisco y coscoja

      Aquí aparece casi todo lo que pueda aparecer en los encinares del suroeste de Castilla la Mancha y mucho de lo que aparece en Andalucía. Estos protegidos valles interiores y cañones, seguro que jugaron, gracias a la variedad topográfica y altitudinal, el papel de refugios botánicos en los cambios de clima acontecidos en y desde el plioceno. De hecho hoy en día, a pesar de no existir, por muy poco, la trilogía arbórea del tejo, loro y abedul que sí llegan a Montes de Toledo (en clara regresión), sí aparecen muchas especies térmicas que no llegan más al norte, como adelfas, mirtos, zarzaparrillas, agracejos, robles andaluces, etc.

Descomunal agracejo arbóreo sobreviviendo a duras penas entre los peñascos

      La vegetación que he visto en estas partes tan bajas, da para todo un estudio botánico bien diferenciado de lo “manchego”. De entrada me llama la atención las buenas extensiones y abundancia de una escoba que no hay más al norte, la Genista polyanthos, en los cascajares de estos ríos y como sub-rupícola; la abundancia o incluso dominancia en estas partes bajas y protegidas, del aquí llamado agracejo Phillyrea latifolia y también la que veo por primera vez en esta región, la zarzaparrilla Smilax aspera de acertado nombre, pues es como una zarza que pincha y una parra que trepa por árboles y arbustos, tanto que en algunos lugares tiende impenetrables celosías entre el suelo y lo alto de algunos árboles.

Marañas de zarzaparrillas
      Este otoño con la sequía que hay, daba por excusada la típica excursión de caza de colores otoñales, pero a pesar de la sequía, este lugar tiene un variado colorido otoñal, destacando claramente las abundantes cornicabras, los fresnos, algunas higueras, los tamujares, helechares y la presencia de escasos, pero enrojecidos arces. Las parras silvestres también dan un buen colorido sobre los árboles a los que trepan.


      Nada más pasar por la desembocadura del Robledillo, veo la típica formación de las orillas pedregosas de esta región, los adelfares que en verano engalanan de rojo las orillas,y el tamujar que ahora luce sus hojuelas amarillas. Esta vegetación ribereña aquí se acompaña en los suelos más secos, con la masiva Genista polyanthos y algunos enebros dispersos con escasas mejoranas Thymus mastichina. Cuando esta formación se degrada más, por estar más cerca de este cauce que puede tener grandes oscilaciones, ya no hay vegetación arbustiva, quedando solo la acedera Rumex induratus y Scrophularia canina.

Formación de Genista polyanthos en los cascajares interiores del tamujar

      Cuando me meto por las rocas, veo claramente que adaptados a esas duras condiciones de xericidad y falta de suelo, aparecen enebros, cornicabras, agracejos y numerosos acebuches con sus esparragueras blancas; de todos ellos hay ejemplares arbóreos descomunales, algunos en precario estado tras este par de años de ayuno. En las repisas terrosas veo en floración, buscando entre la tupida alfombra verde de sus hojas, el Arisarum simorrhinum y en las pedrizas abunda la Ballota hirsuta. También veo al raro endemismo de estas sierras, Coincya longirostra, (creo, pues su congénere C. rupestris subsp. leptocarpa, no me cuadra tanto).

La extraña flor del Arisarum simorrhinum y abajo roseta de Coincya longirostra

      El mundo de los helechos no pensaba que estuviera tan bien representado, con helechales de Pteridium aquilinum en suelos con humedad, y si aumenta aparecen puntualmente, Adiantum capillus-veneris, Athyrium filix-femina o más raramente Osmunda regalis; en repisas rocosas la doradilla Ceterach officinarum, Asplenium trichomanes y Polypodium cambricum. Como rupícola estricto aparece Cheillanthes hispanica, acompañado en esas paredes sombreadas por los coloridos endemismos Jasione mariana, Digitalis mariana y al sol, por el clavel Dianthus crassipes.

Cheillathes hispanica y Adiantum capillus-veneris

      Los alisos en la hoz crecen donde le dejan los golpes de las grandes avenidas y los suelos que tengan humedad en verano, porque lleguen al nivel del cauce o aprovechando algún manantial, entonces aparece también la enorme cárice Carex pendula; veo en varios lugares no tan húmedos, la jabonera, Saponaria officinalis y ahora con sus flores moradas la menta Calamintha nepeta. Otros arbolillos ribereños ahora anaranjados, son los tarays de antes de la hoz aparte de algunos fresnos.

Saponarias creciendo bajo una adelfa

      Es el Robledillo el que tiene excepcionales alisedas en gran parte de su recorrido, con todo su elenco florístico y presencia de especies norteñas. Los abundantes sauces de sus orillas me tienen despistado, pues no estoy acostumbrado a ellos, en principio iba buscando el sureño Salix pedicellata, pero no lo es, se parece mucho al S. fragilis, aunque leyendo Flora Ibérica he visto que existe una raza sureña de Salix salviifolia, la supuesta subsp. australis que coincide plenamente con lo visto y poco se parece al típico.

Sauces entre zarzales y helechos

      Me llama la atención los escasos madroños que pensaba ver en abundancia, como ocurre a mayores alturas, y las pocas matas de rusco, parece que aquí tienen más fuerza las especies termófilas y son desplazados por los lentiscos, el abundante mirto que este año tan seco, apenas ha fructificado y sin duda por los agracejos que aquí parecen sustituirles. Probablemente aunque en las alturas vecinas llueva bastante, aquí lo haga en menor cuantía y las temperaturas varios grados mas altas, por la escasa altitud y por estar más protegido del viento, requieran de la vegetación una mayor adaptación a la sequedad y altas temperaturas. Por eso tampoco veo los quejigos o los alcornoques que tanto abundan en estas sierras.


      La fauna tiene toda la gama imaginable de la Iberia salvaje, de hecho esta región de sierra Morena es la que puede presumir de tener los ¿últimos? efectivos de lobo ibérico de toda la mitad sur peninsular, arrinconados por los propietarios de fincas que con buenos cerramientos crían caza mayor como quien tiene una granja de pollos y no están dispuestos a sacrificar un euro por un par de lobos. El lince también vive por aquí, pero más de paso que residente pues depende de la riqueza de conejos que prefieren suelos más blandos para hacer sus madrigueras.

Las selvas de Sierra Morena

      Vi algún venado y oí piedras rodando por animales grandes; también vi cabras montesas, creo más introducidas y escapadas de fincas que las genuinas cabras salvajes de los altos de sierra Madrona, aunque a ver quien le pone puertas a estos bichos. El cielo siempre estaba poblado con buitres y a cada rato, pasaban a media altura cormorane, alguna garza real o la flecha azul del martín pescador. Me llamó la atención el ver varias veces restos de cormoranes devorados, creo que la culpable, más que un halcón, debería ser alguna águila perdicera.

Retazos de colores otoñales

      El espectáculo de los colores otoñales de las caducifolias, los cortados cuarcíticos rojizos, con sus líquenes amarillos (Acarospora spp.), contrastando con la vegetación siempre verde de mirtos, agracejos, hiedras, jaras, brezos, o la siempre gris de las encinas o los añosos acebuches, pintan un espectáculo hermosísimo que afortunadamente está lejos de los circuitos turísticos otoñales que aparecen en las revista de turismo en la naturaleza. Pero estas sierras son así de desconocidas o de inabordables. Me consta que hay bosquetes caducifolios bellísimos en altas umbrías de la sierra, para llegar a las cuales hay que tener una excepcional forma física y permiso de los terratenientes cinegéticos.

Arce

      Cuando se nombró Cabañeros Parque Nacional me alegré, también ya de paso porque daban carpetazo a la locura de convertirlo en campo de tiro del ejército, pero cuando se le nombra el parque nacional del bosque mediterráneo, siempre me acuerdo de Sierra Morena, con sus bosques de robles, sus riscos, sus hoces y su fauna ibérica al completo, con el lince y el lobo sin necesidad de re-introducirlos. Este es el bosque mediterráneo más completo y variado de la península, desde sus especies norteñas y caducas a las más esclerófilas y térmicas.


      A pesar de estar en forma, esta ruta me ha costado sudor, cansancio y agujetas. El andar saltando todo el rato de bloque en bloque, subiendo a repisas para superar pozas, a veces teniendo que desandar lo andado; me han señalado la sádica caricia de las ramas secas de los acebuches y las zancadillas de las zarzaparrillas; suerte he tenido que se nubló y no roció que se nubló y no llovió, a pesar de la constante amenaza, porque esas pulidas cuarcitas mojadas son garantía de caídas en la delicada zona de los grandes bloques del río o cuando tuve que hacer trepaditas para salvar encerronas. También una lástima no haber tenido un equipo fotográfico acorde a las imponentes dimensiones de lo que me rodeaba.


      En época de cría de rapaces, lo mejor será no venir y abstenerse de incordiar, pues aquí seguro que están las especies rupícolas en mayor peligro de extinción como la cigüeña negra, la perdicera o el alimoche, aparte de la gran cantidad de buitres que tiñen de blanco altas repisas y peñones. Ojala que estas hoces se mantengan así por mucho tiempo, que nadie turbe la serenidad de estos bosques y peñascos con sus discretos moradores.


   

Los Ojuelos de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real)

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      Los Ojuelos de Villarrubia son una zona esteparia con humedales, antiguamente drenados, sobre suelos salobres y arenosos que proporcionan unos poco comunes nichos ecológicos, sobre los que viven unas específicas comunidades vegetales adaptadas a ellos. Los últimos restos de vegetación natural están desapareciendo rápidamente, dado el actual aprovechamiento intensivo del terreno, la ausencia de voluntad por cumplir la legislación ambiental y la cicatería de la administración a la hora de proteger espacios o ampliar el colindante, por el suroeste, Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.


      Estamos en el borde noroccidental de la gran llanura manchega que limita a poca distancia con los Montes de Toledo, a cuyos pies se encuentra Villarrubia de los Ojos que marca el contacto entre esas grandes unidades estructurales. Por debajo de este pueblo el canalizado río Gigüela con su Madre Chica. Los Ojuelos se encuentran poco más al sur, en el contacto entre el área fluvial del Gigüela y el borde nororiental de la plataforma caliza manchega, aquí desmantelada por la acción fluvial del río.

Los antiguos manatiales de los Ojuelos y la acutual red de drenaje (Oscar Jerez)

      La plataforma caliza y algunos pequeños montes isla, aparecen al sur y oeste de los Ojuelos y está formada por costras calizas que coronan margas y calizas pliocenas. El resto del terreno son formaciones cuaternarias fluviales de una red poco competente que dejó en sus fondos de valle playas húmedas, de suelos limo-arcillosos con materia orgánica, y playas secas con limos salobres y lentejones de yeso.

Isleo arenoso amarillo en medio de la grisácea llanura salobre del Gigüela

      Esta red fluvial ha estado sometida a fuertes variaciones y a finales del plioceno fue capaz de acumular gran cantidad de sedimentos arenosos, en lo que hoy es el Parque Nacional y que posteriormente, con la acción del viento, bajo un clima y ambiente más estepario, dio lugar a formaciones de dunas y mantos arenosos, cuyos restos encontramos hoy en día en sus bordes sur y oeste, y más someros, ya en su interior.

Zona de arenas con su vegetación característica

      Estamos en la llanura de inundación del Gigüela, ambiguamente separada por formaciones aluviales del ámbito de los antiguos Ojuelos, un área de manantiales con sus tortuosos cauces, cuyas aguas dulces tenderían a marcar depresiones someras por la disolución de las calizas, yesos y sales del suelo. Hace menos de dos años, ya comenzado el actual periodo seco, para sorpresa de todos, comenzaron a rellenarse de agua los puntos más deprimidos de los Ojuelos, cuando en el centro de la cuenca el nivel del acuífero ya había bajado más de un metro en lo que, de haber continuado ese ciclo lluvioso, hubiera hecho circular las aguas como lo hiciera en el pasado, lo que da una idea de la vulnerabilidad de estos terrenos.

Hace pocos meses surgieron pequeños manantiales en varios puntos de los Ojuelos

     En tiempos pasados esos manantiales de aguas dulces de los Ojuelos, debieron ser menores pero parecidos a los cercanos y también defenestrados Ojos del Guadiana, luego los numerosos y divagantes arroyos creados por su flujo, contactaban con el Gigüela, río salobre y de cauce sumamente variable que haría de esta zona, un área de difícil explotación agrícola por lo que tuvo un uso ganadero, corroborado por la existencia a lo largo de los siglos XVII y XVIII de la originaria ganadería de toros bravos de la seminal raza “jijona” que a mediados del XIX se traslada a Madrid, probablemente por problemas con los agricultores que ya comenzaron a drenar este lugar, por medio de la construcción de grandes zanjas o “chorreros”.

Uno de los Ojuelos, sin agua desde hace mucho

      Estos terrenos también se aprovecharon como yeseras, lo que supuso la excavación de amplias y someras cubetas para extraer el material que era transformado in situ. Para mediados del S.XX los Ojuelos ya están drenados y el golpe definitivo llegará con la canalización del Gigüela que convierte el río en un canal profundizado que contribuye a rematar los últimos humedales.

Depresión originada por la antigua extracción de yesos

      A partir de entonces los escasos aprovechamientos agrarios (viña, herbáceos y almendro), dada la mala calidad agraria de estos terrenos, fueron decayendo. Las áreas menos fértiles o manejables quedaron para el pastoreo y así han permanecido, más o menos, hasta el inicio de la crisis económica de 2007. A partir de entonces mucho dinero, antes en el sector de la construcción, parece invertirse en tierras, aumentando la especulación, la extensión de los incendios provocados y la implantación del almendro, marcando el declive de los últimos retazos de naturaleza silvestre en este lugar.

Area hace poco  importante y ahora totalmente arrasada por incendios y paso de ganado (Oscar Jerez)

      El parcelario es muy irregular, alternando zonas de pastoreo con viejas o nuevas parcelas agrícolas, áreas recién removidas para el cultivo o almacenamiento de materiales, un campo de tiro, alguna pequeña repoblación de pinos y casillas dispersas. En los bardales y cruces de caminos hay acumulaciones de cascotes y caliches. De manera planificada y regular, a juzgar por lo vivido sobre el terreno y por las imágenes de satélite, se quema la vegetación natural de eriales o futuros cultivos, de manera ilegal e impune. Posteriormente se plantan almendros o viñas. Los abundantes carteles de venta de terrenos indican la especulación reinante.

Limensión y precisión en la quema de la vegetación natural muestra la clara intencionalidad

      Solo queda vegetación natural en las áreas marginales, parcelas comunales y en las áreas de topografía adversa como la recortada por las extracciones de yeso y a pesar de su lamentable estado general, pues solo una quinta parte de su superficie está poblada con lo que queda de su variada vegetación natural, ésta muestra una clara concordancia con la variabilidad y especificidad de los diferentes sustratos. En el ámbito de los Ojuelos, se pueden establecer cuatro zonas de litología y vegetación muy distinta que es lo que contribuye a hacer tan especial y rica esta zona.

Pastizal efímero de Frankenia pulverulenta, oscuro contrastanto con Hordeum marinum

1.- El área occidental de influencia halófila que va desde la depuradora de Villarrubia a los límites del Parque Nacional. Coincide con la llanura de inundación de lo que fueron hasta 1970, las “Tablas de Villarrubia”, aunque también hay pequeñas áreas puntuales en el interior de los Ojuelos. Cerca de la depuradora, aparecen saladares con una muy completa vegetación halófila que va perdiendo componentes y riqueza, según nos acercamos al Parque Nacional, bien por la roturación de las tierras o por la influencia de las periódicas inundaciones.

La laguna salada de La Lagunilla muestra los restos de su antigua casa de baños

    Están presentes prácticamente todas las comunidades vegetales del saladar. En las áreas más claramente salinas, cerca de la depuradora, en el área de la Lagunilla y en la inmediata vecindad del Parque Nacional, aparecen pastizales vivaces crasicaules, el almarjal de Suaeda vera, aunque algo fragmentado. Escasa, pero en varios puntos, aparecen la comunidad de Microcnemum coralloides, más abundantes son los ralos céspedes de Parapholi incurvae-Frankenietum pulverulentae y más aún los juncales salinos, los pastizales de Puccinellias o de Hordeum marinum, con especies como Blackstonia imperfoliata, Centaurium tenuiflorum, Crypsis schoenoides, Juncus subulatus, J. gerardii, J. maritimus, J. acutus, Scirpus maritimus, Linum maritimum, Plantago maritima,  Puccinellia fasciculata, Schoenus nigricans, Sonchus crassifolius, S. maritimus,  Sphenopus divaricatus., Suaeda spp.,etc.

Saladar con abundante Plantago maritima

2.- El albardinal o sus restos, ocupan el área más esteparia y de suelos limosos del interior de los Ojuelos, sobre suelos grisáceos con una cierta influencia salina e hidromorfía en la vecindad de chorreros y depresiones. Esta vegetación esteparia varía en función de la salinidad, hidromorfía y del grado de alteración/nitrificación, aunque muy mermados y quemados reiteradamente, su potencialidad es el albardinal que a provecha estos suelos pobres, secos y salitrosos, aunque actualmente tienen gran extensión, dado su carácter primocolonizador, las praderas con Limonium, fundamentalmente de Limonium carpetanicum y L. costae. Con más humedad aparecen vallicares y fenalares con Brachypodium phoenicoides, Elymus hispidus, E. curvifolius, juncos, Dorycnium gracile, etc., pero si aumenta la hidromorfía entra el carrizo. Especies: Las anteriores y Lygeum spartum, Lepidium cardamines, Senecio auricula subsp. castellanus, Reseda stricta, etc.


3.- Francamente interesante y desconocida, la zona sabulícola de los mantos de arenas del sur y dispersos por el oeste. Aparecen por el sur tienen y el oeste de los Ojuelos, teniendo mayor entidad los primeros, formando grandes acumulaciones casi dunares. En el interior de los Ojuelos y en la llanura de inundación del Gigüela, aparecen isleos o manchas someras y dispersas de arenas con áreas de deflación. Actualmente están sometidas a una gran presión y transformación, con la implantación de almendrales y viñedos, mostrando estos últimos, su escaso o nulo desarrollo en las arenas de mayor espesor. Son áreas de caza, pastoreo o cultivos leñosos de viejos almendrales.

Vegetación sabulícola y viejos pies de almendro

   En estas arenas aparece la vegetación psammófila muy visible en el ámbito de los terófitos (pequeñas hierbas anuales), englobadas en el orden Malcolmietalia con especies como: Erodium aethiopicum, Helianthemum ledifolium, Hipochoeris glabra, Jasione blepharodon, Linaria spartea, Loeflingia hispanica, Malcolmia triloba, Ornithopus sativus subsp. istmocarpus, Polycarpon tetraphyllum, Rumex bucephalophorus, Scabiosa simplex, Senecio gallicus, Silene conica, Vulpia spp., etc. Más llamativa es la vegetación vivaz, siendo dominantes Artemisia campestris subsp. campestris y Rumex roseus, a las que se unen Alkanna tinctorea, Biscutella valentina, Ononis natrix, etc.

 
Vegetación sabulícola sobre el arenal

4.- El área caliza de la cobertera neógena manchega, aparece en el borde sur de los Ojuelos y en promontorios aislados en los bordes orientales de la llanura de inundación. Son las áreas más elevadas y agrícolas, muy cultivadas con viñedos y con restos de encinar manchego, aunque con su vegetación serial algo alterada y poco variada que también aparecen en arenales adosados o superpuestos, a estas lomas.

Salicornias y Suaeda splendens al borde del carrizal de la vega del Gigüela

A parte es esas cuatro zonas, puntual o linealmente aparecen comunidades freatófilas que a nivel arbórea tienen los escasos restos de olmedas y alamedas blancas, pero más tarayales salinos que en la vecindad del Parque Nacional, forman buenos bosquetes. Los espadañales aparecen solo en el centro de los canales del Gigüela y Madre Chica; los carrizales también y cerca de las hondonadas con humedad temporal, teniendo un gran potencial de colonización en épocas lluviosas, dada la antigua vocación de estos suelos. Aparece muy puntualmente en algún chorrero la masiega y ya con menos requerimientos hídricos los juncales de junco churrero y los salobres de Scirpus maritimus o Juncus maritimus, cuya riqueza, aumenta notablemente ya en el Parque.

Suelos improductivos pero cultivados que tras las aguas se llenan de Lythrum flexuosum

      Es notoria la comunidad de Lythrum flexuosum que alcanza tras épocas de lluvias y el consecuente abandono de cultivos, una extensión superficial desmesurada en las suelos salobres e inundables. A parte de las mencionadas especies aparecen también, Doricnium gracile, Galium verum, Linum maritimum, L. tribracteratum, Oenanthe lachenalii, Oenanthe lachenali, Sonchus maritimus, etc.

Nube de flores de la Gypsophila tomentosa

      La vegetación más acorde al actual momento de alteración y transformación continuada de este lugar, son las cada día más abundantes comunidades de especias nitrófilas de influencia salobre, representadas en el mejor de los casos, por calaminares de Salsola vermiculata, aunque lo normal es que sean comunidades herbáceas de cultivos y cardales variados dependiendo del sustrato. La nitrificación suele dar aquí, sobre suelos salinos, cardales de Sonchus crassifolius; sobre suelos arenosos, Chondrilla juncea, Salsola kali y Tribulus terrestris; sobre suelos limoso-salinos = Salsola vermiculada y Gypsophila tomentosa; sobre suelos higrófilos, cardales de Cirsium monspessolanum y C. pyrenaicum y, sobre suelos agrarios, cardales de Onopordon spp., Centaurea spp., etc. En los últimos años están apareciendo nuevos taxones como Gypsophila pilosa o Zygophyllum fabago.

Pastizal de Imperata cylindrica una excepcionalidad vegetal en medio de la Mancha

      Es muy habitual el ecotono entre las distintas formaciones vegetales, destacando por su rareza y peculiaridad, el existente entre la vegetación sabulícola y los limos, con influencia higrófila y que viene determinada por la presencia de pastizales vivaces de la gramínea de buena talla Imperata cylindrica, abundante pero puntual y diseminada por casi todos los lugares que reúnen estas características, una rareza botánica de los arenales levantinos y andaluces.

Dos plantas protegidas, Linomium junto al ya reseco Senecio auricula

       Casi toda la vegetación señalada, está protegida bajo la Directiva Hábitats de la Red Natura 2000 de la Comunidad Europea, apareciendo en su Atlas de Hábitats (de modo parcial y sin incluir la llanura de inundación y las áreas sabulícolas del sur), y también por la Ley 9/1999 de 26 de mayo, de Conservación de la Naturaleza de Castilla la Mancha donde señala en su Anejo I, la lista de los Hábitats de Protección Especial. Esta última ley prevé la posibilidad de aprobar planes de conservación o de restauración, pudiendo ser declaradas de utilidad pública o de interés social, medidas que podrían y deberían aplicarse en los Ojuelos. De hecho, los arenales deberían estar protegidos automáticamente por cumplir claramente con el Catálogo de Hábitats y Elementos Geomorfológicos de Protección Especial de dicho Anejo I.

Talud adornado por el Lepidium cardamines

      Las comunidades vegetales protegidas presentes en los Ojuelos, son los Bosques galería de Salix alba y Populus alba 92A0, muy puntuales en bordes canal del Gigüela; los Tarayales 92D0; las comunidades Halonitrófilas anuales 1310; los Pastizales efímeros crasicaules (con Salicornia ramosissima, Microcnemum coralloides, Sueaeda spp.), pastizales con Frankenia pulverulenta, las comunidades de Crypsis-schoenoidis  , las praderas de Puccinelllia, las formaciones de castañuela y las praderas anuales de Hordeum marinum; los Almarjales de Suaeda vera 1420; los matorrales halonitrófilos de calaminos; los albardinales salinos y formaciones de Limonium 1510 (Hábitat Prioritario) con especies como Limonium spp. Lepidium cardamines, Lygeum spartum, Senecio auricula, etc.

Comunidad sabulícola vivaz dominada por Artemisia campestris subsp. campestris

      La vegetación sabulícola, tanto la anual de Malcolmietalia 2230 como la vivaz, están teóricamente protegidos, pero al no estar descrita fitosociológicamente no aparece contemplada por la legislación. Esto incrementa más aún la vulnerabilidad de esta vegetación que podría desaparecer en pocos años.
    Las lagunas y charcas temporales mediterráneas 3170 (Lythrum flexuosum, L. tribracteatum, Crypsis schoenoidis, Himenolobus procumbens, etc.); los pastizales xerofíticos vivaces mediterráneos subestépicos 6220 (Thero-Brachypodietea); 6420 las herbáceas higrófilas mediterráneas, praderas juncales y vallicares 6420 y puntualmente otras comunidades de interés tienen presencia testimonial pero suficiente como para realzar la amplia gama vegetal de la zona y sus buenas posibilidades de ampliación o regeneración.


Ejemplares de un Limonium de gran talla, probablemente L. costae

      Entre las especies protegidas destacan las más emblemáticas del cada día más escaso albardinal manchego. Lepidium cardamines, catalogado como De Interés Especial (antes En Peligro de Extinción) y que aquí podría tener su mayor población mundial, y Senecio auricula subsp. castellanus catalogado en la Categoría III como Vulnerable y que aquí presenta la localidad más occidental de su área de distribución; también Microcnemum coralloides es puntualmente abundante. En la Categoría IV como De Interés Especial está Cladium mariscus, puntual en algún chorrero; en los terrenos salobres inundables aparece muy abundante en las épocas idóneas Lythrum flexuosum y son muy abundantes los distintos Limonium, especialmente en la llanura de inundación cerca de La Lagunilla. Otras especies de interés por su rareza en Castilla la Mancha son Centaurium quadrifolium, Frankenia laevis, Glycirrhyza glabra e Imperata cylindrica y muy probablemente exista Sisymbrium cavanillesianum.

Ralo pastizal lleno del escaso Lepidium cardamines

      Por los altos valores naturales de este espacio, la extensión de los hábitats de interés y especies protegidas, y sus valores geomorfológicos (mantos arenosos y llanura de inundación), es necesaria la protección de alguna parte de la superficie de los Ojuelos de Villarrubia, y lo es más, visto su avanzado estado de deterioro y la celeridad de las transformaciones en el momento actual. 

Viña recién plantada cerca de unos de los últimos olmos de los Ojuelos

     El supuesto valor agrario que parece reinar ahora en las parcelas de estos terrenos, está en clara contradicción con su valor pasado y con las producciones reales obtenidas en un medio tan limitado por sus características edáficas. La reversión de muchos de estos terrenos a su estado natural también tendría productividad desde otros enfoques, bien como área de interés cinegético-ganadero o como área protegida, dedicada a la conservación y preservación de unos ecosistemas que prácticamente han desaparecido de toda la Mancha, a pesar de haber sido los más extendidos y representativos de esta región española.

Uno de los mayores albardinales de los Ojuelos

        Estas áreas podrían y deberían unirse, para dar más entidad y variedad, al Parque Nacional más pequeño de España, el de las Tablas de Daimiel, así como para conseguir una muestra de los ecosistemas más representativos de la Mancha, gestionados en una sola unidad espacial de protección, aunque en su día desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos, recibieron una propuesta cartografiada y justificada de ampliación del Parque Nacional por el noreste que no contemplaron.

Arenales con el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel de fondo

     Cumpliendo con la Directiva Marco del Agua que protege los ecosistemas fluviales y el amplio lecho de inundación de los mismos, las llamadas “Tablas de Villarrubia” hasta la depuradora de Villarrubia, lo deberían volver a ser en propiedad por ser Dominio Público Hidráulico; con esta área ribereña inicialmente protegida, se le podrían unir, las zonas esteparias y salobres de los Ojuelos occidentales, con sus mantos de arenas y restos de encinar que los separan del Gigüela. Más al este quedan numerosos retales de terrenos salobres, con zanjas de chorreros y yeseras que, dado su nulo valor agrícola y la presencia de comunidades y especies protegidas, también se podrían incorporar al área protegida.

Senecio auricula en la población más occidental de su areal

El área a proteger debe estar concentrada y ser lo suficientemente amplia y significativa. Los ecosistemas más destacables son: los mantos de arenas, la vegetación esteparia y la salobre llanura de inundación del Gigüela. En caso de tener que proteger terrenos puntuales y representativos de cada ecosistema de interés, la figura ideal sería la de microrreserva. En ese caso, como mínimo se debería crear, una para la vegetación sabulícola. Una especificidad claramente manchega que no aparece, como si no existiera, protegida en ningún lugar, aunque sí que lo están los importantes, pero poco representativos, arenales acidófilos de Velada-Guadyerbas (Toledo) y el levantino de Caudete (Albacete); una para la vegetación esteparia lo suficientemente amplia para incluir los últimos restos de albardinales cercanos al Campo de Tiro y una para la vegetación halófila en los saladares cercanos al Gigüela (borde depuradora) y/o La Lagunilla, realzando su valor testimonial como antigua zona de barros medicinales.

Áreas a proteger preferentemente. En azulado, la llanura de inundación del Giguela que deberá ser D.P.H.



Amable, el Señor de los Tejos

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     Se nos ha ido Amable, Mable de Melendreros en el concejo de Bimenes, a los pies del Peñamayor. Como esta imponente montaña, su maravilloso recuerdo permanecerá para siempre entre todos destacando en el horizonte. Gracias Amable por haber existido, ha sido un verdadero placer haberte conocido.

El Peñamayor mostrando, en tonos oscuros, sus bosquetes de tejos y acebos

Amable es (en presente, porque nunca se nos irá), una persona normal, como deberíamos ser todos y todas, correcto, generoso, simpático, protector e inteligente. Aparte de ese carácter, tiene todo el saber acumulado durante sus casi 100 años de existencia, la experiencia de décadas de trabajo en las entrañas de la tierra, el haber encajado una guerra (en Asturias fueron dos) y, sobre todo, un profundo amor por la naturaleza.


    Amor que enfocó hacia la plantación y cuidado de miles de árboles, siendo el de su predilección, el tejo, el “texu” que en Asturias, como en otros muchos lugares ibéricos, tiene la magnificencia de árbol sagrado, venerado o al menos, admirado por todos, llegando a ser el árbol bajo el que se hacían los consejos locales y se tomaban las decisiones comunales que como decía Amable, “lo que se acordaba bajo texu, era sagrau”.


A pesar de aparecer ante sus vecinos como una persona fuera de lo normal, por la “excentricidad” de su entrega y defensa de los árboles en su pueblo, nunca cejó en su empeño y hasta hace muy poco, cuando ya sus piernas empezaron a reclamarle un poco de tregua, dejó de ir a visitar “sus” tejos del Peñamayor, de las casas vecinas o del pueblo donde él los hubiera plantado. Pero en Melendreros y todo Bimenes, todos le querían y muchos le pedían tejos, para sus casas o sus mayadas en el monte. Ahora muchos podrán presumir que su tejo se lo plantó Amable, el Señor de los “texus”.

Foto que le tomó su sobrina Susana, hace más años, cuando estaba tan ágil como valiente

      Amable sabía que con la plantación de un tejo no acaba el asunto, plantar un árbol es encargarse de él, garantizar su buen crecimiento y su futuro, como si de los hijos que no llegó a tener se tratase. Incluso visitaba periódicamente casi todos los tejos del Peñamayor, hasta los más remotos o aquellos colgados de barrancos, a los que accedía con tanta pericia como temeridad, a pesar de su avanzada edad. 

Observando un acebo ya irrecuperable por la presión de los herbívoros

     Llevaba un estricto seguimiento de los tejos y también buscaba la existencia de plantones, cada día más difíciles de encontrar, debido a la apetencia de la fauna salvaje por ellos y que en Peñamayor que, como en otras muchas regiones ibéricas, ha crecido de forma exponencial, para gusto de cazadores y desgracia de la vegetación.
      
En su casa con familiares y amigos

      La simpatía y la gracia de sus bromas, de sus historias vividas o sabidas, su trato con todos, niños o mayores, paisanos o forasteros, trajeados o barbudos, era francamente envidiable. Hoy nos queda su ejemplo que sin duda perdurará mucho tiempo. 


     Hace años leí un libro que casi haría de obligatoria lectura en los colegios, “El Hombre que Plantaba Árboles” del francés Jean Giono, escrito en 1953 y que a día de hoy sigue siendo un éxito de ventas. Si este hombre hubiese conocido antes a Amable, hubiera escrito, ahora basado en una historia real, “El Hombre que Plantaba Tejos”.

Una buena cerca y un lugar donde nunca va a molestar a nadie. Un tejo más

    Escuchándole enseguida se comprende que ha tenido una vida plena. Entró en la mina por debajo de la edad legal permitida, jugándose su trabajo, el de su padre y el del capataz que se lo permitía, y salió de ella premiado por la cantidad de años trabajados y con otro premio indeseado, una silicosis de la que gracias a su vida sana, rioja incluído, y a sus caminatas por Peñamayor, ha ido superando para sorpresa de todos, pues esa enfermedad no es de las que se torea fácilmente. 

Quizás por afinidad de edades Amable vigilaba y seguía los tejos más viejos y enfermos

        Amable tiene una mirada relajada, intensa y comprensiva que hace honor a su nombre, una mente prodigiosa que mima sus recuerdos, relata artículos y lecciones del código militar de sus años de guerra civil, sabe los nombres de casi todos los que le trataron, el lugar donde se encuentra cada tejo, los nombres de los accidentes geográficos, de las majadas y de sus dueños. Sólo lamentaba el día en que no le permitieron seguir conduciendo y cazando. Se ve que su vida ha estado, como él dice del ensamblaje de las cosas de la naturaleza, “muy bien armada”.

Posando con las visitas en la puerta de su casa

      Si alguien merece un homenaje y el reconocimiento público, sin duda es Amable por su forma de ser, por su labor continua, callada y desinteresada desde hace tantos años. Dios sabe que no es por él, pues hace años supo de sus tareas Ignacio Abella, el autor de tantos buenos libros sobre plantas y árboles, y le dio a conocer a otros amigos y compañeros que desde entonces no dejaron de acudir periódicamente a Melendreros a ver a Amable y, a ser posible, dar un paseo con él para ver los tejos de Peñamayor.

En la cumbre del Peñamayor

     Una molestia repetida, a veces a deshora, pero a todos nos atendió cortésmente y, a pesar de sus años y salud, casi siempre había excursión o una jugosa charla. De no ser por Ignacio, probablemente, solo sus vecinos sabrían de su callada pero perpetua labor de pastor de árboles, tarea que hubiera sido igual de ejemplar y perdurable, pero no tan conocida y admirada como ahora es el caso.
      
En un homenaje que le ofrecieron algunos amigos de los tejos, aquí entre dos de ellos

      Desde varias organizaciones - TREPA (Trabajadores Especializados en Poda y Arboricultura), Amigos del Tejo, ARBA (Asociación de Recuperación del Bosque Autóctono),...y amplificado radiofónicamente por programas como El Bosque Habitado de Radio 3 o Reserva Natural de Radio 5, y de manera coordinada con el Ayuntamiento de Melendreros, encarnado en su buen alcalde que ha conseguido los terrenos para la plantación - se lleva trabajando varios meses en la realización de un merecido homenaje público a esta persona que tanto ha trabajado desinteresadamente por el bien y la salud de todos, porque plantar y trabajar por los árboles es una de las mayores demostraciones de fe y esperanza en el bien y el futuro de la humanidad. 
      

      El homenaje va a consistir en la plantación de un bosque de 97 tejos, uno por cada año de Amable que, en una muestra final de humildad, ha preferido no asistir a un acto en el que él iba a ser el protagonista absoluto. Él siempre admiró a las personas valientes, pudo ver las injusticias de la vida, la mina o la brutal posguerra, con dramas demasiado cercanos a él como el del Pozo Funeres, a cuya sima bajó y que sigue siendo un lugar señalado de la represión franquista en esta tierra.

Homenaje a los arrojados al pozo Funeres en la posguerra

    No sé cómo se hubiera sentido al verse tan protagonista, seguro que ruborizado o algo avergonzado, después de haber conocido tanto de lo bueno y lo malo, y tantas personas que seguro que hubiesen merecido homenajes, según él, más merecidos que el suyo.
      
Al pie del pegoyón de Anés

      Por su puesto que el homenaje se va a realizar igualmente, quizás con mayor motivo, además se trata de dar a conocer al mundo la existencia de personas como Amable que calladamente, en el día a día, no hacen sino trabajar por los demás, por el bien común, por creer en el futuro, por mantener lo mejor de nosotros y lo mejor de nuestra naturaleza, en este caso simbolizado en el tejo, el árbol sabio y viejo, el árbol codiciado hasta su casi extinción, el árbol que ahora está curando nuestros cánceres, el árbol que como Amable, nada pide y mucho da.


      Para el apoyo económico de este homenaje, aparte de la gran ayuda del ayuntamiento, se creó una cuenta para recabar el dinero voluntario, en la plataforma Kukumiku, para la compra de una buena cerca, fundamental para mantener a la caza mayor, lejos del codiciado ramón de tejo. Desde aquí convoco a todos los que puedan acercarse el día 3 de febrero, a la Campabaxera en L’Escobal de Bimenes. Última hora: cambio por previsión de nieves el 3, al sábado 17 la plantación y domingo 18 de Febrero, subida a ver el texu de Paragües, su preferido.


     Va a ser una fiesta como Dios manda, se va juntar lo mejor de cada casa, se va a comer y a beber, a bailar y a disfrutar, por supuesto, después de trabajar codo con codo, con las gentes de Bimenes en perpetuar el recuerdo a esta persona ejemplar y admirable.


      Amable, siempre contigo, siempre entre nosotros. Siempre que vea un tejo, me va a llegar el recuerdo de tu ejemplo y tu buen vivir.
      Gracias a todos los que han colaborado para que este homenaje haya sido posible: Nati, Aitor, Susana, Tino, Ignacio, Carlos, Viveros Alborada…y tantos otros amigos del tejo. También gracias por las fotos cedidas o "prestadas" de Carlos e Ignacio.
      

Una última llamada de atención: el tejo lo lleva mal en toda España, pero mucho peor fuera de las montañas del norte. En los Montes de Toledo se va acercando a la extinción, a pesar de los muchos que había, sin que nadie haya puesto el grito en el cielo. En la cabecera del Estena son decenas los tejos venerables que han sucumbido a la sequía, cuando prácticamente no existe el menor relevo generacional, dado el excesivo número de venados, jabalíes y corzos de esos “exclusivos” latifundios cinegéticos. Solo con el apoyo e iniciativa de personas individuales, no se puede conseguir que el tejo resista. Este es solo el principio de una larga lucha.

Como los frutos de ests "teja", así de fructífera ha sido la vida de Amable

Enlaces:
www.kukumiku.com/proyectos/plantacion-del-bosque-amable/
memoriadelbosque.blogspot.com
texu-wordpress.com
mistexos.blogspot.com
www.arba-s.org/ El libro del Tejo
http://almanaquenatural.blogspot.com.es/2011/09/amable-y-los-tejos.html
 http://almanaquenatural.blogspot.com.es/2013/11/paseo-con-amable-y-visita-redes.html
http://www.elcomercio.es/asturias/siero-centro/bimenes-llora-mable-20180119003604-ntvo.html
http://www.lne.es/centro/2015/02/22/bimenes-aporta-tejo-asturias/1716850.html
www.lne.es/centro/2018/01/18/muere-97-anos-mable-plantador/2224262.html

Plan Especial de Sequía

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El jueves pasado estuve en la presentación a los ciudadanos del Plan Especial de Sequía en la Comisaría de Aguas del Guadiana de Ciudad Real. En ese salón estaban mayoritariamente representadas las fuerzas vivas dominantes en el campo manchego, es decir ASAJA, representantes del PP y personal técnico en general. Alguien dijo allí que la agricultura manchega tiene algo más del 10 % de la creación de riqueza contando con la creada indirectamente, aunque solo emplea a un 7,7 % de la población, casi el triple que la media nacional.

Es por eso, por lo quiero hablar por ese otro porcentaje cercano al 90% que aquí parece no tener voz. Como ecologista, sé que nuestra representación probablemente sea muy inferior a ese 10 %, aunque en realidad nuestros valores sean universales y estén presentes en gran parte de la población y, por supuesto, en muchos agricultores que aman la naturaleza y el campo que les toca vivir y trabajar, pero que no saben o no quieren venir aquí a defenderlos para que se tengan en cuenta. Situaciones de sequía como esta hacen poner sobre el papel todos estos temas de los que parece que nadie quiere que se hable, porque hay muchos interesados en que nada de esto cambie porque se están aprovechando de este silencio y esta inacción.

Esto, en realidad, todavía no es una sequía, digamos que de los últimos cinco años, hay un par de ellos que han fallado y que también, como anticipo del cambio climático, las temperaturas van siendo superiores a la media, lo que ha contribuido a aumentar la evapotranspiración. Pero lo realmente serio es que no hace falta que venga una sequía severa para que salten las alarmas, pues realmente quien hace que el vaso esté vacío, no es la falta de precipitaciones, sino el exceso de consumo y esa es la cuestión, el vaso está vacío no porque hayan echado menos agua, sino porque ya nos la hemos bebido. En Castilla la Mancha la agricultura consume el 80% del agua y ocupa de forma absolutamente hegemónica su territorio, después de acabar con prácticamente todas las llanuras de inundación, decenas de lagunas, las pedregosas peanas de sus montes y haber diezmado ríos y arroyos, convertidos en lineales canales de desagüe.

Me parece que está lo suficientemente claro, haya sequía o no, en la llanura manchega vienen a caer del cielo alrededor de unos 420 hm3, de los que unos 100 se “pierden” en evaporación y en dar algo de vida a los escasos sistemas naturales, dando una fugaz vida a los campos y una famélica escorrentía a algunos arroyos. Alrededor de 320 hm3 pasan a estar disponibles en embalses, pero sobre todo en el fabuloso embalse subterráneo que es el acuífero manchego. Según las estadísticas, las necesidades para atender a los riegos, amén del agua de industria y servicios, y una pequeña parte para el abastecimiento humano, son de 470 Hm3. Esto hace que sin necesidad alguna de que haya sequía, ya nos falten anualmente 150 Hm3. Está claro que algo hay que hacer porque esto es insostenible bajo cualquier punto de vista.

Muchos millones han caído sobre el campo manchego, subvenciones, compensaciones de rentas, planes especiales, compra de derechos de agua, pero ninguno ha servido para racionalizar u ordenar territorialmente los usos del territorio, dada la tremenda opacidad contable y financiera, el oportunismo, la picaresca o el clientelismo político, en un territorio dejado literalmente, al libre albedrío de las fuerzas económicas. Parece que la sequía de los primeros noventa, (eso sí fue una sequía, unida igualmente a un exceso de consumo), señaló a las claras el despilfarro del embalse subterráneo y la galopante desertización del desastre ecológico manchego y pareció haber cierta voluntad política para reformar los usos y costumbres agrarios que habían conducido a tan lamentable situación. Pero cambios políticos, económicos y, para bien o para mal, un magnífico periodo de lluvias que alivió esos problemas y elevó los niveles piezométricos de las catacumbas del acuífero, hasta hacer renacer la mayoría de los Ojos del Guadiana, hicieron que hubiese de nuevo barra libre para todos.

No solo no aprendimos nada de la última sequía, sino que se ha dilapidado mucha de la renta conseguida con la “lotería” de aquellos años lluviosos. Ahora volvemos a las andadas, solo que estamos peor, pues hemos legalizado miles de pozos, autorizado nuevos consumos, hemos hecho más urbanizaciones sedientas, aumentado el regadío, con goteo eso sí, pero regadío al fin, etcétera. Y los últimos vestigios de la auténtica naturaleza manchega están desapareciendo a ojos vista, bajo el arado avaricioso o tapada por los caliches.

Todo lo hecho por acción u omisión en el pasado, tiene la responsabilidad de que hayamos llegado a la situación actual y del más que probable, lamentable futuro que se avecina. Estoy hablando de un delito equiparable a la corrupción o peor, pues se ha jugado, con la obtención de beneficios económicos o rentas electorales, con el futuro de muchos castellano-manchegos, con la emigración o desaparición de los agricultores menos pudientes y lo que es más grave, a costa de la destrucción de los últimos restos del medio natural en las áreas más agrarias.

Han sido las legalizaciones de pozos, las subvenciones y primas al regadío, embaucando a muchos agricultores para que se metan en créditos o maneras de producir que no se van a poder sostener en un futuro ya inmediato, las que nos han traído a este punto. Para colmo, se han buscado alternativas de secano, como el almendro o el pistacho, pero como regándolos son más rentables, pues se riegan igual que el viñedo en espaldera o muchos olivares, y si vienen problemas de abastecimiento, como son cultivos permanentes tienen derecho a riegos extraordinarios para evitar la muerte de las plantas.

Se avecina una guerra, una guerra por los escasos recursos hídricos entre quienes creen tener derechos sobre el agua, los que creen tener unos derechos sobre unos ingresos a los que se han acomodado, los que creen tener derechos por concesiones más antiguas, los que tienen cultivos permanentes, los que tienen ganado que saciar y, por desgracia, los endeudados en riesgo de embargo.

La agricultura viene a consumir en Castilla la Mancha algo más del 80% del agua disponible, quienes tienen talleres o industrias necesitan, entorna a un 10% de agua para su funcionamiento o limpieza, aproximadamente lo mismo que el abastecimiento humano. Ni que decir tiene que será a los ciudadanos de a pie a los que primero se les pedirá que no dejen el grifo correr mientras se lavan los dientes.

Desde los años 70 en que comenzó el desarrollo exponencial del regadío y que a la siguiente década llevó a que los mundialmente famosos Ojos del Guadiana dejaran de manar, en los pueblos manchegos, empezaron a quedar como “tontos” aquellos que no regaban, delante de los beneficios de aquellos que se pusieron a hacer pozos, legales o ilegales. La carrera por el agua dejó muchos cadáveres por el camino, de entrada, nuestros ríos, lagunas, el pastoreo extensivo, etc. Pero ha calado en la conciencia de los agricultores que sin regadío no hay futuro.

Cómo va a llover, si no hay bosques ni pastizales ni riberas que con su agua llamen al agua.

Castilla la Mancha no es solo su agricultura, existen muchos sectores, colectivos e intereses y a todos ellos hay que conjugarlos sin renunciar a una maravillosa naturaleza que tenemos y que estamos empezando a saber hacer producir. Por qué a la hora de ver los usos del territorio, solo se plantea el de la producción agraria. Hay que racionalizar la agricultura, restringiéndola a sus áreas más productivas, haciéndola menos consumidora de recursos, potenciando la agricultura ecológica, lo que además conllevaría un descenso de la galopante contaminación por nitratros y otros elementos perjudiciales para la salud que van a parar al fondo de un acuífero del que se consume y del que se vuelve a regar. 

La agricultura manchega está en riesgo de perder su buena fama, si se continua destrozando la naturaleza y se sigue contaminando, pues todo queda abajo y los contaminantes se vuelven a usar. Yo he llegado a ver en los 90, como se secaban cultivos que al ser regados por aspersión; la alta concentración de sustancias en ese “culo” del acuífero, hacía que se depositase en las hojas tapándolas, llegando a matar la planta y el cultivo.

Hay que dar la vuelta a la política de reducir los ríos a canalillos, para que algunos interesados (fueron generalmente los mismos promotores de las desecaciones) se adjudicaran su propiedad con lo que fueron bienes públicos, riberas saludables y productivas. Lo que se debiera hacer es desvolver muchos de esos terrenos, los más productivos biológicamente, que en muchos casos son malos productores agrícolas por tener sales o sodio en exceso, para que la naturaleza se muestre en su esplendor y sean áreas “esponja” para la recarga del acuífero. Deshacer esos lechos profundizados y aislados de su ribera y dejarlos curvear por una llanura de inundación recuperada, convirtiéndolos en corredores ecológicos que comuniquen las distintas regiones naturales manchegas.

La Política Agraria Común es quién reina y reparte regalías en estos campos. Es una política de despacho, sin los pies en la tierra, sin ver la realidad, si la engañan o la torean o si se producen los beneficios esperados en base a un altísimo porcentaje de los presupuestos europeos que, aunque nadie lo piense, pagamos todos, seamos agricultores o no. Todos y mayormente los agricultores, tienen que saber que el dinero escamoteado, ganado con artimañas o el incumplimiento de objetivos es un fraude, las multas a España, etcétera, lejos de la idea generalizada de que es un dinero que “viene de Europa, donde tienen mucho”; es dinero que va a dejar de ser gastado apoyando la educación de nuestros hijos, de mantener dignamente nuestros hospitales, es dinero de todos y no debe ser de renta para unos pocos.

Hay que adaptarse a la cruda realidad de que vivimos en una región con lluvias relativamente escasas, en una región calurosa y sedienta. El secano tiene que seguir usándose y en buena cantidad, y si eso no es rentable, muchas de estas tierras menos aptas para la agricultura, se deberían dejar libres para su re-naturalización por pastizales, arbustedas o bosques naturales; con un mínimo apoyo e inversión, dará para pastos, leñas, caza, hongos o para la admiración de turistas y uso de paseantes o deportistas; además de no consumir agua, será una buena esponja e influirá, aunque sea ligeramente, en atenuar las temperaturas extremas.

La agricultura tiene una alta función social, pero los apoyos que se le están ofreciendo están pervertidos, pues las ventajas son aprovechadas también, por grandes empresarios e inversores que se mueven en función de estas ayudas, no todos obviamente. Pero hay demasiados rincones oscuros en las cuentas, hay bastantes jubilados que también realizan trabajos, trabajadores o funcionarios, incluso en la distancia de las ciudades que son agricultores y llevan sus tareas automatizadas, empresarios que pagan en negro a "negros" que tienen hacinados en fincas recónditas y que están desacreditando al buen trabajador del campo, que aunque no sean muchos, son vitales para mantener unos pueblos que se están cayendo por perder su savia joven, sus mujeres y con la población mayor caducando por momentos.


El Plan Especial de Sequía, nace muerto o irónicamente, “va a hacer aguas” porque todo van a ser pleitos y zancadillas para demorarlo. Este plan nace bastante tarde porque ya es duro haber llegado a esta situación aun viéndola venir desde lejos. El pantano de la Torre de Abraham está mucho más vacío de lo que debería por haberse regado este verano los campos de Porzuna y estamos hablando de la única fuente capaz de abastecer a la población de Ciudad Real, sin duda de no llover como lo está empezando a hacer ahora, pronto se tendrá que acudir a los pozos de emergencia. El Plan ya avisa de que la naturaleza puede sufrir daños importantes dada lo excepcional de la situación, un tema muy delicado porque puede servir como excusa para todo tipo de atropellos. No es casual de después de las sequías salga muy perjudicado el Dominio Público Hidráulico, pues es el momento ideal para meter el arado sobre el suelo seco de las riberas deslindadas o no, es por eso que una de las pocas cosas que puede hacer una Confederación, ya muy intervenida por los intereses agrarios y con muchas de sus funciones delegadas a las Comunidades de Regantes, es una intensa labor de vigilancia y denuncia ante la que se avecina.

Que de una vez seamos capaces de crear una agricultura sostenible y beneficiosa para todos, sin tener que apurar los acuíferos, destrozar el medio natural y llenar la sociedad de agravios comparativos y de unos más listos que otros. Somos capaces y lo queremos, la concordia y la conjunción de intereses respetando nuestra naturaleza es posible, aunque haya que trabajar mucho o ceder en intereses. El beneficio de todos también es el beneficio particular.


Los Narcisos del Valle de Alcudia

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         Si no fuera por el hallazgo, gracias a Leovigildo Flox, de una nueva especie de narciso para Castilla la Mancha, este trabajillo, no tendría demasiado sentido, ya que a pesar de no ser infrecuentes y tener una buena variedad de ellos, el valle de Alcudia, no destaca precisamente por su riqueza en narcisos, una de las plantas más bellas de los arranques de la primavera y mucho más ibérica de lo que creen casi todos los jardineros, acostumbrados a variedades cultivares procedentes de Inglaterra o de Holanda.


         En semana Santa me dí mis buenos paseos y carreras por lo alto de la sierra norte de Alcudia o Solana de Alcudia, por allí descubrí que, aunque ya estaban pasados en localizaciones de cotas más bajas, aún estaban en su esplendor los Narcissus cantabricus que llenaban los suelos, nunca cultivados, de estas pedregosas serretas, enseñoreándose de repisas rocosas con sus blancas trompetillas.

El inconfundible Narcissus cantabricus, una de las primeras flores de mediados de invierno

     Mucho más al este, en la sierra del Relumbrar, el límite oriental de Sierra Morena, aparece otra especie muy similar, en casi todo algo menor, pero siempre de tonos netamente amarillentos, es Narcissus hedraeanthus que ya en las áreas calizas de Alcaraz se decanta en la subespecie luteolentus.

Las colgantes flores de Narcissus triandrus subsp. pallidulus

         También por esas alturas y por las peanas de sus umbrías, como en los pinos de Puertollano, abundaba Narcissus triandrus subsp. pallidulus, un narciso más común y extendido que el anterior y que por esas sierras me llamó la atención la variedad de tonos que mostraban, pues su nombre subespecífico hace referencia al color más crema que amarillo de sus flores, pero que por aquí llega a mostrar individuos de un vibrante amarillo kodak, como le llaman algunos fotógrafos. Es una pena no haber subido con la cámara, pues observé imágenes con ejemplares completamente dispares en colorido. Ya empezaba a dudar si no me estaría confundiendo con la especie anterior por esa gran variación de tonalidades que van casi del blanco al amarillo intenso.

Narcissus rupícola entre el jaral en una repisa de solana

         La especie más serrana, la de los suelos más rocosos, la de las repisas y la que sin duda muestra un nombre más acorde a su naturaleza, es el Narcissus rupícola. Este narciso, también muy madrugador y por aquí bastante escaso que a veces aparece en el interior de jarales de las repisas rocosas, no presenta confusión dado su inconfundible hábitat. Otra cosa sería si lo pusiéramos junto con otros de áreas inferiores como Narcissus fernandesii e incluso otro de junqueras y marjales como Narcissus jonquilla.

Praderita de Narcissus fernandesii en suelo volcánico fuera de Alcudia

         Los narcisos que no son tan amantes de los relieves montanos, tienen nichos ecológicos inferiores y variados, como puedan ser los mullidos suelos forestales o los fondos de los innumerables vallejos que salpican desde la caída de las dos sierras que enmarcan el valle de Alcudia por el norte y por el sur, a los innumerables vallejos interiores labrados en el centro del anticlinal desventrado que es este valle, con sus grauvacas oscuras, las “pizarras” de sus riscales como las llaman sus habitantes.

Narcissus jonquilla en los bordes del Tablillas

         En los bordes pedregosos de los esporádicos arroyuelos alcudianos aparece, a veces con profusión, el junquillo Narcissus jonquilla, aunque junquillo se le llama en el campo a muchas cosas, en este caso parece que la coincidencia del nombre vulgar y el específico no es casual. Este narciso suele crecer en grupos, existen lugares en que es absolutamente masivo, ya fuera de Alcudia, como un poco más al NW en islillas y desembocaduras de arroyuelos en los grandes pantanos extremeños como el de la Serena.

Junquillos entre el tamujar y los ranúnculos

         Este narciso apenas aparece en las zonas orientales del Alcudia, a partir de la cabecera del Tablillas, más quebradas y algo más secas que las occidentales. El valle de Alcudia es tan largo, casi cien kilómetros, que hace un poco de bisagra entre las áreas más atlánticas occidentales y las más secas orientales y mediterráneas. Este carácter tiene su reflejo en la vegetación general, donde, por ejemplo, brezales, durillos y mirtos apenas muestran efectivos en sus extremos más orientales.

Narcissus bulbocodium en pradillos pastoreados

         También en los fondos de vallejo, aunque puedan aparecer en repisas herbosas de zonas algo más altas, aparece uno de los narcisos más comunes y pequeños, es el Narcissus bulbocodium, son como trompetitas cónicas de un intenso color amarillo. Suele crecer en grupos más o menos numerosos. Aparecen a principios de la primavera sobre herbazales usualmente ramoneados por las ovejas, sobre los que destacan poderosamente.

Narcissus bulbocodium en su variedad "alzada" a pesar de la sequía de 2017

        En algunos lugares aparecen ejemplares diferenciables del anterior por no aparecer de forma tan numerosa, ser mayores, más altos, siempre verticales y crecer exclusivamente en bordes de corrientes temporales. Por más que he buscado no he encontrado de cuál de las subespecies o taxones existentes, pero no contemplados por Flora Ibérica, podría tratarse.

Narcissus assoanus y en blanco su híbrido con N. cantabricus

         Otro narciso que podría aparecer en Alcudia, pues existe a pocos kilómetros al este en Sierra Morena y en las vecindades del Guadiana medio, es Narcissus fernandesii (en Flora Ibérica N. assoanus) con alguna población muy numerosa en la vecindad de un volcán calatraveño. Narciso muy parecido al N. jonquilla pero menor y con menos requerimientos hídricos. Se le podría esbozar como el intermedio entre el anterior y N. rupícola, tanto en caracteres como en ecología.

Narcissus muñozii-garmendiae (habrá que creérselo) antes de la floración

         En los buenos suelos forestales de algunos de sus mejores robledos (muy escasos en lo que es la umbría de Alcudia), quejigares o lo que es lo normal, bosques mixtos de quercíneas, y también en los bordes de bonales o nacederos, puede aparecer el que es el único endemismo de la provincia de Ciudad Real. Se trata del bello narciso trompetero Narcissus muñozii-garmediae, aunque Flora Ibérica los trata como perteneciente al grupo Pseudonarcissus; yo apoyo a otros autores que lo creen especie y afín a otras también defenestradas en F.I. bajo Narcissus minor, tales como Narcissusasturiensis o N. jacetanus.

Narcissus pseudonaricissus subsp. portensis en un bonal al sur del Guadiana

Narcissus muñozii-garmendiae que yo aún no he visto en flor, es relativamente difícil de distinguir de otro narciso de ecología muy parecida y bastante extendido en todos los montes de Ciudad Real, salvo Sierra Morena, Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis, que podría aparecer en los bordes noroccidentales del valle, por haber buenas poblaciones a pocos kilómetros más al norte, ya en el entorno del cercano Guadiana.

Robledal, con Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis que aquí algún botánico dio por N. muñozii-garmendiae

Narcissus pseudonarcisus subsp. portensis tiene una ecología más variada y es capaz de aguantar condiciones ambientales que el otro no toleraría, como es la exposición directa al sol, tornando sus hojas tonalidades glaucas que son menos notables en los ejemplares del subvuelo del bosque. Otras diferencias entre ellos es que Narcissus muñozii-garmendiae es ligeramente menor en todo, aunque con un pedicelo floral mayor y un ligero estrechamiento en su relativamente corto tubo. A nivel más práctico, casi nunca forma masas densas, sus hojas no se alzan todas verticales, pueden aparecer ejemplares con dos flores y si se intenta arrancar, sale al mínimo esfuerzo por tener su bulbo muy superficial y en suelo mullido y aireado.


La novedad, de la que andaba pendiente ya varios años para poder verla, es la de unos narcisos blancos que crecen en un único vallejo de todo el valle de Alcudia. Me lo comunicó Leovigildo Flox, pero entre lo difícil que es acertar con el momento exacto de la floración y lo distante de su localización, no ha podido ser hasta este magnífico inicio de primavera que nos ha deparado un mes de marzo muy abundante en precipitaciones.


Se trata de Narcissus papyraceus, un narciso del suroeste ibérico, impensable para estos lugares algo más mesetarios, pero teniendo en cuenta que aparece en las comarcas vecinas de los Pedroches, en Córdoba al sur, y en la Serena, en Badajoz al oeste, por qué no habría de estar en esta localidad intermedia entre ambas. En su día Leovi avisó a Ramiro García Río, el gran botánico y conocedor de estas sierras, de este descubrimiento, pero Ramiro que no llegó a verlos, dudó mucho de que tuvieran un origen autóctono.


Los narcisos aparecen con profusión en el fondo de este vallejo. No todos están florecidos y desde lejos, las matas sin florecer, apenas son distinguibles de los numerosos gamones de estos pastos. Existen puntos en que aparece alguna mancha masiva, pero la mayoría están dispersos en manchas de pocos ejemplares, aunque con hojas muy numerosas. Leoví me comentó que otros años aparecían en manchas más espesas y más ceñidos a la línea central del fondo de valle y también me dijo que habló con una mujer mayor, de la finca más cercana y que ésta le contó que cuando ella era pequeña esos narcisos ya estaban allí y en buena cantidad.


Es un narciso alto, de hojas muy planas y grisáceas, con flores blancas sin apenas pedicelo, pequeñas en comparación con el tamaño de la planta y con un fuerte olor, no precisamente agradable. Su bulbo es muy grande y rodeado de una túnica prácticamente negra. A estas alturas prácticamente la mayoría de las flores ya estaban algo marchitas y las matas bastante hojisecas, algo difícil de explicar un año en que apenas ha habido dos días en semana Santa de temperaturas y sol que no estuvieran bastante por debajo de la media.


Estas plantas no hacen sino incrementar el ya alto valor natural de este fantástico y descomunal valle que, junto con Sierra Madrona, lleva pocos años ostentando la categoría de Parque Natural. Yo siempre he pensado, incluso antes de Cabañeros, que el verdadero Parque Nacional representativo del ecosistema del monte mediterráneo, no podría ser sino Sierra Madrona y sus alrededores, como es el magnífico valle de Alcudia.


Esperemos que la gestión del Parque esté (y parece estarlo) a la altura de los altos valores naturales y humanos que pretende conservar. No obstante, una empresa pública como es la enorme dehesa y montes de Castilserás, debería gastar muchos menos euros en autobombo y cuidar sus más que dudosas técnicas de tratamiento forestal y agropecuario, tales como la introducción de maquinaria pesada en las dehesas para desempedrar, acumulando bloques en grandes montículos entre las encians, como pude comprobar. Esta empresa pública debería dar ejemplo a la privada, en aras de una conservación, al menos como la mantenida hasta estos tiempos que nos han traído al presente una naturaleza y unos paisajes tan sobresalientes, ricos y variados como los actuales.


Otro gran peligro para los narcisos y para el paisaje tradicional del valle es la puesta en cultivo cerealístico. Ya se sabe que el peor enemigo de las plantas con bulbo es el arado y esto en Alcudia tradicionalmente no pasa. Solo ocurrió muy parcialmente desde los años del hambre hasta inicios de los 70’ y por causa de la pobreza extrema de sus habitantes que vino a terminarse con el masivo éxodo rural.


   La actual Política Agraria Común parece que abre una ventana subvencionadora para el cultivo de cereales, algo muy poco rentable en estas pobres tierras tan dependientes de la climatología. Este enorme valle es el invernadero clásico de una gran cabaña ovina solo comparable con la vecina Serena extremeña.


Este año el valle de Alcudia está que se sale, pocas veces está tan bello este valle como a principios de primavera y pocos años, como este, tan ricos y tan bien alimentados por las lluvias y una climatología propicia, muy al contrario que los últimos, en que fue noticia este valle por la “resurrección” de las plagas de langostas.

Por la meseta cristalina de Toledo. Paseo por el río Algodor

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                Esta es una región poco conocida , a caballo entre la depresión del Tajo y los Montes de Toledo, verdadero puente entre una y otra región y la transición también de los últimos restos de la mesa de Ocaña-Tarancón, de la Cuenca de Madrid, geológicamente hablando, al macizo Hercínico o macizo Ibérico, en cuyo suelo nos encontramos, con ese cambio litológico de las calizas, margas y arcillas por un lado, a los granitoides y cuarcitas por el otro.


       El material que conforma esa clara y compacta región, conocida geológicamente como la plataforma cristalina de Toledo, aunque hasta hace pocos tiempo se conocía como la Sisla que es toda la región comprendida entre los Montes de Toledo y el río Tajo, con la Sisla Mayor, en cuyo extremo oriental, el delimitado por el río Algodor, he dado el paseo, y la Sisla Menor, ya más encajonada entre los montes y el río.


       Se trata de una meseta, elevada más de 200m. sobre el Tajo comprendida por materiales ácidos, fundamentalmente granitoides (pues hay granitos, granodioritas y migmatitas mayormente) y algunas alineaciones de cordales de cuarcitas que en su borde norte, en paralelo al Tajo, forman un rosario discontinuo de elevaciones aisladas que ha venido en llamarse como los Montes Isla de Toledo, aunque realmente los montes isla, en sentido geológico, serían otros: el monte de Magán, al norte de Toledo, reconocible por la cementera que ha acabado con su cubierta caliza cimera, u otros montes de los bordes occidentales de la Mesa de Ocaña en Yepes, Valdecarábanos o La Guardia.


      He recorrido parte del borde oriental de esta meseta cristalina, concretamente entorno al río Algodor. Las rocas aflorantes por aquí, no son granitos, como poco más al oeste, ni cuarcitas, como al sur, donde podemos ver el castillo de Mora en una cresta dominando esta industriosa ciudad, ni margas o arcillas como más al este y sureste. 

Roca de migmatita con las gramíneas Hyparrhenia hirta y las crucíferas en flor Coincya monensis

         Estamos sobre unas rocas muy parecidas al granito, son las migmatitas, una roca a medio camino entre las metamórficas y las plutónicas. Es como un granito deformado (gneis) en el que aparecen materiales transformados y sin transformar, dispuestos en bandas coloreadas de tonos claros, oscuros e intermedios dispuestos rítmicamente. A todos los efectos son rocas ácidas que se comportan como los granitos.

Tonos marrones de la migmatita en contraste con el blanco de Omphalodes linifolia.

          Pero estas rocas, incluídas los granitos cercanos, a pesar de su acidez muestran un compartamiento a nivel edáfico y botánico, bastante cercano a lo basófilo. Aquí está bastante reciente la denudación superficial que hizo aparecer estas rocas subyacentes, como son todas las rocas plutónicas. Por eso una cubierta cenozoica de materiales, predominantemente básicos, han dejado una impronta química en los suelos que los hacen comportarse de esta manera.
   Llama la atención, plantas típicamente acidófilas como las claverlinas, los cytisus, los cantuesos, junto a otras, incluso más dominantes como las artemisas, tomillos vulgares y otras. Y más llama la atención la presencia de especies como la aquí abundante escoba blanca (Cytisus multiflorus). 


          Planta que siempre supuse que necesitaba una buena dosis de precipitación para prosperar y que en esta zona, creo no llega a los 400mm., mientras que en las peanas norte de Montes de Toledo, Gredos o en Extremadura, donde es abundante, la media de lluvia supera los 600mm.


           Otra planta, mejor dicho, árbol, que descubrí hace unos años, gracias a una magnífica entrada en el blog “En el Ecotono”, también aparece profusamente por aquí. Es el verdadero almendro silvestre que no “asilvestrado”, el Prunus webbii, un almendro, no reconocido unánimemente por los botánicos, nativo del sur (Italia y Grecia) y también suroeste (España) de Europa.


          Se cree que de la misma manera que griegos y romanos injertaron nuestros bastos acebuches para crear los olivares de aceite y aceituna, también fueron mayoritariamente injertados, pues sus frutos eran demasiado pequeños para que mereciese la pena su cultivo.


           Este almendro silvestre es muy fácil de confundir con un almendro asilvestrado que es lo que solemos ver mayoritariamente en montes y barrancos. Pero si ponemos atención no es tan difícil de identificar. De entrada tiene un aspecto arbustivo, espinoso, seco y desaliñado. Suele tener casi, más ramas secas que verdes. Sus estrechas hojas y los frutos, son bastante más pequeños que los de un almendro asilvestrado. Las ramas se abren dejando ángulos cercanos a los 90º y a veces lo hacen en forma de abanico. Las puntas de esas ramas tienen tendencia a acabar casi en pincho y sin hojas.


         Por suerte o desgracia, se suelen hibridar con almendros escapados, de los que hay bastantes por la zona, pero una vez vistos los primeros ya es fácil identificarlos. De hecho, a pesar de no estar citados, yo los he encontrado en algunos volcanes del Campo de Calatrava, donde además es tradicional que algunos de ellos lleven el repetitivo nombre de Arzollosa que es el nombre del almendro silvestre (y asilvestrado) en árabe y que en la Mancha a perdurado, también bajo el nombre, menos común que el anterior, de “allozo”.


           Este año se nota que el campo sonríe a la cantidad de agua que le ha venido cuando más lo necesitaba después de la dureza del año y medio anterior a los últimos días de febrero, que fue cuando empezaron las lluvias de verdad. El Algodor no corría hasta mediados de marzo y ahora, ya ha llenado sus presas de El Castro y Finisterre. Comienzan muchas floraciones y otras ya se agostan, como ocurre con los primeros calores, aunque no sean muy fuertes.

Los dientes de león ya se han pasado hace pocos días

           Apenas hay unas pocas encinas, el árbol dominante, aunque bastante desperdigado, es el almendro, con algunos ejemplares sueltos de olivos silvestres más que acebuches propiamente dichos. 

Olivo silvestre entre arzollos o ayozos (almendros silvestres)

          La gama arbustiva pasa por las retamas, escobas blancas, jazminorros, espinos blancos en las vaguados y negros en las rocas. Abundantes esparragueras y vegetación ribereña, con taray y algunos sauces y chopos.

Carrizales, con sauces y chopos en la vega fluvial del Algodor

             La vegetación tiene una cierta buena gama, porque aparentemente hay mucho esparto o artemisas, más propias de fases degradadas, pero la escoba blanca, jazmines, retamas locas y esparragueras podrían indicar lo contrario. También llama la atención la abundacia entre y al pie de los grandes bloques, la abundancia de la gran labiada Ballota hirsuta, todavía sin florecer.

Ballota hirsuta en rellanos rocosos

      En las laderas, incluso altas, vecinas de río, me llama la atención, como también he visto en otras localidades, cómo remontan los tamujos (Flueggea tinctorea), quién iba a decir que es un arbusto ribereño. Quizás es que todos los ejemplares están conectados entre sí y se repartan un agua que, lógicamente, falta en esas, ya altas laderas.

En primer término tamujos remontando estas pedregosas laderas

          Eso ocurre con un tipo de vegetación bastante abundante en este tramo de la cuenca del Tajo. La vegetación relacionada con las arenas. Sobre esta meseta cristalina, el resultado de las alteraciones, es la arenización de estos granitoides y materiales parecidos, a lo que hay que añadir, las arenas de las facies sedimentarias procedentes del Sistema Central que llegan hasta el mismo Toledo, las arcosas.

Suelos arenizados con la bella compuesta Prolongoa hispanica

         Al norte de Toledo, esta formación sedimentaria toma un tono anaranjado, en la facies “Toledo” y un tono más blanquecino en la facies “Madrid” más cercana al río Guadarrama. Además hace tiempo, (geológico), el Manzanares venía a desembocar prácticamente enfrente de donde lo hace el Algodor, hasta que un pequeño afluente del Jarama, lo capturó aguas abajo del barrio de Villaverde y todo lo que traía el Manzanares eran arenas.

Paisaje arenizado al pie de las rocas

                No hace falta fijarse mucho, ahora mismo es el momento de una pequeña, bella y abundante compuesta típica de las arenas no muy ácidas, la Prolongoa hispánica. Aunque el apellido es muy de aquí, el nombre es algo retorcido, pero es la margarita amarilla de las arenas. También, como no, aparecen sabulícolas clásicas como las pequeñas Malcolmia triloba, Linaria spartea, Rumex bucephalophorus o el Erodium aethiopicum, entre otras. Otro toque especial, aunque aún no ha llegado a su llamativa floración es la de la Pistorinia hispánica, planta muy parecida a un Sedum.

Tonos rojillos de Rumex bucephalophorus y abajo la Pistorinia hispanica aún sin florecer

                Este tipo de rocas tiene una buena colonización liquénica, destacando por el fuerte y colorista contraste con las rocas, los Acarospora de fuertes tonos amarillos.
            

                En unas lomas al borde de los berrocales y barrancos veo una tremenda colonización del cactus americano Opuntia streptacantha . Se escaparía de algún chalet y ahora avanza descontrolado, cerrando buenos espacios a otras especies nativas o incluso al paso humano. No es la primera vez que lo veo en medio del campo.

Esto va pareciendo un paisaje de la meseta central mejicana

               Rincón bastante desconocido, quizás debido a que a partir de principios de mayo es una zona muy calurosa y sin fuentes, aparte de lo quebrado del terreno, lo que, por otro lado, da pie a muchas sorpresas y todo tipo de rincones insospechados que habría que conocer, en este rincón de la geografía castellana.



Un año de Gladiolos

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      Hay años malos y años buenos, pero muy de cuando en cuando sale un año excepcional. Este final de invierno y primavera de 2018, ha sido de estos últimos. Por supuesto que como dice el refrán, nunca llueva a gusto de todos. Lo que a unas especies les viene bien a otros les viene mal, pero en general la mayoría de las especies, sobre todo las autóctonas, han respondido favorablemente e incluso en algunos casos de manera totalmente excepcional. Uno de esos casos ha sido el de una especie prácticamente inexistente en toda el área central ibérica, el bellísimo Gladiolus italicus.


No es el único caso, por supuesto y afortunadamente, pero quizás sea el más llamativo. Desde hace años y más aun siendo una especie tan llamativa, le hago el mayor seguimiento que puedo y da algún resultado, pues desde un par de ejemplares aislados en mitad de una siembra que fue la primera vez que caí en que no era el típico Gladiolus communis, hasta llegar a descubrir lo que el año pasado eran siete poblaciones.

   Este gladiolo prospera casi siempre sobre sustratos volcánicos, cinco poblaciones sobre ésos y dos  sobre calizas, pero en su inmediata vecindad. Eso me llevó a incluir esta planta en el selecto elenco de la flora volcánica centroibérica, es decir, la del Campo de Calatrava, junto con alguna otra joya como el Allium nigrum, Cynoglossum clandestinum, Scolymus maculatus, Teucrium spinosum, etc.

El hermoso Allium nigrum comparte hábitat con el gladiolo, pero no ha sido tan explosivo

Hasta ahí una planta que me extrañaba enormemente que no hubiese sido herborizada en toda esta zona centro. Los únicos datos que conozco, son según Anthos, una población cerca del río Segura en Albacete y otro caso más triste, el de su lamentable extinción a manos de las autoridades medio ambientales madrileñas, en el tristemente célebre Centro de Transportes de Coslada, en el extrarradio madrileño; también de casualidad localicé un par de ejemplares en una zona caliza cacereña. Para una planta  llamativa y descarada como ésta, un claro indicador de que o no hay botánicos entre el público o que probablemente, salen muy poco de sus despachos.

Distribución de Gladiolus italicus en la península ibérica

Hasta ahí lo que consideraba normal, vistos los últimos veinte años, solo conocía el caso de una parcela, habitualmente con caballos pastando, donde en los años buenos llegaba a haber varios cientos de ejemplares, hasta que llegaba el arado y ponía orden en esa orgía floral. Pero lo de este año no tiene nombre ni parangón, un día me acerqué a ver esa parcela y en efecto, estaba llena de gladiolos.


     Pero también ví varias fincas que desde lejos cogían el tono rojo fucsia de la ingente cantidad de plantas floridas. De varios ejemplares en algunas dispersas y escondidas localidades, a cientos de miles en varios kilómetros cuadrados. Por contra, la mayoría de esas pequeñas localizaciones, no gozaban de esa ruderal orgía de los grandes campos de cereales y seguían teniendo pocos efectivos.

Pocos ejemplares en una localidad "salvaje", junto a la rara Thapsia transtagana

 El más común y perdón por la redundancia Gladiolus communis, hasta hace poco con el más poético nombre de Gladiolus illyricus, es una planta de gran amplitud ecológica que he visto desde el nivel del mar, hasta los cerca de 1200m de Montes de Toledo, de ahí hasta los yesos del Tajo, los granitos del piedemonte serrano, las cuarcitas centroibéricas o en las calizas del páramo.

Gladiolus communis en una localidad del Sistema Central

 Para complicar la cosa, ambos gladiolos son bastante parecidos, si bien la ecología del G. italicus es basófila, algo termófilo y con gran apetencia por las arcillas, cosa que une localidades tan distintas como la de las arcillas verdes madrileñas y las volcánicas del campo de Calatrava.


Ambas especies tienen hojas muy parecidas, como espadas inhiestas (gladium), aunque Gladiolus italicus es mayor en todo, con las flores dísticas o sea mirando alternativamente en sentido contrario, cuando el G. communis casi las tiene superpuestas, con un ángulo solo ligeramente abierto. Las anteras de sus estambres mayores que sus filamentos y cuando fructifica las cápsulas son globosas, con estrías y relieves, y mayores que las del G. communis. Tallos, capullos, brácteas y frutos tienen una tonalidad algo vinosa o enrojecida, frente al tono general verdoso o solo ligeramente oscurecido de Gladiolus communis.


Me deja boquiabierto la capacidad de florecer de esta especie, en grandes sembrados muy trabajados, donde nunca he visto que asome ningún ejemplar, a pasar ahora a contarse por miles de plantas. Solo puedo pensar que los bulbos siempre han estado ahí, profundos y que solo con unas lluvias intensas y continuadas han podido hacer llegar la planta a la superficie y completar una floración estirada varias semanas, vista la longitud y cantidad de flores ya pasadas en esas altas varas.
   

   Supongo que ahora a partir de ahora sí que algún botánico se habrá fijado desde su coche y que el mapa de Ciudad Real aparecerá punteado de localidades. Yo por mi parte, terminaré de meter esos viejos ejemplares aparcados a la puerta del herbario MAF, como parte de un pequeño arsenal de plantas raras.


Una planta que cada vez veo más clara de las arcillas, aquí mayormente procedente de materiales volcánicos. Esos bulbos son capaces de resistir el paso del arado y aguantar años enterrados. Por lo que he visto, su condición natural, su ecología, es la de las áreas bajas con bastante humedad, lo que también coincide con los lugares más ricos en arcillas y limos, las áreas de bordes de arroyos, tan demandadas por una agricultura cada vez con más apetito de tierras que arrincona los arroyos a su mínima expresión, y si no son importantes, incluso se pueden arar enteros aunque en época de lluvias, erosionen esos terrenos removidos.


Sigue siendo imperativo reservar áreas naturales en el entorno de esos arroyos volcánicos, algo aunque sea mínimo, pero por lo menos conservar alguna “muestra” digna de lo que hubo antes de que llegase el arado y los fitosanitarios de la caza de subvenciones. Suele ocurrir ya con demasiada frecuencia entre botánicos que se preguntan desde la ignorancia más absoluta, cómo debió de ser tal o cual zona, antes de la intervención masiva de la moderna agricultura.


 Hace años, cuando nuestra naturaleza no era como lo es actualmente, nos reíamos de los botánicos ingleses porque decíamos que se iban a las cunetas de sus carreteras para poder estudiar su vegetación natural, ahora se da la triste paradoja de que todas nuestras cunetas se riegan con cantidades ingentes de herbicidas cancerígenos y ya no nos queda ni el consuelo de que persista algo de nuestra maravillosa vegetación natural en las cunetas españolas.


      Esto es general para todo el centro peninsular, pues la ausencia de arroyos y ríos verdaderamente naturales, cada vez es más tremenda y nadie parece reparar en ello, como si fuésemos una sociedad insensible a este enorme desastre natural que llevamos decenios perpetrando y luego maquillamos con la plantación de cuatro pinos y encinas que durarán un par de temporadas, un día del árbol u otro del día del medio ambiente. Basta ya de hipocresía, años como éste en que vemos lo maravillosa que puede llegar a ser nuestra naturaleza más cercana, es cuando vemos el fuerte contraste de ver a las claras lo que estamos perdiendo y el lamentable paisaje que estamos legando a nuestros herederos.


El año ha sido espléndido y a pesar de todo lo que me he movido, me ha faltado tiempo y medios para moverme y ver todo lo que yo hubiera querido. Las orquídeas han estado masivas, sobre todo, las del primer turno y hace pocos días descubrí la mayor población de junco florido que he visto nunca, lo que tampoco es muy difícil siendo una especie en el umbral de la desaparición. Otras especies poco comunes, en el centro peninsular, también han estado espectaculares, como ha ocurrido con el rarísimo Astragalus scorpioides o como estamos viendo con el Teucrium spinosum que llega a adquirir portes arbustivos.


      No sé cuándo volveremos a ver otra primavera parecida, pues el año pasado fue un año de “libro” de lo que nos espera con el famoso calentamiento climático, primaveras que se acortan y abortan de golpe ante la irrupción temprana de temperaturas casi saharianas.


 Espero que no tardemos mucho en ser bendecidos con una año como éste y cuidar nuestro campo, valorar especies como ésta y recuperar campos y bordes de arroyos del centro de la península para que cuando llegue un año tan bueno como éste, lo podamos fotografiar, oler, disfrutar y enseñárselo a nuestros hijos para que no sean tan pasotas y descuidados como nosotros y lo valoren y cuiden como se merecen estos buenos lugares de nuestra naturaleza. No todo tiene que ser carne de arado, creo que es un derecho de todos conocer y disfrutar del buen estado natural del lugar en que hemos nacido.



La Sagra

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              Hoy la entrada va de secarrales, pero mucho más de medio país tiene mucho que ver con ellos y los “secarrales” tienen mucho más que ofrecer de lo que a primera vista pensamos, sin lugar a dudas.


       La Sagra, aunque mayormente toledana, es una región compartida con Madrid. Los límites geográficos son el río Guadarrama al oeste y el Tajo a sur y sureste; sus límites norte y este llegan al borde metropolitano madrileño, contactando con Parla, Pinto o Valdemoro. Verdaderamente lo que auna esta región, son los relieves poco marcados y los amplios valles en un área muy seca que no llega a los 400mm. anuales y de cotas altitudinales bajas que hace que sea una región calurosa.


   Litológicamente estamos en materiales del mioceno medio e inferior, éste último reflejado en su abundancia de sales que a veces se mezclan con sus otras dos litologías principales, como son los yesos y las arcillas. Quizás las áreas más occidentales, vecinas al río Guadarrama, se caracterizan por otra litología, no menos deleznable como puedan ser las arenas y arcosas procedentes de la sierra madrileña, de carácter más silíceo frente al dominio basófilo o gipsícola del resto de la región.

Aspecto primaveral del aljezar, con atochar de esparto arriba y el blanco lepidio de hoja estrecha

            La Sagra está vertebrada casi simétricamente en torno al arroyo Guatén, arroyo aparentemente desmesurado en terrazas y formas erosivas para el escaso caudal que acoge, pero es que hace tiempo (geológico), el actual Manzanares trazaba su curso por él, hasta que fue capturado por un afluente del Jarama. Al lado sur del Tajo, existe cierta simetría casi en todo, respecto al valle del arroyo Cedrón (parte superior) o Melgar (parte inferior) que drena una gran cuenca arcillo-limosa, con una geología y clima, práccamente idéntico al de la Sagra, mostrando una gran continuidad ecológica con ella. Zona también rica en buenos saladares (Villa sequilla, Valdecarábanos o Dehesa de Monreal, incluso en mejor estado que los sagreños.

Una laguna-saladar del extremo noreste de la Sagra madrileña

                Generalizando, esta región se define espacial, ecológica y estructuralmente, por sus estratos geológicos. En gran parte, al norte y noreste, posee los únicos niveles de cierta dureza, como pueden ser dolomías y sílex que marcan las cotas superiores, con el monte isla de Polán con la fábrica de cemento a sus pies, destacando en toda el área suroeste; por debajo, comienza una serie básicamente arcillosa, con margas en algunos casos y materiales poco comunes como bentonitas o sepiolitas; más abajo comienzan las margas yesíferas y los yesos; finalmente ya cerca del nivel de base del río Tajo, vuelven a aparecer arcillas oscuras. Es por la gran riqueza en buenas arcillas que tradicionalmente, la mayoría de los ladrillos madrileños, proceden de esta comarca.

Taludes arcillosos cercanos al Tajo, hábitat del raro Aizoon hispnicum

                La Sagra es una de las regiones más humanizadas de la península, pues el estar situada al sur de la capital española contribuyó poderosamente a ello desde los primeros tiempos de la corte, incluso Cervantes conoció de la prosperidad y se casó en Esquivias, ciudad, como otras localidades sagreñas, enriquecida por ser la despensa cerealística más buena y amplia, en la inmediata vecindad de Madrid.

Rodal de Amni visnaga en el borde de un campo de cereales

                Su historial prehistórico es completo y posee, para desconocimiento general, el que hasta ahora es el mayor yacimiento paleontológico europeo, el del cerro de Batallones, aún a medio excavar y que en cualquier otro país contaría con un gran museo sobre sus grandes y numerosos hallazgos faunísticos. También y hasta que ardió en mayo de 2016, como todo el mundo preveía, existió el mayor yacimiento de ruedas de desguace que ha habido en España, el de Seseña en el Quiñón.

A pesar de un progreso mal entendido la Sagra sigue conservando rincones de alto valor natural

                Ecológicamente, esta región está muy tocada, la expansión urbanística descontralada de la metrópoli madrileña, la industria de ladrillos y cerámicas, una casi pantacruélica red de autovías, peajes incluídos (aún en desarrollo) y la sobre-explotación agrícola que no deja de rebañar retazos al monte o a los arroyos, han dejado un paisaje demasiado humanizado. 

Tendido eléctricos, autopistas y autovías, el AVE, la minería y una agricultura industriallizada afean los campos de la Sagra

              Incluso, en las escasas áreas montuosas, se impusieron en los 60’ monocultivos de pino carrasco que han dejado unos montes verdes por fuera, pero vacíos y negros por dentro. Aún así todavía queda una gama paisajística interesante, que va desde los escasos retazos de encinar manchego a los pastizales, juncales y saladares de interior.

En las mesetas y sus peanas de materiales más duros se asientan olivares, pinares y restos de encinares

      Es ahí donde radica la riqueza de la Sagra, en una vegetación adaptada a una litología tan poco común como puedan ser su litología más especial, como las sepiolitas, las arcillas, las margas yesíferas o las sales.

Llama la atención la abundancia de alcachofas silvestres en los materiales arcillosos, Incluso, muy dificil, se puede encontrar la rarísima Cynara tourneforii


                El espacio cultivado ocupa la práctica totalidad de las áreas arcillosas que son, sin duda, las más ricas y retienen más el agua, al menos para el cereal, pues al secarse se agrietan en bloques que cortan las raíces al retranquear, soportando tras ello una  aireación que reseca aún más el terreno. Esto lleva a que las numerosas adaptaciones de las plantas termófilas a esta sequía añadida, acaben triunfando sobre plantas menos adaptadas.

El cardillo de las arcillas, Scolymus maculatus, muy diferente del comestible Scolymus hispanicus

Por todo lo anterior, es por lo que hasta aquí pueden llegar especies de carácter sureño, a parte de las adaptadas a la compacidad de estos suelos pesados. Plantas poco comunes e interesantes de estos medios son: Amni visnaga, Cynomorium coccinum, Cirsium echinatum, Crepis alpina, Cynara cardunculus, C. torunefortii, Echinops strigosus, Kickxia lanígera, Malvella sherardiana, Ononis biflora, O. spinosa, Scolymus maculatus, Silene muscipula, etc. En los taludes arcillo-yesíferos destacan los endemismos Astragalus scorpioides, Rochelia disperma, Trigonella spp., etc. y si existe algo de influencia salina, en los rincones más térmicos y protegidos de la Sagra puede subsistir el escasísimo Aizoon hispanicum.

El escaso Astragalus scorpioides puede hallarse en taludes arcillosos de la Sagra

Este año Rochelia disperma abunda al pie de los taludes yeso-arcillosos
La belleza de cardos y cardillos desdice su fama de malas hierbas, arriba Echinops strigosus y abajo Cirsium echinatum

        Las lomas sin cultivar y pedregosas (dolomías, calizas o sílex), están cubiertas de unos variados tomillares, con tomillos, astrágalos, salvias (S. argentea, S. verbenaca), linos (Linum suffruticosus, L. austriacum, L. strictum), coronillas (Hippocrepis), zamarrillas (Teucrium gnaphalodes, T. capitatum), jarillas (Helianthemum varios), lastones (Stipa, Avenula, etc.) con alguna especie poco común, como Silene otites e incluso, al sur del Tajo, la muy térmica Fagonia cretica.

Aljezares con espartal, con albardinales a sus pies

                Las lomas aparecen blancas y con poca cobertura cuando se trata de los yesos, aquí aparecen todas las especies clásicas del “aljezar”, los jabunales de Gypsophila struthium, los espartales en la lomas con menos suelo y al pie de los cerros y fondos de valle las espartinas de Lygeum spartum; con algo más de humedad y finos que la retengan aparecen los bolinares de Artemisia herba-alba y los tomillares saperos de Frankenia thymifolia que ya en los fondos de valle se enriquecen en acelguillas saladas Limonium spp. y no muy alejados de las escorrentías de fondo de valle, el verdadero protagonista de esta región y, a mi juicio, sin duda, quién ha dado nombre a toda la comarca, los grandes y blancos matorrales de Atriplex halimus, la osagra, ahora en retroceso como los albardinales y limoniares.

Osagras a la derecha y las floridas Lavatera triloba a la izquierda, planta en la que vive el escarabajo avispa Plagionotus marcorum

        El protagonista del paisaje sagreño, como también en áreas pastoreadas o nitrificadas es el calamino o sisallo, la Salsola vermiculata, unos arbustos que daban sustento a las ovejas de estos campos,  y buenas cualidades nutritivas a su leche. Ovejas hoy tan en extinción como un raro endemismo más.

En los fondos de valle se instala la osagra y en las bajas laderas el calamino

                Las áreas salinas ocupan las áreas inferiores y de peor drenaje, es decir las del casi nulo interés agrario, pero no sé qué tipo de perversión existe en las ayudas agrícolas de la P.A.C. que salvo en áreas demasiado saladas o de interés cinegético, estos saladares o salobrales si hay menos sales, han experimentado un descenso de superficie que los está acercando a su desaparición.

Saladar con Juncus maritimus y Sarcocornia perennis en tonos rojizos

                Aquí aparece todo un elenco de plantas adaptadas a luchar contra el suelo para conseguir su agua y no perderla. Prácticamente están todas las especies típicas, incluso llegan Arcthrocnemum macrostachyum, Sarcocornia perennis subsp. alpini y muy puntual y rara, al sur del Tajo, Camphrorosma monspeliaca. Un elenco de plantas amantes de la sal que viene a reunir en la localidad más occidental de la península una serie de plantas dispersas por saladares del Ebro, de la Mancha y costeros.


                Aunque en esta región tan seca y con esa litología tan propicia, también aparecen humedales menos salinos, tampoco dulceacuícolas, pero con una buena representación de plantas que toleran con mayor dificultad la salinidad y que muestran pastizales, ahora en desaparición, hasta hace poco bien  aprovechados por el ganado que no son ni la sombra de lo que en tiempos fueron; donde en paralelo al arroyo Guatén, corría una de las mayores cañadas que cruzan el interior peninsular de norte a sur, aprovechando los buenos pastizales de las arcillas en tiempos de mudanza ganadera y estos pastos y arbustos medio salinos.

Pastizal salino y praderas juncales al fondo

           Estos pastos son casi saladares, con buenos juncales y calveros en los que aparecen especies salobres como Aeluropus littoralisSalsola soda, Spergularia media, etc. y en las praderas juncales Lotus glaber, Tetragonolobus maritimus y el bellísimo lirio Chamaeiris reichenbachiana, antiguo Iris spuria.
               
Lirio de junquera y el amarillo Tetragonolobus maritimus en una pradera juncal del Guatén

                La superficie de saladares a uno y otro lado del Tajo, tanto en la comunidad de Madrid como en la de Castilla la Mancha, tienen tal entidad e interés que deberían estar estrictamente protegidos como Parque Natural o Nacional, no una o varias microrreservas como existe hasta ahora en la parte manchega (Saladares de Valdecarábanos y Villasequilla), sino que debería hacerse extensiva su protección a los saladares de Aranjuez (Regajal, mar de Ontígola y Carrizal de Villamejor) y por supuesto a todos aquellos que existen al norte del Tajo, desde los cercanos al río, a los más cercanos al área metropolitana madrileña.




Los Encinares más norteños

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He tenido la suerte de poder disfrutar de unos días en las cercanías de Gernika en el País Vasco. Como de costumbre por el norte, todo muy verde, pero muy poco “natural”. Paradógicamente lo más natural quizás fueran las zonas más humanizadas, con sus prados, huertos y los magníficos caseríos con sus enormes casas a dos aguas con sus sillares en roca vista.


     Como de costumbre por el norte, los bosques has sido “suplantados” por otros bosques, quizás más californianos (Pinus radiata) o australianos (Eucaliptus globulus), incluso el matorral de sustitución de esas plantaciones, a veces estaba formado por otras especies de neófitos transcontinentales, como los plumeros de la Pampa (Cortaderia selloana) o por un arbusto florido muy de la apetencia de las mariposas como Buddleja davidii.

Sotobosque de un eucaliptal lleno de Buddleja daviddii

Pero ya en la distancia, contemplando las altas laderas de algunos montes rocosos y destacados, todo me parecía más natural y muy reconocible. Más aún, en los acantilados calizos costeros, incluso en los pueblos, aldeas y caseríos, pude observar, en un envidiable estado y tamaño, algunas encinas majestuosas, y al igual que en esos montes que veía desde lejos, esas oscuras y homogéneas masas forestales, eran realmente unos buenos encinares, para mí, formaciones boscosas totalmente inesperada y como pude comprobar muy ricas y especiales.

Quizás por aquí puedan estar las mejores masas de encinar del País Vasco, pero la encina aparece aquí y allá por toda la costa hasta el Bidasoa y hay buenos encinares también en Mutriku y en el Duranguesado. La encina cantábrica llega por el oeste hasta el río Navia y hacia el interior también hay algunos encinares disperos más, pero esos ya son otro cantar, se trata de otra encina o de encinas hibridadas, como no puede ser menos dada la promiscuidad en todo tipo de Quercus.

En otros viajes por el Cantábrico, he encontrado otras localidades similares a estas euskaldunes. He visto restos de encinar en las verticales gargantas que bajan de Picos de Europa o la cantábrica, bien en Cantabria (Liébana, Hermida, etc.) o bien en Asturias (alto Sella o Trubia), o en desfiladeros de sierras prelitorales y finalmente, ya en las áreas costeras del oriente asturiano (de Ribadesella al límite provincial, como los abruptos encinares cercanos a la cueva del Pindal en Pimiango) o en el extremo occidental cántabro. En el occidente asturiano, más que encinares hay encinas sueltas y más alcornoques que encinas, pues ya estamos en sustratos ácidos, como cuarcitas y pizarras.


Si me voy mucho más lejos, siempre por el norte, he visto a occidente más encinas en el piélago de cortados y abruptas gargantas del sur gallego, sobre el Sil mayormente y, por contra, yendo hacia oriente, en las gargantas navarras que comunican los Pirineos con la Ribera del Ebro. Esta línea oriental apenas tiene solución de continuidad, vía Huesca, con los “alsinares” catalanes, primero, con más cañones de idéntico recorrido Pirineos-Ebro y luego, ya en toda el área costera catalana.

Labiérnagos en un claro del encinar

No sé si quedó resuelta la ambivalencia de nombres de la encina, a mí me parece claro, existe un encinar, por así llamarlo mesetario y del suroeste, cuyo potencial ibérico, acogería prácticamente el 70% peninsular, lo que aproximadamente en encinares reales y actuales son poco más de 300.000 km2 boscosos o adehesados. Se trata de Quercus rotundiolia, es la encina de hoja redondeada y algo pinchuda por sus bordes que tiende a adoptar un gran porte redondeado. Como decía Salvador Rivas Goday, si le preguntasen a un cerdo, enseguida la reconocería por sus bellotas dulces, al menos, en comparación con la otra encina ibérica, Quercus ilex la que necesita unos inviernos más suaves y, sobre todo, más humedad estival.


      Todavía hay quien apoya la idea de que Quercus rotundifolia, debe denominarse Quercus ilex subsp. ballota o Q. ilex subsp. rotundifolia, una subespecie de la otra encina más estrictamente mediterránea Quercus ilex subsp. ilex que, con una extensión superficial ligeramente superior a la anterior (en su área del Mediterráneo central y occidental), se distribuiría principalmente en las franjas costeras occidentales de la península balcánica e itálica, las islas mediterráneas y la franja costera catalana, amén de pequeños enclaves aislados, como los de los cañones sur pirenaicos y las áreas costeras del cantábrico oriental, como esta que nos ocupa.


      Al parecer Quercus ilex es un taxon anterior a Quercus rotundifolia, pero como buenos Quercus, el camino que va de una especie a la otra, está jalonada de ejemplares indecisos y formas intermedias, como ocurre muy a menudo en esas localidades en que coinciden ambas especies (o subespecies). En pocos lugares como la Foz de Arbayún, en Navarra, he podido ver más gama de formas de encina y hojas de encina; desde las redondas y pinchudas, hasta las más parecidas a un laurel o incluso a un olivo.

Hojas de gran tamaño de una encina en una área sombría

     Probablemente Quercus ilex especió en el centro peninsular al cambiar las benignas condiciones interglaciares y endurecerse el clima hasta adaptarse a unos inviernos mesetarios, como los de las altas parameras sorianas o abulenses, o a unos veranos secos y tórridos como los pacenses o andaluces, y desde ahí se lanzó a conquistar localidades periféricas, de condiciones ambientales más estrictas de lo normal en esas áreas; llegando por el lado contrario, hacia el sur, a montes y mesetas del norte mediterráneo de África occidental.


      Según la mayoría de los autores que han investigado sobre las encinas del norte, se distinguen dos grandes tipos de hábitat de este árbol que, lógicamente, está fuera de su sitio al ser una especie mediterránea en medio de la región eurosiberiana (subregión atlántico-europea). Un tipo de hábitat costero, en la franja litoral caliza; con un cortejo de especies adaptadas a las escasas variaciones térmicas que impone el dominio marino y al menor rigor hídrico estival, este es el caso de los encinares de Gernika y similares, y otro hábitat, más rupícola aún, como puedan ser los cañones y paredes calizas de las sierras existentes entre el cordal principal de la Cantábrica y la zona costera.


      En toda el área de Urdaibai estamos insertos en el primer tipo de encinares, si bien en algunas localidades del interior, en sus cotas más altas, más expuestas y abarrancadas, bien podría estar representado puntualmente el segundo tipo. Se trata de encinares muy compactos y espesos, con multitud de madroños y labiérnagos (Phillyrea latifolia) de gran talla y presencia de laureles, cornicabras (Pistacea terbinthus), mostajos (Sorbus torminalis), retama loca (Osyris alba). También aparecen majuelos (Crataegus monogyna), el cornejo (Cornus sanguínea), el aligustre (Ligustrum vulgare) o el endrino (Prunus spinosa). Muy ocasionalmente y pocos ejemplares, pueden aparecer especies más térmicas, como el lentisco (Pistacea lenticus) o menos común el acebuche (Olea europea subsp. sylvestris).

Serba (Sorbus torminalis) entre encinas

      Entre el apretado “cortinaje” de troncos, se desenvuelve, uniendo troncos, ramas y rocas, una densa red de lianas (principalmente la pinchuda zarza parrilla, pero con hiedras, madreselvas, zarzas, rubias y clemátides, con rosales como Rosa sempervirens). Esto es más frecuente en los encinares más jóvenes o en recuperación; cuando el encinar es más viejo, la mayor distancia entre troncos y la mayor oscuridad, hace disminuir la densidad de lianas, y al mismo tiempo con esos suelos más maduros, la riqueza en hongos también aumenta, una buena razón para la expansión del encinar en una tierra tan amante de las setas comestibles.

En el interior de un encinar maduro apenas entra el sol

       En los puntos con mejores y más profundos suelos, ya pueden aparecer los árboles más genuinamente cantábricos como robles, fresnos y avellanos. Un caso curioso es la existencia en estos lapiaces calizos de numerosas dolinas, algunas de gran tamaño, en cuyo fondo de arcillas prospera esta apuntada vegetación climática, en cuyos bordes y paredes rocosas aparecen con abundancia de abedules, arces (Acer campestre), mostajos (Sorbus aria), acebos e incluso tejos o puntualmente y bien protegidas del sur alguna haya.


      El dosel arbóreo es tan denso todo el año que el suelo tiene bajos índices de cobertura, dada la oscuridad reinante, lo que junto a una alta humedad, iguala las condiciones de humedad y oscuridad, prácticamente, a la de un buen robledal o hayedo en verano, por lo que el cortejo florístico es bastante coincidente con el de un espeso bosque cantábrico, si bien aparecen elementos más térmicos como el rusco y en cuanto el bosque se aclara entran los arbustos típicos del norte como brezos, zarzas y tojos.

Una de las numerosas orquídeas de los encinares calizos, una Epipactis sin florecer

     Dada la época no las ví en flor, pero son frecuentes las orquídeas, el lirio hediondo (Chamaeiris foetidissima), dientes de perro (Erythronium dens-canis) o, por ejemplo, la rara parásita de llamativa flor Lathraea clandestina. Dentro del bosque, a parte, de la tupida red de zarzaparrillas, llama la atención la gran cantidad de helechos de todo tipo, los más abundantes los Asplenium de varios tipos y en lo más sombrío, la lengua de ciervo Phyllitis scolopendrium.

El helecho lengua de ciervo en lo más sombrío y húmedo del encinar

      Al parecer los encinares vascos se encuentran en franca recuperación al cesar sobre ellos la alta presión a la que venían siendo sometidos debido a su buena madera, para leña, hornos o para hacer carbón de encina. Al ocupar preferentemente localidades bastante abruptas, no han tenido la presión agrícola, urbanística o silvícola que sí que han tenido otros tipos de bosque como los robledales pedunculados. Están progresando rápidamente a encinares maduros y, francamente, me gustaría ver hasta que altura puede llegar un bosque maduro de este tipo.


      Las mejores masas de encinar del entorno de Gernika están al este de la ría-estuario de Urdaibai, en los montes que dan a la ría y los que muestran buenos acantilados calizos ya en la línea de costa. Son los municipios y sitios, de Ibarrangelu y Ereño en los primeros, con los encinares de los altos de Atxarre, hasta San Miguel de Ereñozar ; y ya en la misma costa, desde Elantxobe hasta Lekeitio, donde destaca el monte y acantilados del monte Oroño al oeste y los montes de Nabaiola-Otoio al este, ya tocando Lekeitio.

Al igual que sus encinas, Elantxove es un pueblo agarrado a un barranco

      El encinar cantábrico costero está definido sobre la comunidad de Lauro nobili-Quercetum ilicis,mientras que el encinar ya algo más interior, de los barrancos calizos es el Cephalantero longifoliae-Quercetum rotundifoliae.

Maraña de zarzaparrillas y otras lianas dentro del encinar

      La plasticidad de la encina, como le ocurrió a Machado, no deja de fascinarme. Nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos a este árbol por todo lo que nos da, por cómo es capaz de prosperar frente a la adversidad y encima ofrecernos su sombra, su suelo y sus frutos para mantener una buena carga de biodiversidad a sus espaldas, o mejor dicho a sus pies. Afortunadamente, la valoración por la sociedad de este tipo de bosque está al alza, por la buena conservación de los suelos y de las aguas, por su productividad en madera de leña o para carbón vegetal de calidad, por dar buen cobijo a la fauna cinegética o por ser un futuro actor en la lucha contra un previsible aumento de las temperaturas.

Más natural que el pino de monterrey, el pino resinero a veces se mezcla con las encinas en la misma costa

      Este año el panorama forestal vasco ha sido bastante lamentable, enormes cantidades de pinos de monterrey se encontraban muy deterioradas y con un panorama desalentador. A mí en particular no me gustan los pinos, cuando están fuera de lugar o arrinconando a especies más genuinas, pero lo que está pasando con los pinos es un desastre para muchas familias que viven de ellos o que apostaron por ellos. Espero que su enfermedad no pase a los pinos ibéricos, pues podría provocar una hecatombe ecológica sin parangón, gusten o no de ellos. He visto por aquí muchas parcelas que pasaban tras cortar los pinos a especies nativas o a viñas de txacolí.



      Los encinares del entorno de Gernika son una Z.E.C., la Zona de Especial Conservación de los Encinares Cantábricos de Urdaibai, pero afortunadamente la valoración del encinar no queda solo en el papel, investigando un poco también he visto que algunas empresas y varias asociaciones volvían a apostar por la repoblación con encinas en los terrenos favorables a ellas. Chapeau!!

Monte Ogoño sustenta una de las masas más cerradas y variadas del encinar vasco

Charco Salado

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                Charco Salado es una pequeña área endorreica que se encuentra en Ciudad Real, localizada en el borde de la llanura de inundación del Guadiana, inmediatamente por debajo de su confluencia con el arroyo de la Posadilla o Campomojado y en un punto medio, entre el Campo de Calatrava y la llanura manchega propiamente dicha. Está formada por un área ligeramente deprimida respecto a los terrenos circundantes, conformada por la unión de dos áreas cóncavas, circulares y casi tangentes. Administrativamente pertenece al municipio de Carrión de Calatrava, aunque curiosamente el término municipal contornea perfectamente esa doble depresión, para arrebatársela a la vecina Torralba de Calatrava.

Situación geográfica y administrativa de Charco Salado
Charco Salado aparece en los mapas como dos lagunillas

                En tiempos pasados, antes de la canalización de los ríos, formaba parte de una vasta área de tablas fluviales y pastizales de la llanura de inundación del Guadiana en dicha confluencia, lugar muy similar en todo a las afamadas Tablas de Daimiel. Posteriormente al drenaje y canalización de los ríos, estas áreas quedaron desconectadas de las avenidas del Guadiana, aunque la pequeña área endorreica de Charco Salado se encuentra en la primera terraza del Guadiana, a unos 2,5m. sobre el nivel antiguo del río que, actualmente, tras su canalización, quedó otros 2,5m. por debajo de su previo nivel “normal”.

Charco Salado, en blanco, al borde de la llanura de inundación antigua, años 60'
Canalización del Guadiana, finales 70'

                Tras permanecer muchos años totalmente seco desde mediados de los 80’, debido a la salvaje sobreexplotación del acuífero manchego, el Guadiana sufrió (más bien disfrutó) de varias riadas (1996-97 y 2009-2012), en las que el río recuperó gran parte de los terrenos de su llanura de inundación. El gran caballón lateral se rompió en varios puntos, además de hacer de muro que contuvo las aguas de la escorrentía laterales. La llanura de inundación que se había secado en gran medida y roturado de forma puntual, se volvió a naturalizar y de nuevo se llenó de vida, con un abundante vegetación y fauna, renacida de la nada.

La llanura de inundación que bordea Charco Salado llena de vida

Hace pocos años, en el 2015, esta salada o lagunilla temporal, se intentó roturar y se llevó a cabo, solo parcialmente, gracias a la decidida acción y denuncia por parte del eficaz Agente Medioambiental de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, Valentín Rubio Galera, tras la tala de los tarayes que allí había y la roturación de gran parte de esa excelente vegetación, adaptada a las peculiaridades ecológicas de este lugar.

Charco Salado en 2012 y así hasta 2015

 La roturación parada in extremis, afectó a un 35% del terreno, pero esta pasada primavera de 2017, Charco Salado volvió a roturarse y esta vez íntegramente. Como se pudo comprobar, en la vigilancia y tenacidad en la protección de la naturaleza y el agua manchega, la figura de Valentín, fue lamentablemente insustituible.

 En 2015 tras el primer golpe de roturado

               Pero quién perpetró este atentado ecológico no contaba con lo que ocurrió a finales del invierno, justo en el momento previo a la entrada de fuertes restricciones por la sequía, los cielos se abrieron y empezó a llover generosamente. En el centro de la depresión mayor ser formó una lagunilla que no pudo ser arada, el resto sí que sufrió la reja. Pero de nuevo, la constancia y abundancia de las precipitaciones, dieron al traste con parte del daño infringido.

Destrozo al borde de la "salvada" lagunilla y abajo resurrección de parte de la vegetación

    Prácticamente todas las plantas, alguna que cuenta aquí con una de sus muy escasas poblaciones, renacieron y se propagaron poderosamente, regenerándose en unos pocos meses de una manera espléndida. Es chocante ver el suelo aterronado y lleno de huecos y altibajos, pero al mismo tiempo cubierto parcialmente de esa vegetación tan especial.

Bajo el chaparrón las fotos me salieron bastante movidas

                El ecosistema que conforma la laguna y la colindante llanura de inundación, está teóricamente protegido por la Directiva Hábitats, siendo varias las figuras de protección que se solapan en esta zona como el Hábitat 92D0 (Tarayales), el Hábitat Prioritario de las Estepas Salinas Mediterráneas y comunidades de Limonium 1510; la Vegetación Anual Pionera con Salicornia 1310; los Pastizales Salinos Continentales Mediterráneos y praderas graminoides 1410: los Matorrales halófilos vivaces de Suaeda vera y poco de los Matorrales Halo-Nitrófilos 1430. Parece que poca cosa, visto el resultado de tal protección.

Juncus gerardii en medio de céspedes de Aeluropus littoralis

                El catálogo de especies de este pequeño espacio (poco más de 10 has.) es sorprendente y para algunas especies, su localidad más occidental, pues son especies de lugares salinos como puedan ser las lagunas endorreicas manchegas que se están recuperando gracias a buenos proyectos LIFE en las áreas orientales manchegas. Con el gran esfuerzo que se está realizando para conseguir el buen estado de otras lagunas, aquí ocurre totalmente a la inversa, gratis y sin consecuencias.

Freankenia laevis, una de las escasas matas que había, probablemente se habrá extinguido

                Aquí abundan especies tan poco comunes como Cressa cretica, Salsola kali o la Frankenia laevis. El genero Suaeda tiene aquí a tres miembros,la leñosa Suaeda vera, la abundante Suaeda splendensSuaeda spicata. Muy abundantes los Limonium, el L. carpetanicum y otro de mayor talla, L. costae. Las gramíneas salinas Parapholis incurva, Sphenopus divaricatus y muy abundantes Aeluropus littoralis y Hordeum marinum. 

Cressa cretica
Suaeda splendens y Suaeda spicata abajo
La arbustiva Suaeda vera

       También abundan otras anuales de tallos u hojas engrosados, como las anteriores Suaedas, destacando la Salsola kali y el polluelo Salicornia ramosissima, y seguro que antes de la primera roturación había coralillo Microcnemum coraloides, puesto que lo he encontrado en pequeños saladares residuales, tanto río arriba como río abajo. Otras especies interesantes son Centaurium spicatum, C. tenuiflorum, Spergularia marina, Sonchus crassifolius, Frankenia pulverulenta, etc. aparte de los arbóreos Tamarix canariensis.

Centarium tenuiflorum entre Limonium carpetanicum

           El presente desastre, ya avisado dos años antes, junto con la próxima entrada de este blog que mostrará cómo se destroza otra preciosa laguna, también en la llanura de inundación del Guadiana (en teoría también protegida), demuestra la inoperancia y la falta de autoridad que en materia de protección de la naturaleza tiene la Junta de Comuidades de Castilla la Mancha. Un discurso verde y bienintencionado que cuando desciendes al terreno se convierte en una realidad ecológicamente lamentable, al menos en las áreas bajas y llanas de Castilla la Mancha.



    Se trata de muchas hectáreas de terrenos naturales en un entorno altamente humanizado y explotado por una agricultura agresiva y consumista que aún sigue arañando metros a las escasas áreas naturales existentes o tirando escombros, caliches o restos de poda, sobre ellas, y por supuesto, privando al río Guadiana de tal nombre, al no permitir que las aguas manchegas renazcan en sus Ojos. Una agricultura excesivamente subvencionada para que, las más de las veces, cobren quienes menos ayuda necesitan, al precio de poner en bandeja el campo manchego frente a la desertización y claramente, y antes de ello, en un claro desastre ecológico ninguneado por las autoridades comunitarias.

Algún jabalí gustaba de embarrarse en este saladar

  La Mancha, aparte de ser un paraíso vitivinícola, fue un paraíso natural asociado al agua, son lo que alguien bien llama, la “Marisma Manchega”, nombre más que adecuado al reunir ese carácter salino y de aguas someras que la palabra "marisma" define. Se trata de todo ese conjunto de lagunas salinas manchegas y llanuras de inundación de los ríos manchegos. A poco que uno indague y busque cartografía, descubre que fueron vastas áreas naturales aledañas al Gigüela, al Riansares, al Córcoles, al Záncara y a sus numerosos afluentes, amén del Guadiana. Igualmente para las lagunas, aunque hoy solo queden la mitad y en desigual estado, antaño la mínima depresión del terreno contenía una laguna en tiempo de aguas que luego quedaba para el pastoreo y no para el arado.

Bordes de lagunas y llanuras de inundación sonn las Marismas Manchegas

Todas esta áreas deprimidas (por cota de nivel, no por infravaloradas), formaban un potente mecanismo de captación de agua que venía a engrosar el gran acuífero manchego que alimentaba el rosario de Ojos del Guadiana que daban origen a esta gran arteria fluvial, al tiempo de servir para asentar a una buena cabaña ganadera y grandes espacios cinegéticos, de los cuales la antigua “Laguna de las Islas”, actualmente Tablas de Daimiel, eran una buena muestra.

El polluelo, Salicornia ramosissima, abajo Salsola kali y estolones de Aeluropus littoralis

  Estos terrenos vecinos a Charco Salado, podrían tener un valor ambiental muy superior al actual, que tampoco está mal, si se hubieran acometido las tareas de recuperación del lecho del Guadiana y se hubiera demarcado generosamente un Dominio Público Hidráulico que dudo mucho que aún actualmente esté deslindado. Una obra tan simple, barata y obvia, como podría haber sido la reversión del lecho del Guadiana a su nivel previo a la canalización, restituyendo los caballones laterales al canal de drenaje interior en todo el tramo que va del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel hasta la cola del embalse de El Vicario, hubiera ganado un tramo de río, las Tablas de Calatrava que fácilmente podría tener idéntico valor ecológico que el susodicho Parque.

Un alcaraván en el Charco Salado de hace cuatro años, cada día más lejano

De hecho, esta figura de Parque Nacional que bien podría ser el Parque Nacional del Guadiana, debería acoger, por lo menos, todo el curso medio del Guadiana desde su nacimiento en los Ojos del Guadiana e incluir claramente toda la llanura de inundación del Guadiana, donde se encuentra Charco Salado y otros lugares emblemáticos como Los Praos de Carrión, las Tablas de Calatrava, Alarcos o, ya en el Gigüela, los Ojuelos de Villarrubia.


    Todo esto se propuso, justificó y documentó cartográficamente desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos a la dirección del Parque y a instancias superiores previamente a la ampliación del Parque. Ni que decir tiene que dicha ampliación fue un “chasco” y que sigue siendo el menor de los Parques Nacionales y que estas buenas llanuras de inundación, siguen sin tenerse en cuenta o vigilancia para dotar al Parque de la necesaria continuidad ecológica que debería tener con su propia arteria fluvial.

Pequeños tarayes intentando progresar tras la roturación de la lagunilla

Desde aquí pido un poco de responsabilidad y coherencia a las autoridades medioambientales manchegas y de respeto a sus propias leyes y a las traspuestas de la Comunidad Europea. Que paren de dejar este tipo de delitos impunes que es lo que hace que los atentados ecológicos se prodiguen, al no haber nunca consecuencias derivadas de estos hechos. Hay que dejar por lo menos algo decente para que las generaciones venideras no nos maldigan.


   Un compañero de mi quinta me contaba de cuando era joven, cómo iban a bañarse al molino de Flor de Ribera, a coger peces y cangrejos para echarlos en la paella y retozar a la sombra de los árboles de la orilla del río. Hoy este lugar, a escasos 300m. de Charco Salado, no tiene sombra, ni molino, ni siguiera agua, solo ruinas y recuerdos casi perdidos. Si esto no es desertización..., pero más lamentable aún que la ecológica, es la desertización de nuestra conciencia y nuestra memoria.

(Todas las fotos has sido tomadas en Charco Salado o su inmediata vecindad)
Más info:
Los Saladares Manchegos más Occidentales
Asociación Tablas de Calatrava 
Ecología de Ccarríon de Calatrava:
   
 

La Lagunilla de Pradorredondo

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        La laguna de Pradorredondo es una gran desconocida para la práctica totalidad de los habitantes de Ciudad Real, incluso de los más camperos. No es de extrañar, pues se trara de una pequeña laguna tras una valla, dentro de una propiedad privada y al borde de la buena llanura de inundación de Picón-Alarcos en el Guadiana, por lo que muchos pescadores, cangrejeros y amantes del campo, van a estas tablas y no reparan en la pequeña laguna que hay en el centro del anfiteatro formado por estos montes.


A la derecha se ve la laguna en el anfiteatro formado por los montes de la sierra de Picón

  Por estos lares, el fantástico río Guadiana empieza a mostrar sus mejores galas como río, tras pasar por los cuasi artificiales esplendores de las Tablas de Daimiel, por las atribuladas Tablas de Calatrava y tras dejar el “pajarero” pantano del Vicario, se constriñe en las primeras serrezuelas del macizo ibérico, tras abandonar la Mancha y en este punto, tras pasar bajo el puente de Picón, comienza a vivir el esplendor de una llanura de inundación poco alterada.

Parte de la llanura de inundación y vista de la misma desde la ermita de Alarcos

      El Guadiana, tras el puente de Picón, en Santa María, recibe al arroyo del Raso, donde se amplía enormemente la llanura de inundación para luego irse estrechando en un entorno que, de no haberle sido claramente usurpado al Guadiana por la agricultura en su lado norte (Santa María) o por la ganadería en su lado sur (Sedano), gozaría de unas características medioambientales muy similares a lo mejor de las Tablas de Daimiel, aunque menos salobres y problemáticas; incluso en el entorno de esta junta de cauces, se encuentra un “ojuelo” protegido por una valla para que no caiga ganado en él. 


Llanura de inundación de la margen izquierda claramente usurpada
Espantapájaros y valla rodeando un ojo o nacedero en medio de la llanura de inundación en la junta de los ríos

 Tras esta considerable ampliación del valle, el río forma la tabla de la Patata, donde hay una pequeña área recreativa, para luego, volver a estrecharse al ser atravesar una serrata que crea un pequeño congosto, a la salida del cual, se vuelve a ampliar definitivamente en la llanura de inundación de Alarcos y aparece, en la orilla derecha, al pie de la ladera que mira al sur, la laguna de Pradorredondo.


A partir de esta laguna se ensancha la llanura de inundación

       A pesar de encontrarse en el borde de la llanura de inundación del Guadiana, esta laguna se encuentra rodeada de montes, una mitad al norte y otra al sur del río, formando un círculo de montes que da nombre al lugar, “Pradorredondo”, y en su centro se encuentra esta especial laguna. Especial porque pocas lagunas, y hay muchas, en todo el campo de Calatrava, tienen ese origen y dinámica tan particular. Esta laguna se encuentra en la terraza fluvial y, aunque se encuentre solo a poco más de un metro por encima del nivel actual del río, las riadas no llegan hasta ella.


El Guadiana y al fondo derecha, a unos 100m. en el llano verde, el borde de Pradorrendondo

Su secreto, su especial particularidad, consiste en que, al pie del encinar de la loma más cercana a ella, nace un buen manantial que alimenta un arroyuelo con olmeda que se prolonga, ya sobre la llanura, dando lugar a esta laguna. Esa fuente de agua pura, probablemente es la que haya ido disolviendo con el paso de los siglos, esos materiales calizos de la terraza y haya profundizado el fondo de la laguna hasta enrasarlo con el nivel del cercano Guadiana, con unos tres metros de profundidad respecto al campo que la rodea.


Tras los manantiales y su olmeda, viene otra olmeda lineal que desemboca en la lagunilla

El nombre de “prado” le viene de antiguo, pues al pie de las lomas esos manantiales alimentaban un buen prado que a su vez se unía a los húmedos pastizales de la llanura de inundación del río y que afirmaba bien a las claras, la vocación netamente ganadera de este enclave. Aquí empieza la gran llanura de inundación que va desde este pequeño congosto, hasta el puente y la histórica ciudad ibérico-medieval de Alarcos, edificada sobre la escarpada sierra que se alza sobre el Guadiana.

Llanura de inundación con Alarcos al fondo y detalle excavaciones

  Pero ya hace años que desapareció la vocación ganadera de este lugar para pasar a ser claramente agrícola, por decisión de sus propietarios. Desde entonces parece ser que la laguna no fue más que un mero estorbo para las labores agrarias de esa finca.



En 2007 se aprecia el rastro del paso de tractores para verter escombros. Luego en 2011:

Comprobando su estado actual y viendo la evolución de las imágenes aéreas, podemos asistir a una especie de lucha del hombre por dominar la naturaleza, a una larga batalla por irle ganando metros para el cultivo, por ir haciendo desaparecer la laguna. Hace muchos años, la laguna llegó a tener salida hacia el río, y el prado, que dio nombre al lugar, haber sido mucho más amplio e importante, pero la sucesión de imágenes muestra el trabajo de continuo vertido de escombros y brozas agrarias sobre ella, para ir reduciéndola a su lamentable estado actual.

Restos de broza y escombro vertidos al interior de la lagunilla

  Aparte de su singular belleza paisajística, este rincón atesora una gran riqueza botánica y faunística, a pesar de sus reducidas dimensiones. En muy pocos metros cuadrados tenemos representados varios ecosistemas naturales de interés, en la loma un buen encinar manchego, rico en orquídeas; al pie de la loma y alimentada por varios manantiales, una olmeda que en tiempos debió de llegar hasta la orilla del Guadiana; un pastizal-juncal, es decir un prado higrófilo, con multitud de especies de este tipo de medios, desgraciadamente en trance de desaparición en toda Castilla la Mancha y, finalmente, una buena laguna con su orla de vegetación parcialmente bien conservada.


Vegetación tras el secado de la laguna a finales de verano

  Conozco esta laguna desde hace muchos años y, aunque no fuese de dominio público, seguía teniendo una importante vida animal y vegetal. Pero tras las últimas alteraciones sufridas a finales de este invierno en esta finca, ya no puedo silenciar más, la alta probabilidad de desaparición total de este magnífico enclave natural.


Zanja lateral uniéndose a la zanja lineal de drenaje del empradizado

 A las tradicionales acciones de retirada de piedras y broza del campo de cultivo que eran vertidas al vaso lagunar, este último invierno, se han arado los bordes del arroyo y de la olmeda apurando al límite; también se ha hecho o re-excavado una zanja de drenaje que recoge el agua de la olmeda de pie de monte y también, en el arroyo que vierte directo a la laguna, para así reducir el área inundable, desecándola y aumentando la superficie de cultivo, arando hasta el borde de la zanja, dejando la olmeda lineal final, reducida a su mínima expresión, y retirando maleza y troncos de olmos caídos, hacia la laguna.


A la derecha de la anterior, cultivos hasta el mismo borde del arroyuelo, con su zanja de drenaje, abajo

Solo con ver algunas de sus plantas, como el aquí abundante lirio, Iris spuria subsp. maritima (hoy Chamaeiris reichenbachiana) o la oreja de liebre, Senecio doria (hoy Senecio laderoi), ya tengo información suficiente para saber que este lugar es un fiel testigo de lo que fueron y, aún hoy deberían ser, los ecosistemas húmedos del entorno del Guadiana. El lirio, teóricamente extinto en la cuenca del Guadiana y el senecio, también desaparecido recientemente de sus escasas localidades pasadas, nos dan la idea de lo que es la vegetación de las aguas sin contaminar y la de los cauces inundables.


El lirio Iris spuria, (Chamaeiris reichenbachiana) y detalle de la flor

  A estas especies hay que añadir una buena cantidad de plantas poco comunes y aquí reunidas, como Agrimonia eupatoria, Althaea officinalis, Carex spp., Centaurium tenuiflorum, Cyperus fuscus, Equisetum ramosissimum, Euphorbia hirsuta, Juncus bufonius, Kikxia lanígera, Linum tenue, Lythrum tribracteatum, Ornithogalum umbellatum, Phalaris caerulea, P. minor, Potentilla reptans, Pulicaria paludosa, Rosa pouzinii, Samolus valerandi, Schoenoplectus lacustris, y otras ya más comunes como Asphodelus albus, Epilobium hirsutum, Dipsacum fullonum (cardencha), Juncus spp., Lactuca serriola, L. saligna, Lytrum salicaria, Medicago spp., Rumex conglomeratus, R. crispus, R. pulcher, Scirpioides holoschoenus, Scolymus hispanicus, Trifolium spp., Verbena officinalis o  Xanthium extrumarium entre otras.

  
Las grandes hojas de la oreja de liebre (Senecio laderoi) junto al lirio amarillo (Limniris pseudacorus)
Linum tenue y Samolus valerandi

Este lugar sería un candidato idóneo para llevar a cabo una ejemplar recuperación ambiental de estos ecosistemas. Habría que delimitar dentro de la finca, el terreno a intervenir; por un lado, el de la arboleda, prados y arroyo, y por otro, el de la propia laguna. En la laguna, lo primero sería desescombrarla completamente, con cuidado de no llevarse la parte de terreno libre de escombros que posee el humus, plantas de interés y el banco de semillas del suelo.


Tras la retirada de escombros la laguna ganaría en superficie y en profundidad

   La superficie total lagunar ampliaría considerablemente su perímetro, aumentándolo para suavizar las pendientes de caída a la lámina de agua y dando margen perimetral para una transición vegetal acorde y suavizar las posibles afecciones del arado de la zona agraria de la finca.


Pradorredondo parece demasiado estorbo para la rectilínea labor de los tractores

La recuperación hídrica pasaría por deshacer o suavizar las zanjas de drenaje y la canalización del arroyuelo, para que el agua se desparrame superficialmente y abarca con su humedad, la mayor cantidad de terreno posible, para que riegue la olmeda y una buena superficie de pastizal. El banco de semillas aún se encuentra en el suelo y la recuperación vegetal sería relativamente rápida, cuidando de eliminar las abundantes plantas nitrófilas fruto de la alteración y remoción del terreno, actual o fruto de los trabajos de restauración.


Este rincón atesora un encinar, una olmeda, un buen prado y una laguna junto al Guadiana

Pradorredondo, a parte de la intervención de recuperación, requiere un protección efectiva e inmediata, bajo alguna figura de protección como bien pudiera ser la de Microrreserva, la de Monumento Natural o uniéndola a su entorno, como Paisaje Protegido. Una de las formas de recuperación debería ser a través de intervención colectiva, dirigida por la propiedad, el ayuntamiento de Picón y organizaciones ambientales, educativas o sociales, por medio de una Custodia del Territorio, siempre contando con el apoyo de la propiedad de la finca o en su defecto, con la de su adquisición pública.



Pradorredondo nos ofrece la poco común oportunidad de que en una única localización, se puede mostrar una buena gama de los ecosistemas de esta zona, una auténtica “aula de la naturaleza”, siempre cuidando de no alterar la fauna y los procesos biológicos que dan la vida a estos ecosistemas. Aquí podría mostrarse conjuntamente el encinar, la olmeda, la vegetación dulce-acuícola de arroyos, una buena pradera-juncal y un completo ecosistema lagunar y fluvial, al contar también con la inmediata llanura de inundación del Guadiana y los montes aledaños.



 Toda esta área del noroeste de Ciudad Real capital, cuenta con áreas de importancia natural sin igual, para colmo todas en un más que inestable estado de conservación. Aquí aparecen lagunas de génesis hidromagmática, llanuras de inundación fluviales, elementos geomorfológicos singulares como puedan ser los volcanes o los cortados rocosos cuarcíticos, arroyos con vegetación de influencia volcánica, retazos de mesas calizas contoneadas por la red fluvial, y un buen número de arroyos y lagunillas en buen estado de conservación que merecerían mucha más atención de la que las autoridades han demostrado hasta ahora hacia ellas. 



   Mención aparte merecen los numerosos vestigios históricos aledaños (castillo y ermita de Alarcos, poblado ibérico de Taiba, castillo de Benavente, torre de Galiana, ermita de Sancho Rey, caserón de Santa María, ermita y casas de Sancho Rey, molinos abandonados, etc.).


Unión del arroyo de Benavente con la llanura de inundación de Alarcos, también usurpada al río. Esta llanura podría ser una de las mejores zonas naturales de Ciudad Real si se recuperaran. Al fondo volcán de Peñarroya

 A los crónicos problemas de ocupación ilegal del Dominio Público Hidráulico que el estado debería estar obligado a recuperar, hay que añadir la intensificación agraria extrema (ej: viñedos de Pagos del Vicario), el exceso y permisividad de usos lúdicos como el motocross o el abundante vertido de escombros en cunetas, bordes de caminos y arroyos, dada la cercanía de la capital manchega.


  Ya va siendo hora de que se ponga freno a la destrucción de un medio natural que parece que los ciudarrealeños no valoran lo suficiente como para defenderlo, pensando en que lo van a hacer quienes les administran. De hecho incluso el recién diseñado Camino Natural del Guadiana, evita pasar por lo mejor de esta arteria fluvial, dando un rodeo, por no entrar en conflicto con los propietarios de las fincas aledañas al río.


Parte superior de Pradorredondo hacia Fuente Guillén

Yo sigo insistiendo en que podríamos tener el mayor corredor ecológico y uno de los mejores espacios naturales de la península, definido por un Guadiana indómito y desconocido que desde Extremadura, vertebraría con su protección, ya como Parque Nacional o con cualquier otra eficaz figura de protección, hasta las mismas lagunas de Ruidera, pasando por estas tablas fluviales y por las de Daimiel y aunando toda esa serie de Monumentos Naturales, Microrreservas, L.I.C.s, lagunas volcánicas que bordean su cauce ancestral y cuyo re-nacimiento en los Ojos del Guadiana estamos cercanos a ver, si continua lloviendo como debe y si comenzamos a regar como se debiera.


Un Guadiana salvaje y desconocido en el occidente de Ciudad Real


El Nacimiento del Guadiana

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Laguna Blanca

   El Guadiana es el río estrella del juego del escondite hidrológico español. Incluso para decir que alguien aparece y desaparece a voluntad, se dice de él que es un Guadiana. Para tratarse de un accidente geográfico, esto es toda una curiosidad científica y, de hecho, la polémica sobre este huidizo río, aún sigue vigente.


Presentación del libro de Manolo Toribio "Guadianas"

      Como en la reciente presentación del magnífico libro de fotografías de Manolo Toribio, “Guadianas”, no existe uno, sino muchos Guadianas: un Guadiana Viejo, un Guadiana de Daimiel, un Guadiana de Ruidera, un Alto Guadiana, un Bajo Guadiana, un Guadiana Seco un Guadiana Desbordado, un Guadiana Despojado,…y en esto último andamos, en un río que por la sequía desaparece en ciertas épocas del año y que por el enorme consumo hídrico de la agricultura manchega, sus afluentes y él, solo recorren su lecho completo en épocas excepcionalmente húmedas.


Riada del Guadiana antes de Luciana

     Así lo vimos en 2012 a finales de invierno y en primavera, donde se podrían completar casi 800 km. desde el nacimiento del Pinilla, hasta Ayamonte. Mostrando su agua en superficie, recorriendo el Canal del Prior o Guadiana Viejo, desde la salida del Pantano de Peñarroya, donde terminan las lagunas de Ruidera, hasta la junta de los Ríos, con el Gigüela y el Záncara, al sur de Alcázar de San Juan, y de ahí hasta las Tablas de Daimiel, donde se juntaba con el agua procedente de los Ojos del Guadiana que son un rosario de manantiales que nacen, los primeros, a poco más de 15km. al este de las Tablas de Daimiel. En ese momento no cabría ninguna duda de cuál era el Guadiana, pero a lo largo de la historia, el mayor caudal y más continuo, siempre fue, con diferencia, el que nacía en los Ojos del Guadiana, verdadero nacimiento del Guadiana, aunque las extracciones agrícolas los hayan tenido, 35 de sus últimos 50 años, completamente secos.


Un Ojo del Guadiana manando entre Zuacorta y Griñón

      Para los romanos que vivieron en una época cálida y seca parecida a la actual, el concepto de río principal era aquel de mayor cauce continuo y permanente que en el caso del Guadiana, solucionaron estableciendo su nacimiento en las lagunas de Ruidera, a cuya salida se filtraba en la llanura manchega para renacer en los Ojos del Guadiana a 610m. de altura. Así lo estableció Plinio el Viejo y así lo estudié yo en mi infancia, aunque posteriormente quedó demostrado claramente que lo que nace en sus Ojos, es resultado del rebosamiento del gran acuífero subterráneo de la llanura manchega, recogiendo ésta el agua que se filtra en ella procedente de cientos de ríos y el de infiltración directa de las precipitaciones y, por supuesto, el aporte del Guadiana Viejo.


Demarcación Hidrográfica de la cuenca del Guadiana

      Pero la realidad del Guadiana siempre estará sujeta a distintas interpretaciones, de las cuales, ésta es la mía, aunque también voy a señalar las demás. A los ríos se les reconoce allí dónde ya son verdaderos ríos y al remontarse a sus fuentes, a sus orígenes puede que entremos en conflictos o controversias. Ya ocurrió con el Nilo y sus polémicas fuentes, también con el Amazonas y, por qué no, con nuestro más modesto Guadiana. La polémica puede venir de manera artificial e interesada, como hace años cuando un juez José María Crespo del Tribunal Superior de Extremadura dictaminó que no existía río Guadiana aguas arriba de las Tablas de Daimiel. El interés de los demandantes fue el de adueñarse de las tierras que pocos años antes habían estado pletóricas de vegetación acuática y fauna; al poco tiempo el Tribunal Superior de Justicia dictaminó que esas tierras sí que eran un río y por lo tanto Dominio Público Hidráulico inalienable.


Salinas de Pinilla, de probable origen pre-romano

      Pero el mal ya estaba hecho y las tierras usurpadas, vaciadas de su turba y llenas de pozos para cultivos de regadío que aún hoy, con el Dominio Público nuevamente deslindado (2017), siguen cultivándose ilegalmente. Espero que pronto, cuando se resuelva definitivamente, esos 16 km. de pastizales y áreas pantanosas, como se ha prometido, pasen a engrosar el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.


Borbotones o "zampullones" en un Ojo del Guadiana

      Hasta hace pocos años en Ciudad Real y con una buena carga de socarronería, se decía que el Guadiana nacía en la depuradora de aguas residuales esta capital manchega, también, con más realismo, se dijo que el Guadiana verdaderamente había desaparecido de toda la meseta y que quién aportaba el agua era el río Bullaque, el afluente que nace en Cabañeros y desemboca en Luciana, donde entonces pude apreciar en su junta que el escaso cauce del Guadiana vertía casi un palmo por encima del profundizado lecho del Bullaque.


Riada en el puente de Corral de Calatrava

      Los criterios para establecer cuál es el río principal de una cuenca, son varios y de diferente peso, por lo tanto, sujetos a cierta arbitrariedad y al peso de lo previamente establecido. Tiene la mayor importancia el caudal medio anual, por eso una consecuencia y criterio usado en las confluencias, es el de constatar qué río desemboca en quién, quien vierte desde una mayor altura al otro, algo más encajado en el lecho fluvial común. El otro factor de importancia es el tamaño de la superficie de cuenca drenada; un mayor caudal suele ir de la mano de una mayor cuenca.


Santuario de la Virgen de Pinilla, lugar actual de inicio del curso del río Pinilla

      Pero esto no siempre se cumple, por ejemplo el Guadalquivir saca más agua de la menor cuenca de la sierra de Cazorla que de la mayor cuenca del Guadalimar-Guadalmena, que con un caudal ligeramente menor, mantiene el rectilíneo trazado de Sevilla con el suroeste de Albacete. Lo mismo ocurre con el alto Guadiana con las mayores cuencas del Gigüela o del Záncara, que desde su junta con el Guadiana Viejo o Canal del Prior, al sur de Alcázar de San Juan, drenarían una mayor cuenca que llega hasta el Sistema Ibérico en Cuenca; concretamente ambos nacen en los Altos de Cabrejas, a 1150 m. el Gigüela y al 1090 m. el Záncara. Por eso algunos hidrólogos optan por tratar al Gigüela como el río principal de la cuenca alta del Guadiana, a pesar de su mayor irregularidad y menor caudal medio, respecto a los antiguos aportes del Guadiana de los Ojos.


Río Pinilla poco antes de la laguna Blanca

     El Guadiana también desde Plinio el Viejo, se ha pensado que era el río "Anas", el río de los patos, algo lógico a poco que se conozcan las numerosas tablas del río, pero parece cobrar más credibilidad que Anna fuese una antigua deidad, bien relacionada con la diosa primigenia de los celtas, aunque también venerada en Anatolia, posteriormente cristianizada como Ana, la madre de la virgen María; o  bien la romana ninfa Anna, o la Anna de los cursos permanentes, Anna Perenna. También se relaciona el Guadiana con dos ciudades romanas aún no encontradas (del todo), Caput Flumine Anna y Laminium, la primera supuesta entre dos lagunas Colgada y Batana en Ruidera, aunque también se apunta en Viveros, cerca del llamado camino de Aníbal, y la segunda cerca de los Ojos del Guadiana (Laminium viene de Lamias o ninfas de los manantiales) aunque según otros se trata de Alhambra.


Manantial de los Zampullones (Bernardo Sevillano - ruideratreasures.com)

      Las fuentes del Guadiana, se encuentran aguas arriba y alimentando las lagunas de Ruidera, a parte de sus numerosos manantiales interiores. De la cabecera de Ruidera, el arroyo más permanente de todos es el río Pinilla que nace al noreste de Viveros en Albacete, a veces en la fuente del Burro en la Lagunica a 988 m., otras en el manantial del Ojuelo y las más, bajo unos grandes álamos en el santuario de Nuestra Señora de Pinilla. A partir de aquí continúa unos 26 km, hasta alimentar la laguna Blanca, la primera y más distante de las lagunas de Ruidera. El Pinilla poco antes del llegar a ella, recibe las aguas del buen manantial de los Zampullones, Zampoñones o Borbollones que todos esos nombres tiene y que quiere decir que se ve como el agua surge del suelo en borbotones como si estuviera cociendo, y que algunos consideran el manantial originario del Guadiana.


La Lagunica y la fuente del Burro, al este de Viveros, inicio del Pinilla

      Pero hay más arroyos, incluso más largos, como el Alarconcillo con su origen en la laguna de Navalcudia a 1050 m., al este de El Bonillo y punto más distante de Ruidera que el Pinilla y algo menor en caudal. También se podrían contar como fuentes del Guadiana otras, bastante tocadas por los enormes “pivots” del Campo de Montiel, como la lagunilla de Navalcaballo y otros nacederos cercanos a Viveros en el origen de Cañada Honda o los manantiales de las magníficas salinas de Pinilla.


Almacén yel  manantial salino, con Antonio y su hijo mostrándomelo

      Las salinas de Pinilla son espectaculares, sus manatiales alimentan una buena zona húmeda que casi llega a contactar con el no muy lejano cauce del Pinilla. El menor de los manantiales quizás sea el que alimenta de sal a esta instalación, pues es necesario sacarle agua para que emerja más y así alimentar a las distintas “"eras"” desde los estanques “calentadores” al que llega el agua izada por un complejo y antiguo mecanismo.


Lagunas de las salinas y el micro-endemismo Limonium pinillense

   Tuve la enorme suerte de encontrarme allí con Antonio de Viveros y su hijo, que me explicó magistralmente el funcionamiento de las salinas, no en vano el fue uno de los últimos trabajadores de allí a principios de los 90,’ en un intento final por sacarle rentabilidad a estas sales. Con el recorrí esas lagunas donde tuve la suerte de ver a una pareja de imperiales cazando patos y también un buen bando de grullas asentadas en estas lagunas. No esperaba encontrar tanta fauna salvaje, incluso ese día ha sido el que más imperiales he visto nunca.


Sabinares entre las Salinas y la laguna Blanca

      De allí me fui, siguendo la "ruta del Quijote" a la laguna Blanca, pletórica de agua y vida. Desde allí busqué los distintos manantiales, muchos de ellos escondidos entre la alta vegetación de carrizos y otros en las “cañadas” que vierten a la laguna Blanca. Aunque de camino me topé con maquinaria pesada levantando rocas de varias fincas entre  los magníficos sabinares del Campo de Montiel, para distintos cultivos algunos arbóreos (almendro y pistacho) y otros de viñas. Entonces comprobé lo que veía en la imágenes de los mapas. Un enorme sabinar, que Antonio me dijo que era el mayor de España (con permiso del de la sierra de Solorio), lleno de redondeles que como de un sarpullido infeccioso, estaban vaciando estos montes de sus majestuosas sabinas.


Inicio del cauce del Pinilla bajo los frondosos álamos del santuario

      Esta meseta montielense es geológicamente un punto clave del juego de fuerzas tectónicas penínsulares, es el llamado proyecto de investigación ABCO de los geólogos, relacionadas con un entorno litosférico flexural por la dinámica convergente de las placas Euroasiática-Ibérica y la Africana, que ha sido identificado como fenómeno explicativo de la dinámica eruptiva del Campo de Calatrava y también del abombamiento de esta región, convirtiéndolo en nudo hidrológico clave, donde convergen las cuencas del Guadalquivir, del Júcar y del Guadiana. De hecho al sur del nacimiento del Pinilla, entre la finca Mirones y Matas Negras, coinciden los tributarios de estas tres grandes cuencas peninsulares.


Alta meseta con nacederos entre Viveros y El Bonillo


      Estos son los hipotéticos lugares de nacimiento del Guadiana. Un año rico en lluvias y con una distribución dada, el Guadiana inicial, llevará mayor caudal en un lugar o en otro, también otros años secos, algunas de las lagunas de Ruidera se secarán y darán lugar a un cauce inconexo. Solo en escasísimas ocasiones se podrá ver un contínuo entre el alto Guadiana y el Guadiana de los Ojos. En mi opinión el Guadiana nace en los Ojos del Guadiana de Villarrubia-Daimiel, pero si nos referimos al total de la cuenca, el Guadiana nace en el Campo de Montiel, reuniendo todos esos altos manantiales y lagunazos que van a dar a las lagunas de Ruidera.


Al fondo se intuye la Conceja, la primera, tras la apartada laguna Blanca, del rosario de lagunas de Ruidera

      Hidrológicamente, aunque creo que he sido entendido al hablar del Alto Guadiana, se da por hecho que el Guadiana nace en los Ojos, por lo que, delimitando tramos, el Alto Guadiana iría desde éstos, hasta el Estrecho de las Hoces, en el límite provincial de Ciudad Real, donde comienza el escalón del borde de la meseta, aprovechado por las presas de Cijara, García Sola y Orellana que dar paso al curso medio del Guadiana que llega hasta la frontera portuguesa, donde ya tendríamos su curso bajo que termina en Ayamonte. En cifras: es el cuarto río más largo de la península ibérica con 744 km y el cuarto más caudaloso con un caudal medio de 78 m³/s. (curiosamente tras pasar Badajoz su caudal es de 26 m³/s.); su cuenca se extiende a lo largo de 67.733 km².


Siguiendo un arroyo que iba a dar a la laguna Blanca, me dí de bruces con varios muros que nivelaban el terreno para cuando se creo el círculo de este pivot, ahora plantado de árboles, antes de la zona húmeda, otra de las fuentes de la laguna Blanca


     Pero este río es la expresión palpable de la lucha entre una naturaleza desbordante y un desarrollo económico mal entendido, llevado hasta el extremo, con sus arroyos convertidos en canalillos, cuando no en cloacas. Nadie vigila, nadie denuncia o si acaso, tarde. Este río es el que más y mejores llanuras de inundación tiene en toda la península, pero están en trance de desaparición por la avaricia de los propietarios vecinos a ellas o por las viejas canalizaciones y drenajes que nadie osa revertir. Es el mejor y mayor pasillo ecológico en sentido oeste-este de toda la meseta y no le ponemos más que obstáculos y zancadillas. 


Pivots en los sabinares del nacimiento del Guadiana y preocupantte previsión de la variación hídrica peninsular 

   Para cuando un Guadiana natural. En el Plan Hidrológico del Guadiana se prevé que de los Ojos, convertido en claro testigo y medida del consumo de agua manchego, manen entre 50 y 70 Hm3 al año, una vez se racionalice el exceso de consumo actual. Pero yo solo veo como aumentan los regadíos y las plantaciones en su cuenca y pocos son los que alzan la voz por un consumo tan superior a las entradas de agua.



Gracia a Antonio de Viveros, a la información de Bernardo Sevillano y al ejemplar hacer fotográfico (desde aquí mi envidia) de Manolo Toribio.



Los Praos de Carrión

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            Los Praos de Carrión son una vasta superficie de aproximadamente 250 has., en relativo buen estado de conservación natural. Se trata de una gran zona deprimida formada por el arroyo Pellejero, también llamado Valdecañas, poco antes de su desembocadura en el Guadiana, donde ambas aguas conforman la península que aislaba y defendía la magnífica fortaleza de Calatrava la Vieja que fue durante siglos, la mayor ciudad existente entre Toledo y Córdoba. Cerca de la fortaleza, se encuentra el santuario de la virgen de la Encarnación, área de esparcimiento y celebración del municipio de Carrión de Calatrava, a quien pertenecen todos estos terrenos.


            Esta zona fue terreno de caza y una buena área de pastos ganaderos, prados o “Praos” que es el nombre que ha perdurado. También posee una fuerte impronta humana debido al trabajo de muchas generaciones de “yeseros”, quedando sobre el terreno, muestras de su antiguo oficio, como zonas escavadas, restos de casillas, hornos, etcétera. Con el decaimiento y cese de esta actividad, a partir de los años 80’, este paraje parece quedar en el olvido, salvo para los pastores y cazadores, aunque por desgracia, a principios de los 70’ sufrió trabajos de canalización, al igual que el aledaño río Guadiana.

Restos de un antiguo horno de yeseros

           Los Praos de Carrión tienen una naturaleza muy dependiente de los distintos ciclos climáticos que se suceden en este lugar, mostrando un aspecto, vegetación y fauna, extremadamente variable, según vengan estos ciclos. En un solo año se puede pasar de condiciones áridas, prácticamente salobres y esteparias, a un gran humedal con lámina de agua duradera por años. Esto conlleva que unas especies vegetales reemplacen a otras según estemos en un ciclo seco, húmedo o en sus transiciones.

El calaminar inundado tras un buen evento lluvioso

           Estas variaciones climáticas son continuas; tras la sequía del primer lustro de los 90’, llegaron las fuertes lluvias de 1996-97, pero fue a partir de finales de 2009, con el comienzo de un nuevo ciclo lluvioso, cuando se recargó hídricamente esta región, aguantando algunas lagunas varios años seguidos, con el apoyo de la cercanía del nivel freático a la superficie, probablemente gracias a la existencia de acuíferos locales, menos profundos que el gran acuífero manchego. En la actualidad, al parecer, estamos terminando un reciente ciclo seco.

Cardales de varios tipos en pleno evento climático seco, sin lagunas residuales

            Los terrenos de los Praos acogen la vegetación propia de los dispersos humedales estacionales que, rodeados de bosquetes de tarayes, muestran grandes carrizales, praderas juncales y pequeñas manchas de vegetación salina, todo enmarcado por un entorno agrícola con su vegetación arvense, aunque con algunos retazos de suelos pedregosos sobre la dura costra caliza manchega, con sus tomillares y sus efímeras especies asociadas. Pero básicamente, dominan formaciones vegetales nitrófilas, como cardales o un gran calaminar. Toda esta vegetación es tanto o más interesante, al mostrar todo tipo de transiciones entre unos y otros tipos; hacia lo salino, hacia la costra caliza, hacia lo lacustre, hacia tomillares o hacia los cultivos.

Distintas formaciones vegetales hacia el centro de Los Praos

          La vegetación lacustre está dominada por los carrizales Phragmites australis y allí donde el agua es más profunda o permanente, aparece la espadaña Typha dominguensis y varios tipos de altos juncos (Shoenoplectus lacustris y S. littoralis), con alguna escasa mata de masiega (Cladium mariscus). Sobre suelos con el nivel freático más profundo, aparece el junco churrero (Scirpoides holoschoenus), aunque si los suelos son más salinos, que es lo más frecuente, aparece otra vegetación dominada por juncales salinos, formados por la castañuela (Bolboschoenus maritimus) y otros como el almorchín Schoenus nigricans y los juncos Juncus maritimus, J. subulatus, etc. 

Al bajar las aguas todo se llenó de jóvenes tarayes

          En estos suelos con más humedad aparecen espesos lastonares de Elymus curvifolius y E. hispidus o los espesos fenalares de Brachypodium phoenicoides. Entre estas masas de juncáceas y gramíneas aparecen las altas varas floridas de Cochlearia glastifolia y de menor talla Samolus valerandi, Centaurium spicatum, etc. En los bordes de estas áreas húmedas aparecen numerosos tarayes (Tamarix canariensis), no siendo muchos los individuos que llegan a hacerse añosos, apareciendo éstos ya en la desembocadura del Pellejero o en el sobre-excavado canal del Guadiana.

Más que una zanja, esto es la "tumba" del Guadiana

Las áreas verdaderamente salinas son escasas y puntuales, el rincón de Charco Raso y otras aún menores; hace pocos años existía otra buena zona en la parte cercana a la ermita. Dominan los almarjales de Suaeda vera y grandes masas de acelguillas (género Limonium). En el centro de las despejadas áreas más salobres aparece, siendo muy escaso, el llamativo coralillo (Microcnemum coralloides). Allí donde aparecen manchas blancas salobres en el suelo, aparece el micro-pastizal de Frankenia pulverulenta y bordeándolo, juncales salinos o espesos herbazales de las gramíneas salobres Aeluropus littoralis, Puccinellia festuciforme o la cebadilla Hordeum marinum. En algunos encharcamientos temporales y someros aparece la escasa y protegida Lythrum flexuosum.

En pie Centaurium spicatum y tumbado y algo pasado Lythrum flexuosum

La vegetación menos influenciada por el agua, los yesos o la salinidad del lugar, es la relacionada con el cercano encinar manchego que aparece en los vecinos montecillos la Dehesa de Carrión. Apenas aparece alguna encina pero sí, retamas y esparragueras que junto con tomillos (Thymus vulgaris) y zamarrillas (Teucrium gnaphalodes) son la única vegetación leñosa que aparece en puntuales áreas interiores pedregosas y zonas de transición a la dura costra caliza. Acompañando esos tomillares aparecen plantagos y astrágalos, y un cortejo de especies anuales típicas acompañantes del encinar manchego (carlina, ruda, cardillo, salvia, viboreras, lengua de perro, resedas, lechetreznas, cañahejas, jarillas, etc.).

Un bello escudero sobre la alta y fructificada Cochlearia glastifolia

          Es muy abundante, incluso dominante, la vegetación halonitrófila, es decir, aquella de suelos alterados y moderadamente salinos, ya sea la alteración producida por causas naturales (inundaciones con aportes de broza y residuos orgánicos) o humanas (remoción agraria, vertidos, excavaciones, incendios, etc.). Esto queda de manifiesto en lo que quizás sea uno de los mayores calaminares manchegos que son los matorrales de Salsola vermiculata, llamado “calamino” en la Mancha o “sisallo” y sisallares en Aragón. Aparte del calaminar, relativamente pobre en especies, este tipo de formaciones son muy diversas, tanto que probablemente aquí se ofrezca el mejor catálogo de este tipo de comunidades de toda la Mancha.

Un calamino cubierto de líquenes anaranjados. Abajo cardales de Sonchus crassifolius

Abundan los cardales, existiendo una gama muy completa de estas compuestas; aparte de tobas o cardos borriqueros, cardos marianos, centáureas, carlinas y cardillos, hay varios tipos de Cirsium (C. monspessulanum, C. pyrenaicum y C. vulgare), también destacan las pinchudas y blancas masas del salino Sonchus crassifolius y ya cerca de los canales, S. maritium

Masas de asteriscos (Asteriscus aquaticus) toman rincones de los Praos

   También abundan formaciones de escasa talla dominadas, de forma masiva, por las amarillas estrellas de Asteriscus aquaticus o las resedas, y praderas de vistosas gramíneas, como Polypogon maritimus o de Hordeum marinum, otra especie abundante es la alta y viscosa herbácea Gypsophilla tomentosa y las viboreras.

Viborera (Echium vulgare) de gran tamaño y cardales con Cochlearia a contraluz

La vegetación sobre los escasos suelos acumulados sobre la dura costra caliza, es pequeña y efímera, con especies anuales tales como: Linaria amethystea var. albiflora, Campanula erinus, Asterolinum linum-stellatum, Valerianella coronata, Hedypnois cretica, Helianthemum ledifolium, Cerastium pumilum, Galium parisiense, Medicago minima, Androsace máxima, Herniaria cinérea, Filago pyramidata, Bombycilaena discolor, Raghadiolus stellatus, Centaurea melitensis, Urospermum picroides ygramíneas como la enana Mibora minima, junto a Stipa capensis y Brachypodium distachyum.

La dura costra caliza bordes las áreas deprimidas del Pellejero

            La situación de la fauna va acorde con la salud del lugar. Aquí suelen criar las garzas imperiales y aguiluchos cuando hay agua, se puede ver a la nutria que alguna vez también ha criado aquí. Las aves acuáticas y sobre todo, las esteparias, como gangas, sisones y bastantes alcaravanes, son las más comunes por aquí, aparte de ser zona de campeo de multitud de rapaces y especies migratorias como anátidas varias, cigüeñas blancas o la menos común cigüeña negra.

Grandes praderas de Limonium carpetanicum en las áreas altas y secas
       
La situación de los Praos a pesar de no ser mala, en general, no deja de ser preocupante por la deriva de los últimos años. He visto como buenas hectáreas de calaminar, pasaban a ser aradas, con los troncos de los calaminos acumulados en montones, junto con las grandes piedras, o esparcidos por todo el terreno; igual ocurre en otras áreas contiguas, antaño viejos barbechos, aradas y sembradas, como es lógico, con rendimientos raquíticos, pero supongo que subvencionados. La gran mayoría de estos terrenos están bajo el paraguas de una gran propiedad que afortunadamente, tiene a bien no interferir en los procesos naturales que mandan en estos terrenos, y por otra parte arrienda la caza, lo que tampoco interfiere negativamente. Pero parte de los terrenos también están arrendados y es ahí, donde vienen los problemas.

Cuando la vegetación parece estabilizarse y mejorar, alguien llega y pasa el arado

Se han producido roturaciones, limpiezas de bloques y “descostramientos” de la caliza que en algunos casos han sido denunciados por los agentes medioambientales, pero tales labores no han sido autorizadas por la propiedad, sino a instancias de esos arrendatarios. Por lo visto, existe un absurdo hueco legal para cometer estos atentados. 

Garcillas cabalgando un rebaño de ovejas

      Todos esos suelos figuran como pastos naturales, es decir “prados” y en teoría no son roturables según la Ley de Montes, pero existe una argucia legal que consiste en declararlos como “suelos de vocación agraria” (Cámaras Agrarias) que es la que aplican para saltarse esas prohibiciones. Precedente o modus operandi peligrosísimo, por poder ser de aplicación potencial a todas las áreas naturales que quedan en la Mancha. Además las denuncias o advertencias de los agentes llegan a la propiedad que no está al corriente de lo que hacen algunos de sus arrendatarios, creando otro limbo jurisdiccional respecto al sobre quién recaen las infracciones cometidas.

Zanja de drenaje sobre el Pellejero-Valdecañas

Peor suerte está corriendo la esquina más nororiental de los Praos, allí donde terminan las áreas húmedas, al otro lado de la carretera a Fernancaballero. Allí comienza una buena área de dura costra caliza que por esto se libró durante años del arado, pero estos recientes años de especulación de terrenos rústicos, han dado al traste con gran parte de esta seca, pedregosa pero valiosa área. Aún quedan algunas grandes encinas y multitud de plantas interesantes entre las que destacan varias orquídeas y la llamada hierba de la siete sangrías Alkanna tinctorea.

A pesar de los bloques de costra removidos, este es uno de los mejores rincones del NW

    En los alrededores del puente de Malvecinos existe un antiguo molino y la costra calcárea se muestra a los bordes del Guadiana en todo su esplendor, aunque también hay grandes montones de roca caliza acumulada, recordándonos su vulnerabilidad. Otra buena zona de costra aparece a los bordes del Pellejero, entre dicho puente y el castillo, zona a menudo castigada por pistas de motocross o para correr galgos, pero con buena vegetación de costra. Una peculiar vegetación propia de esa costra que, dada la destrucción de casi toda la costra caliza en la Mancha, junto a su pequeña talla y carácter efímero, está despareciendo, sin que nadie repare en ello.

Pistorinia hispanica y Linaria amethystea var. alba son dos pequeñas joyitas de la costra caliza

El ayuntamiento ha acometido con éxito, en esta zona NW de los Praos, la restauración de los Baños del Hervidero, una muestra más del vulcanismo del Campo de Calatrava puesto de manifiesto en un manantial de aguas burbujeantes, llamados localmente “hervideros”. Por otra parte más que plausible, la actuación de la “Asociación Naturalista Tablas de Calatrava” que trata de poner continuamente en valor estas áreas, con diversas publicaciones digitales e impresas, y acciones, entre las que destacan la reconstrucción del trabajo de los yeseros que faenaron aquí por generaciones, volviendo a poner en funcionamiento un horno de yeso en una iniciativa, fruto de la que salió a la luz un interesante librillo “Los Yeseros de Carrión”.

Aquí se fundó la primera Orden Militar, la Orden de Calatrava

 Tablas de Calatrava también promueve teatralizaciones y mercadillos medievales en el interior de la fortaleza de Calatrava la Nueva. Actuaciones y actividades más que recomendables para una contemplación “viva” de este histórico lugar que sigue pidiendo a gritos, su ampliación y restauración a mayor escala que la bien realizada hasta ahora. La institución del premio “Tablas de Calatrava” que este último año 2018, recayó en Miguel Delibes de Castro, ha sido otro de sus grandes aciertos.

Fortaleza de Calatrava la Vieja, a la izquierda bordes ermita de la Encarnación y vistas hacia el norte

   La protección y puesta en valor de los Praos de Carrión, no se puede entender sin su completa integración en el conjunto natural y humano del que forma parte. El núcleo central sin duda debería ser la fortaleza de Calatrava la Vieja y el Santuario de la Encarnación, núcleo central de estos terrenos, que se encuentran rodeados, por el norte por la buena llanura de inundación del Guadiana a pesar de su artificial encauzamiento, la naturaleza ha sabido salir airosa de ese atentado, aunque no del de Charco Salado.


     Por el sur y oeste, la gran amplitud de los Praos, con el arroyo Pellejero-Valdecañas, su conjunto de cañaverales, pastizales y sus secas zonas yesíferas. Ambas zonas, Guadiana y Pellejero, contorneadas por gruesos paquetes de costra caliza y los bordes de campos de cultivo y eriales, son de indudable valor para las especies esteparias manchegas.

En tonos blancos, saladares de Charco Seco, abajo desaparecido saladar cercano a la ermita

   Tal es el valor de este lugar que hace años, previa a la ampliación del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos, propusimos la inclusión de toda esta área, junto con el cauce y llanura de inundación del Guadiana, en la previsible y deseable ampliación del Parque. Castillo y santuario, serían el segundo principal punto de acceso a dicho Parque Nacional. La falta de amplitud de miras y sentido de la oportunidad de las autoridades manchegas, dieron al traste con esta magnífica ocasión.


Esta opción sigue siendo perfectamente válida y realizable, máxime viendo la tendencia destructora sobre el medio ambiente que parece estar reinando en toda esta área, llena de lugares salobres o pedregosos que por su escaso valor agrario estaban silvestres, pero que dada la absurda especulación actual, está terminando con localidades parecidas a Los Praos, como ha ocurrido en la cercana lagunilla de Charco Salado, los Ojuelos de Villarrubia y por desgracia tantos otros más.


   Esta región es eminentemente agraria, pero los escasos rincones que quedan sin roturar son verdaderos refugios de las últimas señales de vida del mundo natural manchego. Estas áreas naturales están infravaloradas, no tanto por los ciudadanos, como por sus autoridades que prefieren plegarse a otros intereses aparentemente más rentables y cortoplacistas, pero hipotecando un futuro que es el de todos. 

   
   Estos espacios, aparte de su carácter lúdico y conservacionista, son enclaves necesarios para la captación de agua para el gran acuífero del que vamos a tener que vivir agricultores, ganaderos, cazadores, la naturaleza con todos sus ciclos, plantas y animales, y toda la población manchega en su conjunto que va a tener que beber de su agua que deberá ser lo más limpia posible. 


   No va a haber tuberías excedentarias que nos traigan agua de grifo, la gran solución está bajo nuestros pies, ese acuífero se ha de mimar más aún que el agua superficial, pues va a ser la única garantía de futuro, si las previsiones climáticas se van cumpliendo como hasta la fecha. La agricultura forzosamente ha de reconducirse a terrenos más dentro de la lógica que de un mercado fuera de lo racional.


El Único Pinar Natural de Sierra Morena

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Esta entrada está dedicada al buen hacer de  Jesús Charco, un gran investigador de la flora (y fauna) nacional y norteafricana, que dedicó bastantes años a describir la situación y ecología de los últimos pinos autóctonos de Sierra Morena.
         Mucho se ha hablado de la naturalidad o no de los pinares ibéricos, yo tampoco me he podido resistir en varias ocasiones en este blog. Creo que mis ideas las tengo bastante claras y nadie me ha sacado de ellas, aunque en un tiempo dado el tremendo exceso repoblador y, por qué no decirlo, destructor de una buena parte del monte español, no les guardaba mucho cariño que digamos y apoyaba a quienes opinaban que la gran mayoría de los pinares ibéricos estaban suplantando a los verdaderos bosques naturales, formados por especies frondosas o quercíneas.
         Incluso aquellos beligerantes inicialmente con los pinares, como la escuela comandada por Salvador Rivas-Martínez, han ido reconociendo paulatinamente y definiendo científicamente y con una buena dosis de datos y argumentos, las sucesivas asociaciones de vegetación capitaneadas por especies de pinos. Aun así, es posible encontrar “elementos” que todavía no se han puesto al día y siguen sin reconocer los excesos repobladores de antaño, despotricando y retoricando sobre esta escuela, mostrando un desconocimiento total sobre el actual estado del conocimiento en esta materia, como quedó demostrado hace un año, en una jornada científica sobre Espacios Protegidos y repoblaciones forestales celebrada en la escuela de Ingenieros de Montes de Madrid, donde el catedrático Luis Gil reventó dicha convocatoria desde la propia mesa, dando un espectáculo lamentable a alumnos y asistentes.
         Los pinares ibéricos vivieron mejores tiempos en el pasado, en un clima más duro y más fresco que el actual, dada su buena adaptación a estas condiciones. Con la dulcificación del clima, el progreso de las demás especies arbóreas les fue recortando su terreno, lo que unido al uso del fuego “civilizador”, las guerras, los incendios forestales y la tala para uso y consumo humano les fue dando la puntilla, ni tan siquiera las medidas protectoras de gobernantes y autoridades pudieron remediarlo.
         Los pinares ibéricos han sufrido una suerte desigual y en muchos casos manipulada, tanto para lo bueno como para su desaparición. La rectitud de sus fustes siempre les hizo preferibles como material de construcción y carpintería, lo que hizo que fuesen más demandados y talados que otros tipos de bosque, por el contrario, la facilidad de repoblación y su dureza para soportar las primeras fases vitales, les dio un protagonismo a todas luces excesivo en nuestros montes,  a mediados del siglo XX, tendencia en ligera corrección en las últimas décadas.
Solo algunas especies están en expansión, principalmente el pino carrasco Pinus halepensis, el pino piñonero P. pinea y el resinero P. pinaster, ambos aprovechando los huecos producidos por múltiples causas, en bosques de quercíneas y su matorral serial, así como aprovechando su mayor velocidad de crecimiento y su mayor capacidad de dispersión. También un monte erosionado, excesivamente trabajado o removido, las situaciones de inestabilidad, hacen que el poder colonizador de los pinos multiplique exponencialmente a la capacidad expansiva de otras especies de árboles.
Otros pinares se encuentran en franco retroceso, el calentamiento climático está arrinconando a las especies más montañeras hacia cotas superiores, cuando pueden subir, además este calentamiento los debilita y también abre la puerta a la llegada de plagas nefastas con ellos, un ejemplo reciente es la debacle de los pinares repoblados con el pino de Monterrey Pinus radiata (P. insignis) en el País Vasco. A parte de con este cultivo forestal, también y no tan dramáticamente, está ocurriendo con el pirenaico pino “moro” Pinus uncinata y con Pinus sylvestris y P. nigra en todas las montañas ibéricas.
         Son muchos los que piensan que grandes regiones biogeográficas, como pueda ser la Luso-Extremadurense, que ocupa algo más de casi todo el cuadrante suroeste ibérico, no poseen pinares naturales en esa gran extensión, pero como nos demostró recientemente Jesús en una excursión del Congreso de Biogeografía celebrado en Ciudad Real el pasado año en Sierra Madrona, los pinares de Pinus pinaster llegaron a enseñorearse de grandes zonas cumbreñas de esos cuarcíticos macizos de Sierra Morena y Montes de Toledo en una pasado no muy remoto, como además pueden atestiguar la gran cantidad de (fito)topónimos dispersos por todos los montes de esta gran región.
         Pudimos experimentarlo en los escasísimos y menguados pinares que aún prosperan en la sierra de Navalmanzano. Pinares ya mentados en escritos que señalaban los límites del obispado de Córdoba en la edad media. Muchos de ellos pinos cimeros, ocupando estaciones muy rocosas, en grietas y rincones y otros, los más atrevidos, en situaciones de ladera, a veces protegidos por pedreras.
         Según nos contó Jesús, la dinámica de los pinos en toda la región ha estado sujeta a la actividad humana, no tanto por su aprovechamiento forestal, sino por el manejo del fuego en toda esta homogénea región. El único aprovechamiento pasado del monte, quitando el ocasional cinegético, que hoy se ha impuesto totalmente y la apicultura, era la ganadería de cabras. La pobreza era tal que hasta estos ásperos lugares tenía que venir la gente a buscarse el sustento. Para el manejo de pastos era crucial el uso del fuego, a partir del incendio el monte se abría y brotaba la hierba, pero con el paso de tres, cuatro años, ya se había cubierto de arbustos y se hacía necesario otro incendio. Así ha sucedido durante muchas generaciones y el pino solo ha podido soportarlo en las estaciones más rupestres.
         Desde estos escabroso lugares, si se daban las condiciones, como ha ocurrido aquí, el pino llegaba a colonizar las inestables laderas de la vecindad de los lugares donde había permanecido acantonado tras los fuegos. Todo a la espera de otro incendio que los hiciese retroceder de nuevo. La historia de esta dinámica tan inestable y dañina ha ido eliminando los pinares de una sierra y otra hasta llegar al panorama actual, y mira que hay cientos y cientos de sierras por toda la región, todas, como ocurre en los relieves apalachenses, de alturas bastante uniformes, alcanzando el cordal principal de Montes de Toledo, entre los 1300 y los 1450, los de Sierra Morena, entre los 1100 y 1300, y la gran multitud de sierras intermedias entre unos y otros, entre los 700 y 900m, siendo las serratas de la vecindad del Guadiana, la más bajas, con largas hiladas cuarcíticas cumbreñas de entre 600 y 800m.
         En la actualidad y fruto de la fiebre repobladora de antaño, estas montañas pletóricas de quercíneas (encinas Quercus rotundifolia, quejigos Q. broteroi-faginea, robles Q. pirenaica, alcornoques Q. suber, coscojas Q. coccifera e incluso el quejigo gaditano Q. canariensis) y un bosque mediterráneo tremendamente diverso en especies, fueron desplazadas en muchos lugares por repoblaciones que Pinus pinaster y con ello paradójicamente, un mayor peligro para este bosquete relicto. Con las repoblaciones llegaron elementos que nunca habían existido aquí como la procesionaria y las ardillas, y que no contundentes, sí visibles y peligrosos, uno para los árboles jóvenes y las ardillas por reducir, con su consumo de piñones, fuertemente el reclutamiento de nuevos ejemplares.
         Pero uno de los mayores peligros, viene de la sobreabundancia de herbívoros campando por estas sierras que han visto, una vez casi desparecido el ganado doméstico, como sus efectivos no han parado de incrementarse durante años. Incluso ya contando desde siempre con la presencia de la cabra montés, muy retraídas y acantonadas en determinadas fincas cercanas (al parecer se está identificando actualmente como una subespecie nueva), el verdadero peligro son los venados, no tanto por su consumo de ramón, apenas visible, como por su querencia a ser desmochados y rotos de jóvenes para rascarse la cornamenta. o quitarse las pielecillas de las cuernas.
         Poco a poco los pinares repoblados, en cotas bastante inferiores, se van naturalizando, es decir, mezclándose con la vegetación de la zona. También trabajos silvícolas acometidos por la autoridad de uno de los mayores (150.000 has.) y más recientes Parques Naturales españoles, como es el Parque Natural de Alcudia y Sierra Madrona, tienden a suavizar y naturalizar esas grandes masas de pinares, al menos en las zonas cercanas a la carretera nacional de Puertollano a Montoro.
Un parque muy poco dotado, pero con buenos profesionales que se multiplican para poder dar abasto a una inmensa carga de trabajo, en una región llena joyas naturales y grandes problemas, en el mejor monte mediterráneo peninsular, para mí sin duda, me gusta mucho Cabañeros, pero el Parque Nacional del monte mediterráneo debería estar aquí. Sierra Madrona es muy especial y completa, no en vano, aquí están todavía reunidos la flor y nata del bosque mediterráneo, el lobo (por los pelos), el lince, la nutria, la cabra montés, la real, la imperial, la perdicera, la cigüeña negra, el alimoche, el buitre negro, etc.
De camino hacia el pinar pudimos contemplar una de las mayores rarezas botánicas de Sierra Madrona, la especial planta carnívora Drosophyllum lusitanicum, una planta parecida a la drosera, de la que toma el nombre genérico, de largas hojas con gotillas pegajosas en su margen que cuando atrapan un insecto, se cierran en espiral sobre él.
Lo verdaderamente sugerente de Sierra Morena, son sus impresionantes dimensiones y extensión, los inmensos jarales, sus madroñales, sus bosquetes de quejigos en las umbrías y en la vecindad de los arroyos, las hiladas de altos alisos bordeando sus ríos, los altos y espesos robledales, los mayores de la mitad sur peninsular y sus grandes riscos, repetidos hasta la saciedad pero en multitud de formas diferentes, casi siempre estratigráficamente fileteados en vertical, muchas veces cortados por profundas e inaccesibles hoces.



NO a la MINA

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Los proyectos mineros del oeste de Ciudad Real

                La naturaleza salvaje del oeste ibérico está en verdadero peligro. En general salvada de la agresividad de la moderna agricultura que está acabando con las escasas áreas naturales de la Mancha y las zonas bajas del Tajo y Guadiana extremeño, dado su carácter montuoso de suelos poco aptos para aprovechamientos agrarios, ahora viene a sufrir el embate de una minería especulativa que se ha lanzado de golpe a por multitud de lugares que, parece pura coincidencia, son de las mejores áreas naturales españolas.


                Toda parece responder al unísono a un momento de aprovechamiento hasta el límite de los recursos del suelo que se puedan “poner en valor”. Vemos las salvajadas de un capitalismo desbocado que va por países tercermundistas imponiendo su ley del más fuerte, provocando guerras, cambiando gobiernos o destrozando grandes áreas salvajes y nos parece que es una película de países pobres y gobiernos corruptos. Pero cuando vemos que por todo el oeste español, desde Galicia hasta Huelva, existen centenares de proyectos mineros, prometiendo el oro y el moro, comprando alcaldes, tirando de “puertas giratorias” en las administraciones autonómicas y cebándose en áreas que han ido convirtiendo en vacíos demográficos, donde la contestación social va a ser mínima, es fácil comprender que el peligro es muy serio.



                Voy a hablar solo de unos pocos casos muy concretos, en el oeste de Ciudad Real, el epicentro de la mayor área salvaje peninsular, aunque esto sea solo reconocido por los cazadores y por unos pocos amantes de la naturaleza, viajeros o naturales, directos o indirectos, de esta fantástica región. La región de Los Montes, donde Montes de Toledo y Sierra Morena entran en contacto a través de decenas de serrezuelas paralelas a las anteriores aunque menos nombradas. Comparada con otras grandes naturales ibéricas, esta apenas es conocida, quizás por sus duros veranos, por ser el paraíso de los latifundios o por la ausencia de altas cotas altitudinales.

Parte de "Oretania" y en rojo, la zona donde van las minas del oeste de Ciudad Real, pegadas al sur de Cabañeros, en el corazón montuoso de toda esta región

                Esta región que yo llamaría Oretania, por aproximación a un sinónimo de los Montes de Toledo (amplia región perteneciente al obispado de Toledo que excedía en mucho los límites provinciales), está limitada a norte y sur por Tajo y Guadalquivir, aunque tiene continuidad más al norte, por Momfragüe y otras muchas sierras cuarcíticas apalachenses idénticas a las que conforman sus relieves; al oeste tiende a difuminarse, en Badajoz, a partir de la Siberia y la Serena, humanizándose en Tierra de Barros y el Bajo Guadiana; y se estira al el este por Sierra Morena hasta llegar a límites albaceteños y jienenses. Biogeográficamente la región está bien definida como la subprovincia Luso-Extremadurense que en la práctica es el país de las dehesas ibéricas que pueblan sus escasas llanadas y los pies del maremágnum de sierras y serrezuelas que la conforman.


                En el oeste de Ciudad Real, al menos que se sepa, hay tres proyectos mineros en distinto grado de aprobación, en Abenójar, Fontanarejo y en el término de Puebla de Don Rodrigo, aunque muy cerca de Arroba de los Montes. 


         Tuve recientemente la oportunidad de dar una charla en el bar La Era de Fontanarejo, sobre los importantes valores naturales de estos municipios y sus inmediatos alrededores, para que conozcan y valoren mejor aún lo que tienen en sus tierras y que luego sopesen si merece la pena arriesgarse a perderlo. No es nada nuevo, llevo años pidiendo e informando en este blog sobre el que debería ser el Parque Nacional del Guadiana, a partir de Tablas de Daimiel y Ciudad Real capital, hasta los grandes pantanos extremeños y que debería reunir en él todo un rosario de espacios naturales protegidos, desde Cabañeros al norte hasta Valle de Alcudia-Sierra Madrona, al sur.
                Uno de los proyectos en Abenójar, en la magnífica finca de la Encarnación, contra la voluntad de su propietaria, parece que está ya aprobado. El de la mina de fosfatos en Fontanarejo, parece haber pasado el trámite de Declaración de Impacto Ambiental, tras colarse un estudio medio-ambiental que parece diseñado específicamente para pasar este trámite, sin tener en cuenta los valores ambientales del lugar y vecindad y obviando la existencia de una buena cantidad de características únicas de este lugar. Baste de ejemplo señalar la mejor localidad mundial de ictiofósiles de Daedalus davidii y el estar a menos de 10km. del Parque Nacional de Cabañeros.
                El proyecto de Arroba de los Montes (Puebla de Don Rodrigo) lleva consigo un impacto enorme, con una escombrera gigante a establecer sobre una de las laderas de toda Castilla la Mancha más rica en grandes deslizamientos, con la mina a cielo abierto en la cabecera del Vallecristo, valle que vierte al corazón del Estrecho de las Hoces, uno de los espacios naturales más salvaje y espectacular de toda la región. Hoy la moderna minería ya no es subterránea, es a cielo abierto, abriendo un cráter en el terreno de enormes proporciones y de costosa recuperación, con grandes infraestructura como un lugar de molienda, tratamiento y obtención del mineral y las vías de comunicación entre éstas y el gran vertedero de estériles y productos de desecho.


Todo esto no afecta solamente a las parcelas que sufrirán la instalación de estas infraestructuras, sino al conjunto de la región. Las continuas explosiones, el movimiento de tierras y los transportes, afectarán al régimen hídrico superficial y subterráneo, a la contaminación atmosférica (incluso radioactiva) con sus partículas en suspensión y los olores, al paisaje, a la ganadería, a la caza, a la apicultura, a la crianza de especies en peligro de extinción e influirán muy negativamente a otras actividades nada desdeñables como la caza, la pesca, el turismo rural, etc.., precisamente uno de los activos más importantes de toda la región y aun por desarrollar en relación al altísimo valor ambiental de todas estas localidades a caballo entre Badajoz, Toledo y Ciudad Real.


Conozco bastante bien esta lejana región y no dejo de asombrarme cada vez que vuelo por allí con nuevos lugares y rincones que no dejan de confirmarme que es una de los mejores sitios naturales de toda la península, y sé de lo que hablo. Esta vez la sorpresa la tuve coronando el Cerro del Águila, sobre el que va a ser el cráter de la mina, caminando sobre miles de extraños fósiles, reconocidos recientemente como del gusano gigante Daedalus davidii y no fue la única sorpresa, la otra fue, aunque ya había oído algo, la existencia, cerca de la proyectada escombrera de la mina de Arroba, en Peñas Pardas, de muestras de un excepcional megalitismo prehistórico, como una gran cabeza de ídolo que se ha convertido en el símbolo de la plataforma No a la Mina.
La charla versó sobre la geomorfología y vegetación de la zona que responde a la gran variedad topográfica, siendo dominante el encinar luso-extremadurense pero con variantes desde termo-xerófilas (acebuchares, lentiscares, mirtos, etc.) a higrófilas (robledales, castañares, abedulares, alamedas carpetanas, bonales, etc.) con especies puntuales poco comunes en toda la región central (Betula pubescens, Alnus glutinosa, Corylus avellana, Cytisus multiflorus, Coronilla juncea, Adenocarpus complicatus, Frangula alnus, Cistus psilosepalus, Citysus multiflorus, Genista triacanthos, etc.) o las especies protegidas de los bonales (Myrica gale, Erica lusitanica, Erica tetralis, Genista anglica, G. tinctorea, Serapias perez-chiscanoi, Fuirena pubescens, Rhincospora alba, Pinguicola lusitanica, Drosera rotundifolia, Lobelia urens, Sphagnum spp., etc.).
La geomorfología no desmerece en nada y realza y promueve toda esa variada vegetación anterior. El Guadiana muestra aquí, el curso medio fluvial mejor conservado de todos los grandes ríos ibéricos, dibujando una amplia red de grandes meandros, algunos casi coalescentes, dejando algunas lagunas aisladas por cierre del meandro, como la de Valparaíso; los meandros encajados del San Marcos y los del Tirteafuera en Abenójar; grandes hoces fluviales como el Estrecho de las Hoces (Puebla de Don Rodrigo), el estrecho de Tablacaldera (Luciana-Abenójar), el estrecho de Valdehornos (Navalpino) o la cresta cuarcítica zigzagueada por meandros encajados de Valle Moreno; el mayor conjunto de rañas de Europa; las calizas paleozoicas de Hojalora; la laguna volcánica de Michos; los asomos volcánicos de Valdelapedriza y los de El Castaño; las numerosas pedrizas de sus laderas, etc.
Figuras de protección de esta región son la reserva Fluvial de (el abedular) de Riofrío, los Bonales de Puebla de Don Rodrigo, Sierra del Hontanar, Barranquillos, el Alcornocal, Zarzalagorda, el Chorro, Riofrío, Membrillejos,


I Jornadas de Biodiversidad y Testing Fotográfico en Sierra Madrona

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                Hace poco tuve la ocasión de acudir a las Primeras Jornadas de Biodiversidad y Testing Fotográfico Valle de Alcudia y Sierra Madrona que tuvo lugar en Sierra Morena, organizado por la Asociación Cultural Madrona Activa a pocos kilómetros de Brazatortas, en el Aula de Naturaleza Arroyo de Carboneras que cuenta con instalaciones para acoger campamentos y con todo tipo de actividades, desde avistamiento de todo tipo de especies animales a actividades de senderismo o piraguas.
                La actividad tuvo lugar en dos sesiones, una primera, el sábado, de ponencias, presentaciones y vídeos, y al día siguiente una salida de campo conjunta que realizamos en la ermita de San Isidro y de allí por el arroyo de las Sierpes, en pleno corazón de Sierra Morena. 
                El primer día, quizás un poco intenso, por el número y duración de las exposiciones, pero repetible por la calidad y variedad, pero de las que todos salimos encantados, probablemene por el buen hacer de los ponentes. Unos más centrados en bichos, otros en aves, otros en plantas, pero todo interesante y redondeado un conocimiento lo más completo y blobal posible del medio biológico.
                De entrada, empezamos con las autoridades locales y medio ambientales, por un lado los alcaldes de Brazatortas y de Cabezarrubias del Puerto, y por otro con el director del que es el mayor espacio protegido de Castilla la Mancha, quien se tiene que multiplicar en todos los frentes, debido a las estrecheces de personal para manejar esas 150.000 has. 
          Empezó la ronda de exposiciones por la base, por la Geomorfología como creadora de la gran diversidad de paisajes que caracteriza Sierra Morena, con una completa y documentada presentación de Jose Luis García Rayego. Quién siga mi blog, ya habrá visto varias entradas relativas a la geomorfología estos lugares, con varias entradas sobre algunas de sus mejores “hoces”, los grandes hachazos geológicos sobre las estructuras plegadas que compartimentan estos espacios serranos.
                A pesar de las horas de atención, los ponentes nos atrapaban con su buen hacer y con algunos videos e imágenes insuperables en comparación con aquellos otros que se suelen ver, por ejemmplo, en la 2 de TVE. A todos nos llamó la atención, el vídeo realizado por Alberto Redondo Vila que nos dio una conferencia sobre mariposas, de un “torneo” de arañas a lo largo de un grueso hilo tendido entre dos matas, al que se subían dos contendientes desde cada lado, para pelear en el centro, a la vista de las hembras, hasta que caía uno, llegando otra araña a ocupar su plaza, para luchar de nuevo hasta que el mejor combatiente permaneciese imbatible en ese hilo, comportamiento nunca observado hasta entonces y, por supuesto, nunca grabado.
                En el centro también se encontraba una muy buena exposición de fotografías de aves realizadas por Rafael Escanciano, un buen fotógrafo de Almadén que como buen conocedor de esta zona y de sus moradores alados, ha obtenido a lo largo de los años una colección de impresionantes fotografías “naturales”, sin trampa ni cartón, del variado elenco de rapaces y otra aves de la región a costa de constancia y sacrificio, y de conocer muy bien el comportamiento de las diferentes especies.
                Hubo charlas de flora a cargo de Rafael Tamajón, de coleópteros por Jorge Angel Ramos Abuin, de aves por Alejandro del Moral, de herpetos por Raúl León (Raulophis), etc. que se fueron sucediendo hasta la charla sobre la especie emblemática de la zona, el lince, a cargo del responsable del proyecto Life-Iberlince en Castilla la Mancha, Francisco Ruiz Alba, momento de máxima salivación entre el grueso del personal con sus imágenes y vídeos.
           Particularmente, a mí me pareció magistral, por el entusiasmo, saber y pasión por todo tipo de reptiles de Raulophis. Yo le pagaría para que fuese por todas las escuelas rurales a enseñar a los chavales a queres y admirar a los reptiles, seguro que él, lo conseguiría.


Cabo de Gata, Almería

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          Este año el invierno y comienzo de la primavera ha sido generoso por el sureste ibérico, más en concreto por el Cabo de Gata, en Almería. Una Semana Santa que trajo de cabeza a los turistas. Solo aquéllos más alerta o con más posibilidad de elegir fechas, pudieron capearla en su primera parte, pues en la segunda y principal, jarreó y aguó las expectativas de cientos de bañistas que tuvieron que ver el mar desde las ventanas o desde la sombra de los paraguas.



          Un amigo mío estuvo por allí poco después y me dijo que nunca había visto aquello tan verde, me puso los dientes largos y a los pocos días pasé yo por allí y, en efecto, la respuesta de la vegetación semi-árida a unos buenos chaparrones es casi instantánea, en otras zonas tardaría, al menos de diez días a más de dos semanas, pero aquí en cuatro días estaba todo verde. 



         Los vientos y la vuelta de las temperaturas más acordes con la estación, hicieron que todo se fuese secando, pero poco a poco, dándonos tiempo a paladear unos paisajes y una flora poco común y sumamente agradecida.



          Es probable que esta entrada sea una mera excusa para mostrar las fotos que hice por allí o para “retoricar” de lo que está protegido y lo que no. Pero es un lugar de visita obligada, aunque solo sea para aprender a amar la geología hispana y el valor de una flora valiente que crece en los límites de lo que llamamos "desierto".



         Las magníficas calas o playas de por aquí, son de las que hacen pensar, pensar en todo, en el hombre y la naturaleza, en un Mediterráneo que ya no existe, en la España de vacaciones de verano y de vacaciones mentales continuadas.



        Da gusto poder disfrutar de este tipo de paisajes tan poco usuales, tan geológicos, de estos campos esteparios y carentes de arbolado, de unos paisajes casi de ciencia ficción, de tierra recién creada que es lo que parecen transmitir estas rocas, estas arenas, estas calas sin chiringuitos.



          Ya he realizado varias entradas sobre el sureste ibérico y su africanidad y, también hacía mucho que no volvía por Cabo de Gata, región a la que tuve querencia ya hace muchos años, pero que he ido viendo cómo, en general, se sobrevaloraba especulativamente, en el contexto general de un litoral que va desde el Mar Menor hasta la capital almeriense. Por eso mis últimos viajes han tenido lugar más por tierras murcianas, algo más tranquilas que estas almerienses. 



              Ni que decir tiene que se trata de los mismos paisajes, casi las mismas litologías, mezcla de volcánicas con calizas o de arenas petrificadas, con sus ramblas, sus acantilados y sus magníficas playas. Pero aquí en Cabo de Gata, casi todo se encuentra bajo una misma gran propiedad y bajo la figura de Parque Natural y aunque se le hubiera podido exigir mucho más, bastante ha parado la apabullante marea especulativa que ha sacudido toda la costa mediterránea, hasta convertirla en un “monopoly”.


Al fondo el "promotorium Charidemum" de los romanos, el cabo de Gata

Me he vuelto a reencontrar con unos paisajes que no han cambiado, con unas calas que siguen igual de tranquilas, sobre todo, aquellas a las que hay que llegar andando, y he agradecido sus fantásticas formas geológicas, algo que siempre es mucho más fácil de apreciar en entornos semiáridos que en tierras más lluviosas, donde la vegetación con su vestido, camufla esas formas, esas geologías.



         El vulcanismo aquí, es de libro; son grandes paisajes dominados por esas formas claramente volcánicas, no es como en las otras dos regiones volcánicas peninsulares, mi querido Campo de Calatrava, que viene a ser  la llanura caliza manchega, salpicada por aquí y por allá de volcanes que apenas llaman la atención y de grandes hoyas o maares de origen freato-magmático, siempre entre largos cordales cuarcíticos que preludian la región de Los Montes.


Formas columnares basálticas de enfriamiento de la lava

Aquí dibujando una forma abovedada que sirve de cabaña

       Tampoco es parecida a la región volcánica de La Garrotxa (Olot), con sus volcanes magníficos, pero modestos y camuflados por una magnífica vegetación mediterránea plena de lluvias.



Modesta desembocadura de una rambla de poco más de 2 km de recorrido

      Formas retocadas por la torrencialidad de unas escasas; pero tumultuosas precipitaciones: la primera vez que vine por aquí, fui a ver a un amigo que vivía en un cortijo por encima de San José, en medio casi de un llano que era la rambla seca, y al lado de su casa, había un par de neveras en medio del camino que el agua dejó allí en la última tormenta.


         Pero en esta región, más que la lluvia es el viento quien tiene la última palabra. Recuerdo que mi amigo Javier decía que se equivocó al poner paneles solares en su casa, que lo verdaderamente eficaz era un pequeño aerogenerador. Y así debe ser, solo de ver como se movía la arena en dunas y playas.





El viento también ha traído a estas medusas como polizones a estas playas

         Peor es intentar ponerse en el lugar de esa vegetación que tiene que soportar estoicamente ese continuado golpeteo y presión del viento, quizás no tan desecante como el de interior, por venir siempre del mar, con su carga de humedad que muchas mañanas tiene a bien formar neblinas o condensar en las plantas o rocas más frescas, aportando así una escasa, pero valiosa, carga hídrica.


Matas de barrón, de Launaea arborescens y una azucena de mar Pancratium maritimum, entre las arenas

         La potencia del viento es tal que aquí existen dunas remontantes, un fenómeno poco común pero espectacular. Cerca de Mónsul, en el Barronal, nombre relacionado con el "barrón" una planta ejemplo de adaptación extrema a los medios arenosos, Ammophila arenaria; comienza el aporte de arena para una duna que remonta poco más 100m de altura, hasta casi las cimas de esa pequeña cordillera más litoral.


Inicio de la duna en el Barronal y remontada
Término de la duna sobre la ladera volcánica a 100m de altura

          La variedad floral de esta región es enorme, quizás el sureste ibérico, en sentido amplio, incluyendo algunas sierras interiores, pueda ser el punto caliente o de más biodiversidad botánica de toda Europa. La gama de altitudes de la región, hace que aparezcan aquí, el inusual piso inframediterráneo, que solo vuelve a aparecen en Canarias y en el continente africano; el piso termomediterráneo, comprendiendo todas las áreas bajos, salvo las localidades más protegidas que acogen al piso anterior. Luego, subiendo un poco, la influencia mesetaria que entra aquí desde los confines del sureste manchego, forma el piso meso-mediterráneo con una vegetación idéntica, pero trufada de endemismos. Luego ya, si seguimos subiendo, ya pasamos al piso de sierras o supra-mediterráneo, a partir de los mil a mil trescientos metros, según sean solanas o umbrías, completan un total de cuatro pisos o cinturones altitudinales de vegetación, que en sus cimas más elevadas acogerían el escaso piso oro-mediterráneo. Habría que llegar hasta la Alpujarra almeriense para tocar, el último piso y completar así toda la gama, el piso crioro-mediterráneo.


Hammada articulata, una de las plantas mejor adaptada a condiciones extremas de xericidad

          Cada uno de los anteriores pisos tiene una vegetación que le es característica y si a eso le unimos las diferentes variables litológicas, completamos una gama amplísima de vegetación, según estemos en depresiones salobres, sustratos calizos, sustratos arenosos, sustratos ácidos, etc. que crean un mosaico vegetal difícilmente igualable en cualquier otra región ibérica. Para los de fuera, solo nos faltaría un poco más de agua para asegurar la existencia de muchas especies propias de áreas más húmedas o frescas. Aunque parezca descabellado en las altas montañas de esta región, todavía quedan algunos abedules o tejos, entre otras especies de carácter más norteño.


Paronychis

          Pero de todo el sureste, solo este pequeño rincón de la sierra del Cabo de Gata, atensora endemismos que solo aparecen aquí. Casi todos con su nombre específico de "charidemi" que es el nombre de esta área hispánica para los romanos, el cabo de Gata era el famoso Promontorium Charidemi; de ahí este apellido de las plantas exclusivas de estos pagos, amén de la presencia de otras muchas que solo aparecen en el litoral sureste en sentido más amplio.


Rosmarinus eriocalix, un romero especialmente adaptado a estas duras condiciones

         Esta región ha cambiado con el hombre y ha hecho con él, por culpa de él o a pesar de él, a llegado a los paisajes que tenemos hoy en día. Mucha de la biodiversidad que aparece, tiene su origen en las adaptaciones al trato humano, aprovechando ventajas competitivas o sabiéndose adaptar a los cambios introducidos por el hombre en la naturaleza. La variedad de especies de la familia de las crucíferas, por ejemplo, dan muestra de ello. Otra cosa es lo que está ocurriendo en las últimas décadas en esta región, la plastificación del paisaje, a todos los niveles; la lucha por el agua, la moderna existencia de “aguatenientes” o la irrupción de las sociedades de inversión en el campo, al amparo de legislaciones desfasadas o permisivas, está llevando, como en casi toda España, a una situación insostenible en la permanente dialéctica entre recursos naturales y actividades económicas.



          Pero aquí estamos en un Parque Natural, y por momentos, casi nos podemos olvidar de este enorme conflicto con repercusiones en todo (lo social, lo medio-ambiental, lo económico, etc.) y nos damos un chapuzón en algunas de las mejores playas españolas y salimos tan frescos del agua, aquí no ha pasado nada. Pero solo hay que entrar o salir de aquí, para darnos cuenta de que estamos convirtiendo nuestros últimos rincones naturales en parquecitos, en jardines ciudadanos, en relajantes documentales de naturaleza que nada tienen que ver con la verdadera realidad, con la tierra, con nuestra tierra. Estamos entrando en una esfera virtual de lo que es la naturaleza, no estoy contra los parques naturales o áreas protegidas, por supuesto que desgraciadamente son imprescindibles, pero estoy totalmente en contra del olvido generalizado que se está cebando en todas las pequeñas y grandes áreas naturales de nuestros pueblos, de nuestras ciudades, de todos aquellos rincones que nos quedan más cerca, que podrían ser los más disfrutables, sin tener que coger el transporte o el billete a la felicidad de estos destinos de naturaleza.




El Incendio de Gavilanes y Pedro Bernardo

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Todo ha vuelto a suceder de nuevo, han pasado 33 años desde el último gran incendio que dejó sin pinos más de medio término municipal de Pedro Bernardo y una tercera parte del de Gavilanes. Aquella vez el incendio vino de lejos, empezó en las Cinco Villas, saltó el cordal de Peña Aguda y pasó a Pedro Bernardo; arrasándolo todo de oeste a este hasta la garganta del Escurialejo en Gavilanes. Ahora ha ocurrido al revés, ha ido de este a oeste y quizás peor, pues los medios de lucha contra el fuego casi han brillado por su ausencia o por falta de diligencia en Pedro Bernardo. Todo también tras el aviso de hace un par de años del incendio de Mijares.



El viernes 28 de junio, poco después de comer ya estaba avisado por mis padres que había empezado el fuego y ese mismo día por la noche marché para Gavilanes. Esa noche el viaje por la carretera de Extremadura fue dantesco; a unos 40 km de Madrid se divisaban granes llamas en el horizonte hacia el noroeste, resultó ser el incendio de Almorox-Cenicientos. Los frentes se veían activos, potentes y abarcando una gran extensión. Al poco rato , tras ese fuego y como colgado en el cielo, se veía otro mucho más lejano que era el de Gavilanes. La cosa no quedó ahí, antes de llegar a Maqueda, hacia el sur se veía otro resplandor rojizo, era otro incendio en los “cigarrales” de la capital toledana.


La zona ahora calcinada, en Semana Santa, al fondo la cabecera del valle del Tiétar

El panorama casi parecía lógico, en medio de la primera gran ola de calor del verano, con un viernes que superó los 42˚C en amplias zonas de Castilla la Mancha, sur de Madrid y valle del Tiétar. Esto tras una catastrófica primavera por la falta de lluvias y las altas temperaturas. El lunes siguiente comprobé que durante buena parte de la tarde la humedad había sido increíblemente baja, incluso menor del 10% y una máxima rozando los 42˚C. Afortunadamente el viento en Gavilanes no fue fuerte, pero en los momentos iniciales, a primera hora de la tarde, sí contribuyó a la rápida propagación del fuego. Se superaba con creces esa máxima de los “30” de riesgo de incendio: temperatura superior a 30˚C, viento superior a 30 km/h y humedad inferior al 30%.



 Al poco de desviarme en Talavera, ya se veía el fuego en toda su magnitud y al entrar en el valle del Tiétar, se veía que había alcanzado la sierra de Pedro Bernardo y por Gavilanes había numerosas zonas ardiendo. Desde la Cantina de Gavilanes, una multitud de personas observaba el desarrollo del incendio. Al subir, en el cruce de la forestal, decenas de camiones y medios de las Brigadas de Incendios y de la Guardia Civil. Luego desde la casa de mi familia, se veía dantesco y eso que decían mis padres que lo peor había pasado. Había  potentes focos a un lado y otro de Lomo Zapatero.



Por la mañana oí un pregón que llamaba a congregarse en la piscina de La Dehesa para ir a atacar el fuego. Subí con mi coche pero no vi a nadie, solo vi los helicópteros aprovisionarse ruidosamente de agua en la piscina. Un hombre me recomendó subirme a la sierra por la pista de El Chorro. De camino me crucé con unos amigos que volvían después de haber pasado toda la noche luchando contra el fuego. Venían destrozados físicamente y abatidos moralmente, porque veían que de poco había servido su esfuerzo, dada la dificultad de apagar las llamas, de noche y prácticamente, sin medios. Llegué al final de la carretera y me topé con un par de camiones y brigadas que luchaban por apagar unos pocos focos que por momentos parecían resucitar. Eran bastantes, no había voluntarios y yo pintaba poco por allí.


Por encima de El Chorro, parece verde, pero esa ladera está muerta en un 90%

 Volví al coche y decidí subir por la forestal hacia Jarillas y la sierra. Ahora ya no había nadie en el cruce de la forestal y la carretera hasta arriba era un verdadero infierno. Hacía pocas horas que el fuego había pasado por allí arrasándolo todo, paisaje y árboles negros y muertos, envueltos en una oscura neblina. El camino lleno de bloques caídos de los altos taludes de la carretera por el paso del fuego, troncos en medio del camino y garrafas de agua en los cruces; por fin, pasado Jarillas, encontré a la gente.


Un rincón de Jarillas con un abedul. Antes del incendio viejo, por aquí hubo algunos pinos serranos (Pinus siylvestris) de gran tamaño

 La gente estaba muy perdida, discutiendo qué  hacer o qué se debería haber hecho. Al parecer, con pocos medios más o más decisión y coordinación, se podía haber impedido la entrada del fuego en la sierra. No había camiones ni brigadas, hasta que llegó una primera brigada y bajaron a intentar controlar una lengua de fuego que venía desde abajo, donde yo había estado antes. No había organización ni decisión, alguno se bajó con ellos. Al poco llegó del este una lengua de fuego que iba a cruzar la pista; era un buen lugar para atacar el fuego y con varias personas y un todo terreno con remolque con depósito y bomba, nos fuimos a tratar de impedir que pasara la pista.


Un compañero, casi a la parrilla, desesperado por el mal funcionamiento de la bomba

  La bomba no funcionaba o lo hacía a ratos, yo me quedé sujetando la bomba al fondo del tanque para que no se levantase y cogiese aire, incluso a veces había que “cebarla” para que tirase. Por delante del coche, en la boca de la manguera un hombre se veía impotente, intentando apagar aquellas llamas con un chorrillo de agua intermitente. A ratos volvía hacia nosotros, desesperado por el calor del fuego y de nuevo volvía a la carga, pero el agua apenas corría; rodeado por el fuego, vio y vimos, impotentes, como el fuego pasaba al otro lado y se alejaba ladera arriba.


Foto tomada en abril y la de abajo durante el fuego. De denuncia !!

Esa ladera, era una verdadera trampa, estaba completamente regada de troncos cortados y de ramas y copas desperdigadas por el suelo, haciendo muy difícil andar y más fácil aun, el progreso de las llamas. Nos volvimos al punto inicial, allí un camión, en la cercana balsa en los prados de los Veraniegos, frente a Jarillas, intentaba cargar su depósito, pero con una bomba que apenas funcionaba y hacía eterna la espera. Cuando estuvo cargado, me uní a la brigada que fue a atacar el fuego que nos había pasado por delante. El camión aparcó abajo y la brigada comenzó a desplegar las mangueras ladera arriba. Cuando se vaciaba la cuba, el camión era sustituido por otro.



Yo me encargué de cargar tramos de manga e ir empalmandolos, junto con otros brigadistas y algún otro voluntario, según avanzábamos. Esa ladera por desgracia, era la ladera llena de basura que nadie se había dignado recoger en cuatro meses, haciendo durísimo el avance e incluso el manejo de las mangueras, pues continuamente se atascaban entre los palos. Uno de los brigadistas me dijo que él estuvo en la corta y que le dijeron que subirían poco después a recoger todo aquello, ahora maldecía su propio trabajo que tanto nos estorbaba y tanto contribuía a la propagación del fuego.



Esa fue mi línea de todo el día, a veces avanzaba terreno por delante de la manguera, para indicarles por dónde tirar mejor, o por donde pasar la manguera, otras, empalmaba manguera o cortaba la manga para hacer los empalmes. También cogía escobas de retama para hacer de batefuegos en las llamas de pequeño-mediano tamaño que se podían atacar, pues en cuanto se hacían un poco más grandes, el calor era insufrible, siempre y cuando el humo no viniese hacia uno, pues entonces tocaba irse lejos a poder respirar o a refrescarse. Hubo un momento en que sopló un poco de viento, no pude volver por donde había pasado hace un momento, de un golpe el fuego había avanzado muchos metros hacia nosotros y amenazaba quemar las mangueras. Al rato paró, la verdad es que tuvimos mucha suerte con la falta de viento ese día.



A veces me veía la cabeza o la ropa, con bichos palo, saltamontes, cigarras, pero no me molestaban, me sentía como si me pidiesen auxilio, me dolía pensar que estaban muriendo a cientos, a miles, a cientos de miles; un fuego es mucha muerte; nos fijamos en los árboles, en que no muera ninguna persona, pero la muerte se extiende hasta por debajo del suelo. Me contó mi sobrino, que estuvo en todas las tareas posteriores, que no les dejaban echar tierra a los tocones ardiendo, porque si los tapaban, el fuego por debajo del suelo, podía durar semanas y resucitar en una noche de viento, pero sin taparlos, en un par de días se consumían.


Manguerista con su escudero coordinados perfectamente

No había avance sin verificación de vías de escape, la sospecha de un rebrote sobre el terreno batido era continua, el peligro estaba siempre presente. Para esos menesteres estaba una de las personas fundamentales, en este caso una mujer, decidida y metiéndose continuamente en lo quemado, con la radio en comunicación permanente, para estar informada al momento de todo. Estaba encargada de controlar la seguridad del personal, validando zonas seguras y con potestad para mandar a todo el mundo para abajo, como ya lo hizo una vez al enterarse del rebrote en las cercanías del camión de abajo, aunque tras comprobar el control del mismo, revocó su orden.



Para mí era tristísimo, llevo desde niño subiendo por esta parte de la montaña, ahí cerca hay algún refugio en el que he dormido en las excursiones que hacíamos hace años. Es la parte de la sierra ideal para atacar la subida al Cabezo o pasar al puerto del Lagarejo, muy por encima de Pedro Bernardo y saltar hacia Serranillos. De hecho, esta Semana Santa estuve exactamente en estos mismos sitios y maldecí al ver que habían entresacado pinos y habían dejado toda la broza sin recoger por el suelo, pensando entonces en el problema que traería como surgiese un fuego. 


Esta cueva y cabaña está escondida entre los peñascos de detrás de la brigada

Ese día Álvaro me enseño los nombres de todos estos lugares, incluso nos enseñó una cueva y corral entre los grandes bloques de rocas que yo desconocía por completo, a pesar de creer que conocía la zona. Como cambia el cuento, las fotos que aquí muestro, dejan muy claro el antes y el después.


Aunque no sea creíble, las dos fotos son prácticamente la misma

Al final echamos más de un km de mangueras, tuvimos que pasar por lugares muy difíciles, no solo por las altas escobas de algunos lugares, sino por algún caos de grandes bloques o “tors”, lugares muy difíciles de andar y más difícil aún, de apagar un fuego entre esos bolos graníticos, como la cueva que me enseñaron, y seguir avanzando ladera arriba hasta controlar el fuego.


El fuego escapándose hacia la sierra, donde finalmente se consumiría casi por sí mismo

Realmente el fuego no se llegó a controlar, pero entre todos conseguimos salvar una bien lograda repoblación de pinos serranos (Pinus sylvestris) y varias hectáreas más de pinar en el límite del bosque. Costaba mucho meterse con algunos grandes escobonales ardiendo. Ahí un jefe de brigada echó el resto empujando a sus hombres a atacar el fuego antes de que se extendiese a otra masa de pinos, trabajando con los batefuegos tras un momento crítico en que los helicópteros dejaron de arrojar su preciada carga al lado de nosotros. Al parecer había surgido otro fuego en El Arenal y había que atacar ese fuego, provocado en numerosos focos, en esos momentos iniciales antes de que se extendiese. A base de tesón, insistencia y dejando claro que estábamos a punto de finalizar y que no lo conseguiríamos con éxito  si nos dejaban sin medios. Afortunadamente su insistencia fue recompensada y un helicóptero volvió a ayudarlos. Yo subí a ver como seguía el fuego, sierra arriba, pero ya entre praderas y piornales; viendo que ya estaba controlado ahí, decidí irme volviendo.



Me despedí de la gente, hermanada por luchar contra el mismo enemigo y me llegué hasta el coche, que ya no estaba donde lo dejé. Siguiendo las normas básicas en un incendio, lo dejé cuesta abajo, abierto y con las llaves puestas. Por lo visto, el famoso rebrote había sido por cerca y habían bajado algunos coches, como el mío, a zona segura, cerca de la fuente de Jarillas, donde por fin encontré el coche, bebí agua de su fuente e incluso me metí en una pocilla, para quitarme todo el sudor y darme un golpe de frío en un día tan ardiente, por las llamas y por la meteorología. La sensación de “bocaseca man”, como decían los de Muchachada Nuí, por mucho que bebiese, no se me quitó en varios días.


Cercanías del refugio, zona hoy desaparecida por completo

Aún sigue coleando el tema de si fue provocado o no. En un principio parecía que sí, pues al poco de empezar el fuego, aparecieron nuevos focos demasiado lejos al este, como para ser de pavesas, pero todo apunta a un tendido eléctrico que baja de la casa de máquinas, con un recorrido muy mal mantenido entre los pinos, porque las compañías eléctricas prefieren claramente recaudar todo lo que pueden y gastar, por debajo de lo imprescindible, en tareas menos rentables, como el mantenimiento de líneas o la renovación de equipos e instalaciones.


No ha quedado ni una brizna de hierba en los alrededores de esta pequeña balsa.

El hecho innegable, es que se perdió un tiempo precioso y decisivo al poco tiempo de iniciarse el fuego que, paradójicamente, fue denunciado por personas montando en parapente,  (gracias, pero el domingo estorbaban peligrosamente a los helicópteros). Lo lamentable es que no había ni una persona encargada de vigilar el monte, pues por decisión de la Junta y a pesar de los avisos de ola de calor y del riesgo extremo de incendio, la campaña no empezaba hasta el día uno de julio, a diferencia del resto de comunidades autónomas vecinas que sí que habían adelantado la campaña. Al parecer los bosques y campos de Castilla, no merecen que se gaste un poco más de dinero en ellos, a pesar de lo mucho que éstos nos dan a todos. Así empezó la campaña, improvisando, a rebufo del fuego y sin medios humanos contratados.



Me tocó bajar otra vez por la kilométrica pista, pero esta vez la sensación era positiva. Recuerdo el momento en que llegué a donde se acababa la zona quemada; la verdad es que, mirando el suelo prácticamente muerto bajo los numerosos troncos de los pinos, no había tanta diferencia entre un monte quemado y esto, bueno sí, visto desde arriba, predomina el color verde, pero qué vida había bajo esa multitud de pinos. Sí, tiene más vida, pero cuánta más ¿?, es éste el bosque que queremos ¿?, yo desde luego, prefiero los piornales, los escobonales, los jarales o praderas, aunque no sean bosques, antes que un sitio tan muerto. Me da coraje pensar que allí arriba, una vez superado el límite forestal, hemos dejado quemarse el monte, como si una vez salvados los árboles, lo otro ya no mereciese el esfuerzo.


La de arriba es sin quemar y la de abajo ya quemado. ¿Es tan diferente...?

Es una discusión que no lo va a ser, porque ya he oído que se va a volver a repoblar y va a ser con este mismo pino, el que mejor arde de todos, el pino resinero Pinus pinaster. Pero qué monte queremos, cómo vamos a mantener el monte, qué uso se le va a dar al monte. Por lo que oigo, la idea general del monte ideal es tener el monte lleno de pinos, “limpios”, sin nada de broza, sin otras plantas que esos pinos, todo muy accesible gracias a las numerosas pistas, con pantanillos  en los primeros arroyos, para ser usados en estas graves circunstancias.



Todos estos conceptos básicos y a largo plazo, son fundamentales y no les estamos dando la importancia que requieren. Ahora a todo el mundo se le llena la boca con el mundo rural vacío o vaciado, pero pocos piensan a largo plazo. Todo ha cambiado mucho y el mundo rural se ha dejado “caer” , porque a pesar de ser un mundo sostenible, barato, moderadamente rentable y disfrutable, no encaja en el modelo de desarrollo a gran escala que se precisa en las ciudades, los centros donde ha sido preferible, por manejable y rentable (claro que no para la mayoría), concentrar población, recursos y empleos.


Montes desolados, hacia Pedro Bernardo

Por aquí arriba todavía pueden verse los restos de las majadas y cabañas de vaqueros y cabreros; los muros caídos de las fincas donde se cultivaban huertas de patatas tardías, incluso aún se ven tocones de antiguos castaños, robles y nogales. Por aquí vivió bastante gente, buena parte del año, aunque en invierno bajaran a vivir a los pueblos. Mi antiguo mapa del ejército, mostraba estos montes como bosque mixto de roble y pinar, pero el pinar se ha fomentado y el robledal no, luego todo se ha quemado varias veces y ahora los suelos están muy acidificados. Ahora la vegetación potencial de esta zona, es apreciable, no en monte abierto, sino cerca de los arroyos o en las vallas de las fincas; ahí aún perduran algunos robles arriba y alcornoques ya más abajo. Todo está en nuestra mano, a corto plazo puede ser más rentable el pino, en términos de crecimiento rápido y poco más, porque a largo plazo, lo que interesa es conservar los suelos, el buen funcionamiento hidrológico y mantener la diversidad biológica del monte.


¿ Quién va a impedir que en esta vaguada se forme un barranco cuando vengan las lluvias ?

El monte hoy en día solo es rentable por las subvenciones y dineros que "caen del cielo”; esas subvenciones vienen de arriba abajo, y van dejando sus porcentajes respectivos hasta que llega, ya escaso, al suelo forestal. En los encinares y montes de Sierra Morena, extensible a otras muchas partes, se demostró ya hace años que la mejor recuperación del monte consistía en dejarlo en paz, que rápidamente se instalaría un jaral que luego se iría enriqueciendo en más arbustos y, poco a poco a re-arbolarse por sí mismo. Pero claro, eso es lo meridianamente opuesto a la cascada del dinero de las subvenciones, de los trabajos forestales, de la creación de pistas, etc. Esa es la clave, al campo, a los pueblos, mucho o poco, va a llegar dinero. Los pinares no son rentables, aunque cuando se plantaron o potenciaron, producían dinero con el resineo y las talas; pero hoy cuesta más cortarlos y transportarlos que lo que vale la madera.



El dinero hay que ponerlo desde ya, directamente en relación con el futuro que queremos para esos montes, lo que nos lleva a una idea clara del mundo rural que queremos. No se trata de dar dinero para engordar a unos pocos que mueven el sector de la madera, el forestal, el ganadero o la extinción de incendios. Se trata de que se reparta mucho más, no solo que llegue a más población, por supuesto, sino que apoye el buen funcionamiento ecológico de estos ecosistemas, la creación y conservación de los suelos fértiles, el mantenimiento hídrico, la biodiversidad vegetal y animal, que fomente los aprovechamientos sostenibles, la vuelta o recuperación de la pequeña agricultura de montaña, la ganadería a pequeña escala; la vuelta a trabajar el monte, con sus antiguos caminos para ser usados por personas y ganados, con los huertos tardíos y frutales de altura, y también los usos deportivos, cinegéticos, micológicos o de esparcimiento.

Aquí en los prados de losVeraniegos, llegó a vivir gente en verano no hace demasiado tiempo

Un dinero bien administrado y con una clara idea de futuro, puede obrar maravillas en estos montes hoy calcinados. Quizás sea pedir demasiado, pero no veo otra manera de un uso del monte que convenga a todos, sea sostenible y vuelva a atraer a la gente a usar y vivir estas montañas.



El lunes siguiente al fuego, me asombró al oír en 180 Grados de Radio 3 a Virginia Díaz hablando por ella y por sus compañeras gavilaniegas y cuchareras (de Pedro Bernardo), sobre el incendio y lo desprotegidos que se sintieron los habitantes de Pedro Bernardo que se manifestaron espontáneamente en la plaza. A esta protesta les respondieron desde la Junta que actuando así, no se apagan los fuegos. Quiero creer que el ser el único ayuntamiento de izquierdas de la zona, no haya influído en lo ocurrido aquí.



  Entre la gente que protestaba había ganaderos que acababan de hacer fotografías de sus reses calcinadas en medio del desastre y que a punto estuvieron de pagarlo con los escasos agentes forestales que había por allí. Por contra, en Gavilanes se apelaba a la valentía de los voluntarios y al "orgullo de ser gavilaniego", y por su puesto, desde la Junta se apuntaba a la mala suerte y a la conjunción fatídica de factores que habían conducido a esta situación.



Se corre un tupido velo y se piden subvenciones, ayudas y repoblaciones, pero la cuestión de fondo sigue estando ahí. Somos unos desalmados que solo vemos el dinero y el interés, a pocos se les ocurre preocuparse por el monte, por los animales, por el mantenimiento de los manantiales y la vida del monte. Seguimos sin tener claro que tipo de monte y que usos del mismo queremos para el futuro. No hemos aprendido nada en esos 33 años desde el último gran fuego. Ya se nos ha olvidado que los primeros veranos, y no era por el calentamiento climático, eran más sofocantes porque no había bosques que atemperaran; que la mayoría de las fuentes no corrían o lo hacían con un chorrillo indecente; que las pozas de las gargantas estaban colapsadas con arenas y bloques caídos de la montaña; que algunas laderas inclinadas, con las fuertes lluvias de esta cara sur de Gredos, reventaban y creaban coladas de bloques y barro que arramblaban con vallas y casillas, destrozando y erosionando todo a su paso.


Colada de bloques y barro, por debajo de la fábrica de la luz, tras el incendio anterior

  Hoy vemos los restos del fuego y se hace una contabilidad de árboles muertos, sin tener en cuenta la verdadera magnitud del enorme desastre ecológico que conlleva un incendio de grandes dimensiones. No es el tiempo que tardará en verse todo como una hora antes del fuego, quizás tampoco estaba tan bien en esos momentos previos, porque era como yesca muerta, esperando a arder, si no este año, el siguiente. Hay que mirar cómo van a quedar los pantanos como el de Rosarito, colapsado, con lámina superficial de agua, pero sin fondo, donde habrá ido a parar todo el material que va a caer ahora de estas montañas, en cuanto empiece a llover como debe; cómo va a cambiar el clima, tal y como está cambiando él solito, sin estas  ayudas extraordinarias. Tal vez, si se multa a los países por superar los umbrales permitidos de emisiones de CO2, habría que multar por estas gigantescas emisiones que se producen en los grandes incendios, a ver si por las malas aprendemos a cuidar mejor el bosque.


Las montañas entre Gavilanes y Pedro Bernardo, muestran las heridas de la erosión y las pistas de saca tras el último incendio. Esta zona ha vuelto a quedar igual que entonces

  Cuidar y mantener bien un bosque (ya sea también piornal, pastizal o roquedo), no tiene precio, ya solo por el hecho de mantenerlo vivo y en buen estado, es como estar generando riqueza, directa e indirectamente. El monte, la ganadería, la agricultura, el medio rural, hay que entenderlo como un todo unido e íntimamente relacionado. Ahora lo tenemos abandonado a su libre albedrío, ante la ley del más fuerte, bajo el dictado de ingenieros de montes de la vieja escuela (cada día menos) que bajo criterios utilitarios buscan un rendimiento económico a corto plazo. Los ganaderos se benefician de las vallas caídas y sus vacas  pastan en terrenos de otros y los antiguos prados de siega, son levantados por las jetas de las piaras de jabalíes que aprovechando el abandono, han prosperado tanto que están destrozándolo todo.


El Cabezo visto desde las Erillas, zona límite del fuego

Quizás estas ideas de cómo debería ser un monte, sean demasiado idílicas o teóricas, pero lo que está claro es que hay que empezar reclamando enérgicamente su cuidado, su mantenimiento y protección, como si fuese algo nuestro, no de la junta, ni del ayuntamiento, ni siquiera de particulares. La riqueza que generan, el oxígeno que producen, el clima que atemperan, el agua y la vida que atesoran, es en beneficio de todos. 


Suelo del monte totalmente lleno de broza sin recoger desde abril

   No se puede perdonar a la Junta que no hubiera adelantado la campaña de incendios; no se puede perdonara que no haya una clara cadena de mando dispuesta y bien formada organizando sus medios y voluntariado; no se puede perdonar a una eléctrica que solo pone la mano para recoger dinero y no para limpiar y mantener sus líneas; no se puede perdonar que se corte, entresaque y se deje el monte totalmente lleno de broza seca esperando a arder o estorbar; no se puede perdonar que unos pueblos como éstos no tengan un camión autobomba para atacar estos fuegos en sus inicios, incluso fuera de temporada. Hay que exigir y no ser complacientes en espera de la sopa boba de la lluvia de ayudas y subvenciones.


Los Veraniegos y la balsa de incendios en sus peores momentos

 Nos jugamos demasiado, las previsiones de cambio hacia un calentamiento del clima, no dejan de mostrarnos sus evidencias y no estamos a la altura ni por asomo. Hasta los adolescentes suecos están dejando en evidencia a gobernantes y dirigentes europeos. Nos estamos jugando el planeta, suena exagerado pero no, solo hay que mirar cómo se está destrozando todo a nuestro alrededor sin que queramos darnos cuenta. Basten como ejemplo estos incendios, para demostrar a las claras el futuro que estamos dejando a nuestros hijos.



Gracias a todos los voluntarios y a la labor impagable y por encima de su capacidad de las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF). Con todos ellos y el ánimo de la mayoría de la gente, parece que aún tenemos en nuestra mano enderezar un futuro que se nos está yendo de las manos.

Miscelánea Cántabra

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 Quizás esta entrada también podría titularse, "Encinares Cantábricos II", porque de nuevo, como me ocurrió el año pasado por estas fechas, he vuelto a disfrutar como un enano con los encinares del norte. El año pasado fue la sorpresa, este año, ya sabía de qué se trataba, pero ver esas buenas cantidades de hectáreas, nuevamente mucho más de lo que me esperaba, y la densidad y complejidad estructural de ese bosque tan particular y especial, nunca me puede dejar indiferente.


    Estos días he compaginado playas, bosques, cuevas y ríos. Mis contactos con las numerosas muestras de la prehistoria, incluso ya en el terreno de los cromañones, la antiguedad de los tiempos, las pinturas de las paredes, con caballos, cabras, ciervos, bisontes y uros, me hacían plantearme qué tipo de paisaje fue el veían cotidianamente nuestros ancestros. Supongo que no todo eran bosques, bisontes, caballos y uros, mantendrían buenas praderas en las mejores zonas, incluso probablemente migrarían estacionalmente y seguirían manteniendo pastizales y vias de comunicación entre ambas localidades estacionales.


    Pero cual sería el bosque, según estudios polínicos, las hayas entraron ya bastante tarde, durante el holoceno, a partir del cese de la última glaciación. Muchas de las localidades más térmicas y protegidas de las zonas bajas y en el interior de los numerosos cañones, hicieron de refugios microclimáticos para multitud de especies que no podían vivir en la congelada Europa del norte y central. Lo más probable es que existiera un variado robledal, en sentido amplio, quejigos, melojos o tozos, como los llaman por aquí y el roble común o carballo.


    Donde las condiciones fuesen más térmicas y secas, bien por los climas pasados, por vivir en solanas o bien por estar sobre suelos prestos a secarse pronto, entrarían los encinares y la vegetación mediterránea en sentido amplio, desde la de carácter lauroide de climas húmedos, como madroños, laureles, durillos, ruscos, etc, a la más típicamente mediterránea de lentiscos, cornicabras, labiérnagos, torviscos, etc. En esos tiempos probablemente surgió la diferenciación entre las dos encinas ibéricas, la continental y la "marítima".

La Cárcel de los Ríos

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        La Junta de los Ríos, es la región de la compleja unión de los ríos Záncara y Gigüela en la llanura manchega en la provincia de Ciudad Real. Se trata de una vasta área llana de suelos salobres blanco-grisáceos, en los que cuando aparecen arados, uno se hunde hasta más allá de los tobillos al andar sobre ellos.  Aquí probablemente sea donde se encuentre la mayor superficie europea de tarayales, unos naturales y la gran mayoría de repoblación, todo ello salpicado de someras depresiones inundables y de rectilíneas infraestructuras para domesticar el efímero curso de unas aguas cada vez más ausentes.


        Esta área también tiene un nombre bastante singular, aunque ahora apenas se oye, “la Cárcel de los Ríos”, nombre más que significativo, que creo viene dado por dar nombre a una gran zona de confluencia, rejuego y desaparición de las mayores áreas fluviales manchegas, al menos las de antaño. Además, a muy pocos kilómetros y formando parte de esta zona, está el área donde desaparecía el misterioso Guadiana Viejo, en Villacentenos, mítica y desamparada localidad que contaba con castillo, iglesia y batán, para volver a aparecer cinco leguas a occidente, en los Ojos del Guadiana.


        Villacentenos o Villa Centenillos daría para una buena entrada, pues era una localidad pleiteada largamente por Alcázar, por Herencia e incluso por Villarta de San Juan por sus buenos pastizales y dehesas que abastecían a miles de ovejas, vacas y ganado de tiro en aquellos tiempos. La historia de esta feraz localidad y su debacle demográfica y material ven paralelos y habla fielmente lo que fueron y en lo que se han convertido, los espacios naturales manchegos.

Bebedero de arenisca de una sola pieza; hoy roto y sin ganados

        Aquí, solo en episodios verdaderamente húmedos, el Guadiana Viejo unía en superficie su cauce al del Záncara, el Canal Izquierdo del Guadiana que acababa en el batán de Villacentenos e inundaba posteriormente, una gran área que contactaba con el Záncara muy poco antes de la Junta con el Gigüela. Río éste que desde el norte venía ya recrecido por la unión con su “hermano gemelo”, el Riansares, poco antes de Alcázar de San Juan y cuyo nombre lo dice ornitológicamente todo, de cómo debió de ser en el pasado. A estas juntas se le unen otras, con valles fluviales igualmente inundables, como el que llega desde el este de la laguna de Cerro Mesado o el Valdespino que viene desde Herencia.


        Geológicamente estamos en el epicentro de la gran llanura manchega. Hace un par de millones de años, se trataba de una gran cuenca interior cerrada, continua de norte a sur, desde Guadarrama-Ayllón, hasta Sierra Morena, unos miles de años adelante, esta cuenca comenzaba a bascular muy ligeramente hacia el oeste, para dejar de ser cerrada y abrirse hacia el Atlántico. El Tajo comenzó a profundizar sus valles hacia el oeste y fue aislando la mitad sur de Madrid de la Mancha, luego vendría la España de las autonomías y completaría la separación, pero no cabe ninguna duda que, de Atocha para abajo, estamos en La Mancha.

Amarillos: costra calliza, punteado y mamelones: playas secas y húmedas, medias lunas: arenales

No ocurrió lo mismo con el Guadiana, cuya capacidad erosiva apenas ha podido erosionar ligeramente el portal occidental del Campo de Calatrava y sus serrezuelas transversales. Las escasas precipitaciones y la alta permeabilidad del sustrato de la llanura manchega restan casi toda su potencia erosiva a unos ríos que apenas fluyen temporalmente por su superficie. No ocurrió lo mismo en un pasado geológico no muy lejano, pues son numerosos los valles fluviales llenos de meandros que hoy no son funcionales, con sus fondos roturados casi en su totalidad. Son las famosas “cañadas” manchegas, buenas rutas de pastos que por eso acuñaron ese nombre.


Hoy en día los pistacheros están imponiéndose en casi todo tipo de suelos

Hoy la extinción casi total del pastoreo manchego ha venido como causa y efecto al mismo tiempo, de la desaparición de las grandes llanuras de inundación manchegas, al ser este un gremio que, quitando los tiempos de la mesta, no ha tenido la alta influencia política que sí ha conseguido el aquí todopoderoso sector agrario.

Moderna plantación de almendros destrozando la vegetación de los escasísios arenales manchegos

He visto fotos aéreas de finales de los años cincuenta, el famoso “vuelo americano”, en las que aparece un área tan vasta, variada y rica que bien  podría rivalizar con Doñana, no en vano este tipo de lugares es lo que se está dando en llamar, a pesar de los embites del calentamiento del clima y de la moderna agricultura, “las marismas manchegas”, término que viene a denominar el conjunto de esas grandes llanuras de inundación y las numerosas lagunas endorreicas del entorno. 

Pastizal natural limo-arenoso con alguna Artemisa campestris

Gran parte de estas marismas manchegas se han querido salvar en la denominada Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda, lo que ha promovido varios proyectos LIFE que han sido bastante eficaces en casi todos los casos, poniendo ademán en valor, entre la población local un nicho ecológico que hasta hace relativamente poco tiempo, para algunos de ellos, veían como un estorbo para su desarrollo.


Mapa Reserva de la Biosfera de La Mancha Húmeda

A parte de las llanuras de inundación de esos grandes ríos, la zona cuenta con muchas lagunas más o menos temporales, agrupadas en complejos conjuntos lagunares como los de Lillo, Villacañas, Quero, Villafranca, Alcázar, Muletero-Pedro Muñoz-Las Mesas-Manjavacas, etc. Las mayores de estas lagunas están protegidas o disfrutan de algún proyecto de recuperación, pero lamentablemente son muchas más las desaparecidas o usurpadas. Obstinadamente, contra pronóstico, tras unas lluvias decentes, las aguas rompen las zanjas y los esquemas de quienes las pusieron en explotación, y las vuelven a colmar de vida, recuperando milagrosamente parte de sus vegetales esplendores y de sus orníticos paraísos. En teoría las lagunas, por muy temporales que éstas sean, son Dominio Público Hidráulico, no sé qué títulos de propiedad, ni que legitimidad, obra en poder de estas personas.



Esta Junta de los Ríos viene o venía a ser, una mezcla de zonas palustres, salobres y esteparias en un aparente caos meandriforme que dominaba enormes extensiones en forma de “Y”, con dos ramales del Gigüela y del Záncara y otro resultante en un Gigüela recrecido. Éste ha recibido unos 15 kms. antes a su simétrico Riansares, cuyo nombre “ornitológicamente” lo dice todo; el segundo ramal es el del oriental río Záncara que recoge, pocos kilómetros antes, el llamado canal del Guadiana  y el Canal del Gran Prior o Guadiana Viejo, que es el que recorre este río en esos episodios lluviosos en los que no llega a desaparecer en el interior del subsuelo manchego, desde las lagunas de Ruidera. También, poco antes, el Záncara acoge al triste y encauzado río Córcoles, aunque por aquí lo llaman Acequia de Socuéllamos, procedente de la mancha conquense y del Campo de Montiel albaceteño.

Llanura inunable de céspedes de Frankenia en barbecho cuando debería ser saladares, albardinales y lagunillas

A partir de esta uniónel Gigüela sale hacia el suroeste, el mismo que en Villarta de San Juan, pasa por debajo del mayor puentede toda la Mancha, (47 ojos que fueron algunos más). Varios kilómetros río abajo, desemboca (ya solo muy ocasionalmente), en el padre Guadiana que renace (con permiso de las extracciones) en los Ojos del Guadiana. Esa unión forma las Tablas de Daimiel, lugar antes conocido como Laguna de las Islas y que hoy, ni con la artificial ayuda de cuatro diques, consigue rememorar sus antiguos esplendores.
Tras este sofocante verano, estoy oyendo hablar mucho de la peor cara del calentamiento global, de los incendios del Amazonas, del gran incendio de Siberia o de la desertización. Es gracioso, pero lamentable, ver como miramos detrás de la valla y no nos percatamos de lo que acontece en nuestro propio jardín, delante de nuestras narices. No hay que irse fuera para horrorizarse por cómo han desaparecido el lago Chad o el mar de Aral, solo hay que seguir la secuencia temporal, incluso fotográfica, para comprobar que no podemos echar balones fuera, que aquí en casa, somos un fragrante mal ejemplo de lo que es la desertización claramente inducida por el hombre y sus espurios intereses.


Increíblemente, la muerte de tantísimas hectáreas de áreas naturales de llanura interior con sus albardinales, arenales, tablas fluviales, dehesas, etc., la historia de este desastre, no sólo ha pasado casi desapercibida, sino que continúa engullendo los últimos rincones naturales de toda esta región. Es una desaparición ahora ya a pequeña escala, pero masiva. Son rinconcitos, bordes de arroyos, bardales, bordes de caminos, retazos de cuestas que se van recortando y haciendo retroceder. Laderas que se llenan de caliches desde el campo de cultivo despedregado, de la mesetilla superior; incluso se hacen desaparecer lagunas temporales pasando una y otra vez las rejas hasta allanar completamente el terreno; despojándolo de la escasa, pero magistralmente adaptada vida vegetal y animal que hubiera podido albergar con anterioridad.

Las curvas de los surcos denotan lomillas y concavidades que el arado tiende a rellenar

Llama la atención en las áreas más arenosas que flanquean por ambas orillas, a norte y a sur, hoy despojadas casi completamente de un tipo de vegetación tan especial, como magníficamente adaptada a vivir en esto medios móviles y estériles, algunos bardales de separación de fincas o de bordes de caminos, han quedado resaltados como diques que contienen el avenamiento de las propiedades en los episodios ventosos que movilizan esas arenas.

Bardal formado por un gran montículo arenosoque sirve de contención al movimiento de las arenas
Varias matas de la alta gramínea Imperata cylindrica

En algunos lugares, esos bardales o diques arenosos de metro a metro y medio de altura y unos cuatro o cinco metros de ancho, son los únicos espacios que albergan una pequeña muestra de vegetación natural en kilómetros a la redonda. En algunas se pueden encontrar restos de albardinal, artemisias o incluso en uno encontré la gran y rara gramínea Imperata cylindrica. De la vegetación natural, solo restan algún pequeño retazo de encinar, breves cuestas y algunos bordes inundables de los ríos que, con su irregular cauce, a pesar de los encauzamientos, todavía consiguen que algunos restos de naturaleza, sean difíciles de doblegar.


Voy a la misma Junta de los Ríos desde el sur, poco antes de llegar hay unos pastizales a medio camino entre arenal y pastizal, de hecho dentro y en sus bordes al este hay varias grandes artemisias. En la vecindad un pinarejo asienta una buena zona arenosa.


Cruzo el río y llego al canal del Gigüela que se encarga de vaciar y reconducir el río, desde varios kilómetros antes de su desembocadura, aunque confluye casi en el mismo lugar que la arteria a la que desangra y con el Záncara. Los terrenos cauce del Gigüela, kilómetros antes y al oeste, aparece salvajemente arado. Camino por ese campo y me voy hundiendo en un limo seco y profundo. Cruzo el cauce y llego a un camino kilométrico paralelo a un canal que es en lo que ha quedado convertido el espacioso río Gigüela.

Tarayes, orzaga y matas de Limonium al borde del canal del Gigüela

Ese largo y rectilíneo camino es kilométrico; el caballón del canal está lleno de Limonium, algunos en resalte erosivo, mostrando buenas tallas, también hay bastantes orzagas Atriplex hallimus y el canal del río es todo grandes tarayes. A un lado del canal un llano salobre arado, muy diferente del que aparece en la margen oriental que lleva al menos un año sin arar y casi todo está cubierto de los ralos y marrones céspedes de las Frankenia pulverulenta y bordeado de matas de Limonium, (se trata de comunidades protegidas por la Directiva Hábitats), lo que indica a las claras y, a pesar del arado, la vocación de estos terrenos. Algún apero de labranza denota las labores que le suelen dar a estos espacios tan secos, triste y yermos, a pesar de las labores agrícolas.


Vuelvo sobre mis pasos y vuelvo a cruzar hacia la Junta de los Ríos, justo donde aparece lo que yo pensaba que era una motilla, el cerrillo de las Cabezuelas, pero al subir a su cima veo grandes bloques de costras calizas que desmontan mi teoría. Aun así, es un mirador incomparable en el justo centro de la llanura fluvial más importante de toda la Mancha, punto demasiado significativo como para que haya pasado desapercibido en cualquier época anterior a la nuestra. De hecho, en sus cercanías encontré un neolítico molino de mano.

Cerrillo de las Cabezuelas colonizadas por un calaminar, ralo por arriba y espeso abajo

La peana de las Cabezuelas es un amplio calaminar que se por toda su base y se resuelve en un almajal de Suaedas, tarayales y céspedes de Frankeniahacia el sur; hacia el norte hay algunas zanjas artificiales y otras no tanto, que cobijan al Záncara cuando fluye justo muy poco antes de la Junta con el Gigüela, unión tapada por árboles y espesos herbazales y carrizales.


Al pasar a este lado compruebo la existencia de zanjas y caballones más someros que los del canal del Gigüela. Descubro sobre uno de los caballones un amplio cuartucho o cabaña de observación de aves. La gran cantidad de plantas taponando la entrada muestran el poco uso que se hace de esta instalación, supongo que, también motivada por la ausencia de agua al otro lado de sus ventanas, sobre las que cuelgan posters de las aves objeto de posible observación. Este recinto cercado o cerrado por este caballón donde se asienta el observatorio, delimita lo que es el paraje restaurado de la Junta de los Ríos, absolutamente escaso, por no decir escuálido, respecto a la enormidad de hectáreas que podría tener este espacio natural, si se hubiese restaurado en la amplitud que este lugar, sin lugar a dudas, merece.


        Ahora mismo se está planteando, probablemente ya esté aprobado, un trasvase de nada menos que 20 Hm3 de agua desde la cabecera del Tajo a las Tablas de Daimiel. No hay ninguna organización ecologista que esté de acuerdo con esta medida, pero la Comunidad de Usuarios de la Masa de Agua Subterránea Mancha Occidental I que es quien realmente tiene voz y voto en esta región, así lo ha decidido.

Interesante hábitat sabulícola, artificiosamente reforestado en una situación disclimácica

Es necesario recalcar que si bien, el Gigüela ya estaba canalizado, los pasados trasvases desde el Tajo-Segura a Las Tablas, se realizaron aprovechando el canal del Gigüela y esto fue la puntilla definitiva a todas estas áreas fluviales y lagunares que formaba este río manchego. Esto llevó a la re-elevación de caballones, la impermeabilización y sellado del canal, el cierre de compuertas a determinadas lagunas “privadas” que, con finalidad cinegética, mantenían aún con vida las últimas áreas palustres de esta arteria. Todo para nada, para alimentar un bebedero para patos, igual que podían haber inundado cualquier otro humedal seco como los cientos de ellos que había de camino.

Este yermo cereal fue en tiempos una muy variada zona natural y pastoril

Ahora se esgrime que es a través de una tubería y que apenas habrá pérdidas (que llegaban hasta el 90%), pero eso no quita la enorme arbitrariedad, artificialidad y absoluta falta de concordancia, con lo que son los vaivenes climáticos naturales de nuestro clima mediterráneo. Quizás esta sea la ocasión de que las Tablas se libren por fin y de forma natural, de la plaga de carpas que están acabando con las praderas de “ovas” y dejar de dilapidar tanto dinero en la extracción y muerte de las mismas. Hay que asumir que las Tablas de Daimiel es un ecosistema natural y que se tiene que comportar de acuerdo a las condiciones que afectan a su entorno del que, para bien o para mal, no puede disociarse.

Matillas de Frankenia laevis en el fondo de la cubeta lagunar

Cómo serían las Tablas si no se hubiera parado in extremis su desecación, pues la muestra está clara, solo hay que ver el estado actual de esta Junta de los Ríos. Pero es necesario recalcar que es una situación perfectamente reversible, que los terrenos ganados a la naturaleza, apenas producen lo que se gasta en su explotación y que si se deshicieran zanjas y caballones, tendríamos un gran espaciotemporalmente inundable, lleno de diferentes ecosistemas ligados a las aguas, a la salinidad, a los variados tipos de sustrato y además tendríamos, un magnífico sumidero que alimentase el magnífico y útil acuífero que existe bajo el subsuelo manchego.

Área máxima inundable, más albardinales de orla, en el entorno de la Junta

Todo es proponérselo, es una opción de futuro probablemente más seria que el intentar seguir manteniendo una agricultura, en esta área en concreto que jamás sería rentable de no ser por unas incongruentes subvenciones o por el poder de algunos de sus propietarios que probablemente no lo eran a la hora de promover estas grandes desecaciones.



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