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A vueltas con las Tablas de Daimiel y la Mancha

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Cuando lo azul eran aguas, las Tablas se llamaba "Laguna de las Islas"

El otro día me invitaron a participar en una Mesa Redonda sobre las Tablas de Daimiel, en el mismo Parque Nacional en unas Jornadas sobre Arte y Ecología, promovidas por la asociación“Cultura de Ribera” bien llevada por Víctor Díez, alma mater de su ideario y por gente de tanta valía como Valentín Rubio. El alumnado y la mayor parte del numeroso público asistente correspondía principalmente a gente con estudios en Bellas Artes, pero también había Geógrafos y Biólogos.


Esta entrada es una reflexión sobre el campo manchego y un resumen de esas conversaciones y, como si de un mal tertuliano se tratase, hablar de aquello que quedó en el tintero por cuestiones de turno de palabra y de una gripe de caballo que arrastraba. Por eso pido disculpas a mis compañeros de mesa: Jesús Casas, antiguo director del parque hoy ejerciendo por tierras asturianas, y Carlos Ruiz de la Hermosa, actual director del Parque, por esta continuación no pactada, de un debate que quedó cerrado ese 10 de marzo.

Almarjal hoy desaparecido en las cercanías del castillo de Calatrava la Vieja

Iba a la mesa sin ningún tipo de guion, como a resultas de lo que saliese en el debate, aportando mis conocimientos de la zona o lo relativo a las propuestas de Ampliación del Parque que ya conoceréis de anteriores entradas de este blog. Pero me dieron el primer turno de palabra y, ante dos directores de Las Tablas, me vi en la tarea de iniciar la polémica, de hacer de abogado del diablo y sembrar en el público asistente, las dudas sobre si ha merecido la pena tanto esfuerzo y tanto dinero, para llegar al punto en que nos encontramos.

El Guadiana se va despidiendo de la llanura manchega

El punto actual de Daimiel es aparentemente bueno. Hace años prácticamente solo se usaba un indicador ambiental del Parque, la superficie cubierta por las aguas, tan lamentable ha sido su historia en los últimos 25 años, que todo se resumía a saber cuánta superficie de agua había en el humedal y que no hubiese incendios ni botulismo. 
Tubería de socorro al Parque a finales de 2009

       Hoy, en teoría, nos encontramos en un punto óptimo, se supera el 90% de encharcamiento y desde hace casi  seis años. Pero la realidad ecológica es otra, la calidad de las aguas (por contaminantes y turbiedad) ha bajado mucho, vegetación y fauna original se ha ido sustituyendo por otra más banal. Símbolos del Parque, como la masiega (el mayor masegar de Europa) o el pato colorado, hoy son minoría. Algo parecido ocurre con los peces y la flora sub-acuática.

Lamentable aspecto del río Gigüela

Tras esparcir dudas y posibilidades fallidas, así como constatar el sacrificio del Gigüela para revivir Las Tablas, Jesús Casas mostró el cambio de paradigma respecto al concepto de zona húmeda, de las antaño zonas insalubres y palúdicas a los paraísos de biodiversidad de hoy, y de la dificultad de gestionar un Parque que dependía de unas aguas que no llegaban ya al Parque por su uso agrícola, tras la explosión de la cultura agrícola de los pozos en profundidad.


Carlos Ruiz de la Hermosa destacó el esfuerzo del Parque por restaurar las condiciones  hídricas a base de comprar tierras a la vez que  derechos de riegos en el entorno del Parque y la dificultad de tratar con cientos de agricultores, es decir cientos de expedientes, cientos de plazos, alegaciones, en fin el maremágnum administrativo. Así mismo se mostró a favor del estudio (aún en fase de Alegaciones a la Ampliación del Parque) de las ampliaciones propuestas. Aunque comentó que si se cambiase el uso de las tierras, de  agrícola a natural,  probablemente la sociedad  actual ni lo entendería ni lo  aceptaría. 



       En esto yo no estoy de acuerdo, pero aquí sí que dio con el hueso duro de roer, el núcleo duro de la política en CLM. En esta tierra manda ASAJA, hay muchos tipos de agricultores, desde personas con visión ecológica de su trabajo, hasta las más productivistas al precio que sea; pero ASAJA ya desde su inicio se hizo con las  riendas del poder político en el campo manchego.

Fumarolas de turba ardiendo bajo los cultivos en áreas anteriormente inundables

Así comenzó el debate y las intervenciones del público donde se discutieron acciones y posibilidades a realizar. La peor parte se la llevó la Confederación Hidrográfica del Guadiana, por su inacción e inoperancia,  por predicar una cosa y luego hacer la contraria o no hacer nada, y por su famoso y retrasadísimo deslinde del Dominio Público Hidráulico. También salió mal parada la  Política Agraria Común,  otra fuerza que  habla de ecología y de adaptación al clima y que luego prima el riego.

Tras la sequía el agua del Gigüela va inundando el Parque

La idea generalizada de zona húmeda: tifus y malaria, fue la excusa ingenieril para transformar las tablas fluviales en campos de cultivo, pero esa idea general y manipulada hasta la saciedad, al menos, en esta región nunca predominó, al contrario, a estas áreas venía la gente cuando tenía tiempo libre,  para bañarse, pescar, cazar, coger sus cangrejos, hacerse sus paellas, es decir, a disfrutar. 


Tramo inicial del Guadiana antes de llegar al Parque

       Pero aquí había bastante gente que vivía (económicamente malvivían) de lo que les dejaba el campo. Con unas pocas ovejas, unos cuantos jornales en vendimia y lo que sacaban de los cangrejos, los peces, la caza o la enea, podían sacar adelante una familia. Aquí ha existido una cierta “envidia retórica” a los más asilvestrados del campo, pero luego, a la hora de las canalizaciones, no hubo la menor contemplación.

Llanura de inundación de Alarcos, ¿un espejismo?

Pero la corriente ingenieril y las canalizaciones llegaron a los ríos manchegos y sus amplias llanuras de inundación. Esta invasión fue promovida por numerosos “emprendedores” locales que casualmente salieron muy beneficiados con el cambio, bien vía contratas, bien en nuevos terrenos que no eran de nadie aunque, obviamente, eran de todos.


Dominio Público usurpado al  río, como puede verse en el carrizal que crece a la izquierda de lo segado

      Lo de las puertas giratorias, los favores debidos, la información privilegiada, el paso de lo público a privado (incluso por aquellos que deberían velar por su cuidado) es un tema delicado de tratar por esta zona y, probablemente, sea un capítulo de la historia ecológica manchega que nunca llegue a escribirse.

El  canal del Guadiana, una zanja de 6m. de profundidad  en medio dela llanura de inundación

Jesús Casas nos contó como imagen que reflejaba la continua ambivalencia de Las  Tablas, su accidentado origen con las bombas trabajando de día desecándolas por orden del IRYDA y de noche anegándolas por orden del ICONA y así una de cal y otra de arena, hasta llegar a nuestros días. También puso el énfasis en las pequeñas acciones, las pequeñas compras de tierras, los pequeños pasos que según él son los que han conducido a la actualidad y que les gustaría ampliar el Parque pero recordó lo difícil, administrativa y jurídicamente que era.


La Lagunilla (Gigüela arriba del Parque), muestro los procesos de salinización actuales

      Aquí nos dejaron con la boca abierta cuando admitieron y apoyaron que era mucho mejor comprar las tierras que recuperarlas denunciando a los “okupas” del Dominio Público; también opinaron que "bien se deben haber hecho las cosas" para que llevemos varios años consecutivos de ríos corriendo tras la desastrosa situación de 2009.

Tubería de socorro del Parque en 2009

Algún participante puntualizó y creo que acertadamente, que si no se ampliaba el Parque era por falta de voluntad política, pues el Interés Público, las expropiaciones forzosas, los expedientes por usurpación del Dominio Público y otras, eran vías más rápidas y justas que la compra de parcelas una a una a los aprovechados de turno. Pero lo más lamentable es que ese comentario de "lo bien que se habían hecho las cosas", también lo ví en portada de periódicos locales hace tiempo, donde decía literalmente que si el acuífero se había vuelto a llenar y los ríos a correr, era gracias a los sacrificios de los regantes del Acuífero 23.



      Ni las autoridades del Parque ni mucho menos los regantes; si  corrieron los ríos, fue gracias a las lluvias intensas y continuadas en varios años. También Jesús Casas alabó los  pozos de recarga realizados en algunos lechos fluviales, pero ahí creo que tampoco, que el agua profundizó rápido, pero con toda su basura y contaminación, lo que no habría ocurrido de haber empleado los mismos lechos de las llanuras de inundación para una infiltración, quizás más lenta, pero más limpia e igualmente efectiva.

El mundo al revés, un antiguo Ojo trabajando como sumidero

El paisaje ha cambiado drásticamente en pocos años, la viña en “vaso” está desapareciendo ,reconvertida y ampliada, en viña en “espaldera”. Hoy es un paisaje alambrado y lleno de tubos, regado con goteo, pero en superficies exponencialmente crecientes. De un cultivo social con mucho empleo, a otro casi totalmente mecanizado; los campos de plástico para los melones; los cultivos adaptados al clima, como los almendros y olivos, ahora también regados, para que produzcan más.


Tramo del renacido Guadiana entre los Ojos y las Tablas de Daimiel

      El límite es el agua, pero al empresariado no le van los límites. Se está invirtiendo en regadíos que probablemente no puedan disponer de agua en próximos años y entonces qué pasará con los créditos de los agricultores a los que prácticamente se les ha obligado a reconvertirse; qué pasará con sus tuberías vacías y sus pozos “ilegales” pero fomentados. Hoy si aún cultivas en secano estás quedando como un tonto ante los demás agricultores, por lo que todo es una carrera hacia el agua. Se dice que el acuífero dá para mucho más regadío y los regantes están pidiendo más, incluso tras ser considerado el acuífero 23 como "masa de agua en riesgo" por la Confederación del Guadiana.

Primera intervención humana, una zúa romana cerca de los Ojos

Detrás de la pantalla verde, de la ecología, los patos y la superficie encharcada, subyace la agricultura de Castilla la Mancha. No es otro tema, si desaparece esa pantalla verde, la agricultura va detrás. El acuífero es la madre del cordero, hay que mimarlo y mantenerlo en niveles saludables, como así lo pretende (al menos sobre el papel) el Plan de Cuenca del Guadiana, donde incluso se estiman aportaciones superficiales naturales en los Ojos del Guadiana, el más preciso y cuantificable de los indicadores del estado de salud de los aproximadamente 50.000 km2 que lo alimentan.

Llanura de inundación usurpada y arada en los Ojos del Rincón

      Es preciso cuidar, como leí en una portada del ABC en 1973, el mayor embalse (subterráneo) de Europa. Estamos en el camino de no retorno, a punto de perder la posibilidad de abastecimiento a la población por medio de pozos, el sistema más lógico en un país sin ríos; pero la calidad de las aguas, dado su desmedido uso y el aporte de fertilizantes y herbicidas, no hace sino descender. A finales del 2009, hubo cosechas que se echaron a perder al depositarse en las hojas las partículas sólidas y disueltas del riego con agua del “culo” del acuífero. Hay gente que está pidiendo estudios de la incidencia de sulfitos y otros contaminantes en la salud de los pueblos manchegos.


Algunas luces y fuertes sombras  se  ciernen sobre el futuro del campo manchego

     Si no cuidamos esa agua, nos jugamos la agricultura, pues podríamos llegar a ganarnos el marchamo de producto manchego: producto contaminado. Dudo que esté exagerando y lo realmente práctico sería cuidar ese agua subterránea y regar y beber de ella sin tener que recurrir a costosos y poco prácticos sistemas de canalizaciones y tuberías entre cuencas sedientas.


       El futuro no es nada prometedor, el campo manchego en algunos casos puede y debe usar el agua para el regadío, pero en la mayoría de los casos debería, aunque la rentabilidad no sea tan alta, adaptarse al secano, con nuevas técnicas limpias, con espacios y áreas de pastoreo dedicadas (al menos las llanuras de inundación) a la infiltración del agua de lluvia. Hay que tomar conciencia del agua disponible, de pensar en el futuro y de la vida que queremos mantener con ella, la natural y la humana.

Tablas de Santa María a la  altura de Picón

     El momento de la agricultura productivista a gran escala, artificialmente subvencionada  y derrochadora de agua, energía y químicos, debe ceder el paso a otra más respetuosa con el medio ambiente, más social y más consensuada con el conjunto de la sociedad. Suena manido y rimbombante, pero es esa vía o avanzar hacia la desertización. Creo y espero que aún estemos a tiempo de reconducir esta situación. Busquemos  una salida.

La última población de narcisos en la orilla del Guadiana



Los Arenales del caudaloso Guadyerbas

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      Sigo a vueltas con los arenales, despúes de estudiar los de Villarrubia de los Ojos y algunos arenales costeros, voy con algunos arenales en buen estado que quedan por el interior peninsular.
Los arenales del Guadyerbas pueden ser uno de los mejor conservados de la sub-meseta sur, no son ni mucho menos los mayores, para eso está el hiper-cultivado Campo de San Juan en Ciudad Real, pero dado el estado general de este tipo de ecosistemas, bajo la teórica protección de la Directiva Hábitats, no nos podemos quejar.

El alcornocal suele sustituir al encinar en estos terrenos más arenosos

Como con otros ecosistemas puntuales y aislados, como puedan ser los bonales, su aparición con su medio físico, su geotopo sin alterar y con las especies vegetales que le son propias, se antoja algo especial y chocante. Con el paso del tiempo, más información y un poco de imaginación, no es difícil constatar que este tipo de medios tan puntuales, en otros tiempos eran desdeñados por el agricultor y bastante más abundantes que hoy y no tan inconexos, como se podría pensar.

Áreas de pastizal y cereales en los Llanos de Velada que se extiende muchos km2 hacia el oeste

Las acumulaciones arenosas son bastante comunes, al menos en la mitad silícea ibérica, casi todas tienen que ver con la alteración de los granitos que terminan convertidos en arenas gruesas por los distintos procesos erosivos y removidas a las zonas bajas por las aguas y en contadas ocasiones, como ésta, por unos vientos constantes y moderados.


      Los ríos de esta región, al llegar a áreas de escasa pendiente tienen un drenaje indeciso y variable, espacial y temporalmente, creando con su cambiante recorrido, amplias superficies arenosas que son finalmente asentadas por la vegetación, a no ser que de nuevo las aguas o  un viento persistente, las torne de nuevo móviles y acumulables en determinados lugares.

Al norte del Guadyerbas un relieve duro, montuoso y adehesado; al sur el Baldío y los Llanos de Velada

Esta zona de la que hablamos se encuentra a medio camino entre el Tajo y el Tiétar, rodeada por ligeras elevaciones, crecientes hacia el este, que hacen de embudo frente a los vientos constantes del oeste a suroeste. Hacia poniente pronto desaparecen las dos pequeñas alineaciones montuosas que separan el valle del Guadyerbas del Tajo y del Tiétar respectivamente, y el interfluvio entre ambos ríos apenas resalta entre ellos. Es la gran zona detrítica entre las estribaciones de Gredos al norte, y las Villuercas al sur. Es el Campo Arañuelo, continuado en Toledo por la Campana de Oropesa. Toda esta área actuó de área fuente para las finas arenas que se acumularon en los Llanos de Velada.

Forma ovalada del alvéolo  granítico del Baldío de Velada

A esta disposición geográfica de orografía y sedimentos, se une la disposición del terreno granítico sobre el que se asientan los arenales. A parte de los glacis o piedemontes, (arenosos también) del Berrocal que lo separa de Talavera, una buena parte de las arenas se localizan en un gran alvéolo granítico, un área de confluencia de fracturas que produjeron finalmente un área deprimida de forma oval, rellenada por arenas fluviales, traídas de la montaña del Piélago por el Guadyerbas (el caudaloso Guadyerbas como decía con guasa mi abuelo), y por los vientos del oeste, por el gran área deprimida del arroyo de los Huertos-Alcañizo en el interfluvio Tajo-Tiétar.

Entre el alcornocal aparecen arroyos y charcas que drenan la llanura cerca del Guadyerbas

Bajo este manto arenoso se encuentra el acuífero de Velada; hacia dicho pueblo más profundo y hacia el Guadyerbas, somero puntualmente, alimentando algunos manantiales y pequeños arroyos que nos sorprenden con una vegetación de rasgos norteños y atlánticos en medio de una reseca llanura. Hace bastantes años casi no me podía creer la presencia de robles melojos, quejigos portugueses e incluso alisos, entre espesos brezales, zarzales y helechares en esta región. A ese elenco, se le une algún manzano silvestre y plantas de carácter atlántico como Genista anglica, G. tinctorea, Serapias cordigera, Succisella microcephala, Lobelia urens, etc. Por lo que al difícil carácter sabulícola de la vegetación hay que añadirle esos “bonales” y arroyos llenos de vida.

Este año  bueno de lluvias la orquídea Serapias cordigera aparece en más zonas deprimidas que el típico bonal

El ecosistema dominante es el alcornocal, hasta tal punto en algunos momentos los grandes alcornoque semejan las “pajareras” de Doñana, incluso una de las plantas características, exclusiva de estas arenas, el Halimium calycinum, también forma paisajes en Doñana y solo faltaría el Halimium halimifolium para poder llamar a este matorral igual que lo hacen allí: “monte blanco”, cosa que casi se consigue gracias a otro protagonista especial de esta vegetación, el codeso Adenocarpus aureus. Algún punto he conocido más al oeste, en el límite con Cáceres en que la unión de este codeso y la retama blanca Cytisus multiflorus, sí que pintan el monte de blanco. Pero aquí en Velada esta escoba blanca aparece solo al oeste del arenal.

El plateado Adenocarpus aureus poco antes de su espectacular floración, Cachis!!

Fuera de la vegetación algo relacionada con el agua, dominan las cistáceas del género Halimium: H. calycinum, H. umbellatum subsp. viscosum y H. ocymoides. Hace unos años vine aquí para afotar el H. calycinum y me llevé H. ocymoides por un error que luego me recordarían. Ahora he visto que la flor es muy parecida, pero que no coinciden casi ni en época de floración. Todos ellos aparecen mezclados con el abundante Adenocarpus aureus, y cogerlos en los escasos días en que todos coinciden en su floración es algo espectacular.

Halimium ocymoides a la izquierda, sin florecer y H. calycinum a la derecha. No confundir

Halimium calycinum entre ramas secas por la sequía de estos dos últimos años

       Otras jaras que aparecen son Cistus salvifolius, relativamente abundante y C. psilosepalus, ya más relacionada con la humedad edáfica y la sombra. Podemos ver dispersos torviscos Daphne gnidium, piruétanos (Pyrus bourgaena) y en enclaves algo elevados o pedregosos al cantueso Lavandula stoechas susbsp. sampaioana. La jara pringosa solo aparece fuera del arenal en las laderas del norte.

La jarilla blanca (Halimium umbellatum subsp. viscosum junto a H. calycinum)

Cistus  salvifolius creciendo en medio de las arenas

Cistus psilosepalus cerca de un arroyo y protegida por los alcornoques

Esta es la vegetación arbustiva, pero la vegetación de escasa talla, está tan fuertemente adaptada al sustrato arenoso que muchas especies solo pueden medrar en este medio. De entre las especialistas (Andryala arenaria, Erodium pulverulentum, Linaria spartea, Corynephorus canescens, Rumex bucephalophorus, Euphorbia matritensis, etc.), destacan la pequeña matilla Mercuriales elíptica y sobre todo, Thymalea lythroides que no pude encontrar, una rareza que solo crece aquí y en otra única localidad sevillana muy parecida a esta y en el gran alcornocal marroquí de Mámora.

No me cabe duda que el alcornocal sobre arenas es vegetación permanente con su flora asociada

Realmente la vegetación de las arenas en toda esta región (incluyendo los arenales del Tajo, Alberche y Perales), vienen marcados por la presencia de Adenocarpus aureus, que ha llegado a verse incluso en arenales de Retamares-Alcorcón en Madrid. Estos arenales cada vez más escasos, aparecen en las áreas señaladas y en las cercanías del Alberche en Talavera, al sur de Gamonal y puntualmente en áreas deprimidas del interfluvio Tiétar-Tajo entre Toledo y Cáceres. Muchos de estos puntos se encuentran en proceso de recuperación. El Halimium calycinum llegó a estar en los areneros del Manzanares en Rivas según Cutanda (Madrid) y cada día es más escaso en Fuente el Fresno. Pero es muy fácil de reintroducir en estos puntos que estoy citando, para recuperar un ambiente que está viviendo sus últimos días si no los protegemos debidamente.

La belleza de esta planta ha desaparecido de casi todas partes, pero puede  volver de nuevo a ellas.
Insisto, no confundir la anterior Halimium calycinum con H.  ocymoides, la siguiente:


Afortunadamente estamos en una zona protegida como “Reserva fluvial de los Sotos del Guadyerbas y arenales del Baldío de Velada” desde 2002, además de formar parte del L.I.C. “Sierra de San Vicente y valles del Tiétar y Alberche”. Pero esto no es garantía de conservación como he podido comprobar. Existe una práctica perversa en gran parte, al menos, de Castilla la Mancha que cosiste en reforestar para acogerse a las ayudas para tal fin, sobre terrenos ya forestados. 

Estos terrenos ya tiene una producción corchera, una repoblación conduciría a una espaciación del arbolado compitiendo por el agua y los nutrientes, parecida a la anterior a la repoblación.

      Es destrozar un terreno para cultivar encinas, pinos o alcornoques alineados y tener garantizados unos dineros anuales hasta que dicho monte pueda producir por sí mismo. La perversión del asunto es que usualmente no se trata de superficies deforestadas, sino usualmente de un buen mosaico de árboles, arbustos y pastizal, muy aptos para el pastoreo y para la biodiversidad del medio. Aún peor es que se introduzcan especies foráneas que empeoran la situación más que si se tratase de terrenos deforestados.

Se puede observar aquí la trama asurcada de la repoblación realizada hace algunos años en el arenal

Como se puede apreciar en las imágenes de satélite, una gran parte de la superficie del Baldío de Velada fue roturado para plantar alcornoques y pinos, aunque al parecer la situación ha ido revertiendo hacia su naturalidad y homogeneización con los terrenos vecinos.

El cantueso  aparece como las encinas, al exterior del arenal y fuera de la humedad

    Algunos pinos siguen adelante al igual que bastantes alcornoques y llama la atención la facilidad con la que arraigan de manera espontánea los pinos en estas arenas, y es que pienso que es la ecología oportunista del pino la que no tiene competencia, a pesar de la idoneidad del alcornoque que tiene en contra su escaso  reclutamiento y lentitud de crecimiento.

No es raro encontrar algún pino creciendo entre jarillas y helechos en el arenal

Toda esta región tiene una clara vocación ganadera, como bien muestra la Cañada Real que a partir de la cola del pantano de Navalcán va hacia el oeste y que todavía se usa para la transhumancia. Las partes algo más altas de los Llanos de Velada, siguen con su clásica tradición de cultivo de las  célebres sandías de Velada, algo que a pesar de los tiempos sigue siendo bastante productivo, como se puede constatar con los numerosos sombrajos apostados en la carretera para su venta en pleno rigor veraniego.

Entre las muchas plantas que ví, me llamaron la atención los altramuces. El azul Lupinus angustifolius, el rosado L. hispanicus y, abajo el amarillo, L. luteus.


      La conexión de las áreas bajas luso-extremadurenses, desde Campo Arañuelo hasta las cumbres del Piélago con sus fantásticos robledales que ya quisiera Gredos para sí, son de libro, con una catena vegetal en muy buen estado de conservación. En medio de ese ecológico viaje, aparece como una isla cargada de biodiversidad, esos sotos y arenales del Guadyerbas, con sus áreas higrófilas de carácter norteño y sus arenales emparentados con el suroeste andaluz y marruecos.



Serapias, ¡¡Por fin!!

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Llevo ya varios años intentando realizar esta entrada sobre una de las orquídeas ibéricas más llamativas, pero por fin he podido rematar el elenco de especies para Castilla la Mancha, con la guinda de la localización de la poco común Serapias perez-chiscanoi para Ciudad Real.


Las Serapias son un género de orquídeas fácilmente identificables, las peculiaridades de su flor no aparecen en ningún otro género de orquídeas. Se caracterizan porque pétalos y sépalos forman un “casco” puntiagudo que encierra la cavidad estigmática, y por su particular labelo, estrechado en su zona central dejando una parte exterior, el epiquilo, colgado más o menos verticalmente y una interior, el hipòquilo, ensanchado formando dos lóbulos laterales que hacen de paredes laterales del casco.

Serapias lingua de tonos muy claros con la "lengua" oscura sin acanalar en su interior.

 Brácteas y piezas florales suelen tener muy marcada la nerviación y en general, son de tonos rojizos, aunque alguna especie o carencias de color (hipocromatismo), las tornan verdoso amarillentas.

Para diferenciarlas es fundamental el epiquilo, su tamaño, posición, coloración, pilosidad y también una estructura en la base del labelo, en el interior del casco, la “lengua”, suele tratarse de un resalte acanalado o no de color oscuro.

Lengua, solo  muy ligeramente acanalada de Serapias lingua

Es un género cicrummediterráneo que en España se dá  en las áreas silíceas, siendo Extremadura la región más abundante en cantidad y variedad. Se distribuyen por el oeste peninsular, desde Cádiz a Galicia, Sistema Central, partes bajas de la Cordillera Cantábrica y Pirineos, la Cataluña silícea, puntos aislados del Sistema Ibérico y Menorca, donde existe una espectacular especie endémica, Serapias nurrica que no trataremos aquí.

Forma de Serapias lingua relativamente parecida a S. stritiflora

A pesar de que no es un género complicado de orquídeas, como otras que ahora mismo no sabría cual es exactamente su nombre, hay tendencia a separar especies con características diferenciales, como Serapias occidentalis (labelo intermedio entre S.cordigera y S. vomeracea) o Serapias strictiflora subsp. elsae (intermedia entre S. strictiflora y S. cordigera).


La especie más común y abundante es Serapias lingua, tiene buena capacidad colonizadora,  como comprobé en el jardín de mis padres, donde entró sola y estos años a veces la aislo en pequeños setos, para que no se los lleve la segadora.

Para complicar la búsqueda de S. perez-chiscanoi, aparecen forma claras de S. lingua

Serapias lingua es muy variable, como podéis ver en las fotos, pero es fácilmente reconocible por su "lengua" fácilmente distinguible en el interior de la garganta (casco) de la flor, compacta y sin apenas acanaladura. Es de ambientes húmedos temporalmente, aparece en los bonales, solo en las partes más secas y también en todo tipo de vaguadas e incluso jardines regados.

Serapias cordigera con un huésped

Serapias cordigera es una planta mayor que la anterior, con varios tallos y una flor mucho mayor y un labelo enorme y acorazonado (cordígera), como todas, puede variar en tonos pudiendo aparecer como hipocromática, sin color o sea verdiamarilla, faltando Serapias nurrica en estos territorios, es difícil de confundir.

Serapias vomeracea, foto de Gonzalo Moreno Moral para Flora Ibérica 

Serapias vomeracea es parecida a la anterior, puede presentar una mayor talla, pues es más estilizada. Parece una S. lingua a lo bestia, alta y corpulenta, de labelo perfectamente triangular y los mismos tonos que la S. cordigera. Tiene una distribución mucho más puntual que las anteriores, siendo el este de Badajoz (su núcleo más extenso), Cádiz, suroeste de Cáceres, Guadarrama, Costa Brava y puntos aislados del norte de Huelva. Está en el extremo oeste de Ciudad Real, pero no la tengo afotada.

Curioso ejemplar de Serapias lingua bicolor


Serapias parviflora

Serapias parviflora, como indica su nombre latino es de flor pequeñita aunque la planta es grande, tiene un labelo triangular mínimo, siendo grande la desproporción entre la altura de la planta y lo pequeño de las flores, mucho menores que las brácteas que la acompañan. Presenta, como la S. lingua una gran variedad de tonalidades y no es raro encontrar ejemplares hipocromáticos. Es de ambientes con humedad duradera, bonales y bordes de arroyos y cunetas. Está por todo el suroeste ibérico, norte centro-oriental y puntos dispersos desde Galicia a Levante.

Ejemplar hipocromático de Serapias parviflora no muy lejos de donde estaba la S. perez-chiscanoi

Serapias strictiflora, se parece mucho a S. lingua, incluso tiene una lengua parecida aunque algo más  dividida. Es en todo mucho más delgada (stricti) que ella, con una lengua muy fina, a veces horizontal o curvada. Aparece en los extremos del suroeste, fundamentalmente en Cádiz y no llega al centro peninsular.

Serapias strictiflora, foto de Gonzalo Moreno Moral para Flora Ibérica

Serapias perez-chiscanoi era la especie más localizada de todas. En un principio se denominó S. viridis, un nombre que yo abogaría porque retornase. Aunque su descubridor D. José Luis Pérez Chiscano merezca todos los honores y alguno más, por su labor investigadora y defensora del medio ambiente, no concibo nombres de personas en seres vivos o en accidentes naturales. Esta especie es claramente verdiamarilla con una marcada nerviación en roj; solo en Portugal aparecen ejemplares más rojizos, .

Por fin se dejó ver la muy escasa Serapias perez-chiscanoi

Esta Serapias apareció cerca del Guadiana, siempre en su parte norte y se creía exclusiva de Badajoz; luego apareció en el sur de Cáceres y era una orquídea propia de la cuenca del Guadiana. Más tarde apareció en el noroeste de Cáceres y siguió siendo un endemismo extremeño. Pero la cosa empezó a cambiar al descubrirse una población en La Jara toledana.


       A partir de entonces se comprobó que se había extinguido de varias poblaciones iniciales y, dada su escasez, entró en la triste lista de especies "en peligro de extinción", de la que salió al par de años, para considerarse “vulnerable” tras descubrirse una muy buena población en el centro de Badajoz. Ya más adelante se encontraron más localizaciones al sur del Guadiana y, hace un par de años, otra en los  toledanos Quintos de Mora.



Tenía que aparecer en Ciudad Real, para mí es una especie claramente luso-extremadurense, si bien no sube por encima de los 650m y no soporta el frío. En 2010 encontré en un blog una entrada de Jesús Víctor García y María Dolores Fernández, con el hallazgo de esta orquídea en un pueblo del oeste de Ciudad Real, desde entonces he ido hasta seis veces hasta allí para localizarla, pero sin éxito.

Enorme ejemplar de Serapias perez-chiscanoi fotografiado por Jesús Víctor García

     Tras un intento fallido en su pueblo La Puebla de Don Rodrigo, (por culpa de ejemplares hipocromáticos de otras especies), el año pasado fui con mi amigo Valentín Rubio sin encontrarla, y este año hemos repetido el viaje también con Leovigildo Flox y con Iván Fernández (que fue quien gritó “aquí está”), todos buenos conocedores de las orquídeas y de los bonales de Ciudad Real, (a parte de Ramiro García Río), y por fin apareció la susodicha.

Un bello acompañante de las Serapias luso-extremadurenses es la Scilla ramburei

Como dice mi amigo Daniel Sánchez, "una planta no existe hasta que no está en un pliego de herbario”. Pues esta planta va a seguir sin existir hasta que no encuentre más poblaciones y numerosas, pues no pienso arrancar ni una. Es más creo que allí está en peligro. Las que encontramos no estaban en “su sitio”, sino en el vecino jaral, un jaral-brezal bastante húmedo, pero esta es planta de pastizal, no hace falta que sea demasiado húmedo, de un bonal se quedaría en los márgenes, no iría dentro como S. cordigera.


Algo me dice que las plantas de las praderas del bonalillo fueron arrancadas, pues eran grandes ejemplares adultos y muy visibles, con muchas flores y que estarían en pleno vigor en el momento en el que fuimos o en el que fui yo otros años. Estos terrenos son de varios particulares y el miedo a que les “quiten” terreno para proteger unas hierbas que no van a ninguna parte, puede haber espoleado a que algún “avispado” a que las quitara de en medio y "muerto el perro se acabó la rabia".

Por la forma acorazonada se trata de ...

       Pero no hace falta ese miedo a una compra-expropiació-limitación de usos, una cercana localización en otro bonalejo, este año aparecía cercado y con un rebaño de ovejas en su interior, con lo que las orquídeas que abundaban el año pasado, este año eran inimaginables. La parcela de al lado, también con algo de bonal, quemada; otra parcela arada a fondo,...


La gente tiene la idea general de las orquídeas de la selva o de la floristería, pero si se parasen un momento a observar la belleza de estas “pequeñas” orquídeas nuestras, no dudarían en hacer lo posible por garantizar su existencia e, incluso, su abundancia. Las poblaciones desaparecidas en Badajoz responden a un arado de la tierra sin más, sobre el papel están protegidas, pero no existe el mínimo control sobre el terreno de las buenas poblaciones o de aquellas más en riesgo. Hoy hay lugares (al menos dos en Extremadura) que presentan orquidiarios y rutas de la orquídea, amparados por las instituciones haciendo valer su belleza y la de los pueblos y lugares vecinos, enorgulleciendo a propios y extraños de estas maravillas de la naturaleza, sigamos su ejemplo y pregonemos su belleza.




Arenales Levantinos

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Aprovechando al bueno de San Isidro Labrador nos hemos ido a la playa unos días y, como de costumbre, yo me he ido tanto para el agua como para la arena, pero no la arena del borde, sino a la de las dunas de más adentro. Como sabéis últimamente estoy bastante arenoso, me ha dado fuerte por este tipo de vegetación tan especial de la que llevo varias entradas.


Pero esta entrada tiene que ver con las arenas mediterráneo-levantinas, en concreto con las alicantinas, en una de sus mejores localidades, las dunas de La Marina o El Carabassi que desde las salinas de Santa Pola al norte, van hasta la desembocadura del Segura y llegan a tener hasta más de dos kilómetros de anchura. También, por mi natural mesetario, visité unos arenales de interior, por los pelos pertenecientes a Albacete, en el término municipal de Caudete, aunque del conjunto, claramente alicantino, de los arenales de Villena.

Los pequeños arenales interiores de Caudete

Las dunas de La Marina, están estabilizadas desde antiguo por varias repoblaciones de pinares e incluso de eucaliptos o palmeras. En ciertos lugares se ve muy claro el aporte de arenas en las primeras dunas que se meten con empuje hacia el interior, formando, como en  Doñana, los célebres “corrales”, donde las dunas, en su avance, van cercando zonas deprimidas interiores y comiéndose a los estáticos pinos que acaban sucumbiendo a su paso.

La arena comiéndose lentiscos y sabinas de una "mallada" interior a las dunas

Conocí este lugar hace ya muchos años. Se llegaba con el coche al borde del agua tras atravesar una línea continua de chiringuitos y casillas ilegales. Un día llegué y se había aplicado la Ley de Costas, encontré un paisaje post-bélico de casas derruidas y basuras al borde de la playa. Aquello no tardó en limpiarse y quedó una de las líneas de costa más limpia y natural del Mediterráneo levantino.


       Años después, de los múltiples accesos hasta el borde de la playa, solo han permanecido un par de ellos en esos casi 10 km. de costa, con lo que al resto de playa había que llegar andando, lo que disminuyó algo el número de visitantes y exponencialmente la acumulación de basuras al borde de la arena. Como resultado final tenemos una de las mejores playas con un amplio cordón dunar en buen estado general que la separa de las no muy elevadas edificaciones turísticas del interior.


Aquí se pueden ver en un solo lugar todas esas figuras de protección dunares de los Hábitats Prioritarios de la red Natura 2000: dunas pioneras (2110),  dunas móviles (2120) con Ammophilla arenaria, dunas fijas (2130) con Crucianella maritima, dunas fijas con vegetación anual (2230), depresiones intra-dunares (2190) y dunas completamente estabilizadas: ya sea (2240) con vegetación herbácea, (2250) con Juniperus, (2260), con vegetación esclerófila de Pistacea lentiscus, etc. o (2270) con pinares; todas estas últimas ya en transición a la vegetación zonal.

Echium sabulicola, Lotus creticus, Pseudorlaya pumila, Cutandia maritima en las dunas móviles

Por definición, toda la vegetación de las arenas, sabulícola o psammófila, como prefiramos llamarla, está protegida, por su rareza, su muy escasa representación territorial y su fragilidad. Pero la clasificación de Hábitats europea en el mundo mediterráneo peca de una gran indefinición. Por un lado los arenales interiores, a pesar de tener una clara vegetación sabulícola no están caracterizados adecuadamente en la legislación, bien por falta de estudios florísticos y fitosociológicos que las definan o  por la escasísima representación territorial de comunidades en buen estado.

Campo dunar estabilizado con palmeras. Indicadoras del piso termomediterráneo semiárido

Por otra parte, están separadas arbitrariamente en arenas atlánticas (21) y mediterráneas (22); y lo digo, no porque no haya una clara separación entre ambos mares, sino porque aunque haya una geografía diferente, no hay una respuesta, ni climática ni vegetal acorde. No es lo mismo Almería que Coruña, pero entre Cádiz y Málaga o Huelva y Murcia, no lo es tanto. Ni siquiera hay una concordancia entre ambas clasificaciones en la secuencia dunar y vegetal de mar a tierra adentro.

Depresión intra-dunar con juncales, Hábitat reconocido por la Red Natura (2190), pero para el Atlántico

En la comunidad valenciana, las dunas  son ya un bien escaso dada la galopante urbanización de la mayor parte de su costa. Ni siquiera las áreas más accidentadas se han salvado de la construcción. Pero la construcción en arenales siempre ha sido complicada, al igual que la contención de la arenas. Estos espacios y los humedales son los únicos espacios que se han salvado (parcialmente) de la construcción.

Campo dunar con la línea blanca de las torres turísticas de Santa Pola al fondo

Al ser una comunidad relativamente “rica”, algo se ha invertido para compensar tanto desastre medioambiental. Valencia cuenta con la mejor red de micro-reservas de toda España y es pionera en la conservación de sus ecosistemas playeros, siendo típico el acceder a playas, relativamente congestionadas en verano, a través de pasarelas de madera que salvan los primeros cordones dunares y su vegetación.

Pasarela para salvar las dunas cerca de la desembocadura del Segura

Algunas de esas actuaciones son visibles en estos arenales santapolenses, siendo recomendables los recorridos  habilitados por medio de pasarelas, inmediatamente  al  sur de las salinas de Santa Pola, donde podemos ver claramente  el  tránsito de ecosistemas  marinos a lacustres a través de buenos cordones dunares, con un variado elenco  florístico que va de lo halófilo a lo sabulícola.

Arcthrocnemum macrostachyum, al pie de las dunas y al borde de las salinas de Santa Pola

Tras la zona  arenosa  más  móvil, aparece otra más  estabilizada que no  lo es tanto como se puede  comprobar con los numerosos pinos enanizados que están  siendo colapsados por la arena. A partir de aquí aparecen depresiones intradunares, unas secas y otras con  restos de aguas temporales y vegetación higrófila y salina. Finalmente viene  un amplio campo dunar ya estabilizado colonizado por el pinar, a veces de carrasco y otras de piñonero.

Pseudorlaya pumilla, presente tanto en la costa como en los arenales de interior

No es raro encontrar palmeras; el palmito Chamaerops humilis aparece aisladamente, pero hablo de palmeras de verdad, del género Phoenix, pues no me  atrevo a decir que todas son palmeras canarias pues se cree que en estos medios arenosos y en algunas escarpadas ramblas del sureste quedan ejemplares de la palmera española Phoenix hispanica,  una palmera que aparece en  los registros fósiles de yacimientos de la costa del sureste y que se ha reconocido (por sus dátiles menores y otras características) en algún campo dunar como éste.

Palmeras sueltas entre las dunas móviles y el pinar. Launaea fragilis en primer término

Es difícil, por no decir  imposible, encontrar una catena vegetacional en perfecto estado en estas playas que muestre la perfecta sustitución de especies y comunidades desde el borde del agua hasta lo más alejado de la  influencia marina. El efecto del pisoteo y la dura historia reciente, lo hacen muy difícil; aun así, se aprecia una buena diversidad de especies. Yo me las prometía muy felices, dada la meteorología favorable de esta primavera, pero las lluvias no han llegado a esta zona y está todo achicharrado; no hay ni rastro de los terófitos, de las anualitas que yo pensaba encontrar por aquí. Adiós Maresia nana y otras, ya nos conoceremos en  otra.

Silene ramossisima llena de arena por el viento marino y por su viscosidad

     En los ecosistemas costeros existe una franja que no se aleja mucho de la costa que es el área influenciada por los vientos marinos que aportan humedad y salinidad, es la "maresía", algo que los arenales de interior nunca tendrán. Esa influencia marina hace que las plantas de tengan que adaptarse a esa salinidad, apareciendo plantas halófilas o plantas con adaptaciones típicas de éstas, como la carnosidad, la retención de líquidos para poder competir con el agua del suelo con las sales, las cutículas duras y brillantes, etc.

Cakile maritima en la vanguardia playera aprovechando la nitrificación aportada por el mar

La primera franja arenosa, apenas tiene vegetación; es la más pisoteada y tapada por toallas o hamacas. Es la más alterada por lo aparecen plantas nitrófilas comoe Cakile maritima o Salsola kali, siendo menos frecuente encontrar el cardo marino Eryngium maritima o el lirio marino Pancratium maritimum.

Hojas acintadas del lirio marino Pancratium maritimum con un huésped

  La segunda línea arenosa, sigue siendo móvil, pero menos que la primera. Al haber sido el lugar en el que estuvo durante años la línea de chiringuitos y casetas, lo que describo es lo que queda de ella. Aunque sea el área de la bella gramínea Ammophila arenaria, aquí es dominante el “casi matorral” de Lotus creticus que estabiliza la arena al punto de que por erosión y movilidad de la arena, la mata queda resaltada en alto.


       Su abundancia y la presencia de la Centaurea seridis subsp. maritima denotan alteración del medio, lo que no va a faltar en un lugar turístico. Aquí también se ven rodalillos de la juncácea Scirpus capitatus y plantas de Echim sabulicola, Silene ramossisima, Pancratium maritimum y mucha Pseudorlaya pumila.

Ammophylla arenaria y Lotus creticus florido entre la arena movida por el viento

La  tercera  franja de playa ya corresponde a grandes dunas mayormente estabilizadas. El elenco florístico se incrementa y se entrevera con la anterior, apareciendo aquí Crucianella maritima, Ononis ramossisima, Teucrium dunense (que no ví), Helichrysum stoechas, Launaea fragilis, etc.

Crucianella maritima abunda donde ya se empieza a estabilizar la arena

Entre esta tercera franja arenosa y los pinares de las dunas ya fijadas y en lo claros de ambas franjas, aparece la vegetación anual (terofítica) de la Malcolmietea, Hábitat 2230. Es una vegetación solo apreciable después de las primeras lluvias primaverales o de fin del invierno, son pequeñas plantas como Malcolmia sp.*, Maresia nana, Pseudorlaya pumila*, Loeflingia hispanica*, Silene littorea, Erodium laciniatum*, Polycarpon tetraphyllon* y pequeñas gramíneas como Corynephorus fasciculatus*, Cutandia maritima, Desmazeria hemipoa o Vulpia membranacea* entre otras.
   
Centaurea seridis subsp. maritima aparece en las primeras dunas si están algo alteradas


    Esta vegetación anual coincide en muchas especies (*) con la vegetación anual de dunas del interior peninsular que solo pueden prosperar sobre lechos arenosos.

La vegetación autóctona arbustiva queda en las últimas arenas antes de las repoblaciones

Las grandes dunas ya completamente fijadas por el pinar sería la última franja a tratar. En sus escasas representaciones fuera del pinar dominante, están colonizadas por una alto matorral de lentiscos Pistacea lentiscus, sabinas moras Juniperus phoenicea subsp. turbinata, efedras Efedra dystachya, albaida Anthylis cytisoides, etc.


Efedras, lentiscos y pinos contribuyen a estabilizar definitivamente las arenas

      Intercaladas entre estas últimas franja, existen depresiones intradunares (Hábitat 2190) que en algún punto llegan a dibujar pequeñas lagunejas o juncales halófilos, son las “malladas”, por la forma de corralillos que tienen y porque en un pasado más ganadero, era de los pocos sitios en que podían comer las ovejas. Aparecen todo tipo de juncos tolerantes con la sal y tarajes.

Mallada o depresión interior con juncales y vegetación higrófilo-salina

     Aquí también son abundantes las acelguillas como Limonium cossonianum, junto con gramíneas y carrizos. Podemos ver, aprovechando la salinidad pequeñas anualitas crasicaules como Messembryantemum cristalinum y el más rojo M. nodiflorum, Salicornia ramossisima o Suaeda splendens y también la amarilla parásita Cistanche pheliphea.

Limonium cossonianum en las depresiones salinas interiores a las dunas o sus bordes

Messembryanthemum cristalinum, aunque su congénere M. nodiflorum teñía de rojo grandes áreas



Los arenales del interior alicantino sí que tienen unas características propias diferentes a otros tipos de arenales, tanto costeros como otros interiores. 

Al pie de la sierra del Cuchillo se acumula la arena remontante de los Arenales de Caudete

        En algunos casos llegan a coincidir con especies de las partes más internas de los campos dunares marinos, pero las peculiares condiciones micro-climáticas y la mayor influencia edáfica, hace que algunas especies se hayan adaptado a estas condiciones, de tal manera que se han separado de las originales. Es decir, han especiado, se han adaptado perfectamente a este entorno, también arenoso pero más continental, sin la influencia de la maresía y la templanza del mar.

Helianthemum guerrae, un endemismo de los arenales del sureste

Destacan en estos arenales plantas tan especiales como Helianthemum guerrae, Sideritis chamaedryfolia o la bellísima Linaria depauperata subsp. hegelmaieri; estas tres, junto a Orobanche tunetana, son exclusivas de este tipo de arenales de interior. También hay otras especies comunes con la costa como Teucrium dunense,  Maresia nana o Pseudorlaya pumila. No me fue difícil encontrar las primeras pues dada su escasez y especificidad, deben estar en algún programa de seguimiento y se encontraban marcadas para su mejor localización.

La escasa Sideritis chamaedryfolia propia como la anterior de este tipo de arenales

Linaria depauperata subsp. hegelmaieri, como la Sideritis y el Helianthemum, es un muy escso endemismo de Alicante con un par de localidades en Murcia y otra en Albacete. Antes conocida como Linaria arabiniana es una flor bellísima que puede ir del amarillo con rallitas rojas al rojo con rallitas amarillas.

Linaria depauperata subsp. hegelmaieri

Son unos arenales sumamente pequeños, también debido al mordisco continuo de la agricultura o a la explotación de las arenas para el boom urbanístico desde los años 60. Se formaron en épocas más áridas, más incluso que en la actualidad; con unos vientos dominantes de origen marino. Como el interior está formado por multitud de sierras (la esquina nor-oriental de las sub-béticas) que separan el mar de la meseta, muchos de estos arenales actualmente son remontantes, escalando las faldas de esas serretas, y mezclándose con la vegetación zonal que los rodea o interfiere en ellos.

Chaenorrhinum robustum

Los  arenales de Caudete son una micro-reserva de Castilla la Mancha en pleno dominio levantino, apenas tienen unas pocas hectáreas. pero su elenco florístico le ha hecho merecedor de esa categoría. En  Caudete, casi nadie tiene idea de que exista esa joyita natural en su municipio, quizás es que allí están rodeados de bellas sierras, lagunas saladas y una naturaleza más exhuberante que la aparente aridez que creen reconocer los viajeros que van a la playa, aunque sea para tumbarse en unas de las arenas más áridas de toda la costa española.

Los Montes de Toledo

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 Hablar de Montes de Toledo en una entrada del blog aparte de pretencioso es inabarcable, por ello valga este esbozo con la excusa de una reunión botánica en la que participé los últimos días de mayo.


De entrada hay que matizar el nombre y situarnos debidamente. Como ya he dicho otras veces, no me gustan los nombres de personas o de ciudades para seres vivos o lugares geográficos. Los Montes de Toledo en sí, debieran nombrar la parte toledana-ciudadrealeña del gran conjunto montuoso, más que montañoso, que separa las cuencas del Tajo y del Guadiana. Su nombre más apropiado debería ser el de Sistema Oretano, por coincidir muy “a grosso modo” con el antiguo territorio prerromano de los Oretanos, aunque los extremos norte y este, fueran Carpetanos.

Arces en rincones especialemente rocosos

Todo el Sistema Oretano (San Mamede, San Pedro, Montánchez, Villuercas y Montes de Toledo), goza de una gran uniformidad geológica, desde la frontera portuguesa hasta internase en la llanura manchega. Se trata de materiales paleozoicos, cámbricos y ordovícicos, con buenos estratos plegados y verticalizados de cuarcita armoricana que constituyen el armazón estructural de todos los relieves elevados.

Encina creciendo en una repisa de un risco cimero de cuarcita armoricana

Estamos hablando de un sistema montañoso muy antiguo y poligénico. Formado inicialmente en la orogenia Hercínica fue posteriormente reducido a una penillanura durante el mesozoico, pero a comienzos del mioceno, con los empujes de la orogenia alpina, esta región fue levantada de nuevo y ríos y agentes erosivos actuaron sobre esos materiales erosionándolos diferencialmente.


Arriba las duras áreas cuarcíticas, abajo la  erosión ataca a las blandas pizarras azules de Navas de Estena

     Esta erosión actuó vaciando en mayor grado los materiales más blandos (pizarras, areniscas, etc.) para así dejar en relieve los más duros (cuarcitas) que como partían de una situación inicial homogénea, hoy presentan sus relieves culminantes a unas alturas muy similares, creando un paisaje que fue definido como el “mar de cumbres”, algo muy característico de este tipo de relieve plegado denominado Apalachense.

Cubierta vegetal continua de cima a fondo de valle

Aunque para muchos, de los pocos que las conocen, estas montañas no son ni destacables ni interesantes, la realidad es no es así y que territorialmente abarcan una enorme superficie debido a la cantidad de estribaciones, que principalmente por el sur, acompañan a sus áreas más elevadas.


Pista de gusano gigante sobre las rocas y abajo, "ripple marks" de una antigua playa

      Prácticamente, por el oeste de Ciudad Real, se puede decir que no hay solución de continuidad entre Montes de Toledo y Sierra Morena, lo que se hace extensible tanto al oeste hacia Cáceres, donde Las Villuercas son el verdadero techo de la Cordillera Oretana con sus 1601m., como al noreste de Badajoz.

Entre rocas y robledales, donde menos se espera, salta la liebre

La geomorfología de estos montes, magistralmente desvelada por el profesor Julio Muñoz Jiménez, es muy característica y también, por su mismo origen, aplicable a Sierra Morena y montes extremeños, incluído los extremos occidentales del Sistema Central (Peña de Francia, Gata y Malcata). Las líneas de cumbres siempre rematadas por cordales cuarcíticos de la blanquecina cuarcita armoricana. En cotas menores son muy numerosas hiladas de cuarcitas rojas del Tremadoc que conforman la roca más típica y abundante de todos estos montes.

El saltamontes ha imitado el color  de las cuarcitas rojas, lo mismo han hecho las víboras, como nos contó Gilfer, 

Al pie de los cuerdas, con farallón o no, son muy abundantes las típicas pedrizas o casqueras, lugares tan removidos en épocas frías y con tan poco suelo, que aún no han podido ser totalmente colonizados por la vegetación. Al pie de los montes y muy a menudo puestos en resalte por la erosión de ríos y arroyos aparece una rojiza llanura mezcla de bloques pequeños y finos, producida por la arroyada difusa en épocas de potente acción torrencial, es la “raña”, vocablo geológico local que se ha extendido a nivel internacional.



Estos montes son una de las regiones más agrestes y en mejor estado de conservación de toda la península, de hecho fue de los últimos lugares en que perduró el “maquis”. La ausencia de recursos naturales de importancia, en minería, agricultura o ganadería, unido a la escasez de aguas veraniegas y la dificultad de comunicaciones, ha conducido a que esta región sea también una de las más pobres y despobladas. Que uno de los pocos recursos, por no decir el único, hayan sido los cotos de caza mayor en grandes latifundios, ya desde siglos atrás, ha logrado mantener hasta nuestros días una naturaleza que en otras regiones desapareció hace muchas décadas.

Monte mediterráneo en buen estado en las fincas de Cabañeros

Estos latifundios han sido, cuando en su mayor parte no consorciaron con el ICONA la plantación de pinares, la salvaguarda de una vegetación y fauna genuinamente mediterránea, eso hay que agradecerles, aunque siempre haya significado la prohibición del uso y disfrute público de esas maravillas naturales que encerraban. Baste la triste comparación en biodiversidad entre la pobreza de los Montes Públicos y la riqueza de los latifundios privados.



      Pero hoy en día, a pesar de que no están pensadas para ganar dinero, sino para “representar una alta posición social” y deslumbrar a los invitados a las cacerías, se están convirtiendo, por el afán crematístico que se ha impuesto en nuestra actual sociedad, en fábricas de trofeos, lo que implica que el ganado cinegético tiene prioridad absoluta sobre la conservación.

Brezos esculpidos por el diente de los sobre-abundantes venados

El lobo desapareció a finales de los 60’, animal que debería volver sin duda, incluso para mejorar la raza de esos venados, ciervos y jabalíes (también cabras montesas y muflones); el lince a principios de los 90’. No hace falta mucho, solo fijarse en el estado de la vegetación (madroños, brezos, los escasos mirtos, etc.) y ver como están sobre-ramoneados y sin regeneración, para comprender que en el 90% de las fincas se ha excedido con creces, la capacidad de carga de este moderno ganado. Eso por no hablar de las escasas localidades con vegetación relicta de abedules, acebos o tejos, donde, entre la sequía y el ramoneo, van camino de una rápida extinción.

Rincón atlántico con tejos, abedules, etc

La reunión, bajo el nombre de Campamenta Geobotánica, congregó a un buen número de profesores universitarios relacionados con esta disciplina, alumnos y algún aficionado como yo.


Foto de cumbre en el Rocigalgo

     Todo magníficamente organizado por los botánicos de la Facultad de Ciencias Ambientales de Toledo de la UCLM, gracias Rosa, Pilar, Federico y Santiago. Contamos también con la inestimable ayuda de Gil Fernando Giménez "Gilfer", trabajador del Parque y sin duda, el mejor conocedor de toda la flora (mayor y menor) de Cabañeros.

Estratos cuarcíticos cortados en el Boquerón del Estena

El primer día subimos a la cumbre de Montes de Toledo, el Rocigalgo de 1447m. aunque en la región hay bastantes cumbres que superan los 1400m, como el Corral de Cantos, el Vicente, el Peñafiel, etc. Un espectáculo montuoso interminable, lleno de vallejos, lomas, pedrizas, riscos acastillados y el bosque, que aún puede vivir en estas cotas moderadas, adaptado a la tremenda dureza de suelos rocosos y vientos.


Suelo verlo en bonales y nacederos, me sorprendío ver aquí el Anthericum baeticum; más común fue el parecido Ornithogalum bourgaeanum (abajo)


     La vegetación es la propia de la subprovincia Luso-Extremadurense, sector Toledano-Tagano y distrito Montitoledano. En la excursión de hoy quizás algo monótona, dado que tras mucho todo-terrenear, llegamos a los 1300m y estuvimos todo el día a estas alturas, por caminos de los cordales para culminar en dicho pico y volver.

Al fondo el Carocho Rocigalgo, pico culminante de los Montes de Toledo

       La vegetación solo muestra pequeñas interrupciones en su naturalidad en alguna baja ladera, donde hace años el extinto ICONA repobló de pinares algunos de estos montes de quercíneas, dominados a partir de los 800m por el roble melojo (Quercus pyrenaica), con abundancia de alcornoques en cotas bajas y medias, con algo de humedad y de encinas en cotas menores y sobre litosuelos, a todas las alturas por debajo de los 1300m.

Un tejo en una amplia vaguada entre vegetación mediterránea

          El bosque es más variado de lo que parece, al menos en los lugares menos cargados de caza mayor, hay bastante serbal y no es difícil, en situaciones propicias encontrar arces, acebos y algún tejo. En unas rocas encontré incluso un maillo, un manzano silvestre.

Maillo o manzano silvestre Malus sylvestris en un rincón inaccesible a la fauna cinegética

    Por estas cimas el bosque, el robledal, queda enanizado y retorcido, por las condiciones climáticas y por lo rocoso del terreno. En lo arbustivo estamos en el terreno de las ericáceas, abundan los brezos blancos algo más que los rojos, y entre sus claros aparece el nano-brezal del rojo Erica umbellata.

La flor de la carquesa entre el rojo chillón del nano-brezo Erica umbellata

      Pero entre este mundo del brezo, destaca poderosamente el amarillo de la carquesa Genista tridentata, y no hace mucho, antes de la saturación venatoria de todos estos montes, estas cimas se teñían del amarillo de genistas floridas y cinéreas, codesos Adenocarpus argyrophyllus y cambrones Echinospartum ibericum, hoy reducidos a su mínima expresión.

Adenocarpus argyrophyllus protegido por una malla metálica en plena floración

Buscando estas últimas especies vimos una malla metálica sobre un roquerío cimero, al que por curiosidad subí para echarle un ojo, y para mi sorpresa, ahí estaban los amarillos codesos. Como nos contó Gilfer, hace varios años quedaban tan pocos y gustaban tanto a la caza que se les ocurrió ponerles encima un mallazo de encofrado para protegerlos.

A la vuelta de estos riscos está, en una finca "super" privada, la última población de Echinospartum ibericum

      Parece que la medida ha dado resultada y a partir de esos pocos ejemplares, ya están colonizando por fuera del enrejado. Otro asunto es el del cambrón que dentro de una gran finca privada cuya propiedad no tolera el paso de nadie, (así es este Parque Nacional) deben mantenerse bregando con venados y corzos, esos últimos ejemplares en unos riscos cercanos.

Pistas kilométricas de acceso a los valles interiores de Cabañeros

Al día siguiente fuimos a ver uno de los abedulares del interior del parque, a pesar de la previsión de lluvia. El lugar y el acercamiento al mismo era impresionante. Un casi bosque de madroños tapizaba las partes altas de las laderas, para ser sustituído ladera abajo por alcornoques y luego, más abajo y cerca de los arroyos, por quejigos portugueses y robles.



     En los bordes del arroyo, tapizado de brezos, donde abundaba el menos común Erica lusitanica, veíamos al principio escasos abedules, cubiertos de líquenes que apenas dejaban ver sus blancas cortezas, pero luego abundaban por momentos.


Gran parte del curso del arroyo se encontraba aparatosamente adornado con jaulas tubulares que protegían a los retoños de abedul de los venados. Había tramos en que apenas se veía vida vegetal fresca y en esos protectores la yerba era abundante y luchaba por salir de la jaula. Se veían ejemplares añosos del serbal Sorbus torminalis, peonías y especies propias del bosque húmedo.


Un gran ejemplar del serbal  Sorbus torminalis en medio del melojar

Pero había algo raro en el arroyo y era la ausencia de su vegetación herbácea característica lo que lo hacía raro. Eran más que apreciables las secas macollas de las Molinia caerulea, todos nos preguntábamos que habría pasado, algunas se podían mover con el pie, otras parecía como si aún no hubiesen brotado.


Muestra de la humedad reinante en el abedular es esta cría de salamandra

     Al parecer todo viene por la extrema dureza del pasado verano y primavera. La primavera fue una de las más secas de los últimos 20 años, y el verano batió efemérides de calor en la provincia. Entre la climatología y la presión de los hambrientos venados, el resultado ha sido la casi total desaparición de la vegetación herbácea de estas vaguadas higro-turbosas.

Gilfer comprobando el estado catatónico de las macollas de Molinia caerulea entre abedules enjaulados

Tras algunas explicaciones botánicas, bioclimáticas, biogeográficas y biográficas que nos dio Salvador Rivas-Martínez, iniciamos una costosa marcha hasta el momento del tentempié, en medio del cual, tras el aviso de un par de truenos, se abrieron los cielos y tuvimos que salir de allí más anfibios que humanos. Hasta el arroyo se iba creciendo por momentos.

Salvador Rivas-Martínez explicándonos la vegetación en medio de un chaparrón inicial

Volvimos a secarnos y, tras reponernos, decidimos visitar el Boquerón del Estena, el lugar más espectacular del Parque. Fue un acierto porque se encontraba en un momento de mágica limpieza tras el chaparrón y en su esplendor primaveral. Los pasos y salidas de valles en esta región se llaman bocas, y cuando una boca se encañona y se hace “hoz” aquí lo llaman boquerón.


Una ventana forestal sobre el Boquerón del Estena

        El Boquerón del Estena es una clásica ruta de peregrinaje de geológos y sus estudiantes, lo que unido a la búsqueda de fósiles en las cercanas pizarras azules de Navas de Estena, hace de esta una de las mejores excursiones geológicas: relieve apalachense, trilobites, crucianas, ventanas geológicas, huellas de gusanos gigantes, etc.


Imposible enumerar la cantidad y variedad de especies vegetales, quizás las más curiosas, las más raras de imaginar por aquí. En lo arbóreo, una de las mejores concentraciones de tejos, los únicos de Ciudad Real. En una sola hectárea es posible ver juntos: tejos, abedules, acebos, fresnos, sauces, quejigos y encinas. La vegetación rupícola abundaba en los numerosos cortados, bocas de dragón, Jasione tomentosa, Digitalis purpurea subsp. toletana, Sedum varios, etc.

Allim scorzonerifolium poco corriente por estos montes (arriba) y A. massaessylum,característico de los robledales oretanos (abajo)


En un rezumadero que bajaba del monte nos sorprendió la abundante presencia de ajos, no el típico de estos robledales (Allium massaessylum), sino del vistoso Allium scorzonerifolium. Estos florecían al lado de la bella y térmica, Clematis campanifloraaún sin flores junto a un macizo de gladiolos. Junto al río, era posible ver, lejos de su típico lugar cimero, a las grandes escobas de Genista florida junto a algún tejo y vegetación fluvial de grandes fresnos y sauces (Salix atrocinerea y S. salvifolia).

Fuera de lugar, unos rodales de la gran Euphorbia characias a la salida del Boquerón

A la mañana siguiente, besos, despedidas y enhorabuenas por la organización, algunos dimos una vuelta más. Yo al principio con Daniel, a buscar algunos Sedum interesantes y luego a parar al risco de las Paradas, que se encontraba en nubosos momentos previos a la lluvia, lo que hacía bastante normal, la poco común presencia de especies atlánticas en estas sierras.


Sedum andegavense, necesita poca agua, pero hay agua rezumante hay S. arenarium y S. pedicellatum toma la retenida por musgos y algas.

     De ahí bajé a las pizarras azules de Navas de Estena, en un momento de fin primaveral, para ver los contrastes que ofrecen los colores de la rocas y los de la vegetación.

La poco común, en Ciudad Real, Linaria saxatilis sobre el cascajo de pizarras azuules

Un día magnífico en una región imponente donde la impresionante orografía y los vallados ponen límites a las enormes ganas de recorrer sus montes y gargantas, que seguro que reservan aún, a pesar de estas alturas de partido, numerosas sorpresas. Como sorpresas fueron los hallazgos hace un par de décadas, de frondosos bosquecillos de abedules o nuevas localidades con loreras o el Thymus villosus susbsp. velascoi, y así un largo etcétera. 



      Aquí existen lugares escondidos con masas de grandes narcisos, como en la Cantábrica, rodales de sellos de Salomón, como en pocos sitios, laderas cubiertas de primaveras bajo los robles, sorpresas escondidas, en muchos casos solo aptas para la privada posesión de unos pocos. Un Parque Nacional cuya mitar es propiedad particular que yo uniría a "mi" deseado Parque Nacional del Guadiana por medio del río Bullaque y sus serratas.



     Si en Sierra Morena están los grandes latifundios de nobles y toreros, en Toledo están las de los banqueros y los grandes arribistas. Menos mal que aún hay sitio para el disfrute y que algunos de sus propietarios todavía tienen la cada vez más escasa “sensibilidad medioambiental”. Si solo los cuidamos entre todos, mínimamente,  nos queda campo y Montes de Toledo para muchas generaciones



Una Buena Fresneda Toledana

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               La provincia de Toledo es tan rica y variada como la mayoría de las provincias españolas. Su superficie se puede dividir en función de sus suelos, aproximadamente la mitad son de naturaleza silícea, los situados al oeste y en los extremos norte (sierras del Piélago y estribaciones del Sistema Central) y sur (Montes de Toledo e incursiones silíceas en La Mancha), y los suelos manchegos de naturaleza básica, entre los que se incluyen los suelos yesíferos de la cuenca del Tajo.


               Los fresnos son unos árboles que se tienen por silicícolas, si bien son capaces de prosperar en suelos neutros, como son todos aquellos bien lavados por ríos y arroyos en regiones de suelos básicos dominantes, donde en general forman fresnedas conformadas también por otros árboles y arbustos no tan silicícolas. Ocasionalmente aparecen fresnedas en laderas umbrosas con humedad edáfica y, caso más raro aún, en laderas sobre yesos.

Una fresneda de ladera sobre yesos

               Dicho esto, el 90% de las fresnedas se localizan en el oeste provincial y el resto en la inmediata vecindad de rocas de naturaleza ácida, ya sea cuarcítica o granitoides de la meseta cristalina del sur de Toledo o también en suelos aluviales arenosos procedentes de áreas graníticas de las estribaciones del Sistema Central (ríos Guadarrama, Tiétar y Alberche). Fuera de estas áreas, apenas aparecen ejemplares aislados en los pocos arroyos de caudal algo digno, en algún momento del año, de la leve divisoria de aguas entre Tajo y Guadiana.

Fresneda con algunos rasgos termófilos (lentiscos) en el cercano Guadiana en Los Montes

               Son los “sotos”, hoy tenidos por fresnedas de vega, antaño bosque mixto, al menos en áreas bajas ya menos oligótrofas, de fresnos y olmos. En el norte ibérico, este término geográfico señala a los castañares de fondo de valle. Antaño zonas muy apreciadas por ser los agostaderos de la cabaña ganadera no transhumante (trasterminante), por tanto de alto valor y casi siempre, cuando no dehesas boyales del común, en manos de la nobleza para conseguir rentas de los ganados ajenos. Los distintos tramos del curso medio de los ríos pasaban a denominarse con dicho topónimo: Soto del Piul, soto de Viñuelas, soto Luzón, etc.., y en afluentes y arroyos menores, fueron los “sotillos”.


               La fresneda de la que voy a hablar aquí, es sumamente especial porque goza a nivel edáfico y por ende, a nivel botánico, de lo mejor de dos mundos. Es una mezcla poco común, y más para los tiempos que corren, de plantas silicícolas y basófilas en un mismo hábitat, tan abundante en agua que hace que no haya una preponderancia clara de una sobre otra, incluso llegan a aparecer algunas plantas de tendencia halófila.

Schoenus nigricans, un junco salino en medio de la fresneda

               Aparentemente todo lo que rodea a los arroyos que se reúnen en éste, es territorio cuarcítico, pero partes de terreno, constituidas por calizas marmorizadas y la inmediata vecindad de la planicie manchega, hacen que las aguas tengan carácter básico. Además el régimen climático, con sus ciclos de inundaciones y sequías de las áreas llanas que drena, hace que incluso estas aguas adquieran un leve contenido en sales.

Alysma plantago-aquatica, abundante en las aguas de la fresneda

               Esta gran área higrófila se da en un amplio valle en los extremos orientales de Montes de  Toledo. Se trata de un amplio valle donde confluyen varios arroyos de trazado meandriforme, dada la planitud de estas áreas. También aparecen aquí varios nacederos que crean otros tantos arroyuelos que se unen a los anteriores.

El enorme Senecio doria, antes abundante y ahora cada día más escaso

           Hace años el trazado y caudal de los arroyos principales era movible e intercambiable, formando casi una llanura de inundación, con lo que en el seno de este llano quedan cauces descolgados o abandonados, solo húmedos en épocas de lluvias, donde vuelven a renacer antiguas tablas con aguas sin apenas circulación.

Todo tipo de pequeñas áreas higrófilas distribuídas por el interior de la fresneda

               Toda esta área deprimida, cerrada frente a la boca o paso del Congosto, debió ser un enorme bosque tipo soto, de fresnos y olmos que con la desaparición de éstos a finales de los 80 y principios de los 90, y el “zarpazo” agrícola para cultivos en su interior, ha venido recortando esa antigua riqueza forestal hasta la que tenemos hoy en día, que aún sigue siendo espectacular y más para una provincia tan seca como la toledana

Un sirio de juncal entre el abundante Tetragonolobus maritimmus

            Este amplio tramo del arroyo ha sido secularmente lugar ganadero, con una buena cabaña de todo tipo de especies que en las últimas décadas ha pasado a ser exclusivamente bovina, con una parte de reses de lidia y una creciente cantidad de bovino de carne.

Las orquídeas, como esta Orchis coryophora abundan en la fresneda

          La desaparición de las ovejas y el gran incremento del vacuno de carne, unido a los primeros “golpes” del cambio climático, ha hecho que cambien a peor, las condiciones que tiene que soportar la variada vegetación de este lugar.

Grandes cardales nitrófilos entran a competir con las especies más "nobles" y adaptadas

Se trata de un lugar histórico del antiguo camino de Toledo a Córdoba. Aún se mantiene en pie el castillo de las Guadalerzas, de construcción inicial árabe, pasó luego a la Orden de Calatrava, funcionando durante los belicosos años de la reconquista como Hospital de cuerpos y almas de monjes guerreros; posteriormente Felipe II vende el castillo al Cardenal Silíceo quien lo compra para instalar en su seno el Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Posteriormente el castillo se despobló y lo único que queda en la zona es la “cervantina” Venta de Juan de Dios.

Castillo de Guadalerzas tras la fresneda

En las crónicas de los viajes fundacionales de Santa Teresa, se llega a mencionar dicha fresneda: “a dos leguas del río Algodor, entre parajes desérticos, altos montes y una inmensa fresneda, se divisa el castillo de Guadalerzas junto al río Bracea” que en la fecha de su viaje era Calatravo. 


    Posteriormente, aprovechando esta gran distancia sin ninguna población del camino de Toledo a Andalucía, se instala la famosa venta. Llama la atención que la hoja topográfica 1:50.000 de Las Guadalerzas, sea de las pocas españolas en la que no aparece ninguna población municipal.

Aquí abunda el "inexistente" en Toledo Plantago media

   No existe ninguna localidad tan rica y completa en vegetación como ésta en todos los Montes de Toledo, y mira que hay fresnedas, pero esta goza de una amplitud y variedad como pocas.

De gran tamaño, la Stachys germanica subsp. lusitanica prospera en esta fresneda

     La mayoría de los ríos de Montes de Toledo tienen un cauce en el que inicialmente colonizan saucedas atrocinéreas, luego, si el caudal es permanente o retiene agua en verano bajo los bloques del lecho, aparecen alisedas, aunque más abajo al abrirse los valles y aumentar la evaporación y la dispersión sub-superficial del agua, ya solo pueden subsistir las fresnedas, al igual que ocurre, lo normal en toda la región, dado lo intermintente de los caudales.

Mancha de ciperáceas rodeando a unos fresnos

       Cuando el régimen del río es aún más seco, desaparecen los fresnos para dejar paso a tarayales o más comúnmente tamujares (Flueggea tinctorea).

Hace pocos años que ya no encuentro el nenúfar blanco por aquí

Conozco esta fresneda desde hace unos 25 años, nunca profundamente, pero lo suficiente como para haber visto en ella joyas botánicas que hoy en día ya no encuentro, y eso que son plantas tan llamativas como el nenúfar blancoNymphea alba o el junco floridoButomus umbellatus, incluso, investigando hace tiempo, vi que se mencionaba aquí una de las plantas más bellas y en peligro de toda la flora española, el “medio” nenúfar Hydrocharis morsus-ranae.

Hace muchos años que no he vuelto a encontrar al junco florido en esta fresneda

      No sé fehacientemente si se han extinguido, pero todo apunta a ello. Estas extinciones y la variación temporal de la vegetación, con un incremento constante, año a año, de la flora de tipo oportunista, ruderal o nitrófila, hacen que la increíble biodiversidad de esta localidad se esté reduciendo a ojos vista, haciendo peligrar una de las mejores localidades botánicas de todo el centro peninsular.


      Casi siempre he visto esta fresneda en primavera, pero no deja de ser impresionante en invierno, donde ramas y troncos de los fresnos se colorean de tonalidades anaranjadas de los líquenes que los cubren (Xanthoria parietina). Siempre que he parado, no he salido de mi asombro, aunque fuese lo mismo otra vez que el año anterior o dos años antes. El espectáculo de esas masas de lirios, de las orquídeas o de la vegetación higrófila, no me deja indiferente y más aún, siendo tan difícil encontrar localidades con una vegetación higrófila saludable por estos pagos manchegos.


Lirio español (Xiphion vulgare), alto de hojas estrechas y lirio de junquera (Chamaeiris reichenbachiana), abajo con flor y hojas anchas

En teoría, a nivel de vegetación, estamos en una fresneda caracterizada por Ranunculus ficaria, es decir, una fresneda mesomediterránea luso-extremadurense, diferente de otras fresnedas de cotas algo más altas como la fresneda con melojos, tan típica de las áreas frescas del Sistema Central.


Detalle de la  Orchis elata subsp. sesquipedalis

        Es una comunidad permanente riparia, la típica representación de soto o bosque galería de vegetación ligada al agua del subsuelo. En suelos más ricos en bases, pueden aparecer los fresnos, pero la alta presencia de olmos (al menos antaño) y la abundancia de álamos blancos y negros, hace que sea más una alameda, pobeda o chopera que una fresneda.

Retama loca, Osyris alba entre rosales al borde de un arroyo

Se trata de una fresneda muy rica en especies, compendiando flora de carácter higrófilo de todo el centro y oeste peninsular. Aquí no llegan como en otras fresnedas de Sierra Morena para el Sur o de los extremos sur-occidentales, la adelfa, el mirto o la zarzaparrilla. Los clásicos elementos silicícolas o neutros del centro peninsular son: Agrimonia eupatoria, Alysma plantago-aquatica, Apium nodiflorum, Arum italicum, Baldellia ranunculoides, Brachypodium sylvaticum, Cyperus longus, Galium verum, Filipendula vulgaris, Flueggea tinctorea, Lycopus europaeus, Lysimachia vulgaris, Lythrum salicaria, Mentha pulegium, Mentha aquatica, Phalaris arundinacea, Plantago media, Potentilla reptans, Prunella vulgaris, Oenanthe croccata, Ranunculus bulbosus subsp. alleae, Ranunculus ficaria, Thalictrum speciosissimum, Veronica anagallis-aquatica, etc.

La bella Ophrys apifera

Los elementos, entre otros, que diferencian a esta fresneda de las fresnedas silicícolas del oeste peninsular son: Achillea ageratum, Aegylops triuncialis, Aegylops ventricosa,Althaea officinalis, Bartsia trixago, Chamaeiris reichenbachiana, Centaurea cyanus, Cirsium pyrenaicum, Convolvulus lineatus, Lepidium heterophylum, Lepidium latifolium, Oenanthe lachenalii, Plantago marítima subsp. serpentina, Rhamnus alaternus, Senecio doria,  Stachys germanica subsp. lusitánica, Tetragonolobus maritimus, etc. Aparte también abundan numerosas especies que son indiferentes edáficos o propios de estos tipos de medios tan húmedos: como diferentes tipos de orquídeas, aunque faltan las Serapias; abundantes los liriosLimniris pseudacorus, Xiphion vulgare y Chamaeiris reichenbachiana, y muchas las especies de cárices, juncáceas y ciperáceas.

Achillea ageratum

      No me gusta señalar localidades interesantes, porque es exponerlas a que las visite más gente de la que debería o la menos adecuada, pero en este caso al menos llamar la atención de cómo, poco a poco, sin atentados ecológicos ni salvajadas, una buena localidad se va echando a perder poco a poco de una manera irreversible, lo que espero que finalmente no sea el caso.

Filipendula vulgaris

     Pero está claro que en este tipo de localidades es el manejo agropecuario y el control adecuado de las aguas quien determina el estado de salud del medio. Han desaparecido varias importantes joyas botánicas nacionales, no por su enorme escasez, que también, sino joyas por su enorme belleza. No se puede consentir que desaparezca ninguna especie más.

El tamujo solo aparece en las partes más secas de la fresneda

Mucho se puede deber a la dura climatólogía de los dos últimos años, pero si no ponemos los medios para atenuar estos problemas, de nada servirá lamentarse o imaginar cómo debió de ser esta localidad en su día. Yo lo sé y eso que hay cosas que se me han escapado, pero no permitamos que se nos escapen localidades tan valiosas como estas.


      No hace falta hacerlo Parque Natural ni imponer severas prohibiciones, el manejo del lugar ha sido el adecuado hasta hace dos días, es una cuestión de tacto y de saber qué es lo que se tiene entre las manos. Quizás una fresneda no sea algo tan emblemático como una lorera o un abedular, pero si vemos todo lo que encierra en su interior, sabremos que es una locura desperdiciar la oportunidad de conservar este lugar que ha podido llegar en su plenitud hasta nuestros días.



La Garganta Lóbrega

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La garganta Lóbrega es una de las gargantas más largas del sur de Gredos y, paradógicamente, de las menos conocidas y por ello, una de las más salvajes y mejor conservadas. Su rectilíneo valle tiene una longitud de unos 12 kms. hasta llegar a Candeleda, último pueblo abulense del oeste del valle del Tiétar, por lo que está región por poco no pertenece a la Vera cacereña, aunque solo se trata de una frontera política, pues geográfica y ecológicamente coincide con ésta en casi todo.

El risco del fraile asomándose a la garganta Blanca, por encima de las majadas de las Albareas

A unos 7 kms. de su cabecera la Lóbrega recibe por su derecha a la garganta Blanca que drena el cuchillar de los Hermanitos, creando un desnivel de cima a valle de casi 2.000m en muy un corto trayecto. Una vez reunidas las dos gargantas, aunque la línea directriz del valle es la de la Lóbrega, la garganta resultante pasa a llamarse de Santamaría que llega hasta Candeleda. A partir de este punto se abre al valle del Tiétar y se rodea de un “mar” de bolos, que son esas características y redondeadas rocas graníticas que tapizan toda esta fachada norte del valle hasta que comienza la rampa de la sierra.

Bolos graníticos de todos los tamaños se acumulan en la garganta

La marcha hasta la cabecera de la Lóbrega que es la cara suroeste de La Mira, es una marcha muy poco usada por los montañeros que sí que van a los cercanos Galayos - La Mira, por el vecino valle de Guisando o que también, pero pocos, suben al cordal principal de Gredos por el sur desde Candeleda, dadas la gran distancia y el desnivel que hay que salvar. Subir por el sur directamente a los Tres Hermanitos, al Casquerazo o a los riscos del Frances y el Fraile, ya son palabras mayores.



Llevo varios intentos de llegar hasta aquí, por diferentes vías, la fácil es la de la pista forestal hasta las Albareas, pero su estado habitual no es apto para coches normales; el camino desde el pueblo es una maravilla, pero hay que sumar tres horas y un muy buen estado físico. Desde Guisando hubo camino, por el sur del Cabezo del Cervunal, dehesa de Arbillas y bajada a la Lóbrega, pero está muy perdido y son muchos kms. y desniveles. 


Por arriba de la cuerda va el camino hacia la Plataforma o también al puerto de Candeleda

         Desde la Plataforma, por el norte, una vez lo intente, pero tras subir la cuerda, era como bajar a un pozo de nubes en ebullición, por el mal tiempo reinante en la cara sur, además no existe camino y los piornos de más de dos metros solo son superados por los “bolos gigantes” de las Molederas.


No suelo dar muchas pistas de los lugares que aparecen en este blog, pero aquí no tengo problemas, este sitio hay que ganárselo con esfuerzo, por lo que cualquiera que vaya, se convertirá en un “compañero de fatigas”. 



Por desgracia a pesar del madrugón, ha sido un día de calor como la mayoría de los de este mes de agosto

            Hubo un camino que como pude comprobar llegó a ser apto para caballerías, bien hecho, con grandes lajas y drenajes, de los tiempos del comercio entre dos vertientes de una sierra tan diferentes climáticamente que es fácil pensar en lo útil y provechoso de intercambios comerciales entre la una y la otra. La ruta fácil, la del Puerto del Pico con su célebre calzada romana, estuvo durante siglos sometida a portazgo y control.

Restos de lo que fue un camino construido con muchísimo trabajo

Camino hay, pero está muy perdido y su calidad no le diferencia mucho del terreno circundante, pero te mantiene siempre en el lado bueno, para ello es necesario cruzar repetidas veces la garganta aunque suele ir por su derecha. 



          A falta de mantenimiento institucional, como sí que pasó con el puente del Puerto, al poco de unirse la Blanca y la Lóbrega, los puentes que cruzaremos son todo un alarde de cultura popular, aunque la potencia del agua y la dinámica geomorfológica puede ser terrible, solo hay que ver el caos de bolos de todos los tamaños que puede remover, por lo que los puentes están sometidos a una vida útil bastante limitada.

Peldaños de grandes bloques hasta el pilar que sostiene el puente

Breves ayudas para quitar un poco el miedo

Este valle y todos los vallejos laterales (Castaño, Hocino, Cerradillas, Carcajón, los Cabrones, Berrocosillo, Quebrada, etc.) están plagados de majadas para el manejo de las cabras, el único ganado que le puede sacar buen partido a estos montes y aquí se pueden apreciar las miserias y la dureza de la vida rural hasta hace un par de décadas. 


Las acrobáticas cabras están siendo sustituidas poco a poco por vacas sin pastor

         Hay majadas hasta en lugares inverosímiles. Aquí la gente vivía, al menos durante todo el verano hasta hace pocos años en unas condiciones que no les diferenciaban demasiado de los pastores neolíticos. Cualquier roca que librase algo de la lluvia ostentaba varios muretes para redondear un aprisco, desde buenos corrales a corralillos para los chivitos.


Hoy solo resisten las majadas a tiro de vehículo, las demás se van hundiendo sin remisión, apenas son apreciables las peanas de sus muros, corrales y huertecillos. Hoy esto se está llenando de otro ganado, las vacas sueltas por todo el valle. Me di cuenta antes de verlas por las podas que tenían los enebros del fondo de valle, para su mejor trasiego, ramoneo o sombra bajo ellos.


Encina sobre-ramoneada por los animales

          Con ganado sin pastores no me extraña que no quieran la necesaria, por no decir perentoria, vuelta del lobo a estas sierras tan llenas ya de cabras salvajes, corzos y venados. De los últimos pensaba que dado lo abrupto del terreno, no habría, pero encontré una buena cuerna sobre la hierba.


La vegetación está muy condicionada por la rocosidad. El bosque potencial es un robledal como queda demostrado de manera abundante, donde existe algo de suelo digno de tal nombre. Entre las copiosas lluvias orográficas que tienen lugar en estas laderas tan bien orientadas a los vientos ábregos y la verticalidad del terreno, es fácil comprobar que los suelos profundos son algo escasos. 
Pocos puntos del alto valle de la Lóbrega tiene una alta vegetación forestal

        Aquí es súmamente importante conservar la vegetación para aportar estabilidad a los suelos de estas tortuosas laderas. Si no fuese por ella, el cercano embalse de Rosarito en el Tiétar, haría tiempo que estaría colmatado y todas sus buenas tierras regables aguas abajo, baldías.

Al fondo apenas se esboza el pantano de Rosarito, destino final de los materiales arrancados de por aquí

A pesar de que estamos en la potencialidad del roble, el bosque dominante es un gran enebral, me creo que mayor que el de Losar de la Vera.


Gran enebral casi puro, abajo retamares seriales de Cytisus multiflorus

           Enebral que en realidad viene a ser el bosque serial de un encinar berroqueño, pero la mayor palatibilidad de la encina frente al enebro y los fuegos, la han llevado a tener una escasa regeneración, pero como aquí abundan las zonas donde es difícil que llegue el fuego e incluso las cabras domésticas, es uno de los valles meridionales con más encinas.


Encinar en las altas laderas de solana a unos 1500m.

Climáticamente estamos en el piso supramediterráneo, pero tanto por el efecto solana, como por las variadas facilidades topográficas, aparece vegetación relacionada con el piso mesomediterráneo (encina, cantueso, mejorana, etc.) y solo al final del valle se aprecia la vegetación oromediterránea (piorno serrano, festuca de Gredos, etc.). Me llama la atención la variedad arbustiva de la zona, con helechares, brezales, escobonales blancos, codesares, escobonales negros, piornales, etc.

Bajo los enebros prospera el codeso Adenocarpus hispanicus

En contados puntos de la garganta de Santa María, debido a la alta humedad y temperatura, existe un bello arbolillo tropicaloide, el loro (Prunus lusitanica) y en otros lugares grandes almeces; los alisos solo abundan donde las orillas de la garganta se encuentran más estabilizadas y lejos de la “petanca” producida por el movimiento de los bolos en su cauce.

Si las plantas menores estaban pasadas, las moras empezaban a estar en su punto

Esta entrada tiene más que ver con la geomorfología que con la vegetación, lo avanzado de la estación y la ausencia de chaparrones estivales han dejado las plantas menores achicharradas, y la finalidad de la excursión es indagar en los procesos que han podido remover todos esos bolos en la cabecera y que luego se han ido garganta abajo. Finalmente no he resuelto mis incógnitas y he tomado nota de la enorme magnitud y complejidad de los procesos que intervienen en este acarreo.


Caos de formaciones de bloques al W de la Mira y cuchillar del Amealillo


A medida que se remonta la garganta se van viendo, a un lado y otro del cauce, numerosas antiguas formaciones de terrazas torrenciales. La remoción es y ha sido tan potente que es difícil apreciar si por encima del cauce actual hay una o dos generaciones de antiguas terrazas.


Altas formaciones, probablemente torrenciales, por encima de la terraza actual

        Los numerosos arroyos o canales tributantes dejan en su junta buenos y ejemplares conos torrenciales que por si solos serían capaces de taponar el valle en su confluencia.


Magnífico cono torrencial ocupando todo el valle del Hocino

De entre todos esos grandes conos podría destacar el del Hocino, un corto arroyo que baja de los 2200, con una cabecera incialmente glaciada, el hielo bajaba en vertical tobogán hasta el inicio del cono. Aquí aparecen muy desgastadas por el paso del tiempo, las morrenas laterales que dan paso a un rectilíneo cono de blancos bloques que llegan a tocar la otra ladera del valle, en el punto en que el camino remonta la Lóbrega. 
       
Unión del cono del Hocino con el valle principal y oquedad interior sobre la Lóbrega

         El choque de la Lóbrega con este arroyo dibuja una gran hoquedad, tan acusada, y con unas formaciones de bloques adosados a la ladera oriental de la Lóbrega que estuve barajando la posibilidad que se tratase de la morrena frontal del hielo que en su día debió de bajar por la Lóbrega.


Abruptas formaciones lineares de bloques señalan la posibilidad de morrenas bajo el SW de La Mira

Remontando el último tramo de la Lóbrega hube de dudar de lo anterior, tal es la erosión y las formaciones de grandes bloques reinantes a partir de aquí que el rango de posibilidades de explicaciones a todas estas líneas de bloques, superpuestas en el tiempo, tiene una difícil explicación. 


Reunión de formaciones rocosas al pie del cuchillar del Amealito

         Muchos de los grandes bloques que aparecen aquí en el fondo de esta reunión de vallejos que es la cabecera de la Lóbrega, posiblemente sean “bloques erráticos”, aquellos que cabalgando una masa de hielo móvil han llegado hasta donde no podrían haber caído por su propio peso.


Bloque errático al fondo del valle bajo los Cotriles

Aquí tienen lugar procesos de una magnitud difícil de imaginar, como podría ser imaginar fuerzas capaces de llevar bloques de más de diez toneladas, por la fuerza de un deshielo combinado con fuertes lluvias (torrencialidad), por la fuerza de la gravedad sobre un largo tobogán de nieve endurecida (caída asistida); por la fuerza de la caída de un pedazo de ladera de materiales sueltos y empapados en un chorro de barro y rocas (colada de bloques).


Cabecera occidental mostrando las heridas de varias coladas de bloques

El límite en el tamaño máximo de bloque que puedan acarrear unos y otros procesos es, precisamente en este lugar, difícil de determinar, dadas los grandes desniveles y potentes precipitaciones reinantes. Quien no tiene casi límites en su transporte es el hielo. Éste y las coladas siempre dejan altos caballones a ambos lados del surco que van cavando en su descenso.


Cicatriz de una gran colada de bloques y alineaciones basales morrenoides

       Pero viendo las blancas y numerosas heridas que jalonan casi todas las laderas adyacentes, con su blanquecino y lineal recorrido, no dejan dudas sobre su reciente preponderancia.


El risco de los Cotriles preside, desde una posición intermedia la cabecera final de la Lóbrega

            Domina este amplio rincón el risco de los Cotriles con su mole piramidal, presidiendo las verticales canales que bajan de los contrafuertes de La Mira, a 2323m., por los que bajan los aludes en invierno hasta acumular toneladas de nieve a los pies de los Cotriles, en las épocas frías esta acumulación podía dar lugar a lenguas de hielo que por estar tan poco favorablemente orientadas, nunca tuvieron mucho desarrollo. Lo mismo ocurre, y esto vino después de esa época fría, con las coladas de bloques y en todas las épocas también ha habido lluvias torrenciales, capaces de arrastrar miles de toneladas de roca hasta irla redondeando a base de golpes entre ellas.

Uno de los escasísimos tejos de la ladera sur del Alto Gredos

            Entre tanta preponderancia geológica, no puedo dejar de resaltar la buena vegetación y fauna de esta zona, aquí aparece una de las buitreras más altas de Europa a casi 2200m. apenas vimos un acebo y un tejo enriscados, pero en un valle tan largo y lleno de arroyos y vericuetos, seguro que hay de todo, como la buena población del muy escaso endemismo abulense Misopates rivas-martinezii que encontró el mejor conocedor de la flora de Ávila, Bernardo García Muñoz.

En este alto escalón rocoso se asienta, aislado, un acebo


            El sol de justicia que empieza a caer, ya pasado el mediodía es inmisericorde y mi compañero Toño, empieza a tener rozaduras en los pies. La retirada es rápida, pero al volver nos damos cuenta de todo lo que hemos andado que es más de lo que pensábamos; menos mal que al acabar nos pudimos zambullir en el oasis de una poza con un agua de las más bellas que he visto.


A Costa da Morte

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    A Costa da Morte posee el mayor tramo costero de la península libre de grandes núcleos urbanos y turísticos. Quizás en Portugal haya un tramo de litoral sin urbanizar aparentemente mayor, pero la cantidad de rías y recovecos gallegos arrojan muchos más kilómetros de línea costera. 


    Los factores que lo han hecho posible, aparte de su amenazante nombre y fama, son las grandes distancias a las áreas metropolitanas nacionales, la dureza del clima y el peligro de sus heladas aguas.

Ningún lugar está a salvo de cacicadas como este "Algarrobico" a la gallega

     Todo lleva a suponer que se trata del último gran tramo costero español, en buen estado de conservación y también uno de los más ricos, variados y originales. 



      Existen muchos y altos acantilados, playas, rías y estuarios, buenos campos de dunas y montañas al borde del agua, pero eso sí, todo dominado por una monótona gama geológica basada en el clásico granito gallego, muy variado en sus formas.



     Uno de esos elementos geográficos que más me llamó la atención es el “monte blanco”, más conocida en el resto de la península como “dunas rampantes”; pero lo que allí es algo puntual, una duna que tiende a remontar una loma, aquí es un gran manto blanco que con sus dunas puede cubrir todo un monte con sus arenas.


La arena llega a remontar hasta los 150m. de este Monte Branco

    Al menos en tres lugares he encontrado este topónimo de Monte Branco, asociado a tres buenas montañas blancas de arena y desprovistas de manera natural, de vegetación arbórea.



      Esta geoforma viene originada por la enorme potencia de los vientos dominantes y la alta producción de arenas, fruto de la “arenización” de los materiales graníticos y los aportes orgánicos de caparazones y conchas de especies marinas.


      Los granitos aquí se presentan en una de sus más variadas figuras y  posibilidades. Desde las formas de “yelmos” y dorsos de ballena en los relieves convexos hasta mostrar formas poco comunes en el mundo extra-tropical como puedan ser los “panes de azucar” que pueden verse en y a los pies del monte Pindo.


       Una de las figuras más especiales y que da carácter a muchas de las grandes “pedras”, son los taffoni, oquedades laterales que crean una roca tipo queso gruyere de grandes dimensiones. 

     
      Muchas de las rocas graníticas tienen nombre propio, normalmente por los parecidos con ciertos animales y a algunas de ellas incluso se les atribuyen propiedades mágicas desde la antigüedad, como la pedra de Avalar, la del Oso, etc. 

Campo  de bolos trabajados por las olas


      Otro rasgo típico es la abundancia en tramos de costa rocosa, de campos de bolos generados por la remoción que la potencia del mar hace con ellos hasta  redondearlos, situándolos entre las rocas o la playa y el monte.
     
Muxía

     No son pueblos que hayan caído en el olvido a pesar de la debacle, tanto de la industria láctea (aplicable a todo el norte), como de la industria pesquera, dada por un lado por el agotamiento de unos mares sobre-explotados, como de las consecuencias de la marea negra del Prestige..



    Del Prestige, a juzgar por opiniones de los paisanos, pasado el negro desastre inicial, ahora es cuando se muestran sus consecuencias últimas, con un empobrecimiento de la vida marina de toda la franja costera a la que tanto afectó y afeó en su día. Sorprendí una conversación en la carnicería en la que las “mulleres” opinaban a las claras que “el mar se está secando”, pues decían que apenas había pesca ni nécoras ni nada..



     La secular pobreza del campo gallego, más por la cantidad de personas que alimentar y sus escasos medios que por falta de fertilidad, ha hecho que, como toda Galicia, el medio  natural haya sido profundamente transformado por el hombre. 



     Pocos han sido los bosque que no fueron talados, los montes que no fueron transformados en pastos o huertas. Esto unido a un poblamiento muy disperso, ha llevado a que solamente continúen sin alterar los lugares verdaderamente improductivos, como arenas, roquedos, estuarios y riberas.



     Hace ya muchos años que los montes de toda esta zona son una plantación, poco cuidada, de pinos y eucaliptos, en  un manejo tan escaso de animales y personas que bajo el dosel de estos árboles, todo es broza y espinas.


La visión más usual, salvo excepciones, de un bosque gallego

     No es de extrañar que se declaren numerosos fuegos en los cada vez más abundantes periodos secos y que pocos sean los paisanos que acudan a extinguirlos, a no ser para defender sus propiedades o salvar viviendas. Reconozco que lo de meterme por aquí, monte a través, no es de las cosas que más me apetezcan.


Alguien gritó: una foca, pero realmente era una nutria "marina"

     Estamos en un área de las llamadas “hiperoceánicas”, donde las  variaciones de temperatura entre las estaciones, es la menor de España, incluso las variaciones diarias también son escasas, dada la enorme influencia del mar en toda la  región. 



    A pesar de ser la zona mas norteña, está libre de heladas, a no ser que subamos a lo más alto de sus montes, como el monte Pindo, lugar en el que se refugian no pocas plantas raras.



      Dado lo benigno de este clima, aquí  se puedan asentar y así lo hacen, plantas de cualquier lugar del mundo. Como en  una  entrada anterior sobre el norte de Portugal, me llama mucho la atención la abundancia de plantas alóctonas. Quizás aquí no sea tan llamativo como allí, pero es una invasión que supone un peligro para la flora gallega, aunque por otro lado, también la enriquezca.

La cala se ha escapado de los jardines y coloniza muchas vaguadas y arroyuelos

     Las invasoras más visibles por aquí y por ecosistemas son: en las áreas dunares: la uña de gato sudafricana (Carpobrotus edulis) y en arenas húmedas (Hydrocotyle bonariensis) o la blanca cala (Zantedeschia aethiopica).


La alóctona siempreviva Helichrysum foetidum

     En riberas y alisedas: la oreja de gato (Tradescantia fluminensis), el jacinto naranja (Crocosmia x crocosmifolia) o la vinca (Vinca difformis); en bordes de huertas y baldíos: la capuchina (Tropaeolum majus), el té de Huerta (Bidens aurea), la campanilla azul (Ipomea indica), la planta carmín (Phytolacca americana), la siempreviva borde (Helichrysum foetidum y H. petiolare) o la hierba de asno (Oenothera glazioviana).


Una gramínea alóctona, Stenotaphrum secundatum

      En los prados las duras gramíneas Paspalum sp., la dura Stenotaphrum secundatum y la enorme hierba de la Pampa (Cortaderia selloana); en marismas y dunas húmedas la espartina (Spartina versicolor).


Una capuchina extendiéndos por los cantos del final de una playa poco transitada

      Incluso  hasta en los muros podemos ver la florida margarita Erigeron karvinskianus. Pero en un país dominado por el eucalipto, tampoco es de extrañar el encontrar tanta invasora. Lo importante es conseguir que no desplacen a las menos comunes de nuestras plantas autóctonas.
     



     Como en  otra entrada  que hice sobre la vegetación de los arenales gallegos, no he podido resistirme al disfrute de la exploración botánica de estos ecosistemas.


Inasequible a la sequía esta pionera (Honckenya peploides) si fuese gigante parecería un bosque  de abetos

     Esta vez iba buscando las especies menos comunes, pero la dura sequía y las altas temperaturas de este verano han sido tales que no he visto casi ninguna planta anual viva y las de mayor entidad estaban bastante perjudicadas.


Dunas fijas de un campo dunar totalmente achicharrado por la sequía

      Me ha vuelto a sorprender gratamente la abundancia de buenas áreas dunares tras las playas, con una clara zonación en: dunas embrionarias, dunas blancas semi-móviles, dunas grises ya asentadas, depresiones intra-dunares y, a veces, en su contacto con el monte exterior, una laguna o marisma por el cierre que han impuesto las arenas a la desembocadura de algún arroyo. 


Gran campo de  dunas desviando un pequeño arroyo

Depresión intra-dunar entre vegetación achicharrada

      Cerca de una de esas lagunas encontré uno de mis arbustos preferidos, el oloroso mirto de Bravante (Myrica gale), unido a multitud de especies de medios acuáticos como Hydrocoltyle vulgaris, Lysimachia vulgaris, Limniris pseudacorus, etc.
     
Una mata de mirto de Bravante al final de las dunas

     Algunas playas  se veían francamente peligrosas, incluso los paisanos nos recomendaban no bañarnos en ellas, la fuerza de la corriente era contundente unos metros agua adentro y había que tener a los niños a raya. Pero, si podías aguantar la temperatura del agua, las playas y su potente oleaje eran un verdadero disfrute.

En el interior de la ría apenas se siente la fuerza de los vientos y el oleaje

      Si la cosa se ponía fea, bastaba con dirigirse al interior de las rías, donde el viento y el oleaje parecían pertenecer a otro mar mucho más dócil.

Un buen camaiñal sobre dunas costeras

      La planta estrella de este año ha sido una a la que los gallegos deberían hacer un  monumento y repoblar sus costas con ella, me refiero a  la camariña (Corema album), un arbusto de las  arenas algo más abundante en el atlántico andaluz.


Rama de camariña cargada de unos frutos que hace años se comercializaban

       El año pasado no logré encontrar un solo ejemplar y este año, como no, en  Camariñas, he  podido disfrutar de su belleza, del sabor de sus blancos frutos y de su papel ecológico en  los arenales, de los que está desapareciendo a pasos agigantados.


     Ver vallejos y altas lomas cubiertas de este frondoso matorral es una estampa de lo que debería ser un ecosistema sabulícola en muy buen estado de conservación, algo cada vez menos corriente. En una playa del concejo de Laxe, encontré una mata algo decrépita que luego supe que era la única y última de toda esa zona.


El poco comun Centaurium chloodes sobre arenas en un monte branco

      Muchas veces he comprobado que plantas que había visto eran realmente raras para mí, como la hiel  de la tierra Centaurium chloodes, la acedera Rumex acetosa subsp. bifformis o la acedera rupestre (Rumex rupestris).
     
La acedera nor-atlántica Rumex rupestris

      En algún paseo fluvial, también se me hacía llamativa la presencia de alóctonas, pero en un mundo tan manejado por el hombre, hasta pude  disfrutar de su belleza. Plantas en ese difuso límite entre lo humanizado y lo salvaje, naturalizadas la mayoría de ellas por el placer estético de la jardinería. 


Un macizo de hortensias se asoma a la aliseda

La bella Crocosmia en un molino abandonado

       El límite entre lo que debemos cuidar y lo que hay que controlar, va en función del poder expansivo de algunas especies y del riesgo que representen para de nuestras especies importantes o escasas.

Macizos de helechos reales en los bordes de las riberas

     Este año todos estaban sorprendidos de tener una Galicia tan seca. Dada esta circunstancia y las altas temperaturas reinantes, este agosto se ha convertido en uno de los peores años de incendios.


Un sol rojo más de media hora antes de lo debido por una atmósfera cargada de humo

        De hecho, a partir de unos días de fuerte viento que desencadenaron multitud de incendios, cuando éste cesó, llegaron días en los que el humo se estacionó en la atmósfera gallega cambiando la luz habitual por otra mucho más velada.



     El sol desaparecía sobre el horizonte entre un cuarto de hora y media hora antes que cualquier día limpio. Terrible, unos atardeceres muy rojos, llamativos, pero cargados de oscuros presagios relativos al calentamiento real del planeta.
    

     La  relación de esta región con el mar ha sido ambivalente, de él provenía una gran  riqueza, pero periódicamente se cobraba su tributo en vidas humanas, no en vano le calló ese nombre, la costa de la Muerte.



     La lista de importantes naufragios es larga y la de pequeñas embarcaciones, innúmera. Además del mar viene el viento y el agua, con tal fuerza que hasta tiempos recientes nadie quería tener vista al mar y las fachadas a él orientadas, tapiadas y recubiertas de tejas o uralitas para mitigar el azote de la lluvia y el viento.



      La acción de los fuertes vientos, siempre ha hecho poco útil el uso de paraguas y solo actualmente, la gente orienta sus miradores y ventanales al mar, pero el precio pagado es alto y su uso, muy limitado a la época  estival.


Deterioradas botas de peregrino cerca de  Muxía

     Estamos en  las tierras  del  fin del  mundo  (Finis Terrae) y muchos acaban su camino  de Santiago en este mar que mira al más allá. La gran mayoría lo finalizan en Finisterre, pero otros en Muxía, donde según tradición medieval se le apareció al apóstol Santiago la Virgen en una barca de Piedra.



       Tanto da, incluso el cabo Touriñán, da vistas a un profundo abismo que, de cara al viento, relativiza totalmente la percepción humana del mundo.

Atardecer desde el cabo Touriñán

     En muchos lugares, ante tanto naufragio, ante tanta indefensión frente a unas fuerzas de la naturaleza que nunca serán dominadas, la espiritualidad humana se muestra en multitud de detalles.



    Detalles como la abundancia de cruceiros en cualquier rincón, de ermitas costeras, de procesiones marineras y con muestras más prosaicas pero no menos poderosas, como la creación de hitos de piedras simples o inverosímiles, incluso llamativamente numerosos como cerca del cementerio de los Ingleses.


Sugerente creación anónima colectiva en el cementerio de los Ingleses

Procesión marinera del Carmen

Cientos de hitos cerca del cementerio de los Ingleses

       Aquí han venido a parar personajes inquietos, ascéticos peregrinos o artistas mezcla de lo anterior como Manfred Gnädinger (Man), un hombre enamorado de esta tierra y merecedor, aun saliéndome de mi temática habitual, de una entrada en este blog,  dado el increíble desconocimiento generalizado de un artista con una trascendencia vital y artística tan enorme como desconocida.



     Respecto al desastre del Prestige que le destrozó la vida, llegó a decir: «yo decir que esto no debe limpiarse nunca,ser episodio de la Historia, quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa»




A Costa da Morte

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    A “Costa da Morte” posee el mayor tramo costero de la península libre de grandes núcleos urbanos y turísticos. Quizás en Portugal haya un tramo de litoral sin urbanizar aparentemente mayor, pero la cantidad de rías y recovecos gallegos arrojan muchos más kilómetros de línea de costa. 


    Los factores que lo han hecho posible, aparte de su amenazante nombre y fama, son las grandes distancias a las áreas metropolitanas nacionales, la dureza del clima y el peligro de sus heladas aguas.

Ningún lugar está a salvo de cacicadas como este "Algarrobico" a la gallega

     Todo lleva a suponer que se trata de nuestro último gran tramo litoral en buen estado de conservación y también uno de los más ricos, variados y originales. 



      Existen muchos y altos acantilados, playas, rías y estuarios, buenos campos de dunas, montañas al borde del agua, pero eso sí, todo dominado por una monótona gama geológica basada en el clásico granito gallego, aunque muy variado en sus formas.



       Uno de los elementos geográficos que más me llamó la atención es el “monte blanco”, forma más conocida en el resto de la península como “dunas rampantes”; pero lo que allí es algo puntual, una duna que tiende a remontar una loma, aquí es un gran manto blanco que con sus dunas puede cubrir todo un monte con sus arenas .


La arena llega a remontar hasta los 150m de altura de este Monte Branco

    Al menos en tres lugares he encontrado este topónimo de Monte Branco, asociado a tres buenas montañas blancas de arena remontando el roquedo, y desprovistas, de manera natural, de vegetación arbórea.



      Esta geoforma viene originada por la enorme potencia de los vientos dominantes y la alta producción de arenas, fruto de la “arenización” de los materiales graníticos y los aportes orgánicos de caparazones y conchas de especies marinas.


      Los granitos aquí se presentan en una de sus más variadas figuras y  posibilidades. Desde las formas de “yelmos” y dorsos de ballena, en los relieves convexos, hasta mostrar formas poco comunes en el mundo extra-tropical, como puedan ser los “panes de azucar” que pueden verse en y a los pies del monte Pindo.


       Una de las figuras más especiales y que da carácter a muchas de las grandes “pedras”, son los taffoni, oquedades laterales que crean una roca tipo queso gruyere de grandes dimensiones. 

     
      Muchas de las rocas graníticas tienen nombre propio, normalmente por los parecidos con ciertos animales y a algunas de ellas se les atribuyen propiedades mágicas desde la antigüedad, como la pedra de Avalar, la del Oso, etc. 

Campo  de bolos trabajados por las olas

      Otro rasgo típico es la abundancia en tramos de costa rocosa, de campos de bolos generados por la remoción que la potencia del mar hace con ellos hasta  redondearlos, situándolos entre las rocos o la playa y el monte.
     

     No son pueblos que hayan caído en el olvido a pesar de la debacle, tanto de la industria láctea (aplicable a todo el norte), como de la industria pesquera, dada por un lado por el agotamiento de unos mares sobre-explotados, como de las consecuencias de la marea negra del Prestige.


Muxía

      Del Prestige, a juzgar por opiniones de los paisanos, pasado el negro desastre inicial, ahora es cuando se muestran sus consecuencias, con un empobrecimiento de la vida marina de toda la franja costera a la que tanto afectó y afeó en su día. Sorprendí una conversación en  la carnicería en la que  las “mulleres” opinaban a las claras que “el mar se estaba secando”, pues decían que apenas había pesca ni nécoras ni nada.



     La secular pobreza del campo gallego, más por la cantidad de personas que alimentar y sus escasos medios que por falta de fertilidad, ha hecho que, como en toda Galicia, el medio natural haya sido profundamente transformado por el hombre.



     Pocos han sido los bosque que no fueron talados, los montes que no fueron transformados en pastos o huertas. Esto unido a un poblamiento muy disperso, ha llevado a que solamente continúen sin alterar los lugares verdaderamente improductivos, como arenas, roquedos, estuarios y riberas.


     Hace ya muchos años que los montes de toda esta zona son una plantación, poco cuidada, de pinos y eucaliptos, en  un manejo tan escaso de animales y personas que bajo el dosel de estos árboles, todo es broza y espinas. No es de extrañar que se declaren numerosos fuegos en los cada vez más abundantes periodos secos y que pocos sean los paisanos que acuden a extinguirlos, a no ser para defender sus propiedades o salvar viviendas. Reconozco que lo de meterme por aquí, monte a través, no es de las cosas que más me apetezcan.


Alguien gritó: una foca, pero realmente era una nutria "marina"

     Estamos en un área de las llamadas “hiperoceánicas”, donde las  variaciones de temperatura entre las estaciones, es la menor de España, incluso las variaciones diarias también son escasas, dada la enorme influencia del mar en toda la  región. 



    A  pesar de ser la zona más norteña, está libre de heladas, a no ser que subamos a lo alto de sus montes, como el monte Pindo, lugar en el que se refugian no pocas plantas raras.



     Dado lo benigno de este clima, aquí  se puedan asentar y así lo hacen, plantas de cualquier lugar del mundo. Como en  una  entrada anterior sobre el norte de Portugal, me llama mucho la atención la abundancia de plantas alóctonas. Quizás aquí no sea tan llamativo como allí, pero es una invasión que supone un peligro para la flora gallega, aunque por otro lado, también la enriquezca.

La cala se ha escapado de los jardines y ahora coloniza muchas vaguadas y arroyuelos

     Las invasoras más visibles por aquí y por ecosistemas son: en las áreas dunares: la uña de gato sudafricana (Carpobrotus edulis) y en arenas húmedas (Hydrocotyle bonariensis) o la cala (Zantedeschia aethiopica).


La alóctona siempreviva Helichrysum foetidum

     En riberas y alisedas: la oreja de gato (Tradescantia fluminensis), el jacinto naranja (Crocosmia x crocosmifolia) o la vinca (Vinca difformis); en bordes de huertas y baldíos: la capuchina (Tropaeolum majus), el té de Huerta (Bidens aurea), la campanilla azul (Ipomea indica), la planta carmín (Phytolacca americana), la siempreviva borde (Helichrysum foetidum) o la hierba de asno (Oenothera glazioviana).


Una llamativa gramínea, la invasora Stenotaphrum secundatum

      En los prados las duras gramíneas Paspalum sp., la dura Stenotaphrum secundatum y la enorme hierba de la Pampa (Cortaderia selloana). En marismas y dunas húmedas la espartina (Spartina versicolor).


Una capuchina extendiéndos por los cantos del final de una playa poco transitada

      Incluso hasta en los muros podemos ver la florida margarita Erigeron karvinskianus. Pero en un país dominado por el eucalipto, tampoco es de extrañar el encontrar tanta invasora. Lo importante es conseguir que no echen a las menos comunes de nuestras plantas autóctonas.
     



     Como en  otra entrada  que hice sobre la vegetación de los arenales gallegos, no he podido resistirme al disfrute de la exploración botánica de estos ecosistemas.


Inasequible a la sequía esta pionera (Honckenya peploides). Si fuese gigante esta foto parecería un bosque  de abetos en la nieve

     Esta vez iba buscando las especies menos comunes, pero la dura sequía y las altas temperaturas de este verano han sido tales que no he visto casi ninguna planta anual viva y las de mayor entidad estaban bastante perjudicadas.


Dunas fijas de un campo dunar totalmente achicharrado por la sequía de este año

      Me ha vuelto a sorprender gratamente la abundancia de áreas dunares tras las playas de buen tamaño, con una clara zonación en: dunas embrionarias, dunas blancas semi-móviles, dunas grises ya asentadas, depresiones intra-dunares y, a veces, en su contacto con el monte exterior, una laguna o marisma por el cierre que han impuesto las arenas a la desembocadura de algún arroyo.


Gran campo de  dunas desviando un pequeño arroyo

Depresión intradunar entre vegetación achicharrada

      Cerca de una de esas lagunas encontré uno de mis arbustos preferidos, el oloroso mirto de Bravante (Myrica gale), unido a multitud de especies de medios acuáticos como Hydrocoltyle vulgaris, Lysimachia vulgaris, Limniris pseudacorus, etc.
     
Una mata de mirto de Bravante al final de las dunas y cerca de una laguna

     Algunas playas se veían francamente peligrosas, incluso los paisanos nos recomendaban no bañarnos en ellas. La fuerza de la corriente era contundente unos metros agua adentro y había que tener a los niños a raya.


   Pero, si podías aguantar la temperatura del agua, las playas y su potente oleaje eran un verdadero disfrute.

En el interior de la ría apenas se siente la fuerza de los vientos y el oleaje

      Si la cosa se ponía fea, bastaba con dirigirse al interior de las rías, donde el viento y el oleaje parecían ser de otro mar mucho más dócil.

Un buen camariñal sobre las dunas costeras

      La planta estrella de este año ha sido una a la que los gallegos deberían hacer un  monumento y repoblar sus costas con ella, me refiero a la camariña (Corema album), un arbusto de las  arenas, algo más abundante en el atlántico andaluz.


Rama de camariña cargada de unos frutos que hace años se comercializaban

       El año pasado no logré encontrar un solo ejemplar y este año, como no, en  Camariñas, he  podido disfrutar de su belleza, del sabor de sus blancos frutos y de su papel ecológico en los arenales, de los que está desapareciendo a pasos agigantados.


        Ver vallejos y altas lomas cubiertas de este frondoso matorral es una estampa de un ecosistema sabulícola en muy buen estado, algo cada vez menos corriente. En una playa del concejo de Laxe, encontré una algo decrépita que luego supe que era la única y última mata de toda esa zona.


El poco comun Centaurium chloodes sobre arenas en un monte branco

      Muchas veces he comprobado que plantas que había visto eran realmente raras para mí, como la hiel  de la tierra Centaurium chloodes, la acedera Rumex acetosa subsp. bifformis o la acedera rupestre (Rumex rupestris).
     
La acedera nor-atlántica Rumex rupestris

      En algún paseo fluvial, también se me hacía muy llamativa la presencia de alóctonas, pero en un mundo tan manejado por el hombre, hasta pude  disfrutar de su belleza. Plantas en ese difuso límite entre lo humanizado y lo salvaje, naturalizadas la mayoría por el placer estético de la jardinería. 


Un macizo de hortensias se asoma a la aliseda

La bella Crocosmia en un molino abandonado

      El límite entre lo que debemos cuidar y lo que hay que controlar va en función del poder expansivo de algunas especies y del riesgo que representen para algunas de nuestras especies importantes o escasas.

Los  macizos de helechos reales en los bordes de las riberas

      Este año los gallegos estaban sorprendidos de tener tan seca su tierra. Dada esta circunstancia y las altas temperaturas reinantes, este agosto se ha convertido en uno de los peores años de incendios en toda Galicia.


Un sol rojo más de media hora antes de lo debido por una atmósfera cargada de humo

        De hecho, a partir de unos días de fuerte viento que desencadenaron multitud de incendios, cuando éste cesó llegaron días en los que el humo de los fuegos se estacionó en toda la atmósfera gallega  cambiando la luz habitual por otra mucho más velada.



     El sol desaparecía sobre el horizonte entre un cuarto de hora y media hora antes que cualquier día limpio. Terrible, unos atardeceres muy rojos, llamativos, pero cargados de oscuros presagios relativos al calentamiento real del planeta.
    

     La  relación de esta región con el mar ha sido ambivalente, de él provenía una gran riqueza, pero periódicamente se cobraba su tributo en vidas humanas, no en vano le calló ese nombre, la costa de la Muerte.



     La lista de naufragios de importancia es larga y la de las pequeñas embarcaciones, innúmera. Además del mar viene el viento y el agua, con tal fuerza que hasta tiempos recientes nadie quería tener vista directa al mar y las fachadas, a él orientadas, tapiadas y recubiertas de tejas o uralitas para mitigar el azote de la lluvia y el viento.



     La acción de los fuertes vientos, siempre ha hecho poco útil el uso de paraguas y solo actualmente, la gente orienta sus miradores y ventanales al mar, pero el precio pagado es alto y su uso, muy limitado a la época  estival.


Deterioradas botas de peregrino cerca de  Muxía

     Estamos en  las tierras  del  fin del  mundo  (Finis Terrae) y muchos acaban su camino  de Santiago en este mar que mira al más allá. La gran mayoría lo finalizan en Finisterre, pero otros, en Muxía, donde según tradición medieval se le apareció al apostol Santiago la Virgen en una barca de Piedra.



       Tanto da, incluso el cabo Touriñán, da vistas a un profundo abismo que, de cara al viento, relativiza totalmente la percepción humana del mundo.

Atardecer desde el cabo Touriñán

     En muchos lugares, ante tanto naufragio, ante tanta indefensión frente a unas fuerzas de la naturaleza que nunca serán dominadas, la espiritualidad humana se muestra en multitud de detalles.



    La abundancia de cruceiros en cualquier rincón, de ermitas costeras, de procesiones marineras y con muestras más prosaicas pero no menos poderosas, como la creación de hitos de piedras simples o inverosímiles, incluso llamativamente numerosos como en el cementerio de los Ingleses.

Sugerente creación anónima colectiva en el cementerio de los Ingleses

Procesión marinera del Carmen

       Aquí han venido a parar personajes inquietos, ascéticos peregrinos o artistas mezcla de lo anterior como con Manfred Gnädinger (Man), un hombre enamorado de esta tierra y merecedor, aun saliéndome de mi temática habitual, de una entrada en este blog,  dado el increíble desconocimiento generalizado de un artista de tal calibre, con una trascendencia vital y artística tan enorme como desconocida.



     Respecto al desastre del Prestige que le destrozó la vida, llegó a decir: «yo decir que esto no debe limpiarse nunca; ser episodio de la Historia. quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa»



Haciendo el bestia por el sur de Gredos

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           Hay excursiones en las que, no es que se haga el bruto por el monte, sino que ya se roza el masoquismo. Tampoco ha sido por azar, la intención era llegar al nacimiento de la garganta Lóbrega de Candeleda, cuyo camino desde este pueblo es larguísimo y bastante perdido desde el restaurado puente del Puerto; por eso la idea era ir por la plataforma del Nogal del Barranco en Guisando y saltar hacia el oeste o cuerdear hasta encontrar una bajada fácil a la Lóbrega.

El célebre Nogal del Barranco

            En el Nogal del Barranco aún no dan los rayos del sol, recorremos menos de 100m. de camino y nos despedimos, mi hermano Carlos y yo, de cualquier cosa parecida a un camino hasta nuestro regreso a este mismo punto. Cruzamos el río, la Vertiente de Galayos que baja directamente de esos picos, para coger la Vertiente de Pelayos que viene del oeste. En el punto de encuentro de ambas vertientes se encuentra el famoso nogal, especie de la que afortunadamente se han plantado más ejemplares por las cercanías de la plataforma; también vemos las restauradas casillas o “puestos” de los cabreros, con sus paneles explicativos para la poca gente que viene por aquí, pues todo el mundo sigue el camino que sube y va directamente al refugio Victory, al pie de los Galayos, y a la Mira, el punto superior de este macizo con sus 2343m.


En el arroyo encuentro una boca de dragón de Gredos en plena floración entre los bloques rodados, algo muy poco comúm a estas alturas. Subiendo la vertiente de Pelayos seguimos la sombra de caminejo que ya conocía y que salva los cortados más delicados con bastante habilidad, pero ya está muy perdido. Pasamos los cortados sobre el arroyo un poco por encima de las enormes morrenas del pequeño glaciar que ocupó este fondo de valle y que algo ha alisado su fondo dejando unas pulidas lanchas por las que apenas baja un hilo de agua; creo que estas morrenas marcan la cota inferior de todo el glaciarismo de Gredos.

Primicia: la morrena terminal más baja de todo Gredos

           Acabamos de superar el límite forestal del pinar, un pinar viejo, pero no natural, como se encargan de mostrarnos las escasas encinas y robles agazapados en las fisuras de rocas y paredes, de hecho este lugar se llama el Pimpollar de Manoli (pimpollo: rebollo pequeño). También este es de los pocos sitios de Ávila en que se puede apreciar que el ralo enebral que ocupa la franja final y superior del pinar del valle del Tiétar, en realidad debió de ser en su día un buen encinar, del que solo quedan ejemplares sueltos en lugares difíciles para el fuego o como grandes árboles junto a alguna majada de cabras. (Habrá una entrada sobre los encinares de Gredos).

Enebral-encinar, véase el enebrillo seco y enrojecido por la actual sequía

            Frente a nosotros tenemos las casi verticales paredes, lanchares y picachos que jalonan toda la cara norte del Cabezo del Cervunal, que en caída vertiginosa pasan de los 2089m. de su cima a los 1300m. en apenas 1km. en la horizontal. En su caída orientada al noreste, sobre una vaguada se forman buenas cascadas de hielo conocidas por la élite de la escalada, pero a esas alturas (1600m.), solo se hielan con garantías, en las olas de frío de varios días. Aunque estamos lejos, es fácil adivinar por los colores de sus frutos anaranjados, los serbales que se enseñorean de algunas rocas.

Paredes del Cabezo del Cervuna, arriba en negro el lugar de las cascadas de hielo invernales

            Seguimos subiendo, ya penosamente, por entre los altos piornos, buscando rellanos fáciles de andar ocupados por un cantuesar y helechar disperso, pero a medida que subimos, todo van siendo grandes bolos, rodeados de piorno y el caminar se hace cada vez más fatigoso, hasta llegar al collado de este cordal que hacia la Mira se llama el cuchillar del Amealito, y ya se sabe que cuando en Gredos un cordal se llama cuchillar, es que no hay quien lo ande.

Cuchillar del Amealito, entre la Mira, al fondo, y el collado del Cabezo

            A media subida ya comenzamos a ver los primeros buitres y antes de iniciar la vuelta, nos dimos cuenta de que habíamos visto todas las especies de aves carroñeras de la península, sí, ¡Todas! Al poco de ver los primeros buitres leonados vimos un alimoche, inconfundible con su nívea cola, pero es que antes de llegar al collado vimos la silueta inconfundible de un quebrantahuesos inmaduro y nos dio varias pasada, pues tienen un vuelo ágil y movido.

Arriba derecha un alimoche, el quebrantahuesos volaba más alto y las fotos eran infumables, como se puede apreciar abajo. El parecido entre uno y otro es evidente, salvo en la cola negra del quebrantahuesos.

            Reconozco que me dio mucha alegría verlo, pero que no me extrañó demasiado, pues Rafa Gonsalves me contó que Jesús Charco, coordinador de la reintroducción del buitre barbudo en Cazorla, le había mandado un mapa con los desplazamientos de los quebrantahuesos monitorizados y se veía que la mitad se quedaba en Cazorla y cercanías, y que el resto se acercaban a Sierra Morena y Montes de Toledo, pero en su mayoría se iban a Gredos, aunque luego solían volver a Cazorla. Una hora más tarde vimos la oscura silueta de un buitre negro; los necrófagos al completo, la pena es no haber traído el teleobjetivo.


Por las Galayos ya es posible, con suerte, ver la enorme silueta del quebrantahuesos

        Días después estuve en el Centro del Quebrantahuesos de Asturias, allí me dijeron que les iba muy bien, incluso con ejemplares que venían “solos” de Pirineos, aunque hace unos días recogieron un inmaduro muerto, probablemente herido por un águila real. Me contaron que los adultos se dan la vuelta en el aire y muestran sus enormes garras emplumadas a estas rapaces que enseguida desisten del ataque, pero los inmaduros no tienen aún esa desenvoltura.

El Alto Gredos con el Almanzor al fondo, abajo la Lóbrega y una pedregosa gargantilla

            La cabecera de la Lóbrega hace honor a su nombre, es una garganta angosta a la que le llegan lateralmente un sinfín de gargantillas aún más angostas, mostrando algunas de ellas, señales de glaciarismo y casi todas una parte final inclinada, pero lineal, como de haberse rellenado por miles de grandes bloques en movimiento. Las precipitaciones en esta cabecera puede ser, a falta de estudios que lo concreten, de las mayores de la península pues se trata de un valle en forma de embudo, perfectamente embocado a los vientos del suroeste, los ábregos, que son los responsables del 80% de las precipitaciones en esta cara sur.

El comienzo de la Lóbrega recoge la torrencialidad de un abanico de laderas finales

            A este embocamiento del aire húmedo hay que sumarle el efecto de pantalla orográfica que supone el paulatino aumento de altitud del valle desde los 400m. del valle del Tiétar a los 2343m. del Torreón de la Mira, aunque teóricamente a eso de los 1800-1900m. debería de situarse el punto máximo de precipitaciones, pues a partir de esas cotas, la precipitación también debe ser muy alta, pero las nubes ya empiezan a estar “ordeñadas” y van bajando ligeramente su descarga.

Todas las rocas de una y otra garganta han sido transportada por la fuerza de las aguas recién recogidas

            El panorama ha ganado mucho en paisaje, pero no ha mejorado en posibilidades de andar sin grandes esfuerzos, además se nota que es agosto y que empieza a pegar bien el Lorenzo. Ahora aparecen espolones rocosos y “tors” de bloques que hay que ir superando.


Cervunal en primer término con el Cabezo del Cervunal al fondo

          Algo más adelante encontramos un pequeño cervunal, un pastizal de montaña con su nacedero y pequeña turberilla, algo muy común en la cara norte pero bastante escasos en la sur, de hecho el pico Cabezo del Cervunal recibe ese nombre porque es de los pocos lugares de la cara sur, donde hay un cervunal con “cierta” entidad.

La genciana de turbera en una de sus escasas localidades de la cara sur

            Por fín nos podemos tirar un rato en la hierba y beber algo, aprovecho para ver las plantas del cervunal y ahí están, aparte de las gramíneas Nardus stricta y Agrostis castellana que forman la pradera, Erica tetralix, Campanula herminii, Carex carpetana, Potentilla erecta, la carnívora Drosera rotundifolia, la increíblemente azul, Gentiana pneumonanthe, la pequeña Walenbergia hederacea, la blanca Parnasia palustris, etc.

La drosera muestra que este trozo del cervunal es casi una turbera

            Seguimos hacia el norte sin perder altura a unos 1900m, ya hemos comprobado que no merece la pena bajar al valle, como quería en un principio; nos han faltado un par de horas o una marcha menos fatigosa. Entre las rocas ya vemos las plantas genuinamente oromediterráneas: el helecho Cryptogramma crispa, Murbeckiella boryi, Saxifraga orogredensis, la Centaurea avilae, un endemismo que está desapareciendo poco a poco por la hibridación con su congénere más común Centaurea alba y también, muy recomida por las cabras el Echium, la viborera tan difícil de determinar de este piso bioclimático; todo apunta a Echium flavum, de los prados de siega de la cara norte, pero yo no lo veo ni en hábito ni en ecología.

La endémica y escasa, en la cara sur, Centaurea avilae

            Finalmente llegamos al último cordal sobre la hoya de los Cotriles, que son unos picos que asoman a media altura en la ascensión del fondo del valle hacia La Mira. La vista es majestuosa, parece increíble que tantos arroyos, vaguadas y canales vayan a parar al fondo de esta hoya; la pesadilla o el gran reto para cualquier geomorfólogo. Aquí abajo se reúnen materiales rocosos procedentes de todo tipo de procesos: torrenciales, coladas de bloques, glaciares, caída asistida, etc., en un revoltijo inextricable que debería saber discernir y que ha sido la excusa para hacer esta excursión.

Véase el batiburrillo de acumulaciones de bloques de las más diversas procedencias que rellenan esta gran hoya

            Tomo fotos de las laderas que van a parar a los Cotriles y su hoya; me da cansancio pensar en andar las dos o tres vertientes que tengo que estudiar, pero la verdad es que el recorrido íntegro de la garganta Lóbrega me parece unos de los mejores recorridos de todo Gredos, con el aliciente de que, como no te encuentres un cabrero en las majadas bajeras, no verás a nadie en todo el día. Aquí se halla también el mayor enebral de todo Gredos que une esta garganta y la cabecera del Arbillas, espeso y en algunos puntos con encinas, como dije antes.

El risco Pelucas con sus buitreras, junto con las del Fraile, las más altas de Europa

            Decidimos subir a la cuerda del Cuchillar del Amealito, algo más abajo de la famosa peña del Chocarrón, un clásico reto para escaladores, pues a pesar de su escasa altura, por cualquier via hay que pasar un extraplomo y para bajar hay que hacerlo de tal manera que se pueda recuperar la cuerda. Llegamos a una portilla a partir de la cual empiezan las Cuchilleras y hemos tenido suerte, la bajada es dura, pero muy factible, nos quedan más de 300m de bajada hasta los riscos del Jugaero y luego por el tendido valle del helechal hasta la vertiente de Galayos.

Descenso del el collado de las  Cuchilleras hasta la plataforma del Nogal del Barranco

        Desde aquí arriba hay unas buenas vistas de los Galayos, aunque no se ve desde donde arrancan las agujas. No sé si esta localidad ha sido la que ha dado nombre a la forma, un tramo o cordal de agujas ya directamente se denominan galayos, al igual que un yelmo es una gran roca convexa pero de cima curvada.

El risco del Águila y las Berroqueras, la parte inferior del cordal de Galayos, al fondo el Torozo y el Cabezo.

            Da gusto ver a las cabras salir corriendo a distancia, como dice Carlos, son cabras “no contactadas”, de las que tienen miedo, no como las de la laguna grande o las de cerca de la Plataforma. Aún así se nota mucho la presión sobre las plantas, aunque con suerte logramos ver unas cuantas matas más de boca de dragón de Gredos, unas en su típica posición, colgando de paredes verticales, y otras entre el pedregal de los torrentes.

La endémica boca de dragón de Gredos entre los cantos rodados del Pelayos

            Con mucho esfuerzo vamos llegando a la vida forestal tras atravesar un enorme pringoso helechal que rezumaba una pegajosa sabia que te dejaba los pantalones sucios y las manos pegajosas. También nos llamó la atención la gran cantidad de pequeños enebros de color rojo anaranjado, parece que estos tres buenos años anteriores crecieron, pero que ahora no han podido aguantar la sequía que arrastramos desde mayo. 

Tras las birras con limón del chiringuito de la plataforma nos quedamos como aquí el amigo


        Poco más tarde llegamos a reponer líquidos al chiringuito cercano a la plataforma.






Hasta siempre Valentín

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Valentín Rubio Galera

      Se nos ha ido el mejor conocedor de las setas y las orquídeas de Ciudad Real. Este año ya no contaremos con su inestimable y dedicada ayuda, tanto en la clase magistral como en la salida de campo. Ni, desgraciadamente, con el generoso calor de su amistad.


      Hay gente que tiene tal fuerza o carácter que hacen como de correa de distribución para mover, como si de otros engranajes sincronizados con él se tratara, a quienes tiene a su alrededor y Valentín estaba “engranado” a un montón de gente de los más diversos tipos, mundos y colores. Se nos ha ido después de habernos potenciado y contagiado su ilusión por las cosas que merecen la pena en esta vida, como la libertad, el amor por la naturaleza o el valor de la amistad.


     En tu Puebla de Don Rodrigo hacías piña con un buen número de amigos que estaban deseando que propusieras ruta y objetivo, para lanzarse a descubrir su campo otra vez contigo. A setas, a espárragos, a orquídeas, a ver un rincón del monte en su momento álgido, el último destrozo de algún bruto o incompetente…Muy a menudo había un paseo por la mañana y otro también por la tarde. Contigo quedaban los del pueblo, los que venían de Madrid, los adictos a las setas o algún loco de las plantas como yo.

Uno de los vallejos con turberas mejor conservados de la Puebla de Don Rodrigo

      Siempre me ha llamado la atención que fueses profeta en tu tierra porque tú eras muy de tu pueblo, pero también has vivido en otros lugares y tenías todas esas influencias (escogidas) que son algo menos comunes en los pueblos, como unos gustos culturales, políticos, estéticos, deportivos o aficiones más típicas que no más lógicas, de gente urbana, como el amor por el campo, sus plantas y sus animales. Tus frentes abiertos, los grupos que promovías y que te llenaban han sido muchos. Aparte de tu familia y Elisa, tu mujer, también estabas comprometido con una larga serie de gentes, ideas, gustos y aficiones.

Valentín y Elisa

      Has colaborado con gente que hacía el seguimiento y control de fauna y vegetación en peligro (Jose Manuel Hernández). Con los que luchan por la recuperación de la Memoria Histórica y que por tu pueblo y contigo tuvieron la triste oportunidad de abrir alguna de esas fosas de “la vergüenza” o datar la vida y muerte de algún maqui de renombre. Has colaborado y ayudado a tus amigos los fotógrafos del Colectivo Alumbre de Ciudad Real y otros (Manuel Toribio - Jesús Monroy). Has participando en el Colectivo La Ribera y apoyado la edición y distribución de libros por medio de “crowfunding” (Víctor Díaz).

Con Víctor Díaz de setas

      Asesoraste y apoyaste a aventureros que se atrevían con el “bravo” Guadiana que es como se muestra en tu tierra y como se adentra en el Estrecho de las Hoces; como hace poco hiciste, incluso dándoles alojamiento en tu casa, a los aventureros de la Expedición Aborigen Caminos del Guadiana (Alejandro del Moral y Maikol García) que surcaron el Guadiana en barcas hechas con enea desde las lagunas de Ruidera hasta Ayamonte y cuyas jornadas más duras, solitarias pero también más festejadas, fueron aquellas en las que afortunadamente les diste soporte y alojamiento.

Valentín descargando con Alejandro del Moral padre una de las barcas de enea

      Entre Carrión y Daimiel ayudabas en todo lo posible a tus amigos de la Asociación Tablas de Calatrava, buenos defensores de la naturaleza y la ancestral cultura de los habitantes de esas tablas, humedales y saladares del Guadiana y los “Praos” de Carrión; o también a los de Ojos del Guadiana Vivos. Gente valiosa y valiente que está consiguiendo el interés y el cuidado de sus paisanos por una naturaleza que se nos está yendo poco a poco a golpe de arado y de interesada ignorancia.

Los Praos de Carrión una naturaleaa manchega en peligro

      Tu trabajo fue una herramienta de tus gustos y tus peleas, fuiste lo que antes se llamaba un Guardia Fluvial, pasaste por varios destinos en la provincia y ya llevabas muchos años trabajando en Daimiel, donde conocías a todo el mundo, incluso a los que más atentados contra la naturaleza manchega han cometido. Con ellos te medías, por tu control sobre el Guadiana y las extracciones de los pozos. Aquí no te arredrabas, como otros que prefirieron llevarse bien con los del “pueblo”, si había que denunciar lo hacías, con tacto y aviso, pero sin contemplaciones. Varios te amenazaron y hubo hasta quien te sacó la navaja; a otros casi les daba igual pagar la multa porque aun así ganaban más que sin burlar la ley.

Canal de drenaje vaciando los Praos de Carrión

      Defendías que es compatible el regadío y la conservación de los ecosistemas acuáticos en la Mancha, pero solo si se cumpla la ley y el régimen de extracciones permitido. Tenías buenos amigos agricultores que miraban por lo suyo y por la naturaleza y que sabían defender ambas cosas que no son contrapuestas; pero en una región que tanto ha apurado el agua y con su crónica inoperancia administrativa a la hora de vigilar y cumplir sus propias leyes, trabajo desagradable no te faltaba. Esa fue una de las últimas cosas que no te dejó buen sabor de boca, llevabas tiempo detrás de quienes trucaban los contadores de sus pozos con imanes y era el momento de cogerlos con las manos en la masa, pero tu enfermedad te cogió a ti antes.

Uno de los azotes del campo manchego, un pívot sobre sobre un antiguo "ojo" del Guadiana

      Sabías como se “apañaban” por aquí los asuntos políticos y medioambientales, y desgraciadamente te tocaba padecer las órdenes y contraórdenes en referencia a los muchos desaguisados ecológicos en que por tu profesión y por tus aficiones te veías envuelto. Ahí eras un personaje peligroso, pues no te callabas las cosas, tenías información y conocías a mucha gente. Sabías que muy a menudo tus jefes no querían que trabajases como se debe y te ponían pegas y absurdas trabas burocráticas; incluso quedabas mal con algún compañero menos diligente por hacerlos parecer inoperantes o tibios, con tu rápido y claro proceder. Aun así no creo que nadie que te conociese, por muy enemigo tuyo que fuese, se haya alegrado con tu muerte; tu claridad y franqueza de hombre de una pieza, ha hecho que incluso de éstos te hayas ganado su respeto.

Tu me contaste que este saladar se llamaba Charco Salado y denunciaste a quienes lo araron

     Te conocí porque Rafael Gosálvez te puso en contacto conmigo porque andabas buscando para Ciudad Real una rara orquídea que yo había visto por ahí; desde entonces rara era la semana que no nos diésemos una vuelta por el campo, aunque fuese cerquita de la capital, a setas, a orquídeas, a ver algo poco común o solamente a charlar un rato.


       Me resolvías cualquier duda con las setas y por fin este año encontramos alguna de las orquídeas que más se nos habían resistido. Con tu querido Iván y la información de Jesús Víctor García la serapia verdeSerapias perez-chiscanoi y tú, casualmente, buscando espárragos la orquídea gigante Barlia robertiana. Ójala se pueda uno cumplir más de tus sueños y pueda salir adelante el libro de las Orquídeas de Ciudad Real que tan avanzado tenías con tus amigos Ramón Millán Novillo e Iván Fernández Espartero.

La foto de la Serapia perez-chiscanoi que hizo Jesús Víctor García

      Ha sido un enorme placer haber compartido contigo todos estos años, es una lástima que este maldito cáncer nos haya separado, pero eso no quita ese placer sino que lo hace más valioso. Muchos caminos han quedado cortados, muchos que contigo convergían, como si fueras un gran cruce de caminos donde nos orientabas o hacíamos parada y fonda, para festejar el encuentro o para re-descubrir lo andado. Ya no podremos, como solíamos hacer, cambiar tus kilos de miel de la buena, por los libros de orquídeas o de setas que yo te traía, aunque cada año era más difícil encontrar libros que no tuvieras ya. Ya no me aconsejarás la lectura, por poner un ejemplo, de Felipe Zapico o la música y las letras de Sínkope.

En tus Jornadas Micológicas de la Puebla de Don Rodrigo

      Así como sí tal cosa, ahora que todo ha cambiado, todo aquello que hablamos, lo que soñamos, tiene un nuevo significado, más serio, más importante, más digno de ser llevado a cabo. Hablar por hablar es muy fácil, y a los españoles se nos da muy bien; pero hablar y trabajar por ello, ya es estar en el camino de conseguirlo y tú eras de los que muy a menudo lo conseguías.


      La relación de grupos, asociaciones o amigos a los que apoyaste con tu esfuerzo desinteresado, seguro se me queda corta, pero estoy seguro que a todos ellos les embarga el mismo sentimiento de agradecimiento y admiración que a mí.
       Amigo mío, hasta siempre.


Última hora, si podéis no faltéis:



Otoño por el Centro de la Cantábrica

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No todos los años puedo hacerlo pero en esta época del año siempre intento viajar a los buenos bosques de hoja caduca en el momento en que éstos cambian de colores antes de que el viento y el invierno los deshojen.

Los chopos tapan en parte el hayedo, sobre el que se instala un amarillo robledal con Quercus petraea y Q. orocantabricus

Es un banquete estético impresionante aunque también se pueda vestir de excursión montañera o de jornada de setas, pero la idea principal de esta entrada es mostraros una buena tanta de fotos de hojas coloridas de todo tipo y pelaje.


Este año por suerte pudimos ponernos en movimiento y aterrizar en el mismo centro de la cordillera Cantábrica, el área que mejor conozco y que por suerte, siempre me deja con ganas de conocer muchos más de sus mejores rincones.


Nos acompañó un tiempo quizás demasiado bueno, con bastante calor para la época, aunque con una luz anticiclónica que no ayudó para captar la imagen de los magníficos paisajes que se nos presentaron.

Luz de ambiente anticiclónica tras amanecer sobre un hayedo leonés

Hace muchos años era más montañero, a menudo nos pegábamos la paliza del coche compartido desde Madrid hasta los Pirineos, no solo los puentes, sino fines de semana normales.

Montaña de Las Verdes en Redes

      Los Pirineos son inabarcables y siempre quedan mil sitios que descubrir, pero un verano dí el salto a la Cantábrica, a caballo entre León y Asturias, y el caso es que desde entonces ya poco he ido a Pirineos.


   Probablemente haya sido el gusto por los caminos solitarios, la posibilidad de ver algún oso o lobos o que Pirineos ya iba pareciendo un parque temático montañeril, al menos en sus pueblos más turistizados.

Lo que en Pirineos sería una capital de la montaña, aquí es un humilde pueblo montañés

La zona central de la Cantábrica empieza a occidente de Picos de Europa que quizás sea lo más parecido a Pirineos, tanto en alturas como en turismo comercial, de toda esta gran región española.



   A pesar de la inmediata vecindad a Picos, en las comarcas de las que hablo, hay poca gente por los caminos y es difícil encontrar más de un bar en sus pueblos, ni siquiera el turismo rural ha despegado a pesar de sus posibilidades y de las fuertes subvenciones recibidas.

La vaca asturiana de la montaña también llamada Casina

Son los valles o concejos de Ponga y Caso en Asturias, últimamente más conocido como Redes, ambos Parques Naturales y Riaño y Lillo por el lado leonés que son la vertiente oriental y occidental respectivamente del macizo de Mampodre y bajo la figura, bastante difusa, de Parque Regional de Picos de Europa en la comarca de la Montaña Oriental Leonesa.

Macizo de Mampodre

Existe una fuerte disimetría entre la cuenca del Duero, con sus ríos Porma (Lillo) y Esla (Riaño) con su tristemente célebre embalse, y el alto Nalón en la cuenca hidrográfica cantábrica. Por el lado de la meseta el desnivel es mucho menor, los valles más abiertos, llenos de prados ganaderos y con sus montes mucho menos boscosos.

Grandes prados en los valles eminentemente ganaderos de la montaña leonesa

El habla y las costumbres de la gente de ambas vertientes es casi idéntico, de hecho hay una romería en León, la de Riosol que reúne casi a más asturianos que leoneses, aunque tengan que sufrir la subida del tortuoso puerto de Tarna. Realmente son todos astures aunque unos también sean castellanos.

Hayedo variado con mostajos (blancos) y robles (verde-amarillos)

Al norte de Riaño destaca poderosamente la mole piramidal fronteriza con Asturias de Peña Ten y también algo menor la de Pileñes que como dice el dicho, ..vaya par de peñes!!

Peña Ten y Pileñes, ¡Vaya par de peñes! La primera en León y la segunda en Asturias

       Del lado oriental, desconectado de la divisoria principal de la Cantábrica por el puerto de las Señales y en potente resalte sobre los valles que lo rodean del Esla y el Porma, destacan las alpinas formas del macizo del Mampodre, una modesta cordillera (casi 2200m en varios picos) muy similar en caso todo a los cercanos Picos de Europa.


Oscura mole cuarcítica del pico de San Justo

      Del lado castellano hay un predominio general de lo geológico sobre lo biológico, siendo muy visibles las diferentes litologías del terreno que como en la vertiente cantábrica es una retorcida mezcla de blancos cordales calizos alternándose con otras litologías, siendo dominantes en gran parte de la divisoria las cuarcitas.


Genista legionensis, espinoso arbusto exclusivo de las calizas de la montaña Cantábrica

      Lo contrario ocurre del lado asturiano, donde bosque y vegetación apenas dejan asomar lo más áspero de la cordillera, como el altivo Tiatordos y el Maciédome que separan Ponga de Redes, la Peña del Viento y el Cantu l’Osu en el centro de Redes o el Torres ya en el límite occidental.



      Este viaje ha sido para contemplar los bosques otoñales y hemos llegado en su momento, pero este año no ha sido tan espectacular como otros pues se ha dejado notar, por un lado, la dura sequía veraniega, más acentuada en la vertiente castellana y que solo se ha mitigado ya a mediados de octubre y por otro, la ausencia de heladas que ya si hemos podido constatar con el cambio de mes en los altos valles.


A pesar de ser otoño, los tojos, entre otras plantas, están floreciendo como si fuese el final del invierno

      Las consecuencias de esos calores y secas ha llevado a una falta de turgencia de las hojas que no han podido experimentar el cambio de color acorde a la estación sino un paso del verde al marrón sin pasar por las coloridas fases previas.


Los últimos días de octubre apenas ha cambiado el color de los bosques de Redes

   Por otro lado, la ausencia de heladas ha provocado que muchas de las hojas se mostrasen todavía verdes, lo que era más visible del siempre más húmedo lado asturiano.


Gran variedad vegetal del bosque leonés

      La variedad vegetal de esta región está por encima de la media, incluso por estas zonas de León aparece algún árbol casi exclusivo como puedan ser un par de robles, el Quercus orocantabricus, un roble más arbustivo que arbóreo que crece en el límite superior del bosque en zonas silíceas y otro roble que aún no he visto el Quercus paucirradiata.


Los cerezos como de costumbre son de lo más "flamígero" del otoño

       En esta región aparece mezclada la vegetación silícea (roble melojo, serbal de cazadores, arándano, etc.) con la basófila con toda una gama arbustiva (mostajos, agracejos, guillomos, cerezos de Santa Lucía, pudios, clemátides, etc.) que en estas épocas del año lucen sus mejores galas para despedir la temporada vegetativa.



      Es recurrente y estará muy visto, pero no me canso de hacer fotos con estos mismos motivos, los contraluces, los frutos, las setas. Años tras años voy acumulando fotos parecidas, pero es que no tengo hartura.


No sé como la hacen, pero las setas muchas veces tienden a mimetizarse con los suelos

      Por el lado asturiano, en el interior de Redes, las hojas de los árboles apenas han cambiado su tonalidad. Aquí están, probablemente, los mejores hayedos, combinados con los de Ponga y su famoso monte de Peloño, de toda la península, a pesar de la fama mediática de la Selva de Irati.


Avellanos y fayas apenas han cambiado de color en Asturias en estas fechas

      Al estar a caballo entre los valles del Esla, del Porma y del Nalón fuimos viéndolos un poco todos, aunque con alguna buena ruta de coche hasta el corazón de Redes, por donde dimos un buen paseo y cogimos castañas.



     Setas también había pero al parecer no había habido suficiente agua para una buena temporada, aunque aquí es temporada siempre que no haga frío y haya agua, pues varios han sido los veranos que hemos comido una buena sartén de setas.


Pinar de Lillo, últimos vestigios del bosque aciculifolio cantábrico

      Las montañas de León tienen menos bosque, pero dado que hace más frío dada la mayor altura, las hojas están mucho más coloreadas que en Asturias. En el fondo de los valles, junto a los ríos destacan desde lejos los inmensos chopos junto a fresnos y algunos cerezos en brasas de puro rojo.



      Es una pena, aunque las imágenes no se me van a ir de la retina, por las mañanas temprano, con las primeras luces me iba a correr por el monte, por llevar no llevaba ni reloj ni la cámara. Si la hubiese llevado, ni hubiese recorrido ni hubiese visto la mitad de todo lo que ví y lamento de verdad no haber podido compartir esas imágenes con vosotros.


Primer día de helada en la montaña leonesa

      Un día pude ver un amanecer increíble, pues a ratos estaba yo dentro de la niebla y otros ligeramente por encima, superando levemente esos bancos que yacían pegados al fondo de los valles. Sobre esa blanca manta se levantaban los chopos amarillos que estiraban su sombra sobre ella y casi llegaban a reflejarse en ese mar de niebla.


Sobre los neblinosos valles de Riaño se levanta la fenomenal mole del Espigüete

      A veces de los árboles solo asomaban las ramas y el resto se difuminaba poco a poco hacia abajo como si el árbol desapareciese en profundidades insondables, degradándose el amarillo chillón de sus hojas al blanco agrisado antes de desaparecer engullido por la niebla.



      Uno de los mejores paseos, de los que os ofrezco la mayoría de las imágenes más coloridas, fue por el alto Porma, al pie del San Justo y  cerca del pinar de Lillo (Reserva Integral), por un camino paralelo al río donde las ramas otoñales de todo tipo de árboles y arbustos quedaban en contraluz con una ladera en sombra o con los rayos del sol perfilando los árboles que sobresalían del matorral.


      Aquí era difícil decantarse por qué era más hermoso, si los álamos temblones que haciendo honor al nombre salían bastante movidos en las fotos, los flamígeros cerezos, los amarillos chopos, los serbales cargados de frutos o los luminosos abedules.

Masa compacta de abedules y el inconfundible serbal de cazadores

      Ahí os dejo esas imágenes por si este año no habéis podido salir de otoñó. Aunque esta entrada es algo tardía, casi un mes posterior a las fotos, aún queda otoño, quizás ya no en el norte, pero los valles interiores y las montañas del sur y oeste de la meseta guardan rincones menos espectaculares que la Cantábrica pero no exentos de especies encendidas y mágicos rincones.



Una Visión Crepuscular

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    Después de un año seco y caluroso hemos entrado en un final de otoño e invierno como los de siempre, con su anticiclónica Navidad.


    Noviembre fue un mes de lluvias y a diciembre aunque le faltaron las aguas que suelen acompañarle hasta su mitad, le llegó su tradicional anticiclón de invierno. 


     Él es quien sume en nieblas y brumas los días de los valles interiores, nieblas que como en las cercanías del Guadiana manchego suelen perdurar días y días consecutivos, en los que la luz apenas se vislumbra un rato tras las horas centrales del día.


     El campo se sume en el silencio y acompañándolo, distancias y dimensiones se desdibujan para hacerse etéreas, insustanciales. 


    Quitando el frío que con la humedad te llega más dentro de lo habitual, esos días de niebla, a parte de algunos “balduendos” como yo, no hay nadie por el campo, de tal manera que lo percibo como más mío, a todos los niveles, desde su propiedad hasta en mi interior.


     Los últimos días del otoño, tienen un luz difícilmente repetible el resto del año. Las brumas y neblinas velan el paisaje con su aterciopelada caricia en una calma que es difícil que no se te trasmita. 


     Si ha llovido previamente y sopla del noreste, la atmósfera goza de una limpieza que dá a objetos y paisajes una potencia estática que les dota de una trascendencia, de una presencia e importancia que hace que les dediques una atención que antes no les hubieses dado.


     La luz juega con las lomas, con los recovecos de las rocas o la corteza de los árboles dándoles una vida que antes no considerabas. 


     Quizás sea la mayor ausencia de vida, el estado vegetativo de las plantas o de los escasos seres que en estos paisajes se mueven que lo aparentemente inanimado destella presencia haciéndose protagonista.


     Las luces de la tarde, màs que las de las mañanas, sentenciadas por las nieblas matinales, se enseñorean de páramos y vallejos, y dan una fuerte importancia cromático a los sembrados iniciando su verde despegue o a los campos recién arados que muestran generosamente los colores de la tierra, resaltando poderosamente entre los desvaídos tonos de bardales y barbechos.


     Este año, como dicen de los bisiestos, ha venido con la guadaña y ha golpeado cerca, muy cerca. En el plazo de un par de meses casi me quedo sin la mitad de mis mejores amigos, Valentín se fue, pero nos ha dejado uno de los mejores ejemplos, ha dejado simiente y ganas de vivir. Los otros han estado muy cerca de acompañarle, por un accidente de moto y por un infarto.


    Llevo una temporada un tanto baja que coincidiendo con la época del año y una lesión que me impide darme mis carreras por ahí para sacudirme la modorra, me han sumido en un ambiente más crepuscular, si cabe que el de las brumas y nieblas de estas fotos que hoy os muestro, en una entrada más fotográfica que documental.



La Costra Caliza manchega

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         Hoy voy a hablar de la rala vegetación de las costras calizas. Si me oyera un agricultor hablar de estas piedras sin maldecirlas, probablemente pensase que debería probar una buena pedrada. Estas costras son el enemigo “de toda la vida de Dios” de la agricultura, no solo en la Mancha sino en toda la España caliza. Hace años se removían a base de brazo y palanca, y hoy en día, la exagerada potencia de los tractores, lo hace en cuestión de minutos, lo que ha llevado a que, para bien o para mal, apenas haya hoy costra que quitar.

En lo más duro de la costra apenas vegeta alguna acederilla y pistorinias aún sin flor

La costra o caliche tiene una génesis antigua puesta en relación con un clima algo más árido que el actual. El origen de la gran llanura manchega hay que buscarlo hace unos 2,5 millones de años, cuando tras los empujes de la orogenia alpina, toda esta región fue rodeada por relieves montañosos, formándose una región de lagunas y mares interiores. Hace años se tenía por cierto que se trataba de transgresiones y regresiones marinas desde el actual Mediterráneo, que también, pero hoy en día está mucho más aceptado el papel del endorreísmo manchego.

En algunos recovecos de la costra solo pueden prosperar líquenes terrícolas como estos

        En el centro de la depresión manchega se iban acumulando aguas y sedimentos procedentes de los relieves circundantes, actuando fenómenos geomorfológicos, tanto erosivos, creando las llamadas superficies de erosión, llanuras fruto del pulido y relleno continuo por su larga exposición a la intemperie; como de relleno de la cuenca, por sedimentación de los materiales transportados desde la periferia, como por la precipitación química de aquéllos que permanecían disueltos en las aguas ahí acumuladas.

Los Praos de Carrión, condiciones de endorreismo con formación actual de playas secas y húmedas

        Sobre estos materiales relativamente blandos y calizos, bajo una dilatada exposición a un clima de tipo semi-árido, las escasas aguas que por su interior circulaban, fueron cementandose formando las costras calizas. El agua de lluvia se infiltraba en el suelo cargándose de carbonatos hasta cierta profundidad, pero bajo ese clima, el agua tendía a subir por capilaridad ante las secas condiciones de la superficie. En ese recorrido vertical, se iban depositando los carbonatos en los intersticios del sustrato y este proceso, repetido un larga serie de años, fue capaz de crear esa potente costra caliza.

Potente costra en los bordes occidentales del Campo de Calatrava, poco alterados con una vegetación dominada por las coronillas (Hipocrepis conmutata)

      Las costras calizas se generaron en esas áreas que reunían parecidas condiciones, pero no se dieron de manera general en toda la llanura manchega. También, al permanecer áreas con lámina de agua casi contínua por toda la región, se formaron allí las llamadas “playas húmedas”, áreas de humedad casi contínua en un sustrato capaz de mantener una vegetación sobre la que finalmente se fijaban los materiales disueltos en el agua, formandose turbas relacionadas con los cursos de agua manchegos. Asimismo, también se formaron las “playas secas”, amplias zonas donde era mucho menos constante la presencia del agua; aquí a mayor sequedad, lo que se dio fue la deposición de yesos y sales, que incluso se han venido explotando, a pequeña escala, hasta la actualidad.

A la derecha la costra ha sido arrancada con tractores, a la derecha zona aún con costras y en el centro, pequeña depresión con sales en el camino, en los Praos de Carrión

      Las costras calizas tienen unos espesores generales que van desde los 70cm hasta poco más del doble. No uniformes y con grietas, tanto mecánicas de origen tectónico como por disolución, por lo que, a pesar de su dureza y espesor, es material removible. No todas las costras tienen esos espesores, incluso no tienen un origen tan antiguo, aunque el proceso de formación es el mismo. 

Hedypnois cretica, Lagurus ovatus, Medicago minima, Filago pyramidata, Herniaria cinerea, etc.

        Hay cortezas mucho más recientes que se han formado en períodos sub-actuales tras procesos erosivos o de exposición a la intemperie fruto de la deforestación o de laboreos y largos abandonos posteriores. Estas costras más recientes, de escaso espesor y más fáciles de remover, son el llamado “caliche” y son bloques sistemáticamente extraídos del terreno y colocados en bordes de fincas, vallas y bardales. En muchos puntos han sido material para la construcción, la famosa "piedra seca" de la arquitectura popular de estas regiones, con elementos constructivos tan prácticos y emblemáticos como el “bombo” manchego y una multitud de prácticas construcciones para su uso y refugio en el campo.

La oportunista Eruca vesicaria creciendo en una grieta de la costra caliza

      Sobre esta costra tienen lugar procesos edáficos y en general solo aparece al descubierto en lugares con o cercanos a cambios de pendiente. Por ello solo aparecen en superficie, en áreas de borde de riberas o antiguas lagunas o allí donde la tectónica ha roto la horizontalidad del terreno. Entonces las costras quedan expuestas y protegen el terreno bajo ellas, actuando los procesos erosivos con mayor celeridad en  sus bordes, lo que contribuye a aislarlas y realzar estas formaciones.

Costra en los bordes de la llanura de inundación del Guadiana en Alarcos

      Dada la escasez de ríos en la Mancha y la escasez de movimientos tectónicos, salvo los relacionados con el vulcanismo del Campo de Calatrava, las áreas de costra al descubierto no son tan abundantes como en principio cabría esperar. Pero cuando asoman, su dureza y difícil remoción han hecho que permanezcan incluso por siglos a la intemperie, en localidades que por esto tienen tan escaso aprovechamiento como el de rastrojeras para ovejas y cabras o bien para la caza dada su idoneidad para conejeras y vivares.

Una de las últimas muestras de un encinar manchego diverso y en buen estado de conservación

      La Mancha en unas escasas décadas ha dado un vuelco a su fisionomía que, salvo en su planitud, nuestros abuelos no reconocerían. De un paisaje de dehesas, cereales y la trilogía mediterránea de olivo, vid (en cultivo en “vaso”) y almendro, hemos pasado a vastas extensiones de viña en espaldera de alambres y regadíos, salpicados de cultivos de melones bajo plásticos que en otoño se esparcen por todos los campos y pequeños retales de otros cultivos.


      Los espacios naturales, en general por poco productivos, como llanuras de inundación, saladares, zonas arenosas o zonas más pedregosas de lo normal, como las costras, estaban poblados de una vegetación característica y definitoria de los paisajes manchegos: las ralas dehesas, los albardinales, los juncales, los calaminares que tanto gustaban a la oveja manchega y matorral mediterráneo, han cedido su espacio a un arado que trabaja en función de las subvenciones, donde ni siquiera se mira la productividad o lo que durará explotación. Es la agricultura de “el que venga atrás que arree”.

Líquenes sobre las rocas calizas

        De esos paisajes antiguos, con una agricultura adaptada al clima y al terreno  que también era productiva y permitía espacios libres del arado, para los cazadores, los pastores o para que simplemente el agua se infiltrase lentamente en el terreno, ya casi no queda nada. Solo quedan unos pocos espacios, por desgracia los últimos, en el occidente manchego, donde los pocos ríos o la puntual presencia de asomos rocosos ha hecho que no todo sea surco, como en el centro de la Mancha.

La pequeña y temprana Linaria amethystea subsp. alba medra en la costra caliza

      En esta región donde la Mancha va perdiendo su nombre para ser Campo de Calatrava, aún quedan unos pequeños retales que desde este blog he ido mostrando para que todo el mundo los conozca y sepa de la existencia de saladares, de albardinales, de calaminares, de mantos de arenas eólicas en sus últimas manifestaciones fidelignas, de lo que todo hombre de la Mancha conocía como si fuese así desde el inicio de los tiempos. Algo que parecía que nunca se iba a acabar, quién iba a pensar que esos paisajes, esas formaciones vegetales, otrora tan abundantes, hoy en día iban a estar a punto de desaparecer. Para colmo, en ese elenco de la naturaleza manchega en extinción, tengo que hacer este artículo para llamar la atención sobre algo tan denostado por nuestros agricultores como es el más duro pedregal manchego, la costra caliza, al borde de su desaparición definitiva del paisaje.

Hueco dominado por líquenes terrígenos en medio del rojo pastizal de acederillas

      En la naturaleza todo son oportunidades, lo que en principio son impedimentos para la vida vegetal por culpa de un material tan sumamente inerte como es la costra, se convierte en una ocasión para toda una serie de plantas y de vida que había sido expulsada de esos lugares más productivos en los que la encina o el matorral impuso su ley de sombra y exclusión. Quizás no se trate de una vegetación productiva, llamativa o con grandes especies señeras, pero tiene su lugar en la vida, y ese lugar lo dignifica y embellece con su presencia.


      Se trata de una vegetación fugaz, tan breve que a los primeros calores por encima de los 30ºC, empieza a sucumbir hasta que la humedad del otoño la hace renacer. Son plantas de ciclo anual, terófitos que llegan a crear una particular y explosiva primavera de color sobre las aparentemente yermas costras calizas. Otros años he pretendido cazar el momento de su máximo esplendor floral pero siempre por un motivo u otro he llegado antes o después y me he quedado con las ganas de reunir un buen material fotográfico para hacer esta entrada, varias veces postergada, pero algún día lo conseguiré y tendré que renovar esta galería fotográfica.


      La vegetación mayoritaria es aquella que puede cumplir su ciclo biológico sobre tan poca cosa como puedan ser los esqueléticos suelos que se desarrollan sobre esta costra, lo que incluso muchas veces hace que los más preparados y menos exigentes, los líquenes y musgos, sean quienes aportan la mayor presencia o biomasa a la comunidad.

La pistorinia a punto de mostrar su escandalosa floración

      En el momento álgido de la floración revientan los tonos rojos de muchas de sus especies más abundantes. Los tonos de la acederilla Rumex bucephalophorus simulan columnas enrojecidas, pero son los tonos rojo chillón de las flores de la Pistorinia hispánica, un minúsculo endemismo español, los que más explosiva hacen esta mini-primavera. Lo demás son plantas, aparte de pequeñas, también resistentes al mordisco de los abundantes conejos de estas zonas: Neatostema apulum, la única acelguilla anual Limonium echioides, la grácil Linaria amethystea subsp. alba, Campanula erinus, Asterolinum linum-stellatum, Valerianella coronata, Hedypnois cretica, Helianthemum ledifolium, Ceratium pumilum, Galium parisiense, Medicago minima, Androsace máxima, Herniaria cinérea, Filago pyramidata, Bombycilaena discolor, Raghadiolus stellatus, Centaurea melitensis, Urospermum picroides y entre las escasas gramíneas que pueden prosperar aquí, lo hace la menor de ellas Mibora minima, junto a Stipa capensis y Brachypodium distachyum.

La acelguilla Limonium echioides y Rumex bucephalophorus

      Cuando las repisas sobre las costras se encuentran mejor conservadas, son más terrígenas y tienen suelos algo más profundos, entonces entran especies de mayor talla, aparecen, a parte de más gramíneas como Hordeum murinum, Hyparrhenia sinaica, compuestas como Carlina hispánica, Xeranthemum inapertum, Atractylis humilis, el cardillo Scolymus hispanicus, Carthamus lanatus, Cardus platypus, C. pycnocephalus, centaureas varias, y otras como la bella y masiva Hipocrepis commutata, o Echium asperrimum, E. vulgare, Prangos trífida, Salvia argéntea, etc, y especies leñosas como puedan ser los tomillos.

La inconfundible inflorescencia del cardo Cardus platypus

      Es triste tener que andar defendiendo o informando de la existencia de este tipo de formas geológicas y de su vegetación. Una vegetación banal, poco interesante y no muy llamativa, a no ser que se coincida con su explosión primaveral, que desgraciadamente se está yendo al saco de lo que hubo en el pasado, pero en lo que nadie se fijó. Una vegetación que desaparece delante de nuestros ojos y que a pesar de estar protegida por normas comunitarias (6220: Pastizales  xerofíticos mediterráneos de vivaces y anuales - 34.5131: Pastos de terófilos calcícolas, de tierras bajas y montaña media en el Mediterráneo occidental), nadie repara en que tenemos que conservar este patrimonio natural que es un eslabón más de la cadena de ecosistemas armoniosos y conectados que llamamos la naturaleza manchega.


      Hace años los botánicos españoles se burlaban de sus colegas ingleses porque decían que con tanto desarrollo, en Inglaterra al final para estudiar botánica en estado natural, los alumnos se tenían que ir a aprender a las cunetas de las autovías, porque el campo estaba ya demasiado explotado. Hoy somos nosotros los esquilmadores y no hemos sabido ni proteger una mínima parte del enorme legado que teníamos hace unas décadas, ese con el que nos reíamos de los ingleses. Además, para colmo, parece como si el salvar y cuidar estas últimas comunidades biológicas, fuese una imposición de la Comunidad Europea, porque si por nosotros fuera, ya lo tendríamos todo cultivado.

La termófila gramínea Stipa capensis prospera en los terrenos más áridos

      En la naturaleza todo es importante, ásperos y achicharrados rincones como puedan ser estas rocas de la Mancha tienen tanta importancia como un laguna llena de vida, sobre todo, si estamos hablando de los pocos últimos rincones que nos quedan de la costra caliza.


Proclama en favor de la Geografía

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La geografía está desapareciendo. Este año, con unas matrículas mucho más caras y una mayor ausencia de becas, el número de matriculaciones ha caído casi dramáticamente. Tanto que se ha previsto la desaparición del grado de Geografía y Ordenación del Territorio de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Se ha optado por el cierre de esta disciplina, de manera escalonada, hasta que terminen la carrera los últimos matriculados este año.

Dice el rector que esta disciplina no resulta rentable, en términos económicos, pero el descenso de matriculaciones, por desgracia, es extensible a otras muchas disciplinas que están viendo como cortan las barbas al vecino geógrafo.

Pero el drama de la caída de las matriculaciones en geografía, va más allá del que deberán vivir los profesores de esa facultad, de muy difícil reubicación, o de los alumnos que ya no podrán estudiarla en Castilla la Mancha. Ese drama tiene que ver con la sociedad en la que vivimos y con el presente y futuro que nos estamos creando.

Poca gente sabe qué es y para qué sirve la geografía, a la gran mayoría le viene la idea de las exploraciones decimonónicas o las típicas preguntas de crucigrama. A la generalización de este concepto ha contribuido la administración y el papel del mercado económico que, haciéndose sitio, ha vaciado de contenido el papel de los geógrafos en el funcionamiento económico, administrativo y social de nuestra sociedad. Un papel investigador, analítico y deductivo, pensando en el medio y largo plazo, en las repercusiones económicas y sociales de decisiones y actividades a cualquier escala espacial. Es un papel indudablemente crítico.

La misión fundamental de la geografía es el conocimiento del complejo ecosistema de relaciones entre la naturaleza, la actividad humana, la herencia cultural e histórica y su continuidad en el futuro. Pero la sociedad en la que vivimos es la del corto plazo, la del beneficio inmediato, la de los especialistas sobre los generalistas. No hay porqué prever consecuencias o auscultar futuros, lo que importa es el presente. Tampoco hay que planificar, zonificar o preservar, hay que dejar libertad de acción y movimiento al emprendimiento y al mercado, que ya tienen bastantes deficultades con la competencia o los impuestos.

Si hay un marco donde esta disciplina se acomoda a la perfección, es en el tratamiento de los espacios naturales, protegidos o no, salvajes o humanizados. Un buen geógrafo, debe saber lo suficiente de geología, climatología, vegetación, especies animales, actividad agraria y resto de sectores económicos, urbanismo o redes y nodos de comunicación, como para tener la idea clara y completa de cómo es y funciona un territorio.

Los geógrafos especializados en geografía física deben conocer las complejas relaciones ecosistémicas que organiza la naturaleza y el paisaje en un territorio, conocen claramente su geología, relieve y geomorfología; el régimen climático en el que se inserta, con su hidrología y procesos hidro-geomorfológicos consecuentes, lo que a su vez determina los diferentes tipos de suelos, su colonización vegetal y la fauna que lo aprovechará. Todo esto, sumado al conocimiento del desarrollo histórico y cultural del territorio, determinará exactamente su situación actual, sus valores, su desenvolvimiento, tendencias y posibilidades, desde la explotación más adecuada del mismo o, llegado el caso, su protección más estricta.

Pocos saben que la labor lógica de los geógrafos, a través de su conocimiento global de las relaciones entre los diferentes ámbitos, es coordinar y asistir la labor de especialistas sectoriales que intervengan en cualquier acción económica, social u organizativa sobre el territorio. El desarrollo en lo económico observando los límites naturales e impactos sociales derivados de las diferentes actividades. La organización de las ciudades, el planeamiento territorial a todas las escalas, el estudio de relaciones intersectoriales, su ensamblaje evitando conflictos, con su análisis de la realidad y las tendencias sociales.

En otros países, mayormente anglosajones, la geografía es una carrera técnica y más dura que en nuestro país, los geógrafos son una profesión valorada y sin problemas de ubicación en el mundo laboral. Son asesores técnicos, expertos en ordenación del territorio y sistemas de información geográfica. Indispensables en el planeamiento urbano y en la administración local y coordinadores de todo tipo de equipos interdisciplinares.

Dios nos libre de dejar al albedrío de ingenieros, arquitectos, economistas o políticos sin asesoramiento adecuado, el planeamiento de nuestro territorio. La tendencia a la planificación ingenieril ha llevado a errores tan garrafales como por ejemplo el monstruoso desarrollo de costosas infraestructuras inútiles como las radiales de Madrid (de las que aún quedan vías a medio construir) o la inútil creación de tejido urbano y polígonos industriales sin futuro alguno, por poner un par de ejemplos.

Pocas profesiones como la geografía atesoran una formación tan global en todos los órdenes del conocimiento de la realidad. Una formación que debería poseer cualquier persona capaz de tomar decisiones de trascendencia para con la naturaleza, la economía o con la sociedad.
Mal vamos si desaparece la geografía, sin una visión global del camino que puedan tomar nuestras sociedades. La especialización crea una ignorancia supina de todo lo que no sea cada campo concreto, y en un mundo tan interrelacionado y globalizado como el nuestro, eso es precisamente lo que falta.

Hablemos del planeta o hablemos de un término municipal, si no tenemos un conocimiento general de todos los procesos que intervienen en el territorio, no podremos saber claramente cómo enfrentar un futuro cada vez más incierto que va a precisar de mentes abiertas y despejadas para mantener una vida digna de tal nombre sobre éste.

La geografía es una ciencia que aún tiene mucho que decir, si no la continúan vaciando de contenido y, por supuesto, si no cierran sus facultades.

P.D./ Nota de la Asociación Ojos del Guadiana Vivos respecto a la desaparición del grado de Geografía de la UCLM 
https://mail.google.com/mail/u/0/?ui=2&ik=9b8ebf4177&view=att&th=15b0be84f6e8a270&attid=0.1&disp=safe&zw




El Campo de Montiel

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      El Campo de Montiel es una gran comarca natural del sureste manchego, también se podría llamar la Mancha alta, pues se trata de una altiplanicie que se encuentra entre los 800 y los 1050m.  en ligero descenso hacia el norte, donde contacta con la llanura manchega, marcando la cota de 700m. una clara frontera entre ambas regiones. Hacia el oeste tiene una suave transición con el Campo de Calatrava y hacia el sur desciende brusca y trabajosamente hacia el Guadalquivir.

Vallejos vertientes al Guadalquivir sobre pizarras y cuarcitas

      Frente a los tonos ocres claros y blanquecinos de la Mancha, el Campo de Montiel es rojo. Rojo Alhambra, rojo tierra, rojo de hierro y arcilla, incluso los ríos que escapan a Andalucía entre paisajes cuarcíticos y pizarrosos parecidos a los del valle de Alcudia, dejan vegas y bordes de arroyos de arcillas de un llamativo color rojo.

Orillas rojizas entre grises pizarrales llenos de tamujo

      Esta amplia comarca natural se reparte por el sureste de Ciudad Real y por el suroeste de Albacete. Lamento no conocer mejor toda la región, la parte albaceteña de El Bonillo y Viveros, los nacimientos primeros del Guadiana, las cañadas, como llaman por aquí a las retorcidas veguillas sin ríos funcionales, los aislados pizorros y una de las últimas grandes regiones ignotas del territorio nacional, como es la frontera castellano-andaluza de la gran cabecera “no caliza” del Guadalquivir, con sus ríos Guadalén, Dañador o el Guadalmena, más largo incluso que el río del que es tributario.

Castillo de Montizón en las cercanías del Guadalén

      Esta región es más variada de lo que parece y es que 23 municipios dan para mucho. Si dividiésemos el Campo de Montiel de norte a sur en tres zonas, la primera y mayor sería la de las grandes mesetas calizas, ocupadas por espesos encinares enriquecidos con sabinas y quejigos, y tierras de cultivos, en vegas o en los claros de los encinares. 


       En la región siguiente, de borde sur de estas mesetas, aparece la región “roja” de la rotura del borde de esa meseta y la aparición de los materiales subyacentes blandos y rojizos, con asomos cuarcíticos aislados, denominados localmente “pizorros” y llanadas cerealistas y de olivares.

"Pizorro" cuarcítico asomando sobre las margas y arcillas rojas

       Las fotos de tonos más rojos están tomadas en esta parte que es la que plásticamente me resultó más sugerente. Finalmente nos metemos en los dominios de Sierra Morena y noreste andaluz, montuosos y pedregosos campos llenos de encinares ganaderos y cinegéticos.

La parte más abrupta de Montiel es la de los encinares que descienden hacia Andalucía

      El Campo de Montiel se encuentra bien definido a nivel geológico, pues se trata de una de las pocas zonas manchegas donde están presentes los materiales de la era secundaria, dispuestos casi horizontales, definidos en una dura capa superior de calizas y dolomías jurásicas y una inferior del Keuper de margas y arcillas triásicas.

Contacto entre las capa de calizas jurásicas y las margas y arcillas del Keuper

       Estos materiales se asientan discordantes sobre pizarras y cuarcitas paleozoicas que aparecen resaltadas cuando los primeros han sido desmantelados por la erosión y por todo su borde exterior sur, conformando los relieves orientales terminales de Sierra Morena, dando lugar, aparte de numerosos relieves aislados, a la sierra del Relumbrar y otras menores en altura que no en superficie, compartidas con el norte de Andalucía.

Rotura y desmantelamiento de la capa caliza jurásica

      La dura capa caliza jurásica ha sido desmantelada en gran medida por el descalzamiento continuo a que se ve sometida al erosionarse el blando sustrato inferior, pero donde aún no ha desaparecido el relieve forma amplias mesas y, a menudo, relieves aislados, los llamados “montes isla” que son el lugar ideal para ser ocupados por alguna fortaleza, notorias como el castillo de la Estrella en Montiel, entre otras.

Castillo de Montizón sobre una cresta cuarcítica

      En esta región son abundantes los manantiales dada la infiltración de las aguas sobre el sustrato calizo, cuando éstas llegan a niveles impermeables como bancos de arcillas o el sustrato paleozoico, afloran a la superficie. No en vano estamos en la región donde nace el Guadiana primigenio, y otros ríos como Cañamares, Azuer, Jabalón, Dañador, Guadalén, etc. Aquí a diferencia de la Mancha, los molinos son de agua y no de viento.


      Se trata de una tierra llena de avatares históricos que la llenó de castillos, fortalezas y pueblos aupados en inexpugnables resaltes (los calizos montes isla o los cuarcíticos pizorros), con una historia que escribió por aquí algunas de sus páginas más crudas. A parte de ser zona fronteriza durante la reconquista, vivió un largo y poco conocido conflicto de intereses entre Toledo y Alcaraz que prolongó la sangría de estos campos, ya de por sí teñidos de rojo.

Castillo de Montizón

      Hoy el tren de la historia parece haber pasado de largo y las promociones institucionales pasan por el omnipresente Ingenioso Hidalgo y las glorias pasadas de antiguos reyes e insignes escritores, como Cervantes del que no logro acordarme si en verdad pasó por aquí o de un Quevedo que si vivió aquí, en Torre de Juan Abad, el frío que tanto temió.
     
Al fondo, sobre una aislada mesa caliza, Almedina

      Hoy es una zona muy despoblada, tanto que los robos en el campo están a la orden del día, en un campo cada vez más tecnificado, cada vez más regado y cableado, pero también con buenos espacios naturales en un paisaje variado de llanuras, lomas, arroyos y dispersos resaltes rocosos.


      Aquí domina el cereal, en principio de secano; el olivo y la viña siguen avanzando en superficie y también en calidad, y el almendro, ambivalente, muestra que tuvo un pasado mejor, pero un presente al alza, como se puede apreciar en los plantones de las nuevas explotaciones. En los montes es tradicional la caza menor, aunque han notado claramente el descenso en cantidad y calidad de la perdiz roja, cuyo declive va inversamente proporcional a la tecnificación de la agricultura.


      La belleza y plasticidad de estas tierras es la de los grandes espacios, la de los horizontes infinitos pero variados. Las tierras de colores: ocres, rojizos y blancos de las carniolas y dolomías; los rojos y rosas de sus margas y arcillas; el negro de las pizarras más duras y el multicolor de las más deleznables; el gris lleno de chillonas manchas verde-amarillas de los líquenes Acarospora sobre las cuarcitas. Los campos de cultivo reflejan esta misma diversidad, dejando los campos recién arados una auténtica paleta de llamativas tonalidades.

Calizas paleozoicas cubiertos de los amairllos líquenes Acarospora

       Las pedregosas mesas y laderas asientan un buen monte mediterráneo de encinar, enriquecido con sabinares en las altas mesetas y vallejos incultos, donde también prosperan pequeños quejigares, en un tipo de monte que se extiende por toda la zona oriental de ambas mesetas castellanas.

Quejigos, sabinas y encinas en típico paisaje del oriente de las altas mesetas castellanas

      Botánicamente la región es muy interesante pues se solapan la vegetación manchega, con un encinar con sabinas y la vegetación luso-extremadurense que penetra en cuña por el sur en Sierra Morena, con sus fresnedas y tamujares, sus piruétanos, etcétera. Aparece también, una introgresión de las cercanas Béticas, dando carácter y personalidad a la vegetación, con especies tales como la escoba Genista cinerascens subsp. speciosa y la alcachofa Cynara baetica entre otras. También por aquí es especialmente abundante, como en pocos lugares de España, la viborera gigante Echium boissieri, parecida al hermoso taginaste canario.

Secos pero superando los dos metros la viborera Echium boissieri

      El mosaico vegetal es variado y no es rara la mezcla cercana de especies de uno y otro signo. Los encinares es el bosque dominante tanto en la vegetación manchega, mayoritaria en el centro y norte, con sus influencias béticas, y el encinar luso-extremadurense, en toda su parte sur. La vegetación higrófila es la que ha sufrido en mayor medida la expansión agrícola, a pesar del abandono de numerosos huertos cercanos a los pueblos en la vecindad de manantiales y arroyos.

Un elemento bético, la escoba Genista cinerascens subsp. speciosa

      A nivel faunístico estamos en un área de expansión para las invernantes águilas imperiales que se van asentando por estos encinares, así como a la dispersión de los linces de Sierra Morena y también cuenta con aves esteparias en sus áreas más cerealistas.

Un sarpullido de redondeles atacó el mayor encinar-sabinar de Ciudad Real en la década de los 90'

      A finales de los 80’ se desató la fiebre del agua en esta región, una bicoca económica privada en el momento y un desastre ecológico colectivo para el después. Lo que era un enorme encinar-sabinar comenzó a sufrir una “psoriasis” paisajística que llenaba de pelados redondeles gran parte de su superficie, al principio unos pocos y luego coalescentes, cubriendo ya grandes superficies del monte por encima de las lagunas de Ruidera. Lo que hace días era un buen bosque mixto de encinas, sabinas y quejigos, ahora eran plantaciones de maíz, alfalfa o cereal en regadío, por el sistema de “pivots”, una enorme manguera que hace de radio giratorio regando el gran círculo trazado y con “agua gratis”.

Los esféricos pivots ocupando la cabecera de Ruidera (a la izquierda laguna Blanca)

      Comenzó así la guerra del agua, pues unos pozos secaban a otros más superficiales, se profundizaba más y se secaban otros y así llegaron a manantiales y pozos de abastecimiento de algunas poblaciones como Villanueva de la Fuente, (donde llegaron a tirar tendidos eléctricos de alimentación de los pivots y cortes de carretera con batallas campales con la guardia civil), Montiel, Albaladejo o Villahermosa, tras dejar casi sin agua a muchas de las “protegidas” lagunas de Ruidera. Un desastre ecológico en toda regla, tanto que inflamó la ira de la gente de los pueblos contra los grandes terratenientes, cuya avaricia estaba rompiendo el odre. 


       Finalmente se cortó el grifo a los avariciosos, los vecinos tuvieron agua y las lagunas se llenaron de nuevo, pero el monte no volvió a colonizar esos redondeles. La agricultura manchega, aún hoy, sigue ávida de terreno, no tanto productivo como subvencionable, pues el terreno disponible ya es a costa de áreas marginales, resquicios de bardales, cuestas y pedregales.

Cereales en la estrecha vega del Cañamares

      Esta región está llena de hermosísimas y coloridas tierras que ahora asumen el peligro de contener otras tierras, las llamadas “tierras raras” como se denomina al complejo de minerales (lantánidos y alguno más) que encierra la monacita o sulfuro de monacita. Salvados por los pelos del desastre medioambiental que planeaba también por aquí, el fracking. A día de hoy, existen varios proyectos mineros que pretenden remover grandes extensiones de terreno para recopilar ínfimas cantidades de monacita.

Las lagunas de Ruidera es el mejor indicador de la calidad ambiental e hidrológica del acuífero 24

       Este mineral, tras su lavado y decantación, se exportaría, en teoría a tierras francesas, para su peligroso y contaminante refinado. Aparte de la destrucción del terreno y la contaminación del aire, tanto por partículas como por humos de maquinaria, esta actividad necesita también de enormes cantidades de agua inexistentes en la región ¿ ?. También existe el riesgo de que suban los niveles de radioactividad.



      Frente a esta agresión que puede dar al traste con el buen estado de la naturaleza de esta región, la buena salud de sus habitantes y el marchamo de productos de alta calidad ecológica que se está imponiendo en la agricultura con sus aceites, vinos y otros productos, ha surgido de estos pueblos un gran movimiento vinculado a la tierra y apoyado por asociaciones ambientalistas foráneas, concentrado en la plataforma "Sí a la Tierra Viva" que está plantando cara en el terreno a Quantum Minería, la empresa creada para la ocasión (o para su reventa), para la explotación de estos minerales.

Muestras del despoblamiento rural de la zona

      Fuera de la claridad de los datos, de lo que esta comarca tiene y de sus posibilidades de futuro; de los requerimientos y necesidades de inversión e infraestructuras para esta aventura minera, con sus ingentes cantidades de agua, con sus riesgos para la salud y el medio ambiente, la polémica está servida. 


       Ahora viene la peor parte y deseo que los miembros de esta plataforma y quienes les apoyan, sean fuertes y perseverantes; ahora viene el … y tú de qué lado estás?, y espero que no se llegue como ya se apunta, al divide y vencerás; al trabajo de pasillos en las altas esferas, la desinformación, al descrédito de particulares involucrados, a las supuestas vinculaciones políticas o a  la manipulación de los medios de comunicación. 

El bello lirio Iris planifolia, un rayo de esperanza en el invierno

       En la balanza, lo bueno que ya hay y que sigue mejorando, y unos hipotéticos puestos de trabajo y ventajas económicas que es la baza de la empresa para ganarse un imprescindible apoyo institucional que aparte del amén, tendrá que sacarse de la chistera una ingente cantidad de agua y otros apoyos económicos que, sin duda, pagaríamos entre todos.


      Fuera de polémicas, estamos en una de las regiones más bellas y variadas de España y llama la atención un despoblamiento que a mi juicio tocó fondo y del que sin duda se recuperará, pues tanta buena calidad de vida, tantos buenos lugares, paisajes y patrimonio natural, histórico y artístico, no puede permanecer más tiempo infravalorado.
El Campo de Montiel no es para llegar, verlo y admirarlo, realmente es para vivirlo.









Por la Costa Murciana

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        La subprovincia biogeográfica Murciano-Almeriense es una excepción africana en el sur de Europa, como ya comenté en otra entrada antigua. Antes se decía despectivamente de España que Europa comenzaba en los Pirineos, la realidad geológica es que África comienza en las Béticas, pues a nivel de placas, la micro-placa de Alborán está mucho más relacionada con la gran placa Africana que con la Europea y las Béticas tienen su extremo NE murciano.

La albaida en flor y cultivos de almendros y 

        De la amplia gama climática que gozamos en nuestra piel de toro, ninguno tan extremo como el de esta esquina del sureste, aquí podemos disfrutar o sufrir, según se mire, de dos de las variantes del clima mediterráneo menos comunes en Europa, el piso bioclimático Termomediterráneo y más excepcional, pero ganando terreno, el piso Inframediterráneo, ambas franjas altitudinales con su vegetación característica, aunque ambos afectados por una pluviometría intermedia entre lo semiárido, lo árido y, puntualmente, lo desértico.
        La lluvia no solo es escasa, sino que también es tremendamente irregular, baste el ejemplo del reciente año hidrológico (Octubre-Septiembre) que en la zona de Níjar este pasado 2015-2016 ha estado entorno a los 70mm. y que en lo que va de 2016 hasta abril de 2017 supera en muchos puntos los 300mm. y aún faltan la mitad (aunque la más seca) del año hidrológico. La vegetación que encontramos aquí, obviamente es aquella capaz de soportar estas altas temperaturas y esas escasas e irregulares precipitaciones, mostrando todo un elenco de adaptaciones para ello.
        La zona en la que he estado unos días es la costera, la más alterada y afeada por nuestras crematísticas formas de tratar el medio natural; es decir urbanizando sin control o cultivando con aguas sacadas de la chistera. Los paisajes de plásticos, los chalets o las pistas desmoronando las cuestas de los montes que dan al mar, las ramblas llenas de detritus de todo tipo o las lamentables áreas periurbanas de cualquier municipio a medio camino entre un proyecto de urbanización de lujo o de vertedero. Siento decirlo, pero no se ha hecho ni medio regular en casi ningún punto, a no ser que nada se pudiese hacer, por tratarse de acantilados, arenales o zonas inundables.
        Hace muchos años iba por cabo de Gata, pero las últimas veces ví que la figura de protección de Parque Natural casi más que proteger, que lo hace, lo que hacía era promover la urbanización en las zonas permitidas con un marchamo de calidad ambiental que no tendrían otras áreas, algo así como lo ocurrido y especulado con el flamante Parque Nacional del Guadarrama madrileño. 
        Años más tarde y añorando esos temibles ultravioletas empecé a conocer el litoral murciano que precisamente no acaba en La Manga. Fue un acierto y aunque ya lo conozco, no me importa repetir y apurar esa línea costera tan espectacular.
        Este año las lluvias caídas, aunque llevamos ya más de quince días sin una gota y con temperaturas bastante por encima de la media, como todo el comienzo de abril a nivel nacional, el campo está espectacularmente florido, sobre todo en las áreas marginales de cultivos y ramblas. A pesar de ello, en apenas cuatro días de estancia se ha notado que al marchar quedaba todo bastante más seco que cuando llegué.
        La cobertura vegetal es mayor de la contemplada en otras ocasiones debido a estas lluvias, ha sido una pena el haber encontrado numerosas orquídeas recién pasadas, pero las laderas estaban cubiertas en muchos casos de amarillo de los jaramagos y en otros de morado, como ha sido el de la abundancia del gran Limonium caesium que embellecía numerosas postales costeras. 
        Todo este tramo costero es muy variado y lleno de pequeños y grandes acantilados que en el entorno de la Bahía de Cartagena se hacen verticalmente espectaculares. Áreas difíciles de andar, por lo abrupto del terreno, su inestabilidad y los pinchos de la vegetación, desde las esparragueras a las rascavierjas Launea arborescens, ahora adornadas con todas sus flores que parecen sostenidas en una madeja de alambres de espino o las tremendas espinas del capítulo floral de la endémica Centaurea saxicola.
        En el entorno de Cartagena han quedado como figuras turísticas del pasado los restos de las numerosas baterías que aseguraban el mayor puerto militar de nuestro Mediterráneo, hoy convertidos casi en un parque temático con unas vistas espectaculares en unas montañas en las que hay que tener buenas piernas y equilibrio para andar por ellas, con una verticalidad que ha impedido que el urbanismo las afee más de lo que han hecho las baterías o las muy escasas pistas costeras.
        Uno de las más típicas figuras geomorfológicas, que también pueden verse en cabo de Gata, son las gredas sometidas a erosión diferencial. Son blandas rocas sedimentarias que contienen en su interior finas capas carbonatadas o lentejones de cantos y conchas de fósiles que poseen una dureza mayor que la del resto de la roca arenisco-margosa, usualmente de llamativos tonos amarillentos. 
        Sobre estos materiales actúa la erosión con unos vientos constantes que, cerca del mal, acarrean arenas que van percutiendo en las capas bajas de estas laderas de greda, erosionándolas y haciendo resaltar las partes superiores o socavando aquellas protegidas por esas capas duras. El resultado es un relieve extra-plomado y de formas retorcidas que ha dado lugar a “ciudades encantadas”, además la facilidad de excavación también ha llevado a que desde antiguo el hombre creara habitáculos, más o menos profundos en esta greda amarillenta. Lugares como las gredas de Bolnuevo son uno de los reclamos turísticos de la zona de Mazarrón.
        Estamos en una complicado contexto litológico, en el extremo noreste de los mantos béticos que en general posee una serie de capas, siendo silíceas las más interiores, formadas básicamente por micaesquistos y calcáreas las más exteriores, por si esto fuera poca complejidad se añaden fenómenos puntuales de vulcanismo que son los que han dado a toda esta región del sureste ibérico su legendaria riqueza minera que también ha sido una de las mayores fuentes de deterioro ambiental desde la más remota antigüedad, con la desaparición de los bosques, para entibar las galerías o para abastecer a la numerosa población trabajadora. Hasta hace bien poco uno de los últimos desastres ecológicos más sonados de la región fue el destrozo y avenamiento de la magnífica bahía de Portman, salida marítima de la gran región minera de La Unión.
        Parte de este legado minero, ahora en desuso ha creado un tipo peculiar de paisaje de gran belleza estética y posibilidades turísticas, el de los grandes taludes coloridos, las erosionadas balsas de decantación, la arqueología industrial o las montañas de escorias. No conozco lo mejor que debe estar en los montes que rodean La Unión, pero los paisajes de las minas de alumbre de Mazarrón son marcianos, murcianos y formidables.
        La mayoría de las fotos que muestro son de mi gusto por las formas geológicas costeras, con algún cono volcánico marino, materiales de la zona interior bética y amarillentos acantilados de gredas. Las sierras que dan a la costa tienen que soportar un clima tan duro que andar por sus cimas y cuestas se hace complicado por la caída de bloques y la inestabilidad de un sustrato muy móvil a falta de suelo que lo aglutine y compacte.
        Botánicamente es una época ideal, pero por desgracia no puedo hacer las excursiones que a mi me gustaría, veo cosas cerca de la carretera y me acerco a un especial saladar lleno una muy poco común planta arbustiva crasicaule, es decir, de tallos suculentos para poder adaptarse a la alta salinidad del suelo, es Halocnemum strobilaceum solo presente en contadas localidades donde llega a ser la vegetación dominante de esas vaguadas salinas junto con otra chenopodiaceas como Arcthrocnemum macrostachium, Anabasis articulata  o diferentes tipos de suaedas.

El Saladar de Cordovilla

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     La provincia de Albacete es una de esas grandes desconocidas para la generalidad de los españoles. Algún madrileño con mucha prisa por llegar a su retiro playero alicantino, debió acuñar el mal dicho de “Albacete caga y vete”, que por mí lo pueden seguir diciendo con tal que dejen esta región en paz y libre para los albacetenses y aquellos que gustan disfrutar de sus tierras.


     Dado su renombre ecológico hacía ya tiempo que deseaba conocer el saladar de Cordovilla, un rosario áreas salinas y esteparias, con alguna zona húmeda, protegido como Zona Especial de Conservación de los saladares de Cordovilla, Agramón y laguna de Alboraj, ES4210011. Quizás el mejor de los saladares que están a medio camino entre el mundo manchego y el levantino.
Los tonos oscuros son los carrizales y sapinares del saladar
      
     Para el común de los mortales, estas son tierras de paso de los millones de desplazamientos que comunican el centro peninsular con las abarrotadas costas del este y sureste, pero pocos son los que bajan de los 120 km/h y deciden conocer esta región. Los más informados y curiosos cambiaron el concepto mesetario y frío de Albacete al conocer las montañas de Alcaraz y descubrir que todo aquello no era una llanura inhóspita; no solo eso, toda la gran divisoria atlántico-mediterránea que crean las montañas sub-béticas al encontrarse con el Sistema Ibérico está lleno de rincones espectaculares, de grandes barrancos horadados por los ríos que escapan al Mediterráneo, con riscos a veces casi verticales, bastantes bosques, normalmente pinares, en el límite entre lo forestal y lo arbustivo, debido al paso de un clima seco a uno semi-árido al ir descendiendo hacia el sureste ibérico.

La belleza rosada del Limonium caesium en una de sus localidades más interiores

     Albacete goza de esa ambivalencia entre lo manchego y lo levantino-murciano, entre lo atlántico y lo mediterráneo, entre lo húmedo y lo árido. Para contribuir a esta riqueza aparecen puntualmente áreas de materiales magmáticos (Cáncarix) y dispersos por casi toda su geografía, pequeños saladares y lagunas. El saladar de Cordovilla tiene una muy buena extensión (comparado con lo que nos va quedando en saladares) y en bastante buen estado de conservación y amparado por la figura de Lugar de Importancia Comunitaria. Está disperso en una gran área en los puntos más bajos de esos valles y también asociado a algunos nacederos que forman parte de la cuenca del Segura a través de su afluente el Mundo, en las Tierras de Hellín, cercanos a Tobarra y a la pedanía de Cordovilla. 

Laguna de la Salina, con la salina en cuestión al NE, del complejo Corral Rubio-La Higuera

    Ante un régimen de precipitaciones como el reinante y con unas evaporaciones que al menos, la quintuplican, las aguas llegan al fondo de la cubeta cargadas de sales que han ido captando en su recorrido, pero por lo común apenas tienen salida y allí se evaporan depositando su blanco contenido. Albacete fue tierra de lagunas salobres, la ciudad misma está asentada en la vecindad de una antigua área lagunar desecada hacer varias décadas, pero toda esta geografía de un drenaje, indeciso entre el este (Júcar-Segura) y el oeste (Guadiana-Guadalquivir), está llena, aún todavía, de lagunas salobres de importancia, tales como: Ontalafia, Pétrola, Salobralejo, las de Corral Rubio, etc. La generalidad de sus suelos calizos, también hace que sea una zona rica en lagunas y manantiales dulces, desde las afamadas lagunas de Ruidera, a los Ojos de Villaverde, pasando por las lagunas, ya más tipo “manchego” o estacionales de El Bonillo”, entre otras.

Laguna de Alboraj, teóricamente protegida, pero rodeada de nuevas explotaciones agrícolas

      Los atractivos no quedan solo en lo paisajístico o lo botánico, estamos en plena tierra de los íberos, con buena parte de los mejores restos de su cultura por aquí cerca; varios kilómetros valle abajo, tenemos el magnífico castro y, también, ciudad romana de Minateda, una isla de roca en resalte perfectamente vertical en medio de un valle cercado de montañas, un lugar mágico sin duda alguna, a pesar de la vecindad de la autovía.

En lo más pastoreado, matorral halo-nitrófilo con calaminos y albardines

      Hay muchos caminos y construcciones particulares dispersas por los alrededores de los saladares y verlo de una manera algo completa sin duda, llevaría más de un día entero, pero lo especial y poco común de su vegetación, salta a la vista y no puede dejar indiferente a nadie. Tan especial es que una de sus joyas botánicas es exclusiva de este saladar, una bella jarilla, el Helianthemum polygonoides, una planta que a mí me parece un H. squamatum, la jarilla de los yesos, transformada para soportar la salinidad.

Centaurium quadrifolium junto a Fumana hispidula

 Pero no solo quedan ahí las peculiaridades botánicas, es de las poquísimas localidades españolas que cuenta con el rarísimo, a todos los niveles, Cynomorium coccineum y cuenta con el último bastión hacia el interior de muchas plantas de la costa mediterránea, como el rosado Limonium caesium, del que esta especie es solo una de las muchas que hay aquí, como el aquí descrito Limonium cordovillensis o L. cossonianum, L. supinum, etc.), y otras muchas.

Con la flor reción caída, el magnífico Helinthemum polygonoides, abajo Limonium caesium

 Toda la vegetación que hay por aquí, en el fondo de esta gran cubeta, ha adquirido las adaptaciones necesarias para soportar la sal, tanto la marina, como la de interior. Tienen hojas carnosas para administrar unos líquidos necesarios para vencer la fuerza de las sales del suelo para retener su propia agua; cutículas engrosadas y céreas, tanto para protegerse del sol como para impedir la fuga de líquido por sus estomas, hojas reducidas a su mínima expresión, etc.

Donde es menor la influencia salina, se instala el albardinal, ahora con su típico frutillo

      La vegetación que rodea el saladar o que se instala en sus cotas elevadas, lo suficiente para evitar el influjo excesivamente salino, está dominada por el albardinal de Lygeum spartum, una de las plantas más adaptadas, tanto a la  sequedad como a una ligera salinidad; una de las formaciones vegetales más extendidas por las cuencas interiores de la mitad sur y oriental del interior peninsular y las franjas costeras, pero que hoy, con la mecanización de la agricultura, el abandono del pastoreo y la eliminación (usurpación) de márgenes de ríos, arroyos y lagunas, estamos asistiendo a su progresivo enrarecimiento.

Plantago maritima junto a Herniaria fruticosa, Senecio auricula, Helianthemum polygonoides, etc.

     Este fondo de valle, como es habitual en el fondo de casi muchos fondos de cuenca, aparecen yesos en lentejones discontinuos que en el pasado tuvieron una somera explotación comercial. Algo tan típico como las costras liquénicas de los yesos, aquí en Cordovilla casi aparece en calveros inclinados y con influencia halófila, apareciendo especies como Herniaria fruticosa o Centaurium quadrifolium, junto a Helianthemum polygonoides o Plantago maritima. Aquí aparece el albardinal típico, de influencia salina con su planta característica el Senecio auricula, pero en este caso a diferencia de la Mancha, aparece la subespecie típica y no la castellana, en lo que también puede apreciarse el sesgo semiárido del sureste.

Senecio auricula subsp. auricula con sus hojas basales parecidísimas a las de los Limonium

      Algo de lo más llamativo de este saladar es la abundancia de sus grandes plantas crasicaules, con la arbusteda salina o sapinar, con especies directrices tan llamativas y abundantes como difíciles de pronunciar en latín: Arcthrocnemum macrostachyum y Sarcocornia fruticosa; de menor talla los almajos Suaeda vera, S. splendens, Salicornia ramosissima o Microcnemum coralloides.

Las plantas crasicaules de Cordovilla: Sarcocornia fruticosa
Arcthrocnemum macrostachyum y Suaeda vera

     Entre albardinales y sapinares aparece abundante el tomillo sapero Frankenia thymifolia, aunque la primera impresión que me dio, fue la de F. laevis y luego, en alguna publicación ví que no era sino F. corymbosa la dominante en Cordovilla; lo gracioso del caso es que, al acudir a Flora Ibérica, cuál no sería mi asombro al ver que no daba ninguna de ellas en la provincia de Albacete. Quien sí aparece y abundante, en las pequeñas cubetas salinas sin apenas vegetación, es la otra especie, la efímera Frankenia pulverulenta.

Matas moradillas de Frankenia corymbosa?

      Este año parece haber sido un año excepcional en esta región, lo que en el occidente ibérico ha sido un fatídico año hidrológico, por aquí y hacia este y sureste ha sido un año generoso, incluso de nevadas que dejan una precipitación mucho más efectiva que los típicos chaparrones de por aquí. Se puede notar por ejemplo en la explosión floral de especies menos comunes como ha sido el caso de los lirios Xiphion vulgare que este año abundan en fenalares y ribazos, cuando otros años apenas aparece alguno suelto. Aún así, los primeros demoledores golpes del calor, han cortado en seco tanta primavera

Lirios españoles al borde del saladar

      Pero estamos en una región pobre en aguas y rica en especuladores que parecen haber cambiado el foco de sus dardos cargados de dinero de dudosa procedencia, del ladrillo a la agricultura. Una agricultura oportunista, efímera y rentable a corto plazo, la del “pan para hoy y hambre para mañana” y el que venga detrás que arree. Se quiera reconocer o no, en esta región manda la agricultura especulativa, y no son unos pobres agricultores currando de sol a sol, no; son grandes empresarios que hoy ponen sus inversiones aquí, al calor de las subvenciones europeas o yendo un paso por delante de las futuras restricciones que, previsiblemente, ellos mismos desencadenarán.

Todo en la naturaleza tiene acogida, solo hay que respetarla un mínimo para que todo florezca

      En Murcia o Almería la agricultura, criticable también, es más privada, juega con sus productos en los mercados, revalorizados por una oferta temprana y sin apenas competencia europea; en Castilla la Mancha, juegan con subvenciones públicas (autonómicas y europeas) para obtener productos de dudoso valor de mercado. Pero estamos en una zona seca donde el agua es oro. En la parte más mediterránea y de cotas inferiores de Albacete, con agua se puede plantar prácticamente lo que se quiera, incluso arroz como hacen los murcianos al poco de pasar el Segura a su territorio.

Reciente y rectilíneo"mordisco" al saladar, aunque un tribunal dé la razón a los ecologistas, la reversión a la situación previa (como la vecina) es muy difícil

      Grandes zonas en los inmensos campos baldíos de estas tierras están siendo aradas, los terrenos han experimentado una espiral alcista de su valor. Hay piedemontes kilométricos plantados de nogales, de albaricoques, de almendros, lo que sea… se obtienen de forma rocambolesca concesiones de derechos de agua, de pozos que desabastecen otras tierras, incluso otros pueblos. Los litigios por el agua se están multiplicando, las actuaciones de las autoridades, tanto municipales, como hidrológicas en estos manejos, están puestas en entredicho.



      Todo esto es éticamente malo, pero las implicaciones territoriales, paisajísticas y ecológicas son tremendas. Estamos hablando de ecosistemas frágiles, a los que se les va sacar hoy cuatro duros, para que queden yermos durante décadas. La agricultura no deja de dar mordiscos a estos ecosistemas que ha respetado por improductivos desde el inicio de los tiempos y a todo lo que sea susceptible de producir a corto plazo. Nadie parece pensar en el futuro, en el medioambiente. La legislación conservacionista europea solo sirve para impedir a los emprendedores sacar partido a estas yermas extensiones, parece extraerse de los artículos de la prensa local, en la que también aparecen algunos de los perjudicados por la fiebre del agua. El dinero aparece de golpe, genera unos jornales y grandes destrozos paisajísticos, para desparecer al poco tiempo de esta región, no sin dejar a su paso el cadáver de campos llenos de arbolillos secos, grandes montones de piedras en los bardales, zanjas rectilíneas llenas de broza y barbechos sin cultivar por años.


     El caso de Cordovilla, es el de los mordiscos de las explotaciones de regadío, el de los incendios consecutivos de carrizales o de sapinares. Daños que van quebrando la salud y continuidad del saladar, dejándolo expuesto a la erosión. Las especies oportunistas van conquistando el terreno de las más valiosas; así ocurre con el carrizal que, como todas las especies estoloníferas, se están expansionando a costa de los sapinares.

El carrizal expansionándose sobre el sapinar, un signo poco saludable

      Este podría ser el mayor saladar en buen estado de conservación del interior peninsular, aparte de sus indudable riqueza paisajística y botánica, no le va a la zaga su riqueza faunística y, sobre todo, entomológica. Este tipo de ecosistemas está poco valorado por los medios, en una tendencia de uniformización de los gustos, tendente a primar el bosque y las verdes praderas, muy por encima de ecosistemas mejor adaptados y, casi únicos de nuestro país, del que gran parte tiene este tipo de clima y previsiblemente, en aumento.


   Deberíamos empezar a valorar de verdad nuestros ecosistemas más genuinos y aprender de la cultura y el medio en el que vivieron y progresaron desde la prehistora nuestros antepasados, a quedarnos prendados de la quimera europeísta de los paisajes de Heidi.


La Hoz de Valdoro

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     La Hoz de Valdoro es una de las numerosas y poco conocidas hoces que cortan los cordales cuarcíticos de Sierra Morena en Ciudad Real. Esta espectacular sierra, está algo desacreditada por geógrafos y geólogos que la han venido tratando como un escalón entre la submeseta sur y el valle del Guadalquivir. Nada más lejos de la realidad, yo que tengo la suerte de conocer la mayoría de las montañas españolas, he de confesar que hoy en día es una de las más atractivas desde el punto de vista ecológico y que territorialmente, tiene una complejidad y dimensiones espaciales que ya quisieran para sí otras de mayor fama y altitud, como puedan ser el Guadarrama, Gredos o los francamente parecidos, Montes de Toledo.

     
      Sierra Morena está formada por un sin fin de cordales cuarcíticos, casi todos con una dirección meridiana (este-oeste) y fue levantada por el empuje norte-sur de África sobre una red fluvial preexistente que fue “serrando” por sobreimposición fluvial esas cuarcitas que se alzaban, creando hoces en dirección norte-sur. Aparte de esto, la erosión remontante de los afluentes del Guadalquivir, muy superior a la producida por los afluentes del más cercano Guadiana, fueron capturando valles, tránsfugas de la anterior cuenca de ese río mesetario que con un nivel de base muy superior, apenas genera potencial erosivo.

Paquetes de durísima cuarcita cortados en casi 600m por el río Montoro
     
      Toda esta gran región quizás sea la mejor conservada de la península y la menos intervenida por el hombre, al ser un gran desierto demográfico y no contar con grandes ciudades, ni áreas industriales, ni grandes infraestructuras, a no ser por la moderna línea del AVE entre Puertollano y Córdoba. Región que aúna el norte de Andalucía con el sur de Badajoz y Ciudad Real. No es de extrañar que aquí se hayan dado casos como el de Marcos Rodríguez Pantoja, el niño salvaje criado con lobos por estas mismas sierras o que Cervantes pusiera a Don Quijote a meditar por estos montes.

Sierra de Solana del Pino y superficie de erosión colgada entre vallejos

      Se trata de un territorio casi “blindado”, dado que los terrenos públicos o Patrimonio del Estado, brillan por su ausencia. Estamos en la patria del latifundio, lo que contribuye al vacío demográfico y a su buen estado ecológico ¿ ?. Si los Montes de Toledo eran de banqueros y grandes empresarios, Sierra Morena es de la nobleza (incluidas Casas Reales) y de toreros famosos. Podría estar hablando de pueblos privados, de caminos públicos cortados, de pequeños propietarios acorralados o de furtivos, pero eso será parte de otras historias, algunas para no dormir – Finca la Garganta, Venta de la Inés, baños de la Tiñosa, etc.
     
El día y el calor estaban como para imitar a estas inteligentes ovejas

      Estamos en los “invernaderos” de la cabaña ovina peninsular. Hace años se creó una estación, la de Alcudia-Veredas para el acarreo de ovejas que desde sus agostaderos eran traídas por los serranos que no querían andar tantísimo, a pasar todo el invierno aprovechando los pastos de estos campos y dehesas. Hoy venido a menos, la escasa rentabilidad de la oveja, perdido el valor de la lana y con una carne buenísima que no sube de precio desde hace muchos años, está poniendo el papel económico de estos “quintos” en entredicho y, cosa impensable a no ser en los peores años del hambre, muchos terrenos de ridícula fertilidad, se están arando para cultivar absurdas subvenciones europeas. Si tuviesen que vivir de lo realmente producido, nadie araría ni un metro cuadrado.
     
Al fondo la sierra de Solana de Alcudia,. Terrenos como estos se están arando actualmente

      El resto de la economía productiva gira en torno al sector cinegético que bien desenvuelto y sin el blindaje al movimiento de los animales de los kilométricos vallados, podría tener un funcionamiento ecológicamente decente y no acabar, por ejemplo, con los últimos lobos de esta región como está pasando, si es que no acaba de ocurrir ya. Lobos que, como contaban los cazadores ingleses de finales del XIX, Chapman y Buck, les dejaron una noche de nieve sin caballerías y menos mal que llevaban caballerías.
     
Grandes terrenos cinegéticos al sur del Morrón de las Cagás, desde Flor de Ribera

      Al adentrarse en lugares como este, lo primero que llama la atención son las grandes dimensiones de todo, aunque en altitud rara vez se superan los 1300m en Sierra Madrona, serretas de más de 40km que se conectan o en paralelo unas con otras de similares dimensiones, valles interminables, mares de encinas, cientos de vallejos de un solo vistazo, pedrizas, etc. Por ejemplo, el Valle de Alcudia, al que pertenece este lugar, tiene una dimensión de 100km de largo, por unos 15 de ancho. Por eso tampoco es de extrañar que haya cañones u hoces, como las llaman por aquí, de grandes proporciones.
     
La Hoz dando vista a las cimas de Sierra Madrona

      La Hoz del Fresnedas, la del Jándula, la del Chorrillo, la de Río Frío, el estrecho del Borracho, el estrecho de Valmayor, son solo las mayores de ellas. Ahora, quién quiera descubrirlas que esté dispuesto a luchar contra todos los elementos, incluídas las vallas cinegéticas. La Hoz de Valdoro o la Ó como la llaman en Hinojosas de Calatrava puede que sea la más accesible de todas, a pesar del lamentable estado de la carretera de este pueblo al pantano del Tablillas y el largo kilometraje de caminos hasta donde se deja el coche. La Hoz es un hachazo sobre la larga línea de la sierra sur de Alcudia, separando la sierra de Valdoro de la de Solana del Pino, en un corte desde los 500m de base a los 1166m del Morrón de la Plaza al oeste (excursión recomendable) o el Morrón de las Cagás de 1092m al este.
     
El Morrón de la Plaza domina con sus 1166m de altitud la sierra de Valdoro

      Hace unos años la finca de los Alamillos, término del camino carretero, era privada, pero no había ningún problema con los propietarios y hasta esta casa se llegaba en vehículo; luego al ser público aumentaron los problemas de paso, de multas o de permisos. A día de hoy, parece no haber problema y se llega en coche hasta una cancela cerrada, desde la que parte el camino hacia el río, bien por senda (recomiendo) o continuando por la pista hasta la casa de los Alamillos.
     
A partir de este punto toca ir andando

      El camino ha sido acondicionado en todo su trazado, pero los elementos, naturales y no tanto, lo están “naturalizando” poco a poco. Hay carteles con tiempos y datos, algún quitamiedos y escalerillas de madera hasta llegar a la cueva, denominándose a esta ruta como senda de la Cueva. Hace bastantes años hice el camino en ambos sentidos hasta los pies del cerro Cervigón ya al otro lado de la Hoz, en plena Sierra Madrona. Hoy el camino a partir de la Cueva está muy desdibujado, pero con un poco más de trabajo y paciencia se puede conseguir, y merece la pena, pues la cueva es algo más de la mitad de la parte más espectacular y vertical de la Hoz.
     
Esta hoz del Montoro esconde una fantástica aliseda difícil de explorar

      El camino parte del molino de Flor de Ribera, acertado nombre para este rincón del río Montoro, en el que hace años, veraneaba la gente de Hinojosas que al terminar sus fiestas de San Bernardo, bajaban con carros o tractores, con enseres para dormir y animales vivos y viandas para descansar y gozar de este pequeño oasis los últimos días de agosto, cogiendo peces en el río y comiéndoselos bajo toldos o a la sombra de los alisos, entre tragos de vino, bromas y risas.

Presilla o azud para desviar agua para el molino

     Hoy suena a “historia ficción”, pero es que hemos cambiado mucho, baste leer (yo lo haría obligatorio, al menos a los habitantes del Valle) el libro de 1967 de Vicente Romano y Fernando Fernández Sanz, el Valle de Alcudia, de la colección Botas de Siete Leguas de Alfaguara, para mí, con permiso del Viaje a la Alcarria, el primer libro de viajes en la naturaleza del solar hispano.
     
Vicente Romano y Fernando Fernández Sanz atravesaron todo el valle andando para contarlo en un magnífico libro del que hablaré en otra entrada

      No estoy en la mejor época del año, de hecho he madrugado y vuelto a la carrera para que no me martirice el sol del mediodía. Ya ha pasado la primera ola de calor del verano y todo está bastante achicharrado. Compruebo como el calentamiento climático está arrinconando a los alisos hacia el interior de la hoz, cuando antes había más y también más fresnos en y entre Flor de Ribera y la Hoz. Las tablas que quedan en el río están llenas de galápagos y sus bordes llenos de huellas, de aves, de zorros, jabalíes o nutrias. Hasta aquí llega la verde y fresca orla fluvial de las grandes macollas de la Carex reuteriana, protagonista herbáceo de todos los cursos de aguas limpias y frescas desde aquí hasta el Atlántico.
     
Macollas de alta Carex reuteriana enmarcan las orillas y rocas del Montoro

      Desde lejos se vislumbra el magnífico bosque de ribera que recorre toda la hoz como bosque galería (ramas de una y otra orilla conectadas por encima del agua), agua que aunque escasa este año, sigue corriendo, incluso manando tímidamente al pie de las laderas y alimentando a una flora más norteña que de aquí, como Carex pendula o helechos como Osmunda regalis Athyrium filix-femina. A pesar de buscarla, tampoco he encontrado esta vez la fuente agria, de burbujeantes aguas sulfurosas que deja su anaranjado rastro casi en la misma orilla del Montoro.
     
Aquí dentro apenas se siente el verano del exterior

      Estamos en una de las regiones donde el bosque mediterráneo explota en toda su variedad de especies características, aquí o en la inmediata vecindad aparecen, encinas, coscojas, quejigos, alcornoques, madroños, durillos, lentiscos o charnecas, labiérnagos, agracejos (ojo, aquí es la Phillyrea latifolia), espinos, mirtos, parras y todo tipo de jaras, brezos, retamas, cambrones. Apareciendo melojos y serbales en las partes más frescas y acebuches con sus esparragueras blancas en las más térmicas. La escasa altura y su latitud penaliza esta región haciendo que no lleguen aquí las especies norteñas que sí que llegan a Montes de Toledo, como son abedules, tejos o loros, y a pocos kilómetros de la hoz, aparece en alguna cumbre los restos del último pinar natural de Pinus pinaster de la región luso-extremadurense.
     
Agracejo, madreselva, lentisco y encinas

      El paisaje vegetal es el de los roquedos cubiertos de encinares con algún alcornoque en situaciones más térmicas, sustituidos por enebros donde la piedra apenas deja espacio para el suelo. En las más fértiles y húmedas faldas de las laderas, entran quejigos y en los rincones más húmedos ,ejemplares sueltos de fresnos apurando alguna oculta veta de agua. La aliseda de fondo de valle es compacta y contínua, creando un entramado de raíces que fija el suelo y los une protegiéndolos de las avenidas fluviales que en muchos casos dejan esta red de brazos entrelazados al aire. También dependientes del agua, pero no tanto como los alisos, aparecen los fresnos junto al río o al pie de roquedos.
     

      Llama mi atención en todas estas hoces, la presencia constante de Phillyrea latifolia que en ocasiones deja su habitual porte arbustivo para alzarse en árbol, llegando algunos ejemplares a unas dimensiones inusuales para la especie, siempre al abrigo de unas buenas condiciones que hagan olvidar el clima mesetario de la cercana Mancha. Esto es Castilla la Mancha, pero poco tiene que ver con esta región y más con Extremadura o Andalucía, tanto en lo climático como en lo litológico o botánico.
     
     
Ramillas de agracejo (Phillyrea latifolia),  parecido al mirto, también presente


      Al internarme en la Hoz, la geología impone su dominio y el protagonismo del paisaje, poniendo la Mancha a años luz de aquí; con barrancos vertiginosos y rocas esculturales. Tras varios callejones y vericuetos llego a la cueva, rincón telúrico en el que habrán dormido hombres como yo, pero con conciencias y vidas en mis antípodas. Seguro que los rastros de las por aquí abundantes pinturas rupestres, fueron borrados por el hollín de las hogueras de cazadores, pastores y todo tipo de gente “balduenda” que anduvo por estos malos pasos: bandoleros, huidos de la justicia o de la injusticia, como los últimos maquis que por aquí bandearon. Puede que por eso tiene esta cueva tantos nombres: cueva de los Ladrones, de los Maquis, de los Hurguines, de la Hoz y, últimamente, parece que cueva del Toro.
     
Cueva de los Maquis y geológica vista de paquetes de estratos cuarcíticos vistos desde ella

      Todas estas sierras, serretas y valles son pliegues o flancos de pliegues, estructura que hay que imaginarse subterráneamente para explicar el paisaje, pero aquí no, aquí está cortado para que se pueda ver el interior de la tierra, con sus paquetes de cuarcitas. El valle de Alcudia es el interior de un gigantesco anticlinal desventrado, donde afloran materiales precámbricos de los más antiguos de la península, formados por grauvacas, pizarras y en menor medida areniscas y conglomerados. La estructura cortada por la Hoz de Valdoro, es el flanco sur del anticlinal antes de dar paso al sinclinal de Solana del Pino. Todo conformado por cuarcitas armoricanas paleozoicas del ordovícico que son las responsables, con su gran resistencia a la erosión de mantener en pie todo el relieve centro-ibérico.
     
La cueva en la distancia en el centro de la Hoz de Valdoro

      Rincón magnífico de esta magnífica y poco conocida sierra, que desde el límite con Albacete al este, llega hasta prácticamente el cabo de San Vicente en Portugal y que en esta región, tiene en Sierra Madrona, con su umbría bien visible desde la Hoz, sus mayores cotas altitudinales.

     
     
Más info:   http://areasprotegidas.castillalamancha.es/rap/espacios-naturales-protegidos/enp-parque-natural/valle-de-alcudia-y-sierra-madrona/rutas/ruta-12


Monte Pindo, el monte Olimpo de los Celtas

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      El monte Pindo es una impresionante mole granítica que se alza desde el mar hasta los 620m de altura de su redondeada cumbre, el pico Moa (muela). Salvando las distancias y para los del centro de la piel de toro, es como si se hubiese cogido el enorme stock granítico de la Pedriza y se hubiera colocado, en a costa da Morte frente a la península de Finisterre, en la costa atlántica gallega.

Fisterra contemplada por una extraña peña caballera desde el monte Pindo

      Estamos ante una montaña mágica y mítica, tesoros escondidos, reinas legendarias, monstruos y sierpes, rituales curativos, guerreros petrificados, cuevas de hadas y otras leyendas junto con otras señales más tangibles, como ruinas, inscripciones en la roca y petroglifos, hacen que se le conozca como el Olimpo Celta de Galicia. Solamente andando por sus laberínticos callejones y “penedos” se puede sentir esa magia, esa conexión con lo remoto y lo arcano de estas tierras del fin del mundo. La naturaleza, los paisajes y la originalidad plástica de las rocas, un constante y espontáneo museo de caprichosas esculturas, no hacen sino ahondar en esa magia.


      Posteriormente he leído sobre sus ruinas, sus antiguos habitantes y sus leyendas y esto no ha hecho sino atizar aún más mi imaginación. En el siglo X se construyó el castillo de San Xurxo, para proteger a los habitantes de las poblaciones costeras de las repetidas incursiones de vikingos y todo tipo de piratas que les hacían abandonar sus pueblos a la carrera para enrocarse en las alturas. También hubo otro castelo sobre el aéreo pico Penafiel que domina, como un púlpito, la desembocadura del río Xallas, bajo sus peñas, tallada en la roca existe una antigua inscripción excomulgando a la montaña, al parecer, con la intención de acabar con la larga tradición de cultos paganos.

Rocas y muralla arruinada en lo que fue el castelo de San Xurxo

      Pero no hace falta tanta fantasía, sí que existe la cova da Casa de Xoana bajo uno de sus picos y a la “leyenda” del castillo de la reina Lupa, le ha venido a apoyar el hallazgo de una sucesión de ruinas de grandes muros en sus altas laderas que hacían de la práctica totalidad del área culminante, un recinto amurallado. Al ver las imágenes en alguna página web, he comprobado  que aquí pudo llegar a existir una, digamos que acrópolis pre-romana de grandes dimensiones.

Petroglifo en la vecindad del Pindo

      El monte Pindo nos enseña un completo y complejo muestrario de geomorfología granítica. El granito es una roca endógena, formada en el interior de la tierra; las fuerzas que erosionaron y movilizaron los materiales que tenía encima, lo han puesto al descubierto como lo vemos hoy en día. Esas fuerzas y procesos de denudación y transporte, por supuesto, siguen vigentes en la actualidad.




      El granito a una escala mínima se meteoriza y se areniza, y a gran escala se exfolia en grandes capas rocosas a modo de capas de cebolla, es el llamado diaclasado de exfoliación que a su vez se fracciona por otra red vertical de fracturas. Por ello es fácil ver retales de grandes bloques (desmantelándose), descansando sobre grandes losas de roca continua de la roca inferior (apenas comenzando a alterarse), y superpuestos encima de esos retales, otros bloques menores, las piedras caballeras, pertenecientes a la capa superior más externa (casi totalmente desmantelada).

Caos de bloques acumulados en una vaguada, con robles entre ellos

      Dada la gran cantidad e intensidad de lluvias que riegan estos montes que además hacen de pantalla orográfica frente a los vientos atlánticos, forzándoles a descargarse aún más de esas aguas, la evacuación de los materiales sueltos es continua y la acción torrencial de los arroyos instalados en estas inclinadas laderas, potente y capaz de trasladar bloques de gran tamaño.

La densa red de fracturas verticales y la roma cumbre del Moa en su centro

       La arenización del granito, la movilización de bloques y la rápida explotación del sistema de fracturas, contribuye a ir desalojando capa a capa esta roca aparentemente indestructible, dejando a la vista grandes lajas ligeramente convexas, los “dorsos de ballena”, agudas figuras dómicas, los “yelmos” o  casi los horizontales lanchares.

Roca mostrando nervaciones y abajo su opuesto, las acanaladuras


      Mucho de las formas que vemos ahora se gestó a grandes profundidades, las fisuras rellenadas por minerales más resistentes a la erosión que el granito que lo contiene dibujan “nervaciones” o también su forma inversa en las “acanaladuras”. Otra figura muy común aquí son los “tafonis” redondeadas concavidades en extrañas orientaciones, laterales o boca abajo comúnmente, aún de no muy claro origen, bien formados por alteración edáfica o bien por deformaciones compresivo-distensivas a grandes profundidades.

Monstruo pensativo, las numerosas oquedades que se ven son mayormente tafonis

     Si el granito es fácil de alterar bajo tierra, no lo es menos en la superficie. Muchas grandes lajas muestran "pilancones". El agua se acidifica en la atmósfera o con la vegetación y altera fácilmente arenizándolo Así ocurre en puntos que acumulan el agua de lluvia y que van profundizándose lentamente. Aquí las llaman pías y son reseñables las que se crean en el seno de la roma cumbre del pico Moa. En ellas, según la leyenda, tenían lugar ceremonias de purificación y fertilidad, con baños de agua sucesivos en los pilancones de esta cima. En el seno de las gargantas los golpes de los bloques transportados en las grandes avenidas sobre la roca forman las “marmitas de gigante” que en el final del río Xallas se muestran espectaculares.

Pilancones en la cima del Moa. Supuesto lugar de cultos de sanación y fertilidad

      Estamos en un clima claramente oceánico con muy poca oscilación térmica, ya entre el día y la noche o entre invierno y verano, es decir una zona ideal para el desarrollo de la vegetación. Pero estamos en Galicia, donde el fuego parece ser una de las más duraderas instituciones de esta comunidad, para desgracia de propios y ajenos. Periódicamente esta montaña, como casi todas las gallegas, ha sido arrasada parcialmente por la acción del fuego pero en 2013 ardió por sus cuatro costados, destruyendo totalmente el bosque.

Ver enlace a El País

      Después de ese terrible incendio, vinieron las lluvias que removieron todo lo erosionado en este fuego que ahora se encontraba sin la protección de la vegetación y las muertas raíces de los árboles que sostenían los suelos y todo se vino abajo. La ría de Corcubión pasó una mala época para la pesca y el marisqueo, y los arroyos profundizaron su lecho, como también ocurrió con muchos caminos que hicieron de improvisados arroyos, quedando prácticamente inservibles.

Entre troncos quemados, abajo destaca la aguda cumbre del Penafiel

      También como sucede en todo el noreste ibérico, Portugal incluido, el descuido forestal o la búsqueda de un rendimiento rápido y máximo del monte con un mínimo de trabajo, ha entregado el bosque a la sobreexplotación y su abandono o desidia de la población local, haciéndolo muy vulnerable a la acción del fuego y a su invasión por especies alóctonas, a veces, precisamente las elegidas para los cultivos forestales. Poco a poco, sin el menor de los cuidados o miramientos, esta montaña, rica y variada en especies poco comunes, está pasando a ser más común, monótona y con menos tesoros naturales que no sean las de su imponente roquedo y las maravillosas vistas.

Muy probablemente, los pinares de Pinus pinaster subsp. maritima aquí sean de origen autóctono

      Esta montaña estaba poblada en sus partes más pedregosas, inclinadas y soleadas, por un magnífico pinar de Pinus pinaster, en la que podría ser una de sus pocas poblaciones totalmente naturales y autóctonas, con vetustos ejemplares en los rincones más inaccesibles. Allí donde los suelos eran más profundos y estables, se enseñoreaba el roble carballo, Quercus robur y en rincones rocosos, siempre a salvo del fuego eran comunes los acebos, al igual que en las áreas bajas más húmedas, los laureles. Pero también se plantaron lamentables plantaciones de eucalipto y de Pinus radiata, hoy también arrasadas en su práctica totalidad.

Laderas totalmente arrasadas por el fuego

      Una curiosidad biogeográfica de esta montaña es la presencia en sus faldas de solana, del carballo enano como lo llaman por aquí, el Quercus lusitánica, una escasa quercínea que crece en algunas bajas cumbres del extremo suroeste ibérico y del Riff marroquí, por lo que estamos en una localidad claramente disyunta de su área de distribución. Lo encontré compitiendo con eucaliptos en un maltratado sotobosque lleno de broza.

El raro Quercus lusitanica a más de 500km de su vecino más próximo

     Me llama poderosamente la atención al caminar por sus alturas la presencia constante de plantas que estoy acostumbrado a ver en el Sistema Central por encima de los 1600m que aquí, por la generosidad térmica y pluviométrica del verano de la costa gallega, pueden crecer a sus anchas en estas cotas, para mí, inusualmente bajas; así me ocurre con las abundantes gencianas de turbera Gentiana pneumonanthe.

Gentiana pneumonanthe, bastante común para estas altitudes

      El matorral es variado, siendo dominante, dada la alteración de los suelos, el tojo que hace muy difícil andar por el monte fuera de caminos. Pero también hay todo tipo de brezos y escobas y llega a hacer vegetación sub-arbustiva, un endemismo característico de estos montes costeros gallegos, la Centaurea corcubionensis.


Mata de Centaurea corcubionensis, abajo el llamativo ajo Allium ericetorum

        Dentro de las rarezas botánicas y especies amenazadas, se encuentran especies tales como el cardo Eryngium duriaei subsp. juresianum un género de cardos que en la portuguesa Serra da Estrela tiene una diversidad asombrosa de especies como ésta. Están presentes aquí los raros y delicados helechos Dryopteris guanchica e Hymenophylum tunbringense y también hay otras especies poco comunes pero muy llamativas como la rara Arnica montana subsp. atlántica, Fritillaria pyrenaica, Hyacinthoides paivae, Ranunculus bupleiroides o Allium ericetorum.

En las cimas del Pindo abundan las turberas, con su vegetación característica

      Dramático es el caso de Iris boissierii el bello lirio de Xurés como lo llaman en Galicia, por ser de esta sierra en la raya de Portugal, la mejor de sus  escasísimas localidades. Este lirio, en peligro crítico de extinción, está casi extinguido en el monte Pindo, algo que habría que remediar con una cuidada reintroducción. Tampoco pude encontrar la rarìsima salamandra colilarga que una vez pude ver, allá en mi niñez.


Fotografía de Roi Carballal en biodiversidade.eu

       Después de ver cómo ha actuado la erosión post-incendio en los vallejos de la parte alta del macizo donde vegeta, creo que el motivo de su desaparición bien puede ser, si no la profundización y remoción de gran parte del lecho de los valles, sí la deposición, de grandes amontonamientos de pequeños y medianos cantos de un blanquísimo cuarzo, sacados de los suelos de las laderas superiores por la arroyada tras los incendios.


Vallejo con su centro denudado por la arroyada y con amontonamientos de cuarzo a los lados

     No se puede hablar del monte Pindo sin mencionar sus dos excepcionales extremos meridianos. Por el norte su caída sobre el río Xallas es espectacular, más aún desde lo alto del Penafiel que domina un profundo cañón fluvial que antes de su represamiento, tuvo que ser aún más espectacular. Este recorrido fluvial termina en una gran “fervenza” o cascada en la ensenada de la bahía de Ézaro, desembocando directamente al mar en marea alta, constituyendo una destacable excepcionalidad geográfica europea.


      En el extremo sur se encuentra la gigante y variada playa de Carnota, de 7km de recorrido, cortada por la desembocadura del Valdebois y con otras marismas internas atrapadas entre su cerrado cordón dunar y la peana de las laderas.

A Boca do Río, cortando la playa de Carnota, desde el aire

      Carnota está cada día más poblada, sus frías aguas no logran impedir la afluencia masiva de visitantes en agosto (como el que suscribe), pero incluso con ellos sigue siendo un lugar magnífico, con el horizonte del monte Pindo reflejado en sus aguas o como si de una montaña del desierto se tratase, de fondo tras sus grandes dunas y arenales.


      A partir del fuego de septiembre de 2013, el clamor popular pidiendo un mayor grado de protección para el monte Pindo bajo el paraguas de Parque Natural, se ha hecho aún mayor que antes. Pero la administración gallega alude que no hay dinero e incluso ha creado alguna ley que hace más difícil aún su promulgación.


      Este macizo no es muy grande, no tiene grandes intereses económicos por medio, ni forestales (difícil tratamiento y extracción de árboles) ni ganaderos (dada su pedregosidad y la escasez de buenas praderas) y una ingente cantidad de visitantes y excursionistas. Para colmo hace tiempo que, junto con la playa de Carnota, con sus arenales, estuarios y bosques, es Lugar de Importancia Comunitaria de la red Natura 2000. Luego no se entiende la cerrazón de las autoridades que parece que simplemente, no quieren dar su brazo a torcer ante esos “ecologistas” que lo andan pidiendo.


        Se hace necesario tomar medidas con esas raras especies en peligro y hacer una buena labor de repoblación adecuada a los diferentes nichos ecológicos y vegetacionales. También es una montaña en la que se hace casi imprescindible recuperar su ancestral red de senderos, hoy casi totalmente perdidos. Sea Parque Natural o no, es imprescindible cuidar con esmero esta joya del patrimonio gallego y de la humanidad.

Islas Lobeiras y cabo de Finisterre desde el castelo de San Xurxo

      Desde aquí agradecer la gran labor altruista y de voluntariado en defensa de la naturaleza y la cultura relacionada con esta montaña por la Asociación Cultural Monte Pindo Parque Natural:    http://www.montepindo.gal
también, aunque lamentable, la reseña del gran incendio de 2013:
https://elpais.com/ccaa/2013/09/11/galicia/1378902553_637545.html
Sobre la flora y vegetación de Galicia, imprescindible:
http://www.biodiversidade.eu

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